sábado, 28 de marzo de 2009

El velorio del sastre del barrio


Un fuerte olor a incienso, a cera derretida y a azucenas salía de la pieza número trece del meson Santa Eduviges, del barrio la Vega en San Salvador donde estaban velando a Don Quilito, el sastre del barrio. Los chambres de los vecinos decían que Don Quilito se había suicidado porque ya no se le “Paraguay la palmera”, y su mujer estaba todavía bién pollona y ya no la podía complacer. Además decían de que ella tenia un su chivito bien jovencito que le hacía las horas extras cuando el sastre salía a comprar las gabardinas y casimires al centro de la capital.
Don Quilito se dió cuenta de la traición de la pérfida mujer y decidió suicidarse para ponerle fín a su tragedia.
Así que se amarró un grueso mecate alrededor del pescuezo y se colgó del árbol más alto que encontró. Y como no quería que hubiera testigos de su muerte, decidió colgarse de un palo mudo.
Aquiles Vaca Briones era su nombre, pero de cariño le decían Don Quilito. Era sastre de profesión y músico de afición. Yo lo conocí cuando me iba a graduar de bachiller. El fué el que me hizo mi traje de graduación.
Un traje a la medida color azul marino de tres piezas, pantalón acampanado (esa era la moda entonces), chaleco y saco traslapado. Don Quilito era muy alegre y siempre tenía prendida la radio. Se la pasaba oyendo las “rancheras que dan cólera”, en La Sonora, la radio-novela “Lim Piaos Tutuy”, con Albertico Hernández, de la KL; y “Renzo el gitano”, en el Circuito YSR. Era también muy bromista. Cada vez que le preguntaba que como estaba, él me decía : “aquí nomás, haciéndome una chaqueta”. Y cuando le tomaba la medida del tiro, o bragueta, a algun cliente, les decía que les iba a poner “zipper” de calzón de niño porque tenían chiquito el pipí.
La noticia de su muerte me produjo mucha tristeza porque yo lo apreciaba mucho, pués, además de ser un excelente sastre, era una persona muy instruida e inteligente a pesar de solo haber hecho hasta el tercer grado. Me decía que “él sabía más con su tercer grado de los de antes, que los bachilleres pupú de hoy en día”; y tenía mucha razon. Su pasión era la música, especialmente la música clásica, los valses y la música de marimba. También tocaba un poco la guitarra. Cuando no estaba cosiendo con su vieja máquina “Singer”, se la pasaba charranganeando su requinto y cantando Amorcito Corazón, Cabaretera, La Barca, Siempre Sufriendo y otras. Tenía una vitrola, de las que había traído Cristobal Colón, en el que ponía sus discos de 78 rpm los que conservaba en magnífico estado. Sus vecinos del mesón le gritaban: “bájele el volumen a esa mierda, viejo cerote”cuando él ponía la quinta sinfonía de Beethoven, o el Bolero de Ravel. El, por joderlos, le dada más volumen y les contestaba: “Bola de pendejos ignorantes. Vayan a la nocturna para que se instruyan”.
Al nomás llegar al velorio me dirigí a verlo. Lo habían vestido muy elegantemente, y en su cara morena y redonda asomaba una amplia sonrisa de oreja a oreja. Parecía como que iba muy contento a alguna fiesta de etiqueta.
Le recé un par de Aves Marías y un Padre Nuestro y me fuí a sentar en un rincón del viejo mesón para rememorar un poco los momentos que tuve la oportunidad de platicar con mi viejo sastre y amigo. Una señora me llevó un café sin azucar en un huacal de morro, porque ya no habían tazas limpias, y un tamalito de elote para aguantar la desvelada. Los parientes andaban haciendo la cabuda para pagar el entierro, porque Don Aquiles no tenía dinero ahorrado. Su mujer había desaparecido. Quizás porque no quería que nadie le estuviera echando en cara sus aventuras amorosas. En la otra esquina estaban unos tipos jugando Conquián de a peso y se estaban chupando un medio litro de Smirnoff. En el corredor del mesón estaban unas viejas beatas vestidas de negro rezando el rosario, y por la pila estaban sus maridos contando chistes de Pepito y viéndole las nalgas a todas las mujeres. Todo el mundo estaba hablando de todo, menos del muerto.Yo me puse a pensar lo triste que es que uno se muera, que lo vayan a velar por compromiso, y que ni siquiera se tomen la molestia de recordar los momentos gratos de cuando estuvo en vida el difunto.
Absorto estaba en mis pensamientos, cuando oigo un grito espeluznante de una de las mujeres que estaba en el velorio.
-¡AYYYYYYYYYY!!!!!!
Dí un salto como de tres metros por el susto y le pregunté:
-Señora, ¿Qué le pasa?, ¿Por qué grita?
-¡El mumu, el mumu, mumu, er, er, er, tt, tt, tt,to. Sese, sese, se momo, momo, momo, movió!!
-¿Como dice que dijo? ¿Que Don Quilito se movió?
-¡Meme, meme, meme, me pepe, pepe, pepe, peló los ojj, ojj, ojjjotees de caca, caca, caca, cadaver!!
-¡No joda-le dije. No me esté asustando que tengo soplo en el corazón y me puedo pelar yo también de un infarto!
-¡Lele, lele, le didi, didigo queque, queque el mumu, mumuerto meme pepe, pepeló los ojos y la bobo, bobo, boboca!!
-¡Pupu, pupu, pupu, pupuputa! ¡Yo meme, meme voy a la mimi, mimi, mimi, mimierda!!
Y salío corriendo de la vieja habitación donde estaba el ataud de Don Quilito.
Los dolientes y demás amigos que estaban en el velorio se asustaron también, pero los tranquilicé diciendoles que yo mismo iba a ir a ver si era cierto que el muerto se movía, como lo decía esta señora, pués soy experto en fenómenos parapsicológicos, metafísicos y extrasensoriales (no sé ni lo qué dije, pero sonó arrechito).
Me acerqué al ataud de Don Quilito con mucho miedo. Las patas me temblaban y sentí como que un chorro de líquido caliente me corría por el pantalón. Armándome de valor le pregunté al muerto:
-¿Muerto, estás muerto?
Y el muerto no me contestó. Quizás porque estaba muerto. Seguidamente abrí la caja y le tomé el pulso. Y nada.
Luego le hice cosquillas en el sobaco y en la planta de los piés. Y nada. Le jalé los pelos de la naríz, y nada, no se movía. Le puyé un ojo, y nada. Le puyé el otro, y nada, seguía sin moverse. Le iba a puyar otra cosa, pero los parientes no me dejaron. De repente oigo un ruido que provenía de su estómago. Más que ruido era como un gruñido, como un quejido. Les digo a las gentes que se callen para oir mejor. Le pongo la oreja en el estómago y oigo una voz que provenía de su barriga. Bastante asustado, pero tratando de averiguar que pasaba, me le acerco y les digo a los velones:
-¡Shhh, silencio! ¡Don Quilito está hablando desde ultratumba por el culifláis.
-¿No será que se está pedorriando?-Me dijo uno de los vecinos.
-¡No, le digo. Está tratando de hablar, y como está muerto está hablando por la boca de abajo, o séa por la boquecoco. Pero se le entiende perfectamente.
-¡Ufa. Quizás no lo prepararon bién antes de meterlo al cajón porque le yede el cutete!.
Le pregúnto a la calavera del esqueleto del cadaver del muerto difunto que se petatió al fallecer por haber pelado gallo al estirar las patas y colgar los tenis: ¿Es usted, Don Quilito?
-Siimoonn!!!-me dice entre pedo y pedo, con un sonido largo y grave.
-¿Está entre los vivos o está entre los del más allá?
-¡Esstoy ennntreee loos máás bruuuuttoos!
-¡Déjese de tirar indirectas y dígame si está muerto o vivo!
-¡Estoyyy petatiadoooo!!
-¿Y si está muerto por qué me está hablando?
-¡Eees quee traigooo un meeensajeee del meeroo meeroo!!
-¿Un mensaje de Papá Chús?
-¡Siiimoonn!
-¿Y que nos quiere decir nuestro padre celestial.? ¿Tal vez nos quiere dar un nuevo mandamiento?
¡Siiimoonn!
-¿Y cual és?
-¡Déejenn de chuupaar y coompreen roopaaa!!
-¿Y Jesús le dió ese mensaje para nosotros?
-¿Cuuaal Jeesúus?
-¿Como que cual Jesús? Jesucristo, Papá Chús, el Colocho, el hijo de Diós. ¿No me dijo que traía un mensaje del mero mero?
-¡Tee diijee quee traíaa un mensajeee de Siimoonn. El meeeroo meeroo caantineeroo de la caantinaa “El juueelgoo de Luuciifeer”, del baarrioo. Por aquí meee loo eencoontréé. Estáá paagaandoo suus peecaadoos por aandaar veendieendo alcohool adulteeraadoo!
-¿Y está en el cielo o en el infierno?
-¡Eestoyy quee mee queemoo!
