lunes, 18 de febrero de 2013

Inolvidable experiencia...final.

Décimo día.

La mañana, luego de poner en orden las cosas que les hemos contado que hacemos por la mañanas salimos a Banteay Srei, llamada “ciudadela de mujeres,” un pequeño y encantador templo, joya legítima de la ciudad, construida con arenilla rojiza en el siglo X, y dedicada al dios de la India Shiva, esculpida con figuras de hombres y mujeres en nichos exquisitamente elaborados por ambos lados y en proporciones. Es, de todos los templos, el mayormente dedicado a la India por sus legendas de ese origen, que se han convertido en el centro de este inmenso y misterioso bosque.
Para el almuerzo fuimos llevados a la ciudad de Siem Reap. Saphon nos recomendó varios sitios para escoger el mero centro de la ciudad donde todo está cerca. El parque, la plaza, templos, farmacias, supermercados y por supuesto, el mercado popular, donde cientos de turistas y gente local busca las mejores ofertas movilizándose a pie y subiendo y bajando de las motocicletas dos, tres y/o cuatro ruedas para transportar de una, a seis personas cómodamente sentadas.
 Después de ver uno y otro restaurante desde el auto, nos decidimos por el que “para variar” (lo digo irónicamente) tenía aire acondicionado. Ya en el lugar y dentro del primer piso, había un letrero al tamaño de la pared que decía: Suba para tener aire acondicionado.” Lo hicimos y nos encontramos muchos jóvenes de ambos sexos, americanos, australianos, alemanes, suecos y qué sé yo, bien acomodados en un solo sofás largo forrado con tela y llenos de plumas de ganso, suave, empotrado en la pared de un costado. Allí cada quien se acomodaba en pareja, algunas chicas sin brasier, en pantalones cortos o falda con las piernas alzadas sin recato alguno. Estos muchos comen, leen, teclean su “lap top,” tablet, celular o lo que sea, pero están conectados haciendo una especie de siesta después del almuerzo. Por nuestra parte, ordenamos, esperamos, observamos, comimos y nos levantamos para continuar el paseo por la ciudad, ya que teníamos una hora más disponible, aunque siempre vendrían por nosotros para llevarnos al ir a un lago.
 Luego de ver algunas tiendas, fuimos al mercado, compramos un par de adornos como suvenir, y luego caminamos en la misma manzana a la redonda disfrutando del movimiento comercial que provoca el turista más que todo.
 Nuestro servicio de transportación estuvo puntual y pronto salimos a Tonlé Sap, un lago de aguas tranquilas el cual recorrimos por una hora y media en un bote pequeño de motor. Es aquí en este lago donde se concentra el alma de la industria pesquera de Cambodia, y aunque no vimos muchos peces, en su lugar vimos comunidades enteras que viven alrededor y dentro del lago.
 Son casas algunas sobre el nivel del agua y otras montadas sobre la superficie del nivel. Es así nos explicaron, para evitar ser inundadas cuando el lago se crece en invierno. Las que están a nivel del agua, se mueven a tierra firme cuando el lago se crece.
Di por hecho, y así me lo confirmó nuestro guía, que los residentes no pagan ninguna renta, pero si reportan a las autoridades su ubicación para efectos de censo, correo, acceso a las escuelas, y otros servicios del reinado, sin faltar los monjes budistas y sus pagodas. Siempre hemos advertido los ríos dentro de las ciudades que visitamos, sean grandes metrópolis o pequeñas villas, y en este caso de Siem Reap, fue un lago inmenso, cuya extensión es de 2.590 km², que puede llegar hasta los 24.605 km² durante la estación de las lluvias, siendo la mayor extensión de agua dulce del sudeste asiático y se ubica en la llanura central del país. Las provincias que rodean el lago son: al norte la Siem Riep y la Kompung Thom y al sur las provincias de Battambang, Pursat y Kompung Chinang.
El lago está orientado en dirección noroccidental – suroriental. Tonlé Sap significa en jemer lago de agua fresca, aunque con frecuencia se traduce en idiomas occidentales como "Gran Lago". Forma parte del mayor ecosistema hídrico del sudeste asiático y es objeto de protección como biósfera, declarado como tal por la Unesco en 1997
El lago está alimentado por numerosos cauces procedentes de todas las latitudes, que son, a su vez, un importante medio de transporte en la región central del país. Por otra parte, el lago es tributario del río Sap que fluye hacia el suroriente y que en Phnom Penh se une al Mekong formando el río Basac. Es además vital para la economía regional por su riqueza en pesca y la fertilidad de sus riberas para el cultivo del arroz. El lago está asociado además al complejo arqueológico de Angkor Wat, el cual se extiende en su área noroccidental, cerca de la Ciudad de Siem Riep. Durante la estación seca, el lago es más bien pequeño, con 2.590 km² de extensión y apenas un metro de profundidad. Pero durante los monzones ocurre un fenómeno que sólo Camboya y Egipto con el Nilo pueden presenciar: Los ríos Sap y Mekong cambian el sentido de la corriente hacia el noroccidente, es decir, devuelven el agua.
 Este fenómeno se debe a la abundancia de las lluvias que comienzan en junio y terminan hacia diciembre, lo que crea un crecimiento en el volumen de las aguas. Las aguas son literalmente rechazadas por el mar o represadas, por lo que buscan un espacio natural de extensión o retiro y éste es el lago Sap, el cual alcanza en la temporada de lluvias que aumenta más de diez veces su tamaño. Bosques y campos aledaños se convierten literalmente en retiro del lago hasta que la corriente de los ríos normaliza su curso, lo cual es celebrado en Camboya con el Festival del Agua.
El fenómeno trae como consecuencia grandes beneficios porque fertiliza las tierras e incrementa la actividad pesquera. En otras partes habíamos visto casas humildes al lado de ríos en poblados pequeños, pero nunca dentro del agua en un lago. Obviamente, su construcción es frágil hecha con troncos y ramas cortadas de árboles de la zona, y láminas de aluminio. Algunas techadas con ramas de palmeras o cocoteros. Luego de esta única experiencia, vino el regreso aún temprano de la tarde para disfrutar de un poco de sol al lado de la alberca del hotel, nadar un poco, y descansar en los cómodos canapés alrededor de la misma. Algo que no habíamos tenido en todo el viaje.
 Por la noche, repetimos la cena en el Victoria Resort que fue servida con exquisitas ensaladas y variedad de carnes blancas y pescado fresco del lago Tonlé Sap, para hacer honor a sus pescadores locales.
 La hora del descanso llegó nos sin antes dejar todo listo para el día siguiente: Sacar cuentas de los consumido en el hotel, preparar y tener a la mano el pasaporte, boletos de avión y el sobre con las propinas para Saphon (cuyo apellido nunca pregunté) y el chofer, así como las propinas para los maleteros del aeropuerto, que al final no hubo necesidad por la pequeñez del mismo y lo inmediato de los mostradores de la línea aérea para transportarnos una vez más a Tailandia.
 Regresamos a Bangkok exactamente al mismo hotel Rembrandt solo para pasar la noche y continuar por avión rumbo a la próxima estación.
Ese mismo día, Jenny, la guía del primer día cuando arribamos a esta gran ciudad, fue nuevamente quien nos recibió por segunda vez en el aeropuerto, y fue la encargado de llevarnos al hotel. Al registrarnos, la recepción del hotel se disculpó porque no tenía una habitación con cama King como lo había requerido en todo el viaje, y que si podíamos conformábamos con camas separadas.
