domingo, 23 de enero de 2011

domingo, 9 de enero de 2011

MEMOrias de la U.

¡PELO, PELO, PELO!

Yo ingresé como estudiante de primer ciclo a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional en el año de 1973, un año después de que el entonces presidente de El Salvador, el coronel Arturo Armando Molina, decidiera cerrar la Universidad unos meses antes, aduciendo que era centro de subversión en contra del gobierno de la república.

Cuando el rector, los decanos y demás autoridades universitarias recibieron de nuevo las instalaciones de la U, se llevaron la desagradable sorpresa que gran parte del material didáctico utilizado había sido destruido o robado. Las camas que usaban los estudiantes residentes, los pupitres, los pizarrones,los utensilios de la cocina y de la cafetería, el material de los laboratorios de medicina, de química y farmacia, de física, las prensas tipográficas de la imprenta,los sillones de la barbería y hasta los escusados habían sido robados por los mismos cuerpos de seguridad encargados de “vigilar y cuidar” la Universidad.

Aún así, en esas condiciones, maestros y alumnos iniciamos el ciclo escolar con gran entusiasmo pues se había recuperado el primer centro de estudios para cumplir su función social de ser formador de profesionales en todas sus ramas, tanto científicas como humanísticas para beneficio de nuestro país.

Yo estaba sumamente entusiasmado pues iba a iniciar una nueva etapa educativa en mi vida, y había vuelto a encontrarme con muchos ex compañeros del Instituto Nacional en pasillos, aulas y auditorios de la Universidad. Todo el ambiente universitario me parecía agradable: las clases, los profesores, los compañeros, las tareas, etc. todo. Pero había algo que realmente me atemorizaba…el grito de ¡PELO, PELO, PELO! en las afueras de las aulas

Antes que la Universidad fuera cerrada por el gobierno, se tenía la costumbre que los estudiantes de segundo año le dieran la “bienvenida” a los nuevos estudiantes, y ese recibimiento era en una mezcla de "bautismo y tortura" que consistía en pelonearlos para que todo mundo se diera cuenta que ya eran estudiantes universitarios.

Los estudiantes de segundo año se apostaban en las salidas de las aulas de los alumnos de primer año y no los dejaban salir a menos que se dejaran que les metieran las tijeras en el pelo y los dejaran todos “chachajeados” y se fueran en esas condiciones a sus casas para que la gente se burlara de ellos; o no tener más remedio que irse inmediatamente a la barbería para que le terminaran de rapar la cabeza y lo dejaran a uno como cabeza de pinga.

En esos años, nadie andaba pelón. Solo los ladrones, los locos o los que tenían piojos en la cabeza andaban el coco rapado. No como ahora que se ha convertido en moda. Así que por eso los estudiantes de primer ciclo tratábamos la manera que los estudiantes de segundo año no nos fueran a agarrar en buruca y a la fuerza, y nos corríamos o nos saltábamos por las ventanas para que no nos agarraran.

Había unos que se les oponían y se ponían bélicos, pero poco o nada podían hacer contra un grupo más numeroso, y terminaban pelones y verguiados. Yo, por si las moscas, cada vez que iba a clases, llevaba escondido un gorrito en el pantalón, por si me agarraban y me peloneaban. Así no sufriría tanta vergüenza de irme de regreso a mi casa todo chachajeado.

Habían pasado casi tres semanas de clases y mi larga y frondosa cabellera seguía virgen e inmaculada, pues cada vez que veía un grupo de segundo año me les escondía y me les corría, y además ya habíamos entrado de lleno al estudio y se asomaban las primeras evaluaciones y parciales, y había disminuido el acoso de los de segundo año, así que me sentía salvado. Pero como "a todo chumpe se le llega su Navidad”, un día me torcieron.

Un sábado que estaba recibiendo clases en el auditorio del Paraninfo universitario, llegó un grupo como de cien babosos de segundo año y cerraron todas las salidas del auditorio. No nos tocó otra más que salir uno por uno a que nos esquilaran como ovejas. No sé cuantos cabrones me metieron su tijera. Lo único que les pedí fue que no me fueran a puyar. Me dejaron unas mechas de pelo por la oreja izquierda, otras por adelante y otras por atrás Y el gorrito que andaba escondido en la bolsa del pantalón, a huevos,lo tuve que estrenar. Y echándole putiadas a medio mundo me fui corriendo a la barbería universitaria a que me cortaran las últimas hilachas de pelo que todavía me colgaban.

Cuando llegué a la barbería había una cola como de diez estudiantes de todas las facultades: de derecho, de medicina, de humanidades, de ingeniería, etc. que también los habían peloneado y estaban esperando turno. Me puse el gorro que andaba en el pantalón sobre mi pelona cabeza y me fui caminando aceleradamente sin voltear a ver a nadie para evitar las miradas de la gente para no sentirme más agüevado, tomé la ruta 11 y me fui derechito a mi casa.