-¿O séa que está en el infierno?
-¡Noo. Eestoyy que me queemoo, poorquee mee haann puueestoo laas caandeelaas muy ceerquiita y mee pueedo chaamuuscaar!
-¿Y allí donde usted está hay muchos conocidos?
-¡Simoon. Poor aquíi mee eencontree aal Chelee!
-¿Al chele Medrano?
-¡Noo. Al cheelee Avila, el compaadree de Anicetoo. Taambiéen anda poor aquíí el maayoor!
-¿El mayor D’Abuisson?
-¡Noo. El maayoor dee loos hiijoos de mi coompaadree Leenchoo!
-¿O sea que donde usted está mandan a la gente que se portó mal en este mundo?
-¡Simoon!! ¡Aquíi eestaa llenoo de ladroonees, contrabaandistaas, naarcotraaficaantees, corruptoos, estaafadoorees. Iguaalitoo quee en el gobieernoo! ¡Hastaa un cura me eencontree!
-¿Un sacerdote?
-¡Noo. Un cura...ndeeroo. De esos faarsaantees que diceen que adiiviinaan el futuuroo!
-Hablando de futuro. ¿Puede usted ver el futuro?
-¡Claro que yes!
-¿Y cual es el futuro de El Salvador?
-¡Seguireemoos bieen!
-¿Bién?
-¡Bieen jodiidoos!
-¿Y quién será el futuro presidente de la Asamblea Legislativa?
-¡Eso soloo lo sabee el señoor!
-¿El señor Jesucristo?
-¡No. El señoor Cristiaanii!
-¿Y logrará la PNC capturar a los rateros y los secuestradores?
-¡No, poorquee son los miismoos!!
-¿Los policías son los mismos delincuentes?
-¡No. Que los Miismoos son los que aantees eraan los Bukiiees!
-Oiga, ¿me está tomando el pelo o me ha visto la cara de baboso?
-¡Las doos coosaas!
-Oígame Don Aquiles, yo lo estimaba mucho cuando estaba vivo, pero hoy que se lo llevó La Parca, ha cambiado completamente. Yo pensé que éramos amigos. Mejor ya no le pregunto nada
-¡Dejátee de preeguuntaar peendejaadaas quee noo teengoo uunaa eeteernidaad paara hablaartee. Sooloo mee dieeroon peermiisoo poor uunoos miinuutoos!
-Entonces Don Quilito, dígame ¿Porqué se mató?
-¿Y quién tee diijoo quee yoo mee matéé?
-Pués aquí los vecinos me dijeron que se había suicidado porque se encontró a Remigio, el hijo de Don Nemesio, el dueño de la carpintería “El palo mazo”; que tenía bién atrincuñada a su mujer allá detrás de los lavaderos.
-¡Noo lees creáas a eesaas vieejaas chaambroosaas. See laa paasaan toodoo el díaa tiijeereaandoo a toodoos loos veeciinos!
-¿Y entonces porqué se suicidó?
-¡Ees quee yaa naadiee mee daabaa traabajoo. Aantees toodoo eel mmundoo maandaaba a haacersee su roopiitaa.
Peero ahooraa la geentee coompraaa roopaa uuusadaa que maandaan de los Yuunaaiss.
Yo fuíi saastree de los Guiirolaa, de los Meeleendeezz y de los Reegaalaadoo. Peeroo regaalaadoo yaa murióó. Maalaa pagaa lo maatóó. Adeemaas ya no me aalcaanzaa el pistoo ni para los frijoolees. Con eso que le haan zaampaadoo el IVA a laa coomidaa , estaan maataandoo a la geentee de haambree. Y es meejoor eestaar muueertoo!
-¿Y allí donde usted está no se come?
-¡Aquíí se comee la coomiidaa biéén caaliieentitaa! Pero la coomiidaa eesta chaamuuscaadaa poorquee aquí haacee muuchoo caaloor. Y haay quee haaceer unaas graandees coolas, peoores que cuaandoo le toca a uunoo ir a vootaar; poorquee aquíí estaa todaa la majadaa! ¡Parecee que fueran las colaas para pasaar consuultaa en el Seguroo Sociaal!
En eso se apareció doña Tenchita, la mujer de Don Quilito con una pacha de guaro trasegado; de esas que matan a los chichipates por ser de alcohol metílico, y se la pasó por la nariz a Don Quiliito. Enseguida Don Aquiles empezó a mover los dedos de las manos, a mover las patas, abrió los ojos y le volvió el color a sus mejillas.Y le dijo a su mujer: ¡Hola vieja. Ya veniste con mi encargo!
Todo mundo empezó a persignarse y a decir: ¡Milagro, milagro! ¡Resucitó el muerto! Y ella dice:
-¡Qué milagro ni qué ocho cuartos!¡Este viejo chichipate, después de una zumba de cinco días, le da por hablar pendejadas y solo con zangolote resucita! ¡La última vez lo fuí a sacar de la morgue, ya se lo llevaban para la Bermeja!
Y se lo llevó del velorio entre la mirada atonita de todos los presentes que hubiéramos jurado que habíamos hablado con un muerto.
Y se acabuche, cara de cuche.

miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Quién dijo que en El Salvador no hay talento?



Glenda Gaby nació en El Salvador, en el seno de una familia de artistas y desde muy temprana edad logró grabar sus primeros discos infantiles. Para alimentar esta vocación, Glenda inició estudios de música en el Centro Nacional de Artes de San Salvador, donde logró terminar su bachillerato en Artes y así se dio a la tarea de alternar sus estudios con las actuaciones en directo, ocupando los primeros lugares en el hit parade musical en Centro América.

Posteriormente, Glenda Gaby se traslada a Europa para continuar sus estudios de música, primero en Madrid, París y Londres. En Ibiza conoce al que sería uno de sus maestros más importantes de su carrera, el músico catalán y gran director de orquesta Javier Cugat, con el que se presenta en la inauguración de El Casino de Ibiza, y fue a partir de ese momento que comienza una gira por toda la geografía española.

Entre los discos que destacan de esta intérprete se encuentran: «Halley», «Tú y yo y basta», «Tropical jazz» y «Un bolero y mi corazón», este último editado en El Salvador.La trayectoria de Glenda es amplia y ha hecho presentaciones en distintas ciudades y países, entre ellos: Portugal, la antigua Checoslovaquia, Lyon en Francia, Dusseldorf en Alemania, Tokio en Japón, Colombia, Puerto Rico, New York, Los Ángeles, San Francisco, Miami, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y Mozambique.

Según algunos críticos musicales, Glenda posee una voz privilegiada, llena de matices, limpia, con una tesitura brillante, cualquier canción la hace nueva y en la que todos los estilos tienen cabida, ya sean boleros, latin jazz, etc.Glenda Gaby es una corredora de fondo, una cantante de raza, que desde niña bebe el arte con su alma de jazz, boleros y rancheras.

Glenda Gaby esta afincada en España desde donde se desplaza a otros países para sus conciertos, y cabe señalar que además de su faceta artística no abandona su labor social con los más desfavorecidos, sus ayudas son constantes para algunos centros de niños sin recursos.


domingo, 22 de marzo de 2009

La niña Chole


“Decile a la Chus que es una malparida. Y si quiere que se lo diga en su cara, que venga”. Aquello fue lo mejor que le oí. Lo mejor de lo peor. Porque entre barbaridad y barbaridad había siempre un índice de superación.
Alta, huesudísima, acalaverada, pelilarga, dentifalta, aquella mujer era un artífice de la sandez. Se llamaba Soledad. Soledad....y más; pero en todo el lugar la conocían como la niña Chole. Era una pequeña psicópata del idioma y un monumento viviente a la leperada nacional. Psicópata porque asesinaba las palabras, o con ellas asesinaba cualquier honra, cualquier nombre, cualquier fama. Monumento, porque nunca se volvería a encontrar, en cartilla única, otra galería completa del insulto. Un psicólogo habría aplicado un par de términos para explicar el vicio de aquella mujer: logomanía obsesiva y coprofalia. La gente cotidiana se contentaba con decir: “¡Jesús, que trompa la de esa vieja!”.

