domingo, 10 de febrero de 2013

Inolvidable experiencia en el sur de Asia...segunda parte.


Sexto día.

 Luego del desayuno suculento como el anterior, nos preparamos para irnos al aeropuerto y trasladarnos a otra ciudad, que previo a estas vacaciones, no sabía que existía sino es porque lo interesante que planteaba en su folleto de promoción, su nombre Chiang Mai, ciudad en medio de selváticas montañas a 700 kilómetros al Norte y famosa por su rica cultura “Lanna” Thai, espiritual y profunda en su devoción al arte desde su fundación en el año 1296.
 Esta vez de nuevo fue Bangkok Airways la línea aérea que por hora quince minutos nos llevó a otro rincón del mundo de los reyes, reinas y todas sus costumbres monárquicas. Al arribar, observamos un pequeño aeropuerto sometido al mismo clima, y por su jungla, más propenso a los mosquitos. No pasamos aduana porque estábamos en el mismo país y luego de recoger las maletas, salimos del edificio. Aquí, la bienvenida estuvo a cargo de Aim, una señora pasados los 50, a quien descubrimos sonriente portando un rótulo con nuestros nombres para identificarnos y saludándonos con las manos juntas al medio de su pecho.
 Nos acomodamos en un vehículo para seis pasajeros, pero no esperamos a nadie más. Luego de las correspondientes preguntas, y llegar a la ciudad nos llevó al hotel “U Chian Main Hotel” para pasar el resto del día, y dos noches completas.
 Por el camino empezamos a ver con mayor frecuencia, la cantidad de motocicletas o tuk tuks, que sirven de transporte de personas, de animales y cosas. Aves de corral y cerdos vivos para la venta, es lo que más se ve, pero no faltan las exageraciones como el traslado de llantas, muebles, canastos con mercaderías, etc. Obviamente, capté una que otra foto en plena marcha.
Cuando estábamos frente al edificio, resultó ser en un modesto edificio ubicado en un suburbio con pequeños comercios y restaurantes entre calles muy angostas, como en un pueblo antiguo y en ellas corriendo muchas motocicletas, “tuk tuk por doquier y autos compactos.
 Nos explicaron que por esa zona no se permiten el paso de buses grandes ni vehículos de alto tonelaje por la misma incomodidad de las calles que datan de siglos.
 Para nuestra sorpresa al notar que el hotel no resultó ser un” rascacielos,” sino un edificio de tres plantas, con una modesta recepción con tres escritorios pequeños.
 Al registrarnos, nos advirtieron que nuestra habitación estaba en la tercera planta, pero que el hotel no tenía elevador, pero que tan pronto subiéramos ellos se encargarían de llevar nuestras maletas a la habitación.
Solicitamos cambiarla a la primera o segunda planta, pero nos explicaron que estaba 100% ocupados, y que en dos días podíamos ser cambiamos. Pero para qué si en dos días dejábamos la ciudad.
Sin más que hacer nos instalamos en la habitación que resultó equipada con varios frascos y aditivos repelentes para eliminar los zancudos, los cuales penetraban tan pronto se abrían puertas y ventanas. Aun así, la habitación nos cobijo divinamente con un decorado sobrio y muy cómodo, especialmente sus camas y la limpieza de sus baños. Subir y bajar gradas para 3 pisos no fue tragedia.
Mientras nos instalábamos, la guía nos esperaba en la planta baja para ofrecernos un “tour extra” para esa tarde.
Escogimos un recorrido por los principales talleres artesanales que incluyeron la visita al distrito Sankanpaeng pletórico de tiendas donde muestras telares y como trabajan la seda y el algodón, así como por el camino admiramos preciosidades en la villa de Bo-Sang, donde trabajan el papel para fabricar sombrillas de colores para exportación, vimos como tallan y decoran artículos de piedra, laca, madera, joyería de oro y plata la cual exponen y venden para el turismo internacional, ofreciendo enviarla los artículos de regular tamaño al domicilio del país de origen del comprador.
 La tarde fue abrumadora, pero al filo de las cinco, ya estábamos en el hotel en cuya habitación el tradicional plato de frutas nos esperaba, previo a una cena que podíamos hacer dentro o fuera del hotel.
 Como siempre un baño de agua tibia, cambio de ropas y a curiosear por la ciudad. Paramos en un precioso restaurante tailandés-americano llamado Tamarind Villas & Restaurant, y cuyo menú satisfizo no solo nuestro apetito, sino el exquisito placer de comer en los jardines, a media luz, y donde el temor a las picadas de mosquitos, fue alejado por candelas aromáticas instaladas en nuestra mesa. Luego, la exquisita cama nos esperaba a fin de recuperar fuerzas ya que al día siguiente teníamos un “elephant safari” por la mañana en el “Mae Taman Camp,” ubicado al norte en el distrito Mae Sa, a una hora y media de distancia por auto.

 Séptimo día.

 El desayuno fue en el mismo hotel, y aunque en un espacio limitado, no faltaron los jugos ni la fruta fresca, la pastelería, y lo necesario para darse gusto. Sin embargo, las tentaciones de llenar el estómago a buena mañana fueron vencidas por la sensatez y buen razonamiento.
Terminado el desayuno regresamos a la habitación para una limpieza de dientes y bajamos a la recepción para esperar a la guía, quien llegó a las 8:30 AM. Salimos directamente al “Chiang Dao Camp” y en cuestión de unos 45 minutos y 56 kilómetros por una buena carretera, ya estábamos en medio de la jungla.
Bajamos del auto y fuimos guiados donde estaban listos una línea de seis jóvenes elefantes con sus respectivos domadores estaban listos para la exhibición que comenzó posando para que los turistas prepararan sus cámaras y captar su baño matinal dentro del río, no sin antes estimularlos dándole guineos y otras frutas en su “moco.”
En escenario permite que los turistas observen varias actividades.
Después del baño caminan hacia una espacio abierto con graderías al frente a fin de que cada visitante los vea como realizan “graciosas” actividades que se ven fáciles para ellos, tales como levantar árboles ya cortados y colocarlos en orden, asimismo la “estrella” principal de estos gigantes mamíferos con su aparente frágil extremidad sobre su boca “pinta” un árbol con varios colores y muy acordes a la naturaleza sobre un pliego de papel puesto sobre un “caballete.”
Los aplausos de cada ejecución tienen su respectivo saludo de agradecimiento por cada animal, cuyo trabajo continuará así para los diferentes grupos de visitantes que arriban hora tras hora. Nuestra agradable experiencia concluyó con el paseo donde uno o dos visitantes.
 Para el caso mi esposa y yo, fuimos montados sobre un elefante y llevados por la selvática montaña en un trayecto que duró una hora, pasando gran parte del trayecto subiendo y bajando en medio de una quebrada y metiéndonos al rio en caravana.
Obviamente, el animal era guiado por su respectivo “manejador,” que apura con su propio lenguaje que más parecen “pujidos” y mediante los cuales el cuadrúpedo obedece la ruta a seguir, la cual culmina pasando por un río antes de llegar al punto de partida.
Al finalizar esta jornada que tardó casi todas la mañana, fuimos llevados dentro de las mismas instalaciones a un comedor de amueblado rústico para disfrutar de un delicioso almuerzo con las variedades de la cocina tailandesa.
Con nosotros, el resto de turistas que coincidimos en esa hora, mientras a otros grupos les preparaban para el mismo paseo sobre los elefantes, los cuales dicho sea de paso, nos explicaron que son de una especie gris traída de la India, y no de África. Su diferencia reside en el color, el tamaño de los colmillos y la docilidad para el trabajo. Pasado el almuerzo, hicimos las últimas fotos en el lugar y nos preparamos para la otra aventura de la tarde.
 El traslado al rio Mae Taen fue cuestión de 20 minutos. Tan pronto llegamos, nos ubica ron en una balsa hecha con varas de bambú, y con todo y guía junto al remero, nos fuimