jueves, 11 de abril de 2013

Anécdotas en un paraíso llamado El Salvador


Yo crecí en un lindo país en donde la mayoría de la gente vivía bien contenta.

 El mes de octubre era el más esperado para que, con los vientos que traía, salir a volar "piscuchas" y sentirnos así parte del firmamento y de la bóveda celeste. También octubre era el último mes de clases y esos ventarrones anunciaban la ansiada vacación de tres meses que son los más lindos que tenemos en esta esfera del trópico que nos tocó habitar.

 Tomábamos el autobús ó caminábamos para ir al colegio, a algunos los iban a dejar sus padres en carro, caminábamos por el centro de la ciudad observando las vitrinas de los almacenes, comprábamos calcomanías y banderines, saboreábamos sorbetes de carretón bañados en su rica miel rojita, fruta helada, mango twist con alhuahste, pepinos pelados, jocotes en miel, maní salado, semillas de marañón, empiñadas, garrapiñadas, chicharrones y jícamas con limón y chile, helados de leche y de frutas, botellitas de dulce rellenas de miel, alboroto, hot dogs de salchicha con frijoles molidos refritos, pepitorias de verdad, churritos marca "Fillers", cuyos vendedores ambulantes se movilizaban por todas partes.

Jugábamos fútbol, basquetbol, chibolas, trompo, capirucho, quemado, hule, jacks, peregrina, ladrón librado, frontón, mica stop, salta cuerdas, escondelero, una dos tres para mi, botella, volibol, béisbol, cuartillo de aceite, un dos tres queso, adivina adivinador. Íbamos al cine de la una de la tarde que valía cincuenta centavos, a ver un doble de vaqueros o películas mexicanas de Julissa, Angélica María y Enrique Guzmán. Había "locos" conocidos a los que fregábamos en las calles. Las prostitutas eran solo mujeres.

El estadio y el gimnasio tenían sus temporadas a las que asistíamos a animar a nuestros equipos colegiales preferidos, allí vendían de todo. Para muchos fueron esas graderías testigo de su primer cigarro, su primera cerveza o hasta de su primer beso.


 Hacíamos fiestas en las casas en las que conocimos a nuestro primer amor. Comprábamos discos de acetato en Kismet no sin antes pedir que los pusieran para ver si no estaban rayados. Nos deslumbró el nuevo almacén Simán de cuatro plantas con su edificio de parqueo y la Fuente de Sodas del recién inaugurado Metrocentro. Fuimos al primer Mc Donald's del Boulevard de Los Héroes. Las primeras amanecidas de parranda las vivimos en el Don Pedro de la Roosevelt.

Celebramos como locos la primera clasificación a un mundial de fútbol, lloramos con la diáspora de los salvadoreños en Honduras, fuimos al nuevo auto servicio del POPS, al primer autocinema, disfrutamos los milk shakes del Pete's, íbamos a Santa Tecla a comer pupusas de crema, a los Planes de Renderos a disfrutar del friíto, al Sunzal a surfear, a andar en patineta por todos lados, hacíamos guerra de huevos el 31 de octubre, reventábamos cohetes hasta mas no poder en Navidad y Año Nuevo.

Aprendimos a silbar "La Vieja" como insulto aceptado y conocido.

 Cantábamos "el Águila Negra" al final de las fiestas ya medio a riatas. Mirábamos en los tres canales de la TV: Mi Marciano Favorito, Jim West, Batman, Hawai 5-0, Perdidos en el Espacio, La Isla de Gilligan, Bonanza, Dimensión Desconocida, Oficina para Todo, con Aniceto Porsisoca y su Compadre Medina Funes, La Tremenda Corte y hasta la novela de las 8 del Canal 2.

 Íbamos al colegio en la mañana y en la tarde. En agosto nos subíamos a las ruedas, íbamos a los turnos de todos los colegios. Los queiques de cumpleaños eran Lido o Victoria.

No había Internet, Nintendo, ni Play Station. Pero la pasábamos muy bien, nunca nos aburríamos, todo era bien barato, la gente era amigable y respetuosa

Bonito era El Salvador en el que crecí.

Ojala que ustedes mis nietos lo hubieran podido conocer así y no como ahora..., con todo lo que estamos padeciendo...

Anónimo, me lo enviaron.