No de buen humor, pero educadamente, exigí al encargado de esa misión de acomodarnos, que volviera a revisar su disponibilidad de habitaciones con cama doble. Lo hizo y nos ofreció esa opción, pero en una habitación para fumadores. Volví a requerir que buscara otra alternativa, y finalmente encontraron una en la “suite” para ejecutivos, que dicho sea de paso tienen un precio más alto que el que estábamos pagando, pero les hacía quedar bien ante la demanda de su cliente.
 Dimos las gracias y nos acomodamos en una habitación similar, aunque reconozco que su mobiliario era más elegante y de mejor presentación hasta en las frutas frescas en el piso 18. Pasado el incidente la guía que solo observaba esperó para avisarnos que horas más tarde teníamos regresaba por nosotros para tomar un paseo con cena incluida en uno de los cruceros que van del norte al sur y viceversa por el rio que atraviesa la metrópoli tailandesa.
La diferencia de esta vez con el primer paseo que hicimos el primer día en ese rio de Bangkok que hicimos en días pasados, fue la hora, pues esta vez el sol se había acostado en el horizonte, y aparte de ver las luces de edificios y templos iluminados que circundan el área, la cena fue algo a lo que ya nos estábamos acostumbrando, pero esta vez en un yate con música en vivo y lleno de turistas de todas partes. Otra oportunidad que aprovechamos para tomar las últimas fotos de esa etapa.
 Concluida esa fiesta naviera, regresamos al hotel para el baño de rigor, dejar preparadas las maletas y el siguiente día continuar nuestra ruta.
 A buena mañana, estábamos de pie. Bajamos para desayunar y en cuestión de media hora estábamos de regreso en la habitación. Fue aquí donde nos pasó una insólita experiencia, lo digo porque vivimos en San Francisco, California, donde los movimientos telúricos están pre-avisados desde hace mucho tiempo.
 Eran casi las nueve de la mañana, cuando mi esposa y yo empezamos a danzar sin música y el ritmo lo marcaba el vaivén del edificio en la planta número 18. No nos imaginamos que en mera vacación íbamos a tener tremendo susto. El temblor nos hizo vernos uno al otro sin tener más que esperar que pasara. Los segundos fueron eternos, y en menos de los 60, todo había pasado.
Cogimos las maletas y bajamos al “lobby” del hotel y confirmar con otras personas lo ocurrido. La sorpresa fue que el empleado que nos hizo la cuenta de salida, se mostró extrañado cuando le preguntamos si él y sus compañeros sintieron el movimiento de tierra, y tranquilamente dijo que allí no había pasada, pero lo dijo sonriente, quizás por la cara de asustados que teníamos. Le recomendamos verificar en el internet y le dijimos que nos informara, mientras esperábamos en la sala de espera por el auto y el guía que nos llevaría al aeropuerto.
Pues en cuestión de dos o tres minutos, el joven ejecutivo vino hacia nosotros con una sonrisa nerviosa, y efectivamente, nos dijo que por el servicio de internet se enteró de un terremoto grado 5.6 en Myanmar (Burma, vecino país al norte oeste de Tailandia. Tan pronto Jenny, la guía encargada llegó, abordamos el vehículo para trasladarnos al aeropuerto y dirigirnos a Hong Kong, última escala del regreso a casa. Previamente a nuestra llegada a la ciudad, donde sabíamos que llegaríamos tipo cuatro de la tarde y que nuestro vuelo a Los Estados Unidos sería después de la media noche. Cinco horas eran suficientes para dar un paseo, “un taco de ojo” como dicen los mexicanos.
 Pues así fue, tan pronto llegamos al aeropuerto no había que preocuparnos por las maletas pues estas continuaban en la terminal aérea, y fuimos en busca no de un taxi, cuyo precio pudiera oscilar en $ 100 dólares solo la ida al “down town,” sino de un bus urbano de dos pisos que abordamos tan pronto salimos a la calle. Por la cómoda suma de $ 8 dólares “hongkonianos” (equivalente a $ 3 americanos) cada uno, nos instalamos en la parte alta de un bus de dos pisos. Vimos el atardecer en todo su esplendor en aquella región administrativa especial del puerto «puerto fragante») una región administrativa especial del sur de China formada por una península y varias islas, situada en la costa sur del Mar de la China Meridional, en el delta del Río Perla, junto a las ciudades de Cantón y de Macao y que hasta el 1 de julio de 1997 fue colonia del Reino Unido.
En tan corta visita supimos que bajo un sistema, cuyo ideólogo de Deng Xiaoping, que pretendía que se aplicara a una eventual reunificación con Taiwán, y que ahora consiste en el mantenimiento de un sistema económico capitalista bajo la soberanía de un país de ideología oficial comunista. Además del sistema económico, estas dos regiones mantienen un sistema administrativo y judicial independiente, e incluso su propio sistema de aduanas.
 En el año 2005, la población de Hong Kong supera los siete millones de habitantes, lo cual la convierte en la cuarta mayor área metropolitana de la República Popular China. Su población alcanza los 6.200 habitantes por km². Hong Kong tiene una tasa de fertilidad de 0,94 hijos por mujer, una de las más bajas en el mundo, y muy inferior a los 2,1 niños por mujer que se requieren para mantener el nivel de población. A pesar de esto, la población continúa aumentando debido a la inmigración procedente de China continental. A pesar de esta alta densidad de población, se dice de Hong Kong que es una de las ciudades con más espacios verdes en Asia. La mayor parte de sus habitantes reside en edificios altos de apartamentos, lo cual concentra a la población en las zonas urbanizadas, mientras la mayor parte del territorio consiste en parques y bosques.
 La cantidad de islas y las costas sinuosas dotan al territorio de muchísimas bahías y playas poco accesibles. A pesar de esto, Hong Kong es una de las ciudades más contaminadas del mundo.
El cantonés es el dialecto chino más extendido entre la población china de Hong Kong. La lengua hablada en el entorno familiar es cantonés vernáculo más o menos puro, mientras que en situaciones formales, tales como discursos políticos o programas de televisión y radio, se utiliza un híbrido de mandarín y cantonés, en el que el vocabulario y la gramática propias del mandarín se pronuncian con la lectura cantonesa de los sinogramas. El lenguaje escrito formal es el chino mandarín, pero también abunda el cantonés escrito en la literatura popular. El inglés, hablado por la comunidad de origen extranjero y parte de la población china, es un idioma oficial junto al chino.
En Hong Kong se practican todas las religiones tradicionales chinas. El culto a los ancestros es predominante debido a la fuerte influencia confuciana, mientras que el cristianismo es practicado por un 10% de la población. La comunidad cristiana se divide a partes aproximadamente iguales entre católicos y protestantes. Se estima que hay también alrededor de 70.000 musulmanes en Hong Kong, y entre 2.000 y 3.000 judíos. Alrededor del 95% de los habitantes de Hong Kong tienen ascendencia china Han. La población de origen europeo supone alrededor del 1,5% del total. También hay una comunidad importante de origen indio, que se estableció en el territorio durante la época colonial británica, y una gran comunidad filipina, formada sobre todo por mujeres jóvenes que trabajan como empleadas domésticas.
Con su desmesurada densidad de población y poco territorio para edificar todo se construye hacia arriba mediante rascacielos.
Todo esto se aprende cuando uno curiosea por el mundo. Resumo que este viaje fue muy rico en conocimiento cultural. Vimos templos budistas que datan de siglos, algunos de ellos como he relatado, bañados en oro, pero otros, en pura piedra esculpida hasta en sus más recóndita pared, algo insólito por la grandeza de estos momentos que si uno no cree, es muy remoto pensar que fueron puestos allí por el hombre moderno.

