miércoles, 27 de enero de 2010

viernes, 22 de enero de 2010

Recordando a Chirajito

Arístides Alfaro Samper era su nombre, pero será recordado por el pueblo salvadoreño como "Chirajito", el payaso de los niños, que el día de hoy falleciera de un infarto al corazón en un hospital de San Salvador.

El primer recuerdo de Chirajito que me viene a la mente es cuando lo vi trabajando junto a su mentor y predecesor, Eladio Velasquez, alias "Chocolate" en el circo México, propiedad de Chocolate, para las fiestas patronales de San Salvador, allá a mediados de los 60s.

Luego lo ví en el programa Jardín Infantil junto al "tío Periquito " y al payaso "Rojito", los dos ya también fallecidos.

Siempre se caracterizó por tener una sonrisa a flor de labios y de querer mucho a los niños, especialmente a los niños pobres de las calles, para los cuales siempre llevó risas y alegrías sin esperar remuneración alguna.

¡Que descanse en paz nuestro querido payaso Chirajito!.

miércoles, 13 de enero de 2010

Principio de romance que podria haber tenido un mal fin.

Carlos Arturo estaba manejando su "toyotía" por la "Alameda Roosevelt" de San Salvador a eso de las cinco de la tarde de un Viernes (sábado chiquito), y buscaba donde "calentar motores," y distraerse para esa noche de fin de semana en la que acostumbraba salir de la rutina haciendo algo diferente, con otros
amigos, o si la suerte lo apremiaba,con una amiga era suficiente nada más.

De pronto Carlos Arturo estaba pasando por "drive-in Don Pedro," y se le antojó
detener su auto para saborear una bebida natural que servían en aquel lugar,
hecho a base de agua, azúcar, y pedacitos de frutas, tales como" manzana, mango,
mamey, nance, piña y hojas de lechuga bien picada bautizado y conocido como
"refresco de ensalada."

El "drive in" en si era uno de los preferidos de Carlos Arturo, y no tenía que
ver nada con sus deseos, el hecho que éste negocio fuera propiedad de Pedro
Dalmau, un exiliado cubano promotor de artistas que se había radicado en el
país, y su fama tenía renombre porque también había, en los principios de la
televisión en el país, década de los 60, conducído "El Show del mediodía," un
programa de la TV con variedades musicales en las actuaban los grandes de la
época en el ámbito nacional.

En conclusión, el "don Pedro" como lo llamaba la gente, era un sitio donde la
gente se sentía agusto para disfrutar al aire libre, si no deseaba quedarse en
su auto. Además de bebidas refrescantes y alcohólicas, el menú del "don Pedro"
incluía una lista de comidas caseras con el toque cubano, y era frecuentado
especialmente por parejas de novios y/o pretendientes, que lo preferían por su
estratégica ubicación, pues permitía estar bien al frente de todo el mundo, o
"escondidos" en algún rincón del estacionamiento bajo la extensa y cobijante
arboleda. Era, y aún lo es, un "chalet" que a su alrededor contaba con un amplio
estacionamiento para unos 15 o 20 autos con servicio hasta altas horas de la
madrugada en fines de semana.

Como Mirian y Tina, dos guapas chicas que habían acordado reunirse a la salida
del trabajo, buscando en aquel lugar más que todo la confianza de sentirse
vistas por todos y por nadie en particular como suele suceder en los lugares
abiertos. Además les gustaba que las meseras atendían a sus clientes hasta en su
mismo auto, y aunque no era su caso, ellas preferían ocupar las mesas dentro del
mismo restaurante como lo hacían aquellos visitantes que deseaban compartir en
grupos.

Las noches de fin de semana, especialmente de todo el verano, "brillaban,"
especialmente por los flamantes "tríos" de trovadores se ganaban la vida
atendiendo peticiones musicales con canciones como "Rejoj," "Tres regalos," "La
barca" y otras de la época de oro." Y muchas veces, como es el caso de Mirian y
Tina, gustaban deleitarse escuchando esas intepretaciones musicales, a costa de
que otros pagaran su costo porque eran ellos quienes las habían solicitado.