Cuando llegué, mi mamá me echó una mirada como diciendo “pobrecito”, pero alcancé a ver una sonrisa burlona disimulada en sus labios.

Todo el fin de semana no salí de mi casa para no ser changoneta de mis cheros de barrio, pues ya sabía como eran de jodiones y no quería que me estuvieran poniendo apodos por andar pelón.

Pero el huevo más grande vino cuando me presenté el lunes siguiente a trabajar.

En esos días yo trabajaba en una compañía que fabrica ventanas y puertas de aluminio muy famosa, y tenía una posición importante pues era el encargado del departamento de ventas al exterior; y desde que llegué, mis jefes y subalternos y compañeros de trabajo se reían de mí. Precisamente ese día lunes vendría un importante cliente potencial desde Costa Rica a visitarnos, el cual, la gerencia donde trabajaba, me había dado instrucciones de atenderlo personalmente para cerrar el negocio.

Yo me sentía avergonzado de andar pelón y que tuviera una primera mala impresión de nuestra compañía al ver que la persona encargada de tan importante venta fuera un cipote pelón, cara de maleante. Así que me sentía nervioso y un poquito temeroso del encuentro con el futuro cliente, más aún que tenía la referencia que se trataba de un importante gerente de una compañía constructora.

Cuando mi secretaria me anunció que nuestro cliente había llegado a mi oficina, las manos me sudaban y el corazón me palpitaba aceleradamente. Cuando él entró, respiré profundo, pero al verlo, exhale con gran alivio al descubrir que mi cliente tenía la cabeza más pelona que Kojak.

Mi cliente al verme se sonrió conmigo y me dijo en son de broma y para cortar el hielo: "¡no tenía que raparse la cabeza solo para recibirme!". Nos reimos juntos, le conté mi historia del porqué andaba pelón, agarré confianza con él y llevé a cabo la venta. La gerencia me felicitó por mi trabajo y ese mismo día decidí dejar de usar el gorrito que andaba puesto para ocultar mi pelona hasta que me creciera el pelo nuevamente.


Pasó volando el primer año de universidad, llegó el tercer ciclo y con él también llegó mi turno de desquitarme la peloneada que me habían dado el año anterior con los de nuevo ingreso de ese año.


Le quité las tijeras de costurera de mi mamá que guardaba en la vieja máquina de coser Singer y me fui para la U a quitar pelo. Dicho y hecho, ya andaban mis compañeros de segundo año gritando ¡PELO; PELO; PELO!, el mismo grito que me había causado terror el año anterior. Hoy era yo el que me unía a la mancha brava de peluqueros principiantes de segundo año con sed de venganza.


No recuerdo a cuantos les corté el pelo, lo que me acuerdo es que se me hicieron ampollas en los dedos de tanto cotarle el pelo a los de nuevo ingreso. Tampoco recuerdo cuantas putiadas me cayeron, pero me valía chonga lo que me dijeran, la cosa es que me sentía satisfecho por haberme desquitado de la peloneada del año anterior.


El siguiente año, las autoridades universitarias prohibieron a los estudiantes el querer cortarles el pelo a los de nuevo ingreso, bajo pena de expulsión porque se habían excedido demasiado pues ya no solo le cortaban el pelo a los hombres sino también que hasta las mujeres, y las que no se dejaban le echaban harina y les quebraban huevos en la cabeza. Así que esos que les cortaron el pelo y no se pudieron vengar, se quedaron mordidos.


Desde entonces, en los pasillos y corredores de la U, dejó de oirse el grito aterrador de ¡PELO; PELO,PELO!






miércoles, 5 de enero de 2011

En El Salvador solo vive gente rica.

A un amigo salvadoreño que reside en los Estados Unidos, vía correo electrónico le planteé la siguiente pregunta: ¿Por qué los salvadoreños somos pobres?

La respuesta de mi amigo que vive en EE.UU fue la siguiente.:

¿Cómo puedes llamarte pobre, cuando eres capaz de pagar por un galón de gasolina más del triple de lo que pago yo?

¿Como puedes llamarte pobre cuando te das el lujo de pagar tarifas de electricidad, de teléfono y celular un 80% más caras de lo que me cuestan a mí?

¿Como puedes llamarte pobre cuando pagas comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito del triple de lo que aquí nos cuestan, o cuando por un AUTO que a mí me cuesta 10,000 dólares tú puedes pagar por el mismo el equivalente a 20,000 dólares.

Nosotros sí que somos pobres, los habitantes de La Florida. Por eso el Gobierno Estatal, teniendo en cuenta nuestra precaria situación financiera, nos cobra sólo el 2% de IVA (hay otro 4% que es Federal; total = 6%) Y no 13% como a ustedes los ricos que viven en El Salvador.

