sábado, 28 de marzo de 2009

El velorio del sastre del barrio


Un fuerte olor a incienso, a cera derretida y a azucenas salía de la pieza número trece del meson Santa Eduviges, del barrio la Vega en San Salvador donde estaban velando a Don Quilito, el sastre del barrio. Los chambres de los vecinos decían que Don Quilito se había suicidado porque ya no se le “Paraguay la palmera”, y su mujer estaba todavía bién pollona y ya no la podía complacer. Además decían de que ella tenia un su chivito bien jovencito que le hacía las horas extras cuando el sastre salía a comprar las gabardinas y casimires al centro de la capital.
Don Quilito se dió cuenta de la traición de la pérfida mujer y decidió suicidarse para ponerle fín a su tragedia.
Así que se amarró un grueso mecate alrededor del pescuezo y se colgó del árbol más alto que encontró. Y como no quería que hubiera testigos de su muerte, decidió colgarse de un palo mudo.
Aquiles Vaca Briones era su nombre, pero de cariño le decían Don Quilito. Era sastre de profesión y músico de afición. Yo lo conocí cuando me iba a graduar de bachiller. El fué el que me hizo mi traje de graduación.
Un traje a la medida color azul marino de tres piezas, pantalón acampanado (esa era la moda entonces), chaleco y saco traslapado. Don Quilito era muy alegre y siempre tenía prendida la radio. Se la pasaba oyendo las “rancheras que dan cólera”, en La Sonora, la radio-novela “Lim Piaos Tutuy”, con Albertico Hernández, de la KL; y “Renzo el gitano”, en el Circuito YSR. Era también muy bromista. Cada vez que le preguntaba que como estaba, él me decía : “aquí nomás, haciéndome una chaqueta”. Y cuando le tomaba la medida del tiro, o bragueta, a algun cliente, les decía que les iba a poner “zipper” de calzón de niño porque tenían chiquito el pipí.
La noticia de su muerte me produjo mucha tristeza porque yo lo apreciaba mucho, pués, además de ser un excelente sastre, era una persona muy instruida e inteligente a pesar de solo haber hecho hasta el tercer grado. Me decía que “él sabía más con su tercer grado de los de antes, que los bachilleres pupú de hoy en día”; y tenía mucha razon. Su pasión era la música, especialmente la música clásica, los valses y la música de marimba. También tocaba un poco la guitarra. Cuando no estaba cosiendo con su vieja máquina “Singer”, se la pasaba charranganeando su requinto y cantando Amorcito Corazón, Cabaretera, La Barca, Siempre Sufriendo y otras. Tenía una vitrola, de las que había traído Cristobal Colón, en el que ponía sus discos de 78 rpm los que conservaba en magnífico estado. Sus vecinos del mesón le gritaban: “bájele el volumen a esa mierda, viejo cerote”cuando él ponía la quinta sinfonía de Beethoven, o el Bolero de Ravel. El, por joderlos, le dada más volumen y les contestaba: “Bola de pendejos ignorantes. Vayan a la nocturna para que se instruyan”.
Al nomás llegar al velorio me dirigí a verlo. Lo habían vestido muy elegantemente, y en su cara morena y redonda asomaba una amplia sonrisa de oreja a oreja. Parecía como que iba muy contento a alguna fiesta de etiqueta.
Le recé un par de Aves Marías y un Padre Nuestro y me fuí a sentar en un rincón del viejo mesón para rememorar un poco los momentos que tuve la oportunidad de platicar con mi viejo sastre y amigo. Una señora me llevó un café sin azucar en un huacal de morro, porque ya no habían tazas limpias, y un tamalito de elote para aguantar la desvelada. Los parientes andaban haciendo la cabuda para pagar el entierro, porque Don Aquiles no tenía dinero ahorrado. Su mujer había desaparecido. Quizás porque no quería que nadie le estuviera echando en cara sus aventuras amorosas. En la otra esquina estaban unos tipos jugando Conquián de a peso y se estaban chupando un medio litro de Smirnoff. En el corredor del mesón estaban unas viejas beatas vestidas de negro rezando el rosario, y por la pila estaban sus maridos contando chistes de Pepito y viéndole las nalgas a todas las mujeres. Todo el mundo estaba hablando de todo, menos del muerto.Yo me puse a pensar lo triste que es que uno se muera, que lo vayan a velar por compromiso, y que ni siquiera se tomen la molestia de recordar los momentos gratos de cuando estuvo en vida el difunto.
Absorto estaba en mis pensamientos, cuando oigo un grito espeluznante de una de las mujeres que estaba en el velorio.
-¡AYYYYYYYYYY!!!!!!
Dí un salto como de tres metros por el susto y le pregunté:
-Señora, ¿Qué le pasa?, ¿Por qué grita?