 Nos falta mucho que ver, como es la India y Egipto, y no digamos los misterios de África, pero poco a poco, despacio y con buena letra, o como dijo Napoleón Bonaparte: Despacio que tengo prisa,” aunque la nuestra no sé si es prisa de ahorrar y tener el dinero y darse estos viajes por el ancho y resuelto mundo.

Gracias por leerme.

domingo, 10 de febrero de 2013

Inolvidable experiencia en el sur de Asia...segunda parte.


Sexto día.

 Luego del desayuno suculento como el anterior, nos preparamos para irnos al aeropuerto y trasladarnos a otra ciudad, que previo a estas vacaciones, no sabía que existía sino es porque lo interesante que planteaba en su folleto de promoción, su nombre Chiang Mai, ciudad en medio de selváticas montañas a 700 kilómetros al Norte y famosa por su rica cultura “Lanna” Thai, espiritual y profunda en su devoción al arte desde su fundación en el año 1296.
 Esta vez de nuevo fue Bangkok Airways la línea aérea que por hora quince minutos nos llevó a otro rincón del mundo de los reyes, reinas y todas sus costumbres monárquicas. Al arribar, observamos un pequeño aeropuerto sometido al mismo clima, y por su jungla, más propenso a los mosquitos. No pasamos aduana porque estábamos en el mismo país y luego de recoger las maletas, salimos del edificio. Aquí, la bienvenida estuvo a cargo de Aim, una señora pasados los 50, a quien descubrimos sonriente portando un rótulo con nuestros nombres para identificarnos y saludándonos con las manos juntas al medio de su pecho.
 Nos acomodamos en un vehículo para seis pasajeros, pero no esperamos a nadie más. Luego de las correspondientes preguntas, y llegar a la ciudad nos llevó al hotel “U Chian Main Hotel” para pasar el resto del día, y dos noches completas.
 Por el camino empezamos a ver con mayor frecuencia, la cantidad de motocicletas o tuk tuks, que sirven de transporte de personas, de animales y cosas. Aves de corral y cerdos vivos para la venta, es lo que más se ve, pero no faltan las exageraciones como el traslado de llantas, muebles, canastos con mercaderías, etc. Obviamente, capté una que otra foto en plena marcha.
Cuando estábamos frente al edificio, resultó ser en un modesto edificio ubicado en un suburbio con pequeños comercios y restaurantes entre calles muy angostas, como en un pueblo antiguo y en ellas corriendo muchas motocicletas, “tuk tuk por doquier y autos compactos.
 Nos explicaron que por esa zona no se permiten el paso de buses grandes ni vehículos de alto tonelaje por la misma incomodidad de las calles que datan de siglos.
 Para nuestra sorpresa al notar que el hotel no resultó ser un” rascacielos,” sino un edificio de tres plantas, con una modesta recepción con tres escritorios pequeños.
 Al registrarnos, nos advirtieron que nuestra habitación estaba en la tercera planta, pero que el hotel no tenía elevador, pero que tan pronto subiéramos ellos se encargarían de llevar nuestras maletas a la habitación.
Solicitamos cambiarla a la primera o segunda planta, pero nos explicaron que estaba 100% ocupados, y que en dos días podíamos ser cambiamos. Pero para qué si en dos días dejábamos la ciudad.
Sin más que hacer nos instalamos en la habitación que resultó equipada con varios frascos y aditivos repelentes para eliminar los zancudos, los cuales penetraban tan pronto se abrían puertas y ventanas. Aun así, la habitación nos cobijo divinamente con un decorado sobrio y muy cómodo, especialmente sus camas y la limpieza de sus baños. Subir y bajar gradas para 3 pisos no fue tragedia.
Mientras nos instalábamos, la guía nos esperaba en la planta baja para ofrecernos un “tour extra” para esa tarde.
Escogimos un recorrido por los principales talleres artesanales que incluyeron la visita al distrito Sankanpaeng pletórico de tiendas donde muestras telares y como trabajan la seda y el algodón, así como por el camino admiramos preciosidades en la villa de Bo-Sang, donde trabajan el papel para fabricar sombrillas de colores para exportación, vimos como tallan y decoran artículos de piedra, laca, madera, joyería de oro y plata la cual exponen y venden para el turismo internacional, ofreciendo enviarla los artículos de regular tamaño al domicilio del país de origen del comprador.
 La tarde fue abrumadora, pero al filo de las cinco, ya estábamos en el hotel en cuya habitación el tradicional plato de frutas nos esperaba, previo a una cena que podíamos hacer dentro o fuera del hotel.
 Como siempre un baño de agua tibia, cambio de ropas y a curiosear por la ciudad. Paramos en un precioso restaurante tailandés-americano llamado Tamarind Villas & Restaurant, y cuyo menú satisfizo no solo nuestro apetito, sino el exquisito placer de comer en los jardines, a media luz, y donde el temor a las picadas de mosquitos, fue alejado por candelas aromáticas instaladas en nuestra mesa. Luego, la exquisita cama nos esperaba a fin de recuperar fuerzas ya que al día siguiente teníamos un “elephant safari” por la mañana en el “Mae Taman Camp,” ubicado al norte en el distrito Mae Sa, a una hora y media de distancia por auto.

 Séptimo día.

 El desayuno fue en el mismo hotel, y aunque en un espacio limitado, no faltaron los jugos ni la fruta fresca, la pastelería, y lo necesario para darse gusto. Sin embargo, las tentaciones de llenar el estómago a buena mañana fueron vencidas por la sensatez y buen razonamiento.
Terminado el desayuno regresamos a la habitación para una limpieza de dientes y bajamos a la recepción para esperar a la guía, quien llegó a las 8:30 AM. Salimos directamente al “Chiang Dao Camp” y en cuestión de unos 45 minutos y 56 kilómetros por una buena carretera, ya estábamos en medio de la jungla.
Bajamos del auto y fuimos guiados donde estaban listos una línea de seis jóvenes elefantes con sus respectivos domadores estaban listos para la exhibición que comenzó posando para que los turistas prepararan sus cámaras y captar su baño matinal dentro del río, no sin antes estimularlos dándole guineos y otras frutas en su “moco.”
En escenario permite que los turistas observen varias actividades.
Después del baño caminan hacia una espacio abierto con graderías al frente a fin de que cada visitante los vea como realizan “graciosas” actividades que se ven fáciles para ellos, tales como levantar árboles ya cortados y colocarlos en orden, asimismo la “estrella” principal de estos gigantes mamíferos con su aparente frágil extremidad sobre su boca “pinta” un árbol con varios colores y muy acordes a la naturaleza sobre un pliego de papel puesto sobre un “caballete.”
Los aplausos de cada ejecución tienen su respectivo saludo de agradecimiento por cada animal, cuyo trabajo continuará así para los diferentes grupos de visitantes que arriban hora tras hora. Nuestra agradable experiencia concluyó con el paseo donde uno o dos visitantes.
 Para el caso mi esposa y yo, fuimos montados sobre un elefante y llevados por la selvática montaña en un trayecto que duró una hora, pasando gran parte del trayecto subiendo y bajando en medio de una quebrada y metiéndonos al rio en caravana.
Obviamente, el animal era guiado por su respectivo “manejador,” que apura con su propio lenguaje que más parecen “pujidos” y mediante los cuales el cuadrúpedo obedece la ruta a seguir, la cual culmina pasando por un río antes de llegar al punto de partida.
Al finalizar esta jornada que tardó casi todas la mañana, fuimos llevados dentro de las mismas instalaciones a un comedor de amueblado rústico para disfrutar de un delicioso almuerzo con las variedades de la cocina tailandesa.
Con nosotros, el resto de turistas que coincidimos en esa hora, mientras a otros grupos les preparaban para el mismo paseo sobre los elefantes, los cuales dicho sea de paso, nos explicaron que son de una especie gris traída de la India, y no de África. Su diferencia reside en el color, el tamaño de los colmillos y la docilidad para el trabajo. Pasado el almuerzo, hicimos las últimas fotos en el lugar y nos preparamos para la otra aventura de la tarde.
 El traslado al rio Mae Taen fue cuestión de 20 minutos. Tan pronto llegamos, nos ubica ron en una balsa hecha con varas de bambú, y con todo y guía junto al remero, nos fuimos rio abajo con un recorrido de 5 kilómetros pasando por lugares que han sido el productor y actor norte americano Silvester Stalone escogió para la producción de su serie de películas sobre Rambo.
 Formidable experiencia. Cosa que nunca habíamos hecho, a pesar que a mi pareja les gustan las cosas nuevas por descubrir.
Hemos subido el paracaídas jalado por una lancha de Hawái, volado en un helicóptero sobre las montañas rocosas de Banff en Canadá, navegado sobre el Mississippi, etc. pero esta en particular de navegar por un rio sobre una balsa de bambú nunca, y sí que fue inolvidable y nueva para nuestro historial de aventuras.
Desafortunadamente, al bajar de la balsa en la movediza arena del río, mi esposa deslizó levemente. De inmediato no dijo nada, pero luego sintió dolor por un leve doblón en el tobillo, lo que nos preocupó de inmediato, pero con su valentía continuamos de regreso no sin antes de detenernos en una granja de orquídeas.
 Que belleza, apreciar cientos y quizás miles de orquídeas cultivadas con la humedad ambiental, preciosas y de todos los colores. Hasta la persona más indiferente se ve conquistada por esta granja que atrae a todos los turistas que se vuelven locos fotografiándose junto a bellísimas flores sin permitírseles bajo ningún punto de vista cortarlas
 En el mismo lugar, visitamos un criadero de mariposas de todos los tamaños y colores lo que cerró este día de enriquecimiento cultural. El sitio en referencia tiene además, pequeño museo con la historia del lugar y una joyería de cristal bañada en oro con las orquídeas incrustadas, las cuales por supuesto, están a la venta a precios accesibles.
Concluida esta jornada, tan pronto regresamos al hotel explicamos en la recepción la necesidad de bolsas de hielo para el dolorido pie de mi esposa, y el amable personal de la recepción ayudó para localizar un “tuk tuk” y “volar” hacia la farmacia más cercana para conseguir una venda apropiada para el tobillo.
El transporte en referencia costó más de $ 3 dólares por idea y regreso pagados en moneda local, 100 baht, pero en cuestión de minutos estaba de regreso llevándome la sorpresa que el servicio del hotel había facilitado a mi esposa, una pomada especial para el dolor y una cubeta de regular tamaño, complemente llena con cubitos de hielo en cuyo interior el pie de mi esposa se mantuvo por 2-3 horas hasta aliviarla y tener un sueño reparador con su pie vendado.
 La cena la hicimos dentro de la habitación que para variar, estuvo exquisita. No hay duda que por esas tierras no solo se come saludable, sino sabroso y a precios muy cómodos. Y digo por esas tierras, porque ya hemos gustado de las exquisiteces del Norte Este de China, cuando en el 2010 visitamos Beijing, Xi’an y Shanghái.

 Octavo día

 El desayuno lo variamos con algo nuevo del menú, incluyendo las sopas de fideos o macarrones, tallarines o como quiera llamar a esa pasta en tiras delgadas. Las maletas ya estaban listas para subirlas al vehículo y salimos rumbo al aeropuerto. La tarde anterior, la guía nos había entregado una encuesta para llenarla con nuestra personal calificación acerca de los servicios prestados en esta etapa por Chiang Mai.
 Tanto la encuesta la teníamos lista y en el mismo sobre mediano incluimos el pago de la propina para ella y para el conductor del auto tal y como lo requiere las normas de cortesía al corresponder voluntariamente, y adicional al pago por el paquete turístico, a las atenciones en este tipo de servicios al viajar a cualquier parte del mundo.
Dijimos hasta luego a esta tierra sin lamentar que no tuvimos todo el tiempo para ir a todos los templos budistas, las tribus, otras artesanías del lugar y tantos otros atractivos que se nos ofrecieron fuera del paquete contratado. Otra vez será. Bangkok Airway siguió siendo el emblema de otro “pájaro de acero” a Bangkok, solo para el cambio de avión y seguir rumbo a Sian Reap, ciudad ancestral de Cambodia.
El vuelo transcurrió sin novedad por 60 minutos. El termómetro continuó sin moverse. Ropa casual y liviana era de rigor. Aparte del pasaporte, la autoridades de aduana de Cambodia nos exigió visa, la cual mediante el pago de $ 20 dólares fue extendida en cuestión de minutos, no sin antes presentar una fotografía adicional. Yo portaba una en mi billetera (sin billetes, solo con tarjetas plásticas) y mi esposa tuvo que pagar tres dólares extras por una copia-scan allí mismo tomada de su pasaporte. Imagino que llevan un registro especial de los turistas que por docenas salen de los aviones para visitar tan pintoresca zona del sur de Asia.
 Pasada esos requisitos, la bienvenida correspondió a Saphon, un camboyano entre los 30 años, cuyo auto era conducido por un joven chofer entre los 23-25 años, pero que como ya nos ha ocurrido con los anteriores, no hablan inglés.
Pronto nos llevaron al auto para trasladarnos al hotel Victoria Ankor Resort & Spa, un edificio de cinco plantas o pisos construido de principios del siglo XX. Majestuoso rodeado de árboles, frente a la plaza principal de la ciudad, y con un servicio personal impresionante. Me imaginé que estábamos siendo actores de una película como “Lo que el viento se llevó,” sin el incendio por supuesto.
 El guía nos hizo saber que en media hora o cuarenta y cinco minutos estaría de regreso para llevarnos al primero paseo por aquella legendaria ciudad.
Luego del registro correspondiente nos indicaron que la habitación asignada estaba en el primer nivel cosa que nos agradó mucho.
Escoltados por una joven señora con aspecto de mucama, caminamos cinco minutos pasando por bellos jardines bien cuidados con varias clases de plantas con flores exóticas, y al lado de una alberca de aguas azules, donde ya habían más de medio centenar de turistas dándose su baño de sol algunos, y otros en pleno ejercicio de la natación.
Fuimos instalados en una elegante y muy tranquila suite donde –para variar – no faltó las frutas frescas de bienvenida. Tan pronto acomodamos las maletas fuimos en busca de nuestro guía quien ya esperaba por nosotros, pues conforme al itinerario íbamos rumbo a ver el esplendor del monumental Ankhor Thom, capital sagrada y la última de imperio Kamers, con su terraza de elefantes, la terraza del rey Leproso y el impresionante templo Bayon.
 Esta obra maestra del siglo 12 antes de Cristo se encuentra en el centro de Ankhor Thom. Y pudimos observar su maravilla arqueológica de simetría y grandeza. La galería exterior de pared tienen una amplia relieves, pero su mejor atractivo está en los más de 200 “rostros,” esculpidos sobre gigantes rocas, muy silenciosos, pero con su famosa media sonrisa jugando en los labios, frente a los cuales pudimos fotografiarnos en uno de ellos.
El relator inglés PJ de Beersky escribió sobre estos rostros lo que él consideró “líneas sagradas” en cada tamaño, su majestuosidad, y el misterio en cada expresión."
 Allí se nos hizo la tarde sin aglomeraciones, sin bulla, pero con el cuidado de no tropezar en sus rústicos pasillos. Nos explicó Saphon que estos lugares rodeados de templos, cascadas, lagos artificiales fueron escenarios de dominantes culturas, ejércitos con un millón militares en el reinado de Kamers Un atractivo singular es apreciar la puesta del sol, un espectáculo que nos perdimos por la hora de nuestra llegada. Camino de regreso al hotel, Saphon nos hizo un breve recuento histórico del Sur de Asia, donde Cambodia ha sido parte al igual que Tailandia, Viet Nam y Laos, cuya fundación viene de la era neolítica, pero la semilla de la civilización Ankhoriana tiene raíces desde el siglo primero, antes de Cristo.
 Concluida esta primera etapa o día en Siem Reap y de regreso al hotel, nuestra tarea fue acomodarnos bien para el siguiente día, no sin antes buscar algo para cenar. Decidimos no salir y nos decidimos por el restaurante del hotel que resultó con un menú exquisito del cual escogimos una ensalada de frutas combinada con un “pad thai” al estilo de Cambodia.
Nos gustó mucho comer a un lado de la alberca y frente de jardines dentro del hotel escuchando música en vivo con grupos locales de Siem Reap y especialmente, la singular atención de los meseros y meseras que siempre sonríen y colman de frases amables al visitante en un buen inglés.