Era a fines de septiembre y el calorcito tropical todavía se sientía mezclado
con los vientos soplaban entre los árboles de la Alameda que siempre estaba
llena de tráfico, y mucha agente saliendo de sus trabajos. Esa gente corría tras
los autobuses para regresar a casa, otros, muy pocos esperaban por un taxi
disponible, ya que todos corrían de arriba abajo, pero ya ocupados por quienes
tenían más prisa, y podían pagar su costo.

A sus 24 años, "soltero y sin compromisos," Carlos Arturo, ejecutivo de una
firma productora local de cine, no buscaba a nadie en especial, y pasando por
aquel conocido lugar entró al "drive-in," buscó con su mirada y notó entre las
clientes de las mesas a un par de señoritas. Una de ellas, Mirian, le era
conocida. Mirian y Tina recien había ordenado y ya departían en una de las mesas
con vista a las calles.

Carlos Arturo la recordaba como Mirian nada más, de quien a la vista se dibujaba
su hermosura. Esbelta, trigueña, de hermosos ojos cafés "achinados", senos
pequeños, piernas de amazona, cabello suelto... y esa tarde vestía ropa casual
de blusa no muy escotada, pantalones ajustados y zapatos de tacón corto. Su
amiga, bonita también pero no deslumbrante. Ambas por la misma edad, unos l9
años o 20 años.

Carlos Arturo, al reconocerla y se acercó a Mirian para saludarla. Si su memoria
no la traicionaba, la había conocido unos meses antes cuando ella trabajaba como
secretaria para su "chero" Eduardo, quien, como medio de vida editaba un modesto
periódico bi-mensual de poca circulación y pocas páginas, cuyo su contenido, más
que articulos interesantes, era plagado de anuncios comerciales é instituciones
del gobierno, por lo que se deducía las conexiones de Eduardo para mantener sus
costos como un medio independiente.

Pero en la mente de Carlos Arturo cuando vió a Miriam no vino a su memoria la
historia de aquel "periodicucho," sino esa única vez que sobre su escritorio
Eduardo, éste le mostró fotos de la mismísima Mirian tal y como Dios la trajo al
mundo. Eso había sido recién unos meses cuando Eduardo invitó a Carlos Arturo a
ver algo especial despues que ella había salidode su jornada laboral. Se veía a
Mirian posando completamente desnuda y en diferentes ángulos como si fuera
hubiera sido escogida para una muestra de la famosa revista americana de
"playboy." No lo podía creer! Mirian, tan sumisa que actuaba ante él cuando en
la oficina ella le atendió en la antesala para hablar con Eduardo un par de
ocasiones, y tan "deshonesta" se apreciaba en las fotografías que aquel amigo le
mostraba como quien enseña fotos de su última presa en la "cacería humana."

Por supuesto, Carlos Arturo nunca inquirió detalles de aquella sesión de fotos
entre Mirian y Eduardo, y como es natural en aquel entonces, la amistad de
Carlos Arturo con Mirian ante ese hecho, no floreció, y prefirió guardia
distancia. Además que al poco tiempo la perdió de vista, pues con el cambio de
gobierno en el país, la empresa no tuvo más apoyo para financiarse, y a Mirian
ya no la necesitaron más y dejó de trabajar allí, y para Carlos Arturo,
periódico, amigo y la modelo de "playboy" desarecieron del mapa.

Cuando esa tarde la volvió a ver en el drive-in, Carlos Arturo, el "tenorio" de
esta historia, antes de saludarla pensó: "Esta "mosquita muerta" tiene que ser
mia, con fotos o sin fotos." Y por supuesto, aquel aventurero lucubró las una y
mil fantasías en su mente en solo cuestión de segundos. Hasta hizo planes de
llevarla a un sitio donde la podía tener solo para él sin fotografos que lo
interrumpiera.

Miriam, al ver a Carlos Arturo acercarse en su auto, también le reconoció y solo
lo recordó con aquel amigo que visitaba a su exjefe. Ahora ella estaba sin
aquella "presión" de que algún jefe la estaba observando como solía pasar en la
aquella solitaria oficina del periódico. Ahora no, hoy solo estaba con una amiga
a quien, si bien es cierto, no le podía confiar todo de todo, si podía
"apantallarle" de sus gustos, y según ella, aquel joven soltero no estaba mal
para "desfilar" dentro o fuera del drive-inn.