-¡El mumu, el mumu, mumu, er, er, er, tt, tt, tt,to. Sese, sese, se momo, momo, momo, movió!!
-¿Como dice que dijo? ¿Que Don Quilito se movió?
-¡Meme, meme, meme, me pepe, pepe, pepe, peló los ojj, ojj, ojjjotees de caca, caca, caca, cadaver!!
-¡No joda-le dije. No me esté asustando que tengo soplo en el corazón y me puedo pelar yo también de un infarto!
-¡Lele, lele, le didi, didigo queque, queque el mumu, mumuerto meme pepe, pepeló los ojos y la bobo, bobo, boboca!!
-¡Pupu, pupu, pupu, pupuputa! ¡Yo meme, meme voy a la mimi, mimi, mimi, mimierda!!
Y salío corriendo de la vieja habitación donde estaba el ataud de Don Quilito.
Los dolientes y demás amigos que estaban en el velorio se asustaron también, pero los tranquilicé diciendoles que yo mismo iba a ir a ver si era cierto que el muerto se movía, como lo decía esta señora, pués soy experto en fenómenos parapsicológicos, metafísicos y extrasensoriales (no sé ni lo qué dije, pero sonó arrechito).
Me acerqué al ataud de Don Quilito con mucho miedo. Las patas me temblaban y sentí como que un chorro de líquido caliente me corría por el pantalón. Armándome de valor le pregunté al muerto:
-¿Muerto, estás muerto?
Y el muerto no me contestó. Quizás porque estaba muerto. Seguidamente abrí la caja y le tomé el pulso. Y nada.
Luego le hice cosquillas en el sobaco y en la planta de los piés. Y nada. Le jalé los pelos de la naríz, y nada, no se movía. Le puyé un ojo, y nada. Le puyé el otro, y nada, seguía sin moverse. Le iba a puyar otra cosa, pero los parientes no me dejaron. De repente oigo un ruido que provenía de su estómago. Más que ruido era como un gruñido, como un quejido. Les digo a las gentes que se callen para oir mejor. Le pongo la oreja en el estómago y oigo una voz que provenía de su barriga. Bastante asustado, pero tratando de averiguar que pasaba, me le acerco y les digo a los velones:
-¡Shhh, silencio! ¡Don Quilito está hablando desde ultratumba por el culifláis.
-¿No será que se está pedorriando?-Me dijo uno de los vecinos.
-¡No, le digo. Está tratando de hablar, y como está muerto está hablando por la boca de abajo, o séa por la boquecoco. Pero se le entiende perfectamente.
-¡Ufa. Quizás no lo prepararon bién antes de meterlo al cajón porque le yede el cutete!.
Le pregúnto a la calavera del esqueleto del cadaver del muerto difunto que se petatió al fallecer por haber pelado gallo al estirar las patas y colgar los tenis: ¿Es usted, Don Quilito?
-Siimoonn!!!-me dice entre pedo y pedo, con un sonido largo y grave.
-¿Está entre los vivos o está entre los del más allá?
-¡Esstoy ennntreee loos máás bruuuuttoos!
-¡Déjese de tirar indirectas y dígame si está muerto o vivo!
-¡Estoyyy petatiadoooo!!
-¿Y si está muerto por qué me está hablando?
-¡Eees quee traigooo un meeensajeee del meeroo meeroo!!
-¿Un mensaje de Papá Chús?
-¡Siiimoonn!
-¿Y que nos quiere decir nuestro padre celestial.? ¿Tal vez nos quiere dar un nuevo mandamiento?
¡Siiimoonn!
-¿Y cual és?
-¡Déejenn de chuupaar y coompreen roopaaa!!
-¿Y Jesús le dió ese mensaje para nosotros?
-¿Cuuaal Jeesúus?
-¿Como que cual Jesús? Jesucristo, Papá Chús, el Colocho, el hijo de Diós. ¿No me dijo que traía un mensaje del mero mero?
-¡Tee diijee quee traíaa un mensajeee de Siimoonn. El meeeroo meeroo caantineeroo de la caantinaa “El juueelgoo de Luuciifeer”, del baarrioo. Por aquí meee loo eencoontréé. Estáá paagaandoo suus peecaadoos por aandaar veendieendo alcohool adulteeraadoo!
-¿Y está en el cielo o en el infierno?
-¡Eestoyy quee mee queemoo!
-¿O séa que está en el infierno?
-¡Noo. Eestoyy que me queemoo, poorquee mee haann puueestoo laas caandeelaas muy ceerquiita y mee pueedo chaamuuscaar!
-¿Y allí donde usted está hay muchos conocidos?
-¡Simoon. Poor aquíi mee eencontree aal Chelee!
-¿Al chele Medrano?
