sábado, 10 de noviembre de 2012

El abuelo era fiel a sus ideales...cuento del Moris.

Cuando lo conocí hace 40 abriles él ya tenia su cabello blanco, por eso no lo recuerdo joven sino como un anciano de días.
Siempre fue alegre, estoico, sermonero, dramático, vivaz, humilde, servicial, y dado a servir a los demás.

 En la mayoría de sus años mozos, era artista del teatro obrero, y como tal recorría el país de Oriente a Occidente presentando obras de teatro en el cual era protagonista. En la obra "El Mago de Oz", él era el león descorazonado que quería ser valiente.

Francamente se robaba el corazón de los niños de donde se presentaba porque lloraba como león cobarde, que quería ser valiente. Era el hombre con voz más potente que yo he conocido.

Mi esposa era una nenita de dos años cuando su padre fue asesinado a balazos por la espalda. Su abuelita era la esposa del león referido en el primer párrafo, pero en casa él era un padre dedicado y una persona finísima, educada en el Evangelio con convicción de fe. El llevaba a las dos niñitas huérfanas a sus presentaciones de teatro y a los servicios religiosos de la iglesia a la que pertenecían, y fue así como comenzó la relación entre su nieta política y éste señor artista del teatro obrero, quien nunca había engendrado un hijo, pero a quien la vida lo recompenso con dos nietas de su esposa, quienes lo consideraban su padre. Mi esposa le sirvió como tal por los últimos quince años de su vida.

Lo cuidamos en casa por diez años, y los últimos cinco íbamos tres veces por semana a visitarlo al hogar de ancianos adonde falleció hace unas pocas horas. Mi esposa organizo un servicio religioso semanal enfocado en ancianos necesitados de amor, aceptación y alguna mano amiga que se les extendiera.

Anoche, la comunidad de ancianos lloró al hombre alegre de cabellera abundante y blanca, quien cantaba tango y admiraba a Toña la Negra, admiraba a Tongolele, y  a Jorge Negrete.

 El abuelo, a sus noventa y nueve años, se durmió por cinco días. Yo francamente sospecho que estaba esperando audiencia con el Padre para que le permitiese llegar a los 100 para poder ver el Mundial de Brasil en el 2014. Pero el Señor le negó la petición porque antes de que sufriera males de viejo, decidió llevárselo secuestrado al cielo.

 El abuelo vio coronarse a sus Gigantes de San Francisco Campeones de la Serie Mundial. Yo celebré parte del “parade” del triunfo con él vía televisiva. Estaba ya agraviado, pero eso no le limito de que gritara de alegría. Decía que Dios le había permitido ver al primer presidente negro y ahora ver a los Gigantes campeonizar por dos veces en tres temporadas. Además había leído, escuchado, y últimamente visto digitalmente todos los mundiales de futbol porque nació a comienzos del siglo pasado cuando el futbol aun no organizaba el primer mundial de futbol. Solamente le faltó que el Padre le diese permiso para ver coronase a Brasil campeón en su Maracaná.

Yo sospecho que a lo mejor el Padre tendrá una butaca de primera en el 2014 adonde el cielo se viste de verde amarelo para ver a su equipo favorito ganar el próximo mundial de futbol. Dios guarde al abuelo José Agustín Martínez López y dé, a la familia, la dosis de esperanza y consuelo que tanto necesita.

El Moris (Noviembre 10 del 2012)

sábado, 3 de noviembre de 2012

RAMERA





Quien creyera mujer, que en tus desvíos,
y el desborde fatal de tus placeres
que encerraron tus locos desvaríos
salvaste de caer a otras mujeres.

Creíste en el amor, pero engañada,
caíste sin retorno, ya vencida
te entregaste al que en nombre de la amada
sacio en tu carne su ambición fallida.

¿Quién podría negar que en tu ambrosía
calmó su sed, aquel que en la enramada
besó tras la calada celosía
la aristocrática mano perfumada?


Cuantas veces el novio, tembloroso
de dialogar contra el balcón dorado
al darle un lapso de placer y gozo.

¿Qué mujer buena resistido hubiera
la asechanza tenaz y obcecada,
si no estuvieses tú, mártir ramera:
blandiendo siempre por su honor la espada?

¡Oh Magdalena del honor fingido;
oh, dique férreo del amor sincero
te consuelo por todo lo que has sido
por lo que has defendido… te venero!.

Raúl A. García