Lo saludo con un movimiento amistoso y coqueto levantando femeninamente su mano
derecha. El, lentamente, como quien no tiene prisa bajó de su auto, se apróximo
a ellas, acercándose con el beso discreto en la mejilla a Mirian, y ésta luego
de corresponderle lo presentó a su amiga Tina y los convidaron a sentarse con
ellas. Cuando Carlos Arturo les preguntó que tiempo tenían para aceptarle que la
"otra tanda de lo que habían pedido fuera por cuenta de él, Tina –como "robando
cámara" le dijo que recién acababan de llegar y que no despreciaban la oferta.
Dijeron también que eran compañeras de trabajo en una oficina de abogados cerca
del lugar.

La idea inicial de una refrescante "ensalada" se convirtió pronto en una
sugestiva celebración de aquel fortuito encuentro y fue Carlos Arturo que cambió
la orden para que tomaran unas cervecitas, lo cual aceptaron no sin antes
mirarse una a la otra, como señal de consentimiento. "Esto, dijo él es que para
aliviar el calor, quitar inhibiciones y liberar la mente."

Hablaron de todo pero nada en concreto, y no pasaron de la común pregunta "y que
se había hecho?"

Claro, era una rica tarde de un fin de semana que comenzaba, y que ninguno
podría predecir su final. Aunque ellas pronto pensaban irse a sus respectivas
casas, Carlos Arturo, por el contrario ya cobijaba otros propósitos para tener
una nueva conquista en su repertorio por su vida disoluta en cuanto a relaciones
con mujeres.

Dos "heladas," asi llamaban a las cervezas bien frías, fueron suficientes para
que Carlos Arturo preguntara cuales planes tenían esa noche, pues no quería
aumentar una cuenta sin ton ni son. ---"Ir a casa"-- respondieron casi al
unisono. Mirian vivía muy cerca del área, en auto, a unos 15 minutos, pero Tina
explicaron, vivía hasta en San Bartolo, a 45 minutos del lugar .

Al terminar las expumantes esencias del trigo y la cebada, Carlos Arturo se
ofreció "a pegarles un "jalón" lo cual aceptaron gustosas, porque se sentían
protegidas la una con la otra, y además porque los "pecados" y antecedentes de
Carlos Arturo para ellas eran totalmente ignorados, más para una que para otra,
que lo desconocía totalmente.

Sin embargo Mirian pidió que ella fuera la primera en ir a dejarla, por la
distancia cercana, pero Carlos Arturo no aceptó muy complaciente, argumentando
que no quería regresar solo desde tan lejos. Al decirlo, dibujó una maliciosa
sonrisa dirigida a Mirian, y la condicionó a tenerla de compañía a su regreso. A
ellas les pareció razonable en principio, y asi fue.

Carlos Arturo manejó sin prisa rumbo al Sur, y más por el tráfico de la hora que
por otra cosa les entretuvo a ambas con historias sin importancia, según él solo
para acortar el tiempo, aunque ninguna de las dos hizo preguntas. El por su
parte prefirió hablar de proyectos de trabajo que no definió muy bien por lo que
ambas parecieron no entender la tema de Carlos Arturo, y más bien solo se
miraban entre si con un signo de interrogación.

Tina por su parte, quería adivinar que había entre Mirian y Carlos Arturo
previamente, pero él ni ella dijeron nada del pasado, y él, por supuesto
guardaba total discreción sobre el caso de haberla visto completamente desnuda
en fotografias, cosa que Mirian ignoraba, pues nunca hablaron de eso entre
ellos, y además fue uno de los acuerdos que hizo cuando su chero Eduardo accedió
mostrarle aquellas insinuantes poses en las fotos de Mirian.