Al parecer, el problema le venía desde niña. La madre, con el afán de que su hija “tuviera roce”, la había matriculado en un colegio de monjas. No la aguantaron. A la directora, una reverenda obesa y circunspecta, le dijo, en sus términos, que tenía un trasero tan grande que de allí no se caía nadie, aunque lo empujaran. A una monja beatísima y adolorida la llamó “querendona asolapada”. A otra la espetó que siempre estaba ojerosa, porque la carcomían las ganas. De modo que, a las tres semanas y media, la expulsaron sin posibilidad de reconsideración. La mamá la llevó a una escuela pública, pero igual: la Soledad era irrecuperable.

La señora, frustrada en sus intereses por hacer de su hija “una señorita decente”, como pasó lamentándose hasta su muerte, no tuvo más remedio que ponerla al oficio familiar: las tortillas.
“Menos mal que no la puso a peperecha, que si no...” “Callate, mujer, que si te oye, te va a bañar”. “Achís, ¿y no es cierto pues? Si ante esa, hasta la Micoleona se queda pacha. La Micoleona era una meretriz famosa también por sus desboques, pero cuya maledicencia palidecía ante la lengua triunfal de la Soledad: “Que me venga a decir a mí la muy...de la Elena, si no la he visto como gallina asada, con Alejandro, el cuilio”. “Las santitas se hacen esas..., y allá por la estación las vieron bien...” Y así, y así, ad infinitud.

La niña Chole tenía una hija que llevaba un nombre con vocación de carcajada. Se llamaba Eteljive. “Eteljiveeee, veníiiiii! Y la casi adolescente corría despavorida ante la mirada socarrona de la gente que le obligaba a acordonar la risa para no recibir una letanía de horrores de la mujer. “¿Y vos que mirás gran...? ¿Que nunca has oído nombres?” Y el aludido mejor se apresuraba a guarecerse en la distancia y en el disimulo.

Más de una vez, la Eteljive agotó la cólera vocinglera de su madre. Un día en que la muchacha no acudió al llamado, por estar prodigándose un atracón erótico con un enamorado en la esquina subrepticia de un templo vecino, la niña Chole ardió en furia. Cuando la muchacha llegó, la recibió con una propina de atrocidades, y le arrimó a la boca un tasajo de carne asada calientísima. Varios días anduvo la hija con la boca crecida. La gente se vengó: “Ve, hoy la Eteljive, además de tener ese nombre tan feyo, perece pezote”.

Y es que en el pecho de la Soledad hervía un fuego más abierto que el del comal donde cocía sus tortillas. Mi abuela decía leperadas; pero las exclamaba con sentido de humor y de cariño. En cambio, la Soledad las decía con vocación espinosa y desgarrante. “Es que nació cuando la luna estaba tierna...” “La hicieron, querrás decir. Si hubiera nacido con la luna tierna, hubiera tenido comida la boca, y entonces hubiera sido mejor...” “No. Si dicen que el tata ara bolo, y como del guaro no sale nada bueno...esto es lo que dio“.

La niña Chole, sin embargo, tenía un enorme detalle positivo: se compadecía de la miseria material extrema. Ella era pobre; pero, para los todavía más pobres, siempre tenía un gesto de misericordia. Por las cercanías de su venta de tortillas, pasaba cotidianamente una media docena de mendigos: Don Polo, que había perdido casa, mujer e hijos en un terremoto; el Cutiniyo que, como decía la gente, era tonto y enano “de nación”; La Carlota y la Rafaila, dos locas pícaras que cada año parían un hijo, sin que nadie supiera de qué padre; y la niña Andrea, una viejita dulce y platinada de quien se comentaba que tenía visiones de la Virgen, tanta era su mansedumbre. “¡No le ha sobrado una tortilla, niña Chole”. “No, pero esperate. Ya te la voy a echar”. Fíjese que solo me alcanzó para el conqué”. “Tomá estas dos chengas, a lo mejor te caen bien”. Era una de las pocas oportunidades que no soltaba sandeces. Aunque la Carlota, por ejemplo, se fuera hablando maldiciones en su mundo personal-”Vieja talle de culebra”.-la niña Chole sólo alcanzaba a decir: “Pobre diablo. Como se le va a quitar el hanbre si se agila hablando babosadas todo el día”.