Noveno día.

 Por la mañana, mientras esperábamos al guía hicimos nuestra sesión de fotos posando frente a vehículos antiguos estacionados frente al hotel y los cuales están de renta por su uno desea conducirlos y viajar por su cuenta dentro o fuera de la ciudad. No era nuestro caso, pues ya esperábamos a Saphon y su acompañante.
 En buen tiempo, salimos es mañana para visitar Ankhor Wat, el templo más grande del mundo, cuyo volumen de piedra es igual a la de Keops en Egipto. Es diferente a todos los templos Kamer por su vista al oeste, y está inspirado en el hinduismo del siglo 12. Sus torres simétricas son estilizadas en la bandera de Camboya moderna.
Concebido por Suryavarman II, Ankhor Wat tomó unos 30 años para construirse. En general se cree que fue un templo hecho para los funerales o del rey. Ha sido ocupado continuamente por los monjes budistas y se preserva bien a través del tiempo. Es un complejo entramado de bajos relieves alrededor de Ankhor Wat por los cuatro lados. Cada uno cuenta una historia. El más famoso de ellos es el batido del océano de leche, cosa que está situado en ala este. En ella, la serpiente Naga, se tuerce por demonios y dioses hasta brotar el elixir de la vida. Así lo entendimos con las explicaciones del guía, y los folletos promocionales de la ciudad en ruinas.
El tiempo yendo por cada rincón del tempo consumió las primeras horas del mediodía.
 Llegó la hora del almuerzo y Saphon nos dio a escoger entre los modestos comedores del lugar. El guía y su acompañante nos dejaron solos en el lugar, pues este “lunch” no venía incluido como suele suceder en los paquetes turísticos.
 Escogimos en restaurante que tenía aire acondicionado, aunque nos aseguraron que todos eran higiénicamente aprobados por las autoridades de turismo. Y efectivamente resultó con buena comida, limpio y bien atendido por el propietario y su personal entre los cuales había adolescentes de ambos sexo entre los 15 años y 21 años. Al cabo de una hora, estábamos listos para la siguiente jornada.
Mientras esperábamos, observamos muchos vendedores ambulantes menores de edad, a quienes no se les permite ejercer ese oficio, pues son horas que deben estar en la escuela. Pero con toda regla tiene un excepción, estos niños nos abordaron antes y después de abordar el auto.
 Advertimos que a pesar de su edad, ellos procuran identificar el idioma del visitante para ofrecerle sus mercancías en su propio idioma, este puede ser inglés, francés, español, y otros lenguajes propios de esa región. ¿Como aprenden? Escuchando a los turistas nos explicaron.
Comenzamos yendo rumbo a Ta Prohm, el templo que a través del tiempo ha sido dejado en su estado natural, sin reparaciones ni restauraciones desde que fue descubierto por exploradores franceses. Rodeado de la jungla, cuenta con una laberinto de piedras, pasillos cubiertos de las raíces y ramas de enormes árboles Bayan, que envuelven las piedras cual tentáculos, algo que nunca había visto, y mucho menos en ese tamaño de árboles. Es otro de los templos más largos de Ankhor desde su descubrimiento en 1186, el cual es y sigue siendo promovido por los historiadores que enfatizan su encanto místico.
 Nosotros quedamos impresionados con estos inmensos árboles que reverdecen en cada estación del año ignorando la mezcla con piedras desde hace cientos de años. Saphon, atendiendo mis preguntas, dijo que los templos fueron primero que los árboles que en principio pudieron haber surgido como parásitas, pero que en definitiva no lo son.
Esa misma tarde continuamos en otro templo. Nos referimos Preah Khan, conocido como la “espada sagrada,” un extenso complejo monástico de 56 hectáreas construido por el rey de Kamer Jayavarman VII, como un monasterio dedicado para la enseñanza. Es otro de los templos ubicados en la pequeña Baray y parte de Preah Khan, un sitio que la fundación mundial de monumentos del Asia ha escogido dentro de un proyecto de renovación meticulosa para mantener sus misteriosos encantos y excelente estructura original.
Salimos de aquí impregnados de una nostálgica sensación de paz. De regreso al hotel solo para el baño nocturno después de la gran sudada subiendo y bajando piedras en cada templo, y más temprano que tarde, y antes de la cena fuimos a curiosear las tiendas locales, pero no tuvimos necesidad de los tuk tuk que deambulan de arriba abajo por la ciudad, sino que caminamos a los negocios vecinos. Muchas prendas de vestir para ambos sexos, hechas a mano, artesanías de madera, barro, lacra, piedras, etc. a “precios de me lo llevo,” pero uno piensa y repiensa comprar, porque la maleta no da para más entre una y otra cosa que uno adquiera en cada estación de la ruta, así que aparte de una blusa para Gloria, solo agregamos una botellita de brandy. Suficiente para estimular el apetito. La preciosa blusa hecha a mano de manta liviana estaba predestinada a estrenarla en Bangkok donde nos esperaba otra escala solo para ir preparando ya el regreso a América en un par de días más....continuará.

sábado, 2 de febrero de 2013

Inolvidable experiencia en el sur de Asia.

Inolvidable experiencia en el Sur de Asia.