No había, por decirlo asi mayor escándalo ni relato de cuanto, cómo y por qué
aquella sesión fotográfica de Eduardo con "su secretaria." Aunque a decir
verdad, Carlos Aturo intuyó que esa chica había sido no solo "modelo" de su
jefe, sino algo más, y ese solo ella podía decirlo, callarlo y esconderlo muy
bien. Pero eso y no otra cosa, fue el motivo para sus pecaminosos pensamientos.

Entre plática y plática, el tiempo pasó, y cuando casi llegaban a la Colonia
Santa Lucía, y unos kilómetros despues llegaban a San Bartolo. Estando allí Tina
guió a Carlos por una calle sola, sin casas a los lados, y fue hasta el final,
donde se encontraba un pequeño caserío de 20 a 30 casas, separadas por grandes
predios baldíos. Todo muy solo. Ideal para alguien como Carlos Arturo que solía
busca los sitios oscuros, bien para las lujurias del romance, o para una que
otra fechoría.

"Llegamos..." dijeron casi en coro. Carlos esperó que Tina bajara del auto.
Mirian también lo hizo para despedirse, pero ambas evitaron que Carlos Arturo
escuchara sus "secretitos." Luego volvió al auto donde Carlos Arturo,
impaciente, quería entrar en acción para demostrarle su interés genuino, pues
desde el momento que la vió al entrar al drive-in había dicho: "Esta hermosura
va a ser mía."

Ya eran casi las ocho de la noche. Y obvió, en esa época del otoño, ya el solo
se había ido a dormir, Y la luna estaba atrasada por salir. Estaba oscuro, y no
había iluminación por esa vía. --Mejor, entre más oscuro mejor, pensó Carlos
Arturo, mientras, Mirian quería regresar lo más pronto posible a su casa, pues
ya se la había hecho noche. Desde luego, Carlos Arturo despues de la ceremoniosa
despedida inició el regreso. Pero casi en un cinco minutos despues, pasando
sobre la parte más solitaria de la calle, detuvo su auto.

Que pasa? exclamó Mirian. --Nada dijo él.--- "Y porque nos detenemos inquirió.

Eso digo yo, que pasa? No me va a regalar un beso?

--Y a usted qué le pasa? Con quien me confunde? Quien cree que soy? Vamonos de
aquí y pronto, por favor!

Todas las expresiones de extrañeza y disgusto, a Carlos Arturo le parecieron
"excusas y pretextos" de una chica que él consideraba fácil, y por eso no
entendía las preguntas ni razonamientos de lo que decía. El solo parecía buscar
lo que deseaba: aprovechar el momento para que Mirian se "portara mejor" y
lograr asi su cometido: Besarla, tocarla, y quien sabe que más.

Muy incómoda, y hasta molesta. Mirian dijo que se bajaría del auto si Carlos no
abandonaba su abusiva actitud.

---Vamos no sea mala-- decía mientras forcejaba el manoseo sobre ella.

--Le repito que me voy a bajar en este momento dijo, casi a gritos, y viendo
ella hacia todos lados por si alguien venía caminando cerca del auto para
sentirse auxiliada y protegida de aquel intransigente, se esquivaba, pero aquel
abusivo continuaba haciende lo que quería metiendo mano por doquier.

--Ya no aguanto más. Esto es un ultraje. Me bajo inmediatamente dijo.

---"Bájese pues," le respondió -- pero fíjese adonde estamos y aquí no pasan ni
buses. Como va hacer para regresar. Mejor....quedó diciendo insunuantente.

---No me importa—dijo ella muy furiosa, y asi con dificultad, jaló la manecilla
de la puerta, y abrió sin fijarse donde ponía el primer pie. Afortunadamente,
aquella en calle sin pavimento solo había polvo y maleza, y nada ocurrió al
salir del auto.

---Carlos, muy resignado, la vió salir, y sin ponerle una mirada más, arrancó de
nuevo su auto y regresó inconforme por la misma ruta, viéndo a Mirian por el
espejo retrovisor cuando ella regresaba caminando hacia la casa de Tina, que
vivía con sus padres a solo unas pocas cuadras.