Había otra ocasión en que la niña Soledad medía un poco sus denuedos: cuando aparecía Noé, el papá de la Eteljive. “Ma, hartate esto. No vayan a decir que no te mantengo”. Y el hombre-medio tísico, medio asmático, medio bolo-, devoraba la oferta y desaparecía hasta varios días más adelante. “Este hijueputa sólo viene a que lo maiceye. Después...¡allá con la pacotilla de chichipates!”

La niña Soledad quizás quería al hombre, porque cuando lo miraba irse se le entristecían los ojos. En más de una ocasión en que se le mojaron las lágrimas y alguna compradora se lo hizo notar, la mujer salió adelante. “Chís. No jodás. Es el humo...Voy a llorar yo por semejante pécora”. “Cada camarón tiene su sacador-explicaba mi abuela-, y Noé es la debilidad de la Chole.
Cuando le trajeron a Noé con el hígado aniquilado por el alcohol, la niña Chole lo enterró a grito tendido. La clientela del vecindario la acompañó con velas, flores y rezos.
Nunca volvió a probar varón. “A esa vieja lo que le falta es damo, por eso es tan chuca del hocico”. Y es que Noé no sólo había sido su marido; también había representado a una especie de hijo desvalido al que ella había amado con lástima. “A la que le falta chivo es a esa vieja cabrona. Yo, si lo quisiera tener, lo tendría, porque ganas y huesos no me faltan”. Pero no. Aunque no le faltara nada, se quedó sola el resto de sus días, para hacerle quizás un poco de honor a su nombre.
La niña Chole vivió bastante, y llegó a ver crecidos a los hijos de la Eteljive. Nunca dejó de echar tortillas. Ni puteadas. La Eteljive no quiso seguir la ruta monomarital de su madre, así que cargó encima con cuanto gañán pudo, hasta que salió embarazada de un mecánico al que le decían “Cutuca”. Cuatro cutuquitos tuvieron, y el segundo le salió lépero. Cuando el cipotillo empezó muy temprano a decir procacidades, mi abuela sentenció: “No lo hurta, lo hereda. Si yo digo mis cuantas atrocidades, esa mujer ya dice “quitá diay”.

Francisco Andrés Escobar
De su libro: “El país de donde vengo”

jueves, 19 de marzo de 2009

Tributo a Eduardo Fuentes



Eduardo Fuentes es, sin ninguna duda, uno de los mejores tenores que hemos tenido, y que ha dado gloria a nuestro país en muchos certámenes de música y canto.

Dotado de una muy educada y excelente voz, Eduardo Fuentes se ganó la admiración, tanto de nacionales como extranjeros.

Como muchos otros artistas de nuestro medio, Eduardo también tuvo poco o casi nada de apoyo en su trayectoria artística y tuvo que salir a buscar ese aliciente en otras latitudes.

Para los que nunca han oído hablar de él, espero que admiren su bella voz. Y para los que ya lo conocen, lo recuerden con agradecimiento por todo lo que hizo por la música de nuestro país.

domingo, 15 de marzo de 2009

¡VICTORIA! ¡VICTORIA!

Ganó la esperanza, perdió el miedo

El día de hoy, domingo 15 de marzo del 2009, pasará a los anales de la historia de nuestro país como el día que el pueblo salvadoreño logró finalmente su tan anhelada libertad de los que los oprimen; lucha que empezó con la independencia de España, que siguió con los levantamientos indígenas dirigidos por Anastasio Aquino, los levantamientos del 32, la guerra civil de los 80s, y que culmina hoy con la victoria contundente, en las urnas, del FMLN

El gane del FMLN y Mauricio Funes sobre el partido ARENA marca un parte-aguas en el acontecer político de nuestro país, pues el FMLN derrotó, en forma inédita, no solo al partido que por más de 20 años a gobernado y a su maquinaria propagandística y mediática; sino que venció a una coalición de partidos de derecha como el PCN, el PDC que se unieron a ARENA, en un esfuerzo desesperado de la derecha dominante, de oponer resistencia a un Mauricio Funes que lideró al partido de la ex guerrilla a un aplastante e histórico triunfo sobre la derecha que ha gobernado nuestro país por más de setenta y tantos años.