 Roberto Rodríguez Flores

Se dice que Asia es un continente del “lejano y ancestral Oriente”, pero aunque ese inmenso continente sigue siendo lejano, las facilidades para conocerlo ya no están lejos para los viajeros del este nuevo mundo, los de este lado del globo que el navegante Cristóbal Colón bautizara con el nombre de América.
Pues bien, sin temor a ese epicentro de tsunamis, esa fue esta vez la ruta de otra vacación escogida para el 2012 y sobre ese tiempo de placer va mi relato que por doce días incluyendo la ida y el regreso nos hicieron vivir otra aventura para nuestras memorias de enamorados de ayer, hoy y siempre o mejor dicho “hasta que la muerte nos separe,” como dicen las frases cuando se contraen nupcias bajo cualquier ley religiosa o civil.

Primer día.
El punto de partida fue nuevamente San Francisco, California, y por tratarse de un viaje internacional, la cita en el aeropuerto fue a las con nueve de la noche con despegue programado a las cero horas cuarenta y cinco minutos. Las siguientes 14 horas se pasaron volando en las “alas bien cordiales” de Cathy Pacific Airways, línea aérea escogida y cuya base de operaciones está en Hong Kong, China. Excelente servicio abordo y les podemos confirmar que la categoría de transporte aéreo con “cinco estrellas” otorgada por la firma que audita los vuelos de pasajeros en el Asia, si lo amerita.
 La nave levantó vuelo sobre el Pacífico rumbo Norte. Todo, aparentemente sin novedad, pero nosotros y supongo el resto de pasajeros con los nervios alterados, consecuencia lógica de las continuas turbulencias en el aire ya en pleno vuelo que, a decir verdad no vencieron el sueño.
 Fue un amanecer agitado que para hacerlo ameno los que no pudimos dormir en medio de todo, nos pasamos seleccionando en el menú del día las películas disponibles en el monitor frente a cada asiento. Aunque siempre afectó la consecuente é ininterrumpida “pasadera” de azafatas con almohadas, frazadas requeridas, bebidas y comidas a sus horas, sumándose a todo esto, la ida y venida por los pasillos del avión de los pasajeros yendo y viniendo de los lavatorios tal como suele ocurrir en los vuelos de largas distancias, especialmente de madrugada lo que contribuyó a nuestro desvelo total, pero a la hora prevista llegamos a Hong Kong a las 6:45 de la mañana del siguiente día posterior al que marcaban nuestros relojes de puño, Saliendo la madrigada del primer día, pero llegando la mañana del segundo día.

Segundo día.
 Hicimos una escala de dos horas para continuar nuestra siguiente etapa del viaje que si bien se nos hacía más largo no significó nada del otro mundo, mucho menos el cambio de línea rumbo a la siguiente etapa de nuestro destino que fue por “Dragon Air,” pequeña compañía de un consorcio chino que hace los vuelos cortos entre los países del Asia. A estas alturas ya íbamos pre concibiendo la esperanza de pasar el resto del día, la noche y los dos siguientes de nuestro “tour” en una Isla del sur de Tailandia, considerada por los turistas del mundo como un “paraíso” de aguas cristalinas y azules bordeando sus playas. Con un vuelo de casi tres horas y media más ya estábamos haciendo el segundo aterrizaje en Phuket, exactamente a la hora local prevista: 3:40 PM.
Tal y como nos lo confirmaban por en los parlantes del avión tan pronto nos dieron la tradicional bienvenida dentro mismo del avión. No nos sorprendió la cálida temperatura y la humedad tropical tan naturales en cualquier isla. Lo importante para nosotros era que ya estábamos en el aeropuerto de Phuket, nombre de esta ciudad ubicada en la isla mayor de Tailandia, ubicada en el mar de Andamán y cuyas fronteras no son terrestres a pesar de la vecindad al Oeste con la Península de Malasia.
Tan pronto pasamos y salimos de los registros aduanales abordamos un taxi rumbo al hotel reservado previa confirmación de su tarifa: $ 20 dólares por l5 minutos de viaje sobre una calle angosta para una sola vía y otra igual para retornar. Observamos de inmediato como el calor y la vegetación, el color de piel y hospitalidad de la gente, todo eso nos hizo pensar que habíamos llegado a un país latino como es el nuestro. Tan pronto pagamos el transporte bajamos y en la recepción del hotel una linda muchacha nos recibió é inmediatamente nos impuso un collar de preciosas orquídeas color violeta alrededor del cuello al mismo tiempo que nos hizo una reverencia, a la que por este lado del mundo no estamos acostumbrados hacer. Puso sus manos juntas sobre su pecho como cuando vamos a hacer una oración en la iglesia y nos dijo estas palabras: “Sawasdee,” luego supimos que en su idioma tailandés significa bienvenido, buenos días, buenas tardes, cómo está usted, y todas esas expresiones comunes de buenos modales en nuestra vida diaria.
 De inmediato notamos que el Hotel también estaba a la altura del precio. Un especial de $ 250 dólares la noche, tarifa de la especial de esa temporada en la cadena JW Marriot, la cual no fue sorpresa. Ya sabíamos desde que se reservó a través de la agencia de viajes. Mientras nos registrábamos, un caballero se aproximó para ofrecernos bebidas refrescantes gratis, pues aire acondicionado estaba solo dentro de los salones y habitaciones cerradas y esta recepción no lo era. La humedad del ambiente empaño mis lentes y tuve que quitarlos para continuar hacia nuestra habitación equipada con todo, y si bien no tenía vista al mar, si tenía una ventana al lado de palmeras y frondosos árboles al frente. En su interior el diseño de la ventana incluía canapés empotrados y almohadones varios sobre una pared reclinable de madera. Las suavidad de sus camas, baños con todo sus implementos, mini-bar, etc. “a pedir de boca” Al centro de la sala, un plato de frutas naturales y frescas “cortesía de la casa” para sus huéspedes. JW Marriot en Phuket es un “resort” ó lugar de veraneo con playa al frente y junto a sus instalaciones un parque natural marino donde se protege a las tortugas.
 Valía la pena gozar ese ambiente y así lo hicimos. Hago énfasis en ese disfrute porque en este trajinar de vacaciones año tras año en varios países a través del tiempo, nos han llamado la atención muchos hoteles, pero en ninguno nos hemos dispuesto previamente a disfrutarlo en su plenitud como ocurrió en este viaje. El hotel consta de varios edificios de tres plantas construido entre una docena de “manzanas” en medio de la jungla. Algo “paradisíaco.” Nos recordó y no es necesario comparar, a otro hotel parecido en Tikal, Guatemala, igualmente rodeado de aves y animales silvestres y otros domesticados, y hasta con monos macacos, pero a este de Phuket hay que agregarle un elefante de dos años de edad que entretiene a los turistas hospedados en ese flamante hotel en las horas del día. Así lo comprobamos tan pronto nos pusimos el traje de baño y disfrutamos en los “cheslón” alrededor de la piscina. Allí esta “yaya,” nombre del elefante el cual nos pareció simpático, pues es el mismo nombre con el cual nuestras nietas llaman a su abuela, porque desde que nacieron se les enseño a llamar a su abuela Yaya, que en griego quiere decir abuela. Sin embargo, el domador del pequeño elefante nos dijo que ellos no sabían ese significado del nombre, hasta que un turista griego se los dijo.
 Pasar este tiempo aquí adentro del hotel era el deseo de mi esposa y se cumplió, salvo un par de ocasiones que salimos a unas tiendas inmediatas más a curiosear que a comprar, pues el comercio mayor y con más que escoger entre artesanías y joyas está en la ciudad a treinta millas de distancia, y nuestra fiesta privada lo tenía todo a cuerpo de rey dentro de su lujoso complejo, con todas instalaciones para el más exigente. Guiados por folletos pudimos comprobar el salón Spa, el gimnasio bien equipado para ejercicios, los salones de juego para niños, cuatro enormes piscinas, jacuzzi, canchas de tenis, etc. pero lo más esencial para quien visita Tailandia, eran sus “mundialmente” reconocidas masajistas que ofrecen desde un simple tratamiento de pies, hasta completar todo el cuerpo por un bajo precio mínimo nada acorde al hotel de primera, y para darse gusto, $ 20 dólares. Como indico, los había también de más precio para quien deseara otros complementos femeninos, me refiero a facial, mascarillas, etc.
Cansados del viaje, curiosear de arriba para abajo, esa primera noche cenamos liviano fuera de la habitación y siempre dentro del hotel sobre dos hamacas instaladas en el ameno bar con música en vivo, pero muy pronto la cama nos esperaba y sin esperar más, a eso de las diez estábamos en los brazos de Morfeo, no sin antes darnos una cálida ducha para dormir limpios y frescos en aquel “sauna natural.”