Por su parte, Carlos Arturo continuó su marcha é hizo el largo regreso. Pensó
volver al "drive-inn" para ver si encontraba otra oportunidad, pero él mismo
renunció a esa idea pues estaba incómodo con lo ocurrido. Asi que aquella noche,
medio cansado de la semana, molesto con él mismo, y escaso de sueño, se fue a la
cama y se repetía asimismo...

--"Que bruto soy. Dejé a esa muchacha en el camino peligroso, sin decir alguien
con peores mañas hace lo que yo quería, y hasta le pasan dos o tres más encima,
y despues la matan. A quien iban a buscar? Con quien la habían visto por último?

"Ahh...que pendejo soy... Me imagino que suerte me esperaría con la policía tras
de mi, el escándalo de la prensa, mi familia, mi trabajo, los clientes,
realmente no se que ando pensando..." Y entre una y otra idea desde la más
cuerda hasta la más descabellada, Carlos Arturo se decía:

"No me salió nada, gasté mi dinero, y ahora no puedo dormir porque mi "cochina"
conciencia que no me deja tranquilo. "Veremos, veremos..."
Eso lo decía cuando ya en su habitación, buscaba conciliar el sueño.

Por suerte, Miriam al verse en esa embarazosa situación camino hasta la casa de
su amiga, explicó a Tina lo sucedido. Se consolaron entre ambas y pidió posada
para quedarse en casa de su amiga jurándose no volver a caer con un farsante
como el que había conocido.

Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado.

Por: Roberto Rodriguez.