El gane de Funes se pronosticaba desde hacía muchos meses pues todas las encuestas lo daban como favorito sobre un candidato de ARENA débil, deslucido, incoherente, y dócil al presidente Saca y el COENA.

Ávila nunca pudo exponer un plan de nación coherente y creíble y esperó casi al final de la campaña para escoger a su vicepresidente. Además, siempre rehusó enfrentarse cara a cara en un debate contra su oponente, y esto también le causó pérdida de votos.

Pero para mi, la causa principal del gane del FMLN y la pérdida de ARENA, no es tanto por el factor de los candidatos; sino que la gente votó en contra ARENA porque está harta de tanta miseria, harta de tanta inseguridad, harta de tanta corrupción de los gobernantes, harta de tener que pagar el triple por las medicinas, harta de no tener hospitales decentes y que no hayan medicinas, harta de que no hayan suficientes escuelas e institutos técnicos para nuestros hijos, hartos de que los dueños de todo sean los mismos de siempre, hartos de vivir en covachas, hartos de pagar en dólares y recibir sueldos en colones.
En resumen, hartos de los gobiernos derechistas y sus eslóganes vacíos de “gobierno con sentido humano”, que prometen un banquete y al final reparten solo migajas, y que nunca hicieron ni el más mínimo intento por levantar el nivel social de vida de los más necesitados.
Y que, por el contrario, siempre velaron por los intereses de los más poderosos, pues estos son los verdaderos dueños del circo. Los funcionarios públicos simplemente son sus payasos.

La alternativa era votar por el FMLN y el pueblo la tomó con valentía, dándole un “Si” a la esperanza y un rotundo “NO” a la propaganda desesperada del miedo que por todos los medios informativos dominados por la derecha, quisieron asustar a la población.

Pero esta vez el truco de decir que “les iba a salir la Ciguanaba” si votaban por el FMLN no les surtió efecto y el pueblo los castigó con un voto de rechazo total.

¡Felicidades heroico pueblo salvadoreño! ¡Sos valiente!

Este gane tuyo es en nombre de nuestros antepasados que combatieron a los invasores españoles que se apoderaron de tus tierras, de tu cultura, de tu religión y de tu pasado. De los próceres y patriotas que pelearon por nuestra independencia patria. De los miles de Nonualcos que pelearon con Aquino a la cabeza en contra de Prado. En nombre de los miles de Izalcos que murieron abatidos por las ametralladoras junto a Feliciano Ama el 32. De los héroes del 44. De los insurgentes en contra de las dictaduras militares. De los miles y miles de muertos en la guerra civil. De los miles y miles de compatriotas que tuvimos que salir de nuestra querida patria y que hoy festejan tu gane en otras latitudes. En nombre de nuestros padres. En nombre de nuestros abuelos. De nuestros hijos y de las futuras generaciones.

Este gane tuyo será plasmado en letras de oro en los libros de la historia, pues pese a todos los obstáculos, todas las adversidades, al final, la victoria fue tuya.

Mañana será otro día y tendremos que salir a trabajar para forjar un futuro mejor para nuestra patria y nuestra familia.

¡Pero hoy, es día de celebración!.

¡QUE VIVA EL PUEBLO SALVADOREÑO!
¡QUE VIVA EL PULGARCITO DE AMERICA!
¡QUE VIVA EL SALVADOR!

miércoles, 11 de marzo de 2009

sábado, 7 de marzo de 2009

Leyendas de nuestra tierra...La Chinchintora


La chinchintora

Hay en los montes de mi país una culebra llamada chinchin-
tora o zumbadora, su nombre deriva del zumbido que pro-
duce cuando ataca o se defiende lanzando golpes como un
latigo. En verdad, no es venenosa, se alimenta de frutas
maduras de los mismos árboles donde habita.