-¡Noo. Al cheelee Avila, el compaadree de Anicetoo. Taambiéen anda poor aquíí el maayoor!
-¿El mayor D’Abuisson?
-¡Noo. El maayoor dee loos hiijoos de mi coompaadree Leenchoo!
-¿O sea que donde usted está mandan a la gente que se portó mal en este mundo?
-¡Simoon!! ¡Aquíi eestaa llenoo de ladroonees, contrabaandistaas, naarcotraaficaantees, corruptoos, estaafadoorees. Iguaalitoo quee en el gobieernoo! ¡Hastaa un cura me eencontree!
-¿Un sacerdote?
-¡Noo. Un cura...ndeeroo. De esos faarsaantees que diceen que adiiviinaan el futuuroo!
-Hablando de futuro. ¿Puede usted ver el futuro?
-¡Claro que yes!
-¿Y cual es el futuro de El Salvador?
-¡Seguireemoos bieen!
-¿Bién?
-¡Bieen jodiidoos!
-¿Y quién será el futuro presidente de la Asamblea Legislativa?
-¡Eso soloo lo sabee el señoor!
-¿El señor Jesucristo?
-¡No. El señoor Cristiaanii!
-¿Y logrará la PNC capturar a los rateros y los secuestradores?
-¡No, poorquee son los miismoos!!
-¿Los policías son los mismos delincuentes?
-¡No. Que los Miismoos son los que aantees eraan los Bukiiees!
-Oiga, ¿me está tomando el pelo o me ha visto la cara de baboso?
-¡Las doos coosaas!
-Oígame Don Aquiles, yo lo estimaba mucho cuando estaba vivo, pero hoy que se lo llevó La Parca, ha cambiado completamente. Yo pensé que éramos amigos. Mejor ya no le pregunto nada
-¡Dejátee de preeguuntaar peendejaadaas quee noo teengoo uunaa eeteernidaad paara hablaartee. Sooloo mee dieeroon peermiisoo poor uunoos miinuutoos!
-Entonces Don Quilito, dígame ¿Porqué se mató?
-¿Y quién tee diijoo quee yoo mee matéé?
-Pués aquí los vecinos me dijeron que se había suicidado porque se encontró a Remigio, el hijo de Don Nemesio, el dueño de la carpintería “El palo mazo”; que tenía bién atrincuñada a su mujer allá detrás de los lavaderos.
-¡Noo lees creáas a eesaas vieejaas chaambroosaas. See laa paasaan toodoo el díaa tiijeereaandoo a toodoos loos veeciinos!
-¿Y entonces porqué se suicidó?
-¡Ees quee yaa naadiee mee daabaa traabajoo. Aantees toodoo eel mmundoo maandaaba a haacersee su roopiitaa.
Peero ahooraa la geentee coompraaa roopaa uuusadaa que maandaan de los Yuunaaiss.
Yo fuíi saastree de los Guiirolaa, de los Meeleendeezz y de los Reegaalaadoo. Peeroo regaalaadoo yaa murióó. Maalaa pagaa lo maatóó. Adeemaas ya no me aalcaanzaa el pistoo ni para los frijoolees. Con eso que le haan zaampaadoo el IVA a laa coomidaa , estaan maataandoo a la geentee de haambree. Y es meejoor eestaar muueertoo!
-¿Y allí donde usted está no se come?
-¡Aquíí se comee la coomiidaa biéén caaliieentitaa! Pero la coomiidaa eesta chaamuuscaadaa poorquee aquí haacee muuchoo caaloor. Y haay quee haaceer unaas graandees coolas, peoores que cuaandoo le toca a uunoo ir a vootaar; poorquee aquíí estaa todaa la majadaa! ¡Parecee que fueran las colaas para pasaar consuultaa en el Seguroo Sociaal!
En eso se apareció doña Tenchita, la mujer de Don Quilito con una pacha de guaro trasegado; de esas que matan a los chichipates por ser de alcohol metílico, y se la pasó por la nariz a Don Quiliito. Enseguida Don Aquiles empezó a mover los dedos de las manos, a mover las patas, abrió los ojos y le volvió el color a sus mejillas.Y le dijo a su mujer: ¡Hola vieja. Ya veniste con mi encargo!
Todo mundo empezó a persignarse y a decir: ¡Milagro, milagro! ¡Resucitó el muerto! Y ella dice:
-¡Qué milagro ni qué ocho cuartos!¡Este viejo chichipate, después de una zumba de cinco días, le da por hablar pendejadas y solo con zangolote resucita! ¡La última vez lo fuí a sacar de la morgue, ya se lo llevaban para la Bermeja!
Y se lo llevó del velorio entre la mirada atonita de todos los presentes que hubiéramos jurado que habíamos hablado con un muerto.
Y se acabuche, cara de cuche.

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