martes, 12 de enero de 2010

Caruso, cuento de Erlinda Villanueva




No creo que Caruso sea el nombre adecuado para un perro; más así se llama el personaje o mejor dicho el animalaje de mi historia.
No era un perro hermoso físicamente; más bien era un perro callejero, pulgoso y hasta un poco feo.
Recuerdo su cara larga y triste, con unos pocos dientes en su vieja boca.
Su poco pelaje amarillo y negro, simulaba a un tigrillo en extinción.
Siempre me llamaron la atención, esos grandes ojos profundos color miel, como si quisieran decirme algo.
Rafael Pacheco, el borrachito más famoso del pueblo; lo recogió en la calle una noche de frío invierno y lo llevó a su descuidado rancho; y jamás se separó de él.
Parecía que se habia establecido entre hombre y perro un vínculo de eterna amistad y gratitud con la promesa: "Hasta que la muerte nos separe".
Aquel noble perro, acompañaba a Rafael cada paso que daba, era su perro guardián. Era su perro amigo y fiel, con quien compartía la pobreza y la abundancia.
"Rafa", como le llamaban cariñosamente sus amigos de parranda; era un hombre "pobre, pero trabajador", según se describía él; pero a veces tomaba sus largas vacaciones alegando folosóficamente: "Que el trabajo era su peor enemigo y que Dios lo dejó como castigo".
Permanecía semanas completas, en la acera de aquella famosa cantina del pueblo, ingiriendo licor sin parar; "Fondeado en su vicio", en aquellas interminables "Zumbas", que concluían con aquel "Delirius Tremens", visitando frecuentemente el Hospital, al final de esas merecidas vacaciones.
Mientras tanto, Caruso permanecía a su lado, sin pronunciar palabra, sin jamás renegar; lo cuidaba de cualquier atrevido que quisiera acercársele; no dormía aquel perro, no comía; estaba ahí no importando el frío, o el hambre, sin reclamar nada a cambio.
Al regresar el hombre a sus labores diarias, el perro estaba ahí, junto a él, moviendo alegremente su cola; dispuesto a acompañarle donde fuera, a cortar café, algodón, caña de azúcar, oficios en que era experto Rafael.
Dicen que jamás hubo un gesto de reclamo, de desprecio, de protesta, de parte de aquel perro.
Lamía las heridas de su amo con compasión, mientras esperaba muchas veces la hora de aquella lejana comida, que no parecía llegar. Cierto día Rafael enfermó, aquel animalito lo cuidó, permaneció fiel a su lado; si salía a la calle era para sus necesidades fisiológicas o para cazar conejos, aves, liebres, tacuazines, los cuales llevaba a las vecinas,
cargándolos en su hocico, para que los cocinaran para su amo, tratando de explicar la situación, con ladridos desesperados.
Cuando Rafael se levantaba, también Caruso parecía feliz, visitaba al vecindario, moviendo su cola alegremente y abriendo su hocico, casi sonreía , mostrando su húmeda lengua, como gesto de agradecimiento.
Un trágico día de tantos, Rafael en sus grandes tomatas y crudas, bebió aquel alcohol etílico, que lo llevó hasta el Hospital.
Caruso aquel perro viejo, recorrió cientos de kilómetros, tras la ambulancia que conducía a Rafael.
Llegó cansado con la lengua de fuera, las pezuñas en el suelo y la cola entre las patas.
Esperó cerca del Nosocomio, día y noche mientras Rafa se recuperaba.
Pero Rafael agonizaba desesperadamente.!
Caruso arañaba las paredes frías, tratando de alcanzar la ventana del cuarto que era testigo del sufrimiento de su amo.
Más una noche fría y oscura, sin luna, la muerte rondaba el lugar.
Caruso empezó a aullar desesperadamente.
Rafael no ganó la batalla, su hígado y su estómago no resistieron la cruel intoxicación.
La procesión fúnebre recorrió las empedradas calles del pueblo de Rafael.
Aunque usted amigo lector no lo crea, ahí iba Caruso entre la multitud.
Los sentimientos parecían aflorar en su triste mirada de animal.
Aquel noble perro, había enflaquecido tanto, tanto, que sus patas se cruzaban débilmente, su piel se pegaba a sus huesos, dándole un aspecto esquelético lamentable.
Llegó el cortejo fúnebre, hasta el descuidado cementerio local.
La lluvia empezó a caer, eran las tres de la tarde.
Los sepultureros apurados introdujeron el sencillo ataúd de madera en la fosa de seis pies de profundidad.
La tierra húmeda y piedras cayó precipitadamente sobre el cajón, haciendo un ruido ensordecedor.
La tormenta continuó.
Las viejas rezadoras dejaron a la mitad sus cantos y plegarias, y abrazándose se despidieron.
Cada quien corrió a su refugio.
Los sepultureros, profesionales del mismo ramo que Rafa, corrieron rápidamente a su segunda casa: "La cantina" , a consolar su pena, su sentimiento de pérdida, no olvidándose de aconsejarse que no volverían a tomar alcohol.
Todos se fueron.
Solo quedó ahí Caruso, acompañando a su amo; con los ojos húmedos y tristes, echado sobre la tumba.
No importaba la lluvia, la soledad, la oscuridad de la noche!.
Se le oyó aullar de dolor toda esa noche y las noches que siguieron.
Un día lo encontraron sin vida, semienterrado en el mismo lugar donde yacía su amo.
No se separó de aquel lugar.
El encargado del Cementerio lo sepultó en la misma fosa de Rafael.
!He aquí señores lectores una historia real de uno de esos amores perros que se dan en la vida!.

jueves, 7 de enero de 2010

Mi querido pupitre.

Claro que me recuerdo de mi pupitre! Como recuerdo mi bolsón, mi bicicleta, de mis trompos, mis capiruchos y mis chibolas...

La niñez del cipote Lito fue sencillamente linda. La recuerdo como si fue ayer, aunque a veces no me recuerdo qué diablos hice ayer. Y volviendo a mi pupitre de madera, creo por el olor, aún impregnado en mi narizita de niño travieso y estoy seguro que era de cedro o conacaste, pero nunca de pino, y no es que tenga algo contra el pino.Era de una sola pieza, mesa y sentadero. La tapa del cajón sobre el cual se escribía, era inclinada, de tal forma que se facilitaba la escritura. No era pintado, que va, era barnizado. Al levantar la tapa, el pupitre abría sus entrañas donde guardábamos nuestros libros, cuadernos, lápices, plumas y tinteros, ya que no habían bolígrafos.