Tercer día
Desajustados en los horarios, el reloj biológico nos mantuvo medio dormidos medio despiertos que muy pronto nos levantamos a buscar el desayuno, servido desde las siete de la mañana. Nos resultó único: Viandas exquisitas de frutas, jugos, y bebidas calientes, así como las variadas comidas que incluían aves, mariscos y carnes, y pastelería para satisfacer los gustos más exigentes, y lo que es mejor, buffet para quien desea repetirse una y otra vez. Todo incluido en el precio de la misma habitación, excepto si alguien pide bebidas alcohólicas, aunque no fue el caso para nosotros, nunca falta alguien que amanece “herido’ de su hígado tras una noche sin freno por los bares y cantinas del centro de la ciudad. Pasado el desayuno a cambiarnos ropa para disfrutar de la playa. Horas caminando sobre la arena y percibiendo los aires de las aguas salinas bajo esplendorosas palmeras.
 Parece mentira, pero cuando uno está tan a gusto dentro de un complejo turístico como este, no hace falta ir a otra parte. Al menos para nosotros, y los cientos de paseantes que abarrotaban el hotel que los había de todas partes. Advertimos la buena presencia de australianos cuyo país y continente está más cerca que Europa, África y América. Obviamente había muchos coreanos y vietnamitas, japoneses y chinos. Imagino que por la proximidad de sus territorios. No hice ninguna encuesta de estas nacionalidades, pero lo digo por la experiencia y familiaridad con estas razas a través del tiempo viviendo en la costa Oeste de Los Estados Unidos. En estos hoteles los tiempos de comida no preocupan a nadie, Mucha gente hace desayuno tardío o “brunch” como se le llama a las comidas entre las diez de la mañana y doce del mediodía. Para nosotros, esa facilidad nos mantuvo sin prisa para almorzar y lo hicimos con una exquisita sopa de tallarines, macarrones, nudos o como quiera llamarle en el mismo restaurante del hotel. La tarde fue ideal para una corta siesta y luego a caminar por las instalaciones del hotel con la idea de hacer “sesiones de fotos” aprovechando la magnífica vista al mar alrededor de albercas o piscinas con espléndidos jardines de belleza exótica. Y luego, otra vez a nadar un poco y probar los aperitivos servidos a la carta previos a la cena. En eso estábamos cuando se vino un “sabroso” chaparrón de agua como solo se da en el trópico. Lo disfrutamos de principio a fin en los kioscos exteriores donde se ofrecen masajes a la intemperie si así se desea, o dentro de pequeños bungalós frente a la playa. Así pasamos la tormenta y finalmente nos fuimos a la habitación para otra siesta que se nos hizo tan larga que olvidamos la cena, pero sabíamos que al día siguiente luego del desayuno muy temprano teníamos que partir rumbo a Bangkok, segunda ciudad de nuestro viaje programados para dos días incluyendo los de ida y regreso.


Cuarto día
 A esa altura ya habíamos aprendido a saludar al estilo tailandés. Y lo practicamos con el personal que nos atendió en el desayuno, en la recepción al chequear nuestra salida del hotel que nos facilitó el servicio adicional para confirmar la salida del vuelo, así como también coordinó el servicio de taxi que nos transportaría al aeropuerto.
Nuestra llegada a la terminal aérea fue exacta, dos horas previas al vuelo como se requiere, pasando ese tiempo en espera que aprovechamos para ver las tiendas de suvenir y algún antojo de bebidas como fue tomarnos el agua de coco en su envase natural comprados en el interior de la sala de espera. El regreso fue siempre en “Dragon Air.
” Dijimos adiós a Phuket y nos dirigimos a Bangkok vuelo que transcurrió por una hora y treinta minutos. Al llegar a la 1:40 PM sabíamos que alguien nos esperaba con transporte listo para llevarnos al hotel Rembrandt, a unos 40 minutos del aeropuerto, tarea encargada a una tailandesa súper delgada de unos 30 años que tan pronto nos localizó mediante un rótulo con nuestros nombres, nos pidió muy amable darle un minuto para llamar el chofer que estaba previamente contratado. El nombre de ella, Jenny, aunque creo que el propio era otro, pues los asiáticos normalmente tienen esa costumbre de cambiarlo debido a que sus nombres originales son muy difíciles de leer y pronunciar para extranjeros del mundo occidental, como fue este caso con Jenny. Ella había sido asignada por la compaña operadora local para escoltarnos al hotel Rembrandt. En el camino, nos confirmó el programa del día siguiente, cuyo itinerario que estaría a cargo de un caballero de nombre Chat (no recuerdo su apellido), el guía asignado para mostrarnos la ciudad y sus atractivos turísticos. Como siempre suele pasar, ella nos preguntó si antes ya habíamos visitado Bangkok. Le dijimos que no, al mismo tiempo que observábamos la primera impresión de la ciudad.
 Sentimos como llegar a otra de las ciudades americanas, con edificios de veinte y más pisos, carreteras modernas y antiguas. Unas, sobre el nivel de tierra en nuestro trayecto hasta que descendimos al centro de la ciudad, en donde observamos la gente que entraba y salía de los centros comerciales, se advertía el movimiento de una metrópoli con l4 millones de habitantes.
 Al aproximarnos al hotel atravesamos calles muy angostas donde no hay acceso a vehículos de gran tonelaje. Ya en el hotel, era cuestión de registrarnos é instalarnos.
 Nos asignaron una amplia habitación en el octavo piso, bien equipada con su bar e inclusive con frutas frescas. Desde las ventanas pudimos ver algunas panorámicas de la gran ciudad tailandesa.
 Ante ningún plan para esa tarde, decidimos bajar a la recepción del hotel para preguntar por centro comercial inmediato, pues necesitábamos algo nuestro para brindar. Nos atendió una joven de peluca larga, a quien luego identifiqué como travestí por su voz ronca, pero vestido de mujer y muy amable.
 Nos recomendó caminar por el vecindario y justo en el mismo complejo de la terminal de trenes a pocas cuadras, había lo que buscábamos.
 En la caminata, vimos muchos modestos puestos de comida instalados en las aceras, así como pequeños y medianos restaurantes especialmente con menú tailandeses de los cuales ya teníamos una idea desde Phuket. Mientras caminábamos vimos un movimiento de locura, autos, buses, miles y miles de motocicletas, así como por las aceras o andenes llenos de gente que iban y venían desde y hacia los cuatro puntos cardinales causándonos cierto nerviosismo, especialmente por temor a los “pick pocket” o carteristas, que siempre operan en cualquier ciudad del mundo y para quienes los turistas somos “carnada de lujo,” aunque nosotros no tuvimos nada que lamentar aparte de para regresar perdimos la ruta y tuvimos que ingeniárnoslas para encontrar alguien local que hablara inglés y nos ayudara a encontrar la hotel de regreso.
Pasado esos momentos, regresamos al hotel para ducharnos, cambiamos de ropa y buscar el restaurante del hotel para la cena la cual hicimos con un aperitivo cerveza y vino y escogimos de comer, pasta.

