sábado, 3 de julio de 2010

Leyendas de nuesta tierra. El Cadejo.


El Cadejo

Es un nahual, o lo que queda de los nahuales, el animal mito que cuida a las personas. En otras culturas se les llama “ángel de la guarda”; la gente de nuestro pueblo tiene sus propios protectores espirituales. “Lo he visto varias veces cuando me sigue, aunque no le gusta que uno lo vea para atrás”. Habla con naturalidad mientras nosotros nos morimos de miedo. “Claro no se ve bien por la oscuridad pero a veces la luz de las estrellas alumbran fuerte o puede ser en una noche de luna”. Nos lo describe: Se trata de una especie de perrito, pero que en lugar de pezuñas tiene casquitos como los venados, se siente el taconeo, eso es lo que permite identificarlo y no confundirlo con un perro. Sus ojos brillan como si fueran carbones encendidos, si una se detiene cuando viene detrás, él también se detiene. Si una corre, él también corre.

La cosa es no dejarlo sola a una para defendernos de los peligros”. Chela se siente orgullosa de ser protegida del Cadejo, habla de él como si fuera su mascota, mientras los niños que la escuchamos nos morimos de miedo con solo pensar que nos pueda salir un animal de esos.

“Existe un Cadejo Blanco y uno Negro, a mí me sale mas el Negro, pero cuando hay luna llena ya me ha salido el Blanco”. Le preguntamos cual es el malo y ella me responde que los dos son buenos. “Hay que llevarse bien con ellos, no asustarse”. Pienso que Chela se la mujer mas valiente del mundo.

No teníamos por qué dudar de la amistad e Chela con el Cadejo. Si a ella le salía casi todas las noches, la descripción que nos da es exacta. Salía tarde de la casa y debía caminar una cuadra por la Calle Colón y luego dos por la Calle de las Angustias, que eran peligrosas y oscuras.

Recuerda dos ocasiones en que la salvó del peligro: una cuando salía de la casa y el Cadejo Negro se le puso adelante. Ella le dijo que se hiciera a un lado, pero no le hizo caso. Y como no iba a dejar que jugara, empezó a empujarlo. “Cadejito lindo, apartate, dejame pasar”. Y de pronto vio que el nanual comenzó a crecer delante de ella. Y según se iba haciendo gigante escuchó al momento un grito de un hombre que estaba agazapado en la oscuridad para asaltarla. “El hombre corrió espantado cuando vio la gran sombra del Cadejo que se hacía enorme”.

La otra vez, el Cadejo Negro se le puso adelante y ella, por mas que quería seguir caminando, el Cadejo no la dejaba, tampoco podía desviarse porque la oscuridad no le permitía caminar excepto por el sendero que sabía de memoria. “Insistió tanto que me dije por algo debe de ser, pues la otra vez me había salvado del ladrón”. No hay que tenerle miedo sino confianza-afirma-. “Esta vez me tiré hacia un lado para evadir su cuerpo".

Al momento sintió el primer acialazo que casi le pega en el cuello. Era una chinchintora que estaba colgada de una rama de tihuilote, exactamente por donde ella iba a pasar. “Segura muerte de la que me salvé”, dice, mientras los niños sentimos ligeros escalofríos de pensar en el Cadejo, no digamos si nos sale una culebra en el camino.

Con estos dos casos nos convenció que no sólo era buena cantante de tangos y contadora de cuentos, sino una mujer valiente. Porque no cualquiera puede enfrentarse a estas criaturas que son mas del otro mundo que del nuestro.


Fragmento del libro “Siglo de O(g)ro.
De Manlio Argueta.

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