Mi primera pluma fuente fue una Esther Brook. Yo nunca conocí a esa dama, pero me imagino que era la dueña de la fábrica de plumas. ¡Qué bonito se escribía con esa pluma fuente, la caligrafía Palmer sobre un cuaderno doble rayado marca Conquistador o El Quijote. Nunca rayé mi pupitre, no había necesidad de marcarlo con mi nombre como que fuera ganado, él sabía que yo era su alumno y nos respetábamos mutuamente, ya que nunca clavo alguno rasgó mi uniforme.

También me servía de escudo, cuando uno de los maestros le lanzaba un trozo de yeso. En la cuesta de la iglesia de la Vega, había un carpintero llamado Pedro Crespín, él hacía de todo, roperos, camas y pupitres. Con garlopa en mano desbastaba la madera, sacándole colochos. Yo soñaba con ser carpintero, o aunque sea aprendiz, pero nunca tuve la oportunidad. Hasta donde yo supe, los hermanos Maristas mandaban a fabricar los pupitres a decenas de carpinterías que habían en los barrios de La Vega, San Jacinto, San Esteban, Candelaria, Santa Anita y otros barrios donde los obreros y maestros carpinteros echaban el arte, para hacer los mejores pupitres, orgullo de nuestros artesanos.

Los hermanos Maristas importaban libros de España y plumas fuentes de USA, pero jamás un pupitre, o un escritorio para maestro. Ellos, los Maristas, sabían que había que darle de comer al pueblo, para que los carpinteros pudieran mandar a sus hijos al colegio. Hoy ya no hay carpinteros, ni ebanistas que hagan pupitres y escritorios de madera. Hasta el transporte se hacía en carretones de madera empujados por un fornido hombre.

Quien sabe que fin tuvo mi pupitre de madera de cedro, no creo que haya resistido más de cincuenta promociones, a pesar de la calidad de la madera, ya han de haber alimentado la hornilla de un hogar pobre, pues hasta en sus últimos días tenían utilidad.

El hermano Placido, el hermano Heliodoro, Marciano, Virgilio y Juan, y no los vayan a confundir con los evangelistas, nunca, pero nunca de los jamases se les cruzó por la mente hacer una licitación de pupitres, para economizarse unos cuantos colones, de aquellos colones de mucho valor.

Los hermanos Maristas, además de su excelente educación, y no es porque yo sea exalumno me esté haciendo propaganda, también comprendían, y comprendían muy bien, que no sólo la educación era importante, sino también darle trabajo a los obreros salvadoreños. Pero ahora con la globalización, y por un viaje a Chile, imagínense ustedes, los pupitres de la mayoría de las escuelas del gobierno son hechos en Chile y han nadado miles de kilómetros para llegar a nuestras aulas, ¡aleluya! Sólo por unos míseros dólares menos y con la paja de que aquí no hay una fábrica que pueda cumplir con elaborar todos los pupitres.¡

Y, pregunto yo! ¿Qué sólo una fábrica de pupitres hay en El Salvador?, ¿qué no le pueden dar una parte a cada una? Cuánto no perdió el país en mano de obra, en salarios de operarios que pagan impuestos, que pagan Seguro Social, que genera que la economía se mueva, pues al consumir ese dinero el consumidor final paga IVA...

¡Pero No! cuarenta millones se fueron a Chile. Ahora me doy cuenta de la sabiduría de aquellos Maristas españoles que vinieron huyendo de las guerras europeas y que quisieron forjar ciudadanos fuertes, valerosos, nacionalistas, mucho más nacionalistas que los ladinos nacidos aquí y que compran por allá sin darse cuenta del grave daño que ocasionan. En México, los pupitres son mexicanos y jamás permitirían que extranjeros licitaran los pupitres de los chamacos mexicanos y no es patriotismo ni nacionalismo, es simplemente sentido común.

Ni que los hicieran de papaturro o papaya y los dieran a dos por cinco, los pupitres de México son mexicanos.Yo no creo que los cipotes salvadoreños se identifiquen con su pupitre chileno, donde no hay sudor de sus padres, donde no hay creatividad salvadoreña. Son pupitres que no se recuerdan, fríos, licitados, pintados sin cariño y en fin como todos pupitres globalizados. ¡Que le vamos a hacer. Somos guanacos y vivimos en El Salvador!

Lito Montalvo.