 Quinto día
Si una cosa disfruto de los hoteles dormir en sus camas anchas, sábanas blancas, almohadas suaves y duras para el gusto del cliente, y el “Rembrandt” no se quedó atrás. Dormimos como reyes, pero nos esperaba un agitado siguiente día, así a eso de las seis de la mañana estábamos duchándonos otra vez.
 Nos preparamos para bajar al desayuno-bufete, instalado un piso superior a mezzanine del hotel. Como siempre, en el mismo encontramos grupos turísticos procedentes de muchas partes, y por supuesto, una que otra pareja de recién casados y/o solteros en proceso de emparejarse, qué sé yo.
 El bufete incluía sopas de nudo, tortilla de huevos, jamones y otras carnes procesadas, mariscos, cereal, frutas frescas y jugos naturales. Por supuesto, té, café, leche y la pastelería para quienes gustan de los postres a cualquier hora. Gloria y yo siempre “pecamos” a la inversa, no excedernos para no sacrificar el estómago con demasiado trabajo en la digestión. Luego, una cepilladas de dientes, preparar la maleta de mano, cámara y listos al esperar al guía en el lobby o pasillo programado a la ocho y media de la mañana. Chat no se hizo esperar.
Llegó puntual, abordamos el automóvil con su respectivo chofer, quien normalmente se limita a conducir y abrirnos y cerrar las puertas del auto, pues esta vez, a diferencia de otras ocasiones, nuestro tour era privado, sin más turistas en el grupo que nosotros.

Luego de la correspondiente presentación con Chat, la ruta fue de quince minutos más y estábamos frente al Gran Palacio de Bangkok, lujo de joya en varios edificios ancestrales color dorado, algunos de bañados en puro oro entre los cuales se encuentra: “Queen Sirikit” un museo renovado y reabierto en la primavera de este mismo año.
El mismo edificio alberga galerías, librería con amplio salón para la lectura, estudios y el primer laboratorio dedicado a la conservación de textiles del reinado de Tailandia, pues como bien se nos explicó este país de por sí, está regido por un sistema monárquico desde su fundación. Sin embargo, este completo de edificios fue construido en 1782, y no sólo es habitado por la residencia real y su trono, sino también por oficinas de gobierno. Nos internamos en el templo del “Emeral Buddha,” cuya efigie reclinada pudimos observar cuando llegamos a ese edificio, incómodo para tomar fotos, pero hicimos algunas.
La caminata por este palacio duró casi dos horas más otra hora y media que hicimos en el otro extremo del complejo real. Coincidimos esta visita con miles y miles de turistas con lenguajes de todo el mundo. Un par de veces que escuchamos español, procedía de nativos de península Ibérica, de Argentina y uno que otro de México y Perú. No dudo que posiblemente los había de otros países latinos que residen en Los Estados Unidos como era nuestro caso.
La hora del almuerzo se acercaba y Chat nos llevó caminando hacia una parte del río Chao Phraya que divide la ciudad, adonde abordamos un bote para trasportarnos al otro extremo del río y la ciudad para llegar a un elegante y famoso restaurante de comida tailandesa, que dicho sea de paso, debe reservarse con tiempo para alcanzar una mesa, tal y como los operadores de nuestro tour habían hecho.
 Parecía que en cada comida íbamos rumbo a subir de peso, pues en Tailandia –como lo dice todo el mundo, y así es, las comidas no son solo abundantes sino también exquisitas. Ubicados en un sitio con vista al ir y venir de yates y canoas llenas de turistas y pescadores en aquel inmenso río, nuestro almuerzo consistió en varios platillos deliciosos que incluyeron ensalada de vegetales, mariscos, carnes de pollo, cerdo, arroz, y un postre italiano llamado cazata en mi caso, y tiramisú para Gloria si mal no recuerdo.
Luego de ese opíparo manjar, nos trasladamos a otro puerto cercano para tomar un bote expreso que atraviesa el río y pasa por varios canales y templos alrededor de la ciudad. Se nos dijo y así fue que ese paseo nos permitiría percibir de verdad, como vive la gente a la orilla de esas aguas en medio de la gran ciudad. El mismo yate tiene una guía local que va describiendo cada uno de los pasajes.
En un principio da mucho gusto ver los edificios privados y públicos que rodean el río, pero ya dentro de los canales, esa grandeza queda atrás y se ven las casas a cada extremo de las aguas, a cual mejores y peores condiciones de sus residentes. Nos explicaron que en esas áreas no existe división de zonas para distinguir las clases sociales, pues ricos y muy ricos, pobres y muy pobres viven en esa área en medio de aguas que llevan todo, aparte de los peces que las habitan, desperdicios é inmundicia que la misma ciudad desecha.
Es un paseo no muy agradable para el turista que normalmente se le muestras las partes más bonitas de una ciudad, pues aquí es la inversa. Por momentos en medio de la vegetación, el visitante ve cosas que ni en la gente de su mismo país las ha palpado como lo hacen en Bangkok. Bien lo indica la promoción que se lee en el folleto de promoción. “Aquí se ve por la derecha y la izquierda del río una gran variedad de atracciones locales donde dentro de una vida de fantasía se ve ese mundo de su propia gente.
El recorrido de una hora y media más o menos y culmina con el traslado de los pasajeros de varios botes que imagino pertenecen a la misma empresa, a otro mucho más grande, y ya adentro de reinicia el viaje sobre el río para completar el regreso al punto de partida por treinta minutos más, pasando de nuevo por la ciudad en medio de sus rascacielos y palacios, cerrando el paseo con un bufete de frutas servidas a bordo para el deleite de los clientes, no sin antes explicar los nombres de cada una de las clases de frutas servidas, pues no todas son reconocidas por los asistentes, exceptuando las uvas, los mangos, naranjas y uvas.
 El resto, incluyen otras conocidos en los países del trópico, tales como toronjas, guanabas, guayabas, nísperos, y otras que realmente no pude identificar, y menos los estadounidenses y europeos.
 Con esa dosis inimaginable de frutas tropicales, solo nos esperaba el camino de regreso al hotel, no sin antes pasar al supermercado para comprar una bebida con la cual se revive el apetito para más noche y además duerme más tranquila, pero no hubo cena y aparte de unos cacahuetes salados, el néctar de la uva que disfrutamos nos mandó rápido a los brazos de Morfeo.