La chinchintora es de tamaño mediano, delgado látigo de
color verdoso, vive en los árboles y se confunde con los
bejucos. Es una culebra que sólo pelea cuando es atacada y
lo hace hasta vencer o morir. Hipnotiza con sus ojillos de
fuego. Furiosa nadie la detiene y puede matar a un buey o a
una persona con sus golpes. Deja grandes bubas en la piel y
la victima muere poco a poco, adelgazándose hasta quedar
apenas sus huesos; la víctima se enjuta, envejece de la
noche a la mañana.

Los campesinos de mi país, que conocen la valentía de la
chinchintora, descubrieron que el agotamiento, producto de
la pelea o quizás la furia, la hace echar una piedra azul. Si
vence a su contendiente vuelve a tragarse la piedra y se va.

Es una piedra aplanada, de color gris marino, dos pulgadas
cuadradas por lo ancho y un centímetro de grueso. Ante el
sol brilla tanto que ella misma se desgasta en resplandor,
por eso quien la posea debe conservarla envuelta en un
pañuelo para que no se escape su luz. Pocos campesinos
han visto esa piedra, quien la tiene no la muestra ni hace
gala de su posesión para que no le sea robada.

Pero el gran descubrimiento que los campesinos hicieron
sobre la zumbadora o chinchintora es que al ser vencida de
igual a igual en la pelea, abandona la piedra y se la deja al
triunfador. El poseedor de la piedra se vuelve invencible.
Una vez derrotada hay que burlarse, someterla, demostrar
que el vencedor merece la piedra y no ella. La burla con-
siste en cantarle esta canción:

"Te pongo el pie culebra y no me haces nada culebra".

Si la persona baila moviendo la cadera y repitiendo la letra,
es mejor pues la culebra se pone rabiosa y echa la piedra
Acto seguido se le debe poner el pie en la cabeza para
demostrarle que el poder ha pasado a nuevas manos. No es
fácil derrotarla ni hay mucha gente que se atreva, pero en
tantos años muchos campesinos cargan esa piedra, pues los
padres la heredan a sus hijos con la condición que sólo la
ocupen para la defensa.

Hay que aclarar que la chinchintora
no se tiene que matar para que el amuleto no pierda su
fuerza. Por eso se afirma de una persona que no se amilana
ante el peligro, que es brava como una chichintora. Si se
quiere tener la piedra azul hay que arriesgarse pues el reptil
podría salir triunfante, no hay empates, es la única alterna-
tiva, triunfar o perecer. Además, hay que salir en su búsqueda
a los bosques y volcanes gritándole:

"Chinchintora, si sos valiente veni y pelea que te llegó
la hora".

El valiente no debe llevar ningún arma, solamente un taba-
co que le permite confundirla creyendo que se trata de un
tercer ojo, haciéndole difícil hipnotizar a su contrincante.
La brasa del tabaco la confunde, neutraliza su poder hip-
nótico. En todo caso el hombre debe pelear sin armas, mano
a mano, de igual a igual.

Una vez que se oye el zumbido, e! campesino sabe que la
culebra ha aceptado el reto. Comienza a buscarla y a provo-
carla:

"Chinchintora, si sos valiente/no te portes como una lora".

La culebra se tira del árbol y se va acercando. El zumbido
puede interpretarse con estas palabras: "Soy la chinchintora,
¿quién dice que me llegó la hora y que parezco una lora?".

El campesino entonces, una vez percibida la presencia cer-
cana, debe encender el tabaco y quitarse la camisa, que le
sirve de defensa, y sigue cantando con burla: "Esas miradas
para mí no son,/ojos de sapo en la polvazón"; sin dejar de
bailar para que la zumbadora se ponga furiosa y se confirme
la verdad mundial: el que se enoja pierde. Las personas de
sangre fría tienen ventaja para vencer.

La clave es demostrar valor y agilidad para evadir los golpes de la
chinchintora. Luego retirarse triunfante con la piedra en el
bolsillo y entonando la canción: 'Te pongo el pie culebra/y
no me haces nada culebra".

Tomado del libro: "Siglo de O(g)ro" de Manlio Argueta .
Actual director de la Biblioteca Nacional de El Salvador