Además, ustedes son los que tienen impuestos de lujo como son:
- Los de la gasolina y gas, alcohol, cigarros, cigarrillos, cerveza, vinos, etc. alcanza hasta el 320% del valor original.
- El FOVIAL que es el gobierno el que decide adonde utilizarlo y curiosamente lo aplican en las carreteras y no en las ciudades que es donde más vehículos circulan y donde se encuentra el 70% de la población.
- Impuesto sobre las ganancias (impuesto sobre las utilidades y sueldos).
- Impuesto sobre automóviles nuevos.
- Impuesto a los bienes personales (impuesto a los bienes de las empresas).
- Impuesto por uso de automóvil.


Y dichoso que todavía te das el lujo de pagar un 13% de IVA por estos impuestos, además de todos los tramites y pagos nacionales. y si a esto le agregamos que el gobierno inventó que la pequeña empresa anticipara “el pago a cuenta” que es un anticipo del pago sobre la ganancia neta, claro como pequeños empresarios ricos que son saben de antemano que obtendrán ganancias y por si fuera poco este anticipo se calcula sobre el ingreso o venta bruta, o sea que les incluyen los costos y los gastos, mientras que aquí en los EEUU tan pobres como somos, del impuesto sobre la renta que nos cobran nos descontamos un alto porcentaje del impuesto pagado en calidad de VA para evitar pagar dos impuestos similares.
En EEUU los que más ganan como los bancos pagan grandes impuestos para subsidiar a la gran mayoría de la población pero en tu país, los bancos prácticamente no pagan impuestos

Porque si ustedes no fueran ricos, ¿qué sentido tendría tener unos impuestos de ese calibre? ¿POBRES?, ¿de dónde? Un país que es capaz de cobrar el IMPUESTO A LAS GANANCIAS Y A LOS BIENES PERSONALES necesariamente tiene que nadar en la abundancia, porque considera que los negocios de la nación y de todos sus habitantes siempre tendrán ganancias, a pesar de saqueos y asaltos, mordidas, terremotos, sequía, invierno, arenales, corrupción, saqueo fiscal e inundaciones y, por supuesto, de seguro que todos deben de ganar muchísimo.

Los pobres somos nosotros los que vivimos en la USA que no pagamos impuesto sobre la renta, si ganamos menos de $3,000 dólares al mes por persona (más o menos $ 22,500.00).


Y ahí en El Salvador pagan guardias privados en bancos, condominios, etc. mientras nosotros nos conformamos con la pública. Ahí hasta envían a los hijos a colegios privados y mira si seremos pobres aquí en EE..UU., que las escuelas públicas te prestan los libros de estudio, previendo que no tienes con qué comprarlos, en cambio en El Salvador todos hay que comprarlos.
Somos tan pobres que todas las escuelas públicas cuentan con transporte gratis para los alumnos, ya que el estar pagando transporte para ir a la escuela ocasionaría el ausentismo escolar

A veces me asombra la riqueza de los guanacos que piden un préstamo cualquiera, y son capaces de pagar 18% anual de intereses, como mínimo si le incluimos las comisiones. ¡¡¡ ESO ES SER RICO!!!
No como aquí, que apenas llegamos al 8% (generalmente 7.8%), justamente porque no estamos en condiciones de pagar más.

Haz la cuenta. ¿Quién es el rico, y quién el pobre? Por último, más del 20% de la población económicamente activa en El Salvador no trabajo , aunque el gobierno diga otra cosa, porque le llama trabajo a los vendedores ambulantes y a los que ensucian los vidrios en los semáforos.

Aquí, en cambio, sólo hay un 4% en la misma situación. ¿No te parece que el vivir sin trabajar es un lujo que sólo los ricos se pueden dar? Vamos hermano, te quedaste en EL SALVADOR porque eres RICO. Son los pobres como yo los que nos vinimos a probar suerte a otros lados.

Me contaron también que a los funcionarios públicos les paga el pueblo una gran cantidad de sueldo. Sin contar viáticos, movidas con los españoles, comisiones sobre comisiones, etc... Qué envidia ¡¡ESO SÍ ES VIVIR EN LA RIQUEZA!!


Bueno viejo, te mando un abrazo y ahí luego me cuentas cómo les va con el nuevo presupuesto y al gobierno, lo que sí es seguro es que les aumentaran más los impuestos. Pero no te preocupes, que la inflación te los va a diluir.
Pero bueno, eso es lo de menos, cuando se tiene la plata para pagarlos. Ya viste como el 15 de Septiembre le dieron un gran aplauso al presidente en su discurso.
Además, eso es lo que hay que pagar por vivir en el mejor lugar del mundo y tercero donde la gente se siente más feliz en el planeta.

Aténtamente:
Tu pobre amigo inmigrante.

Anónimo, me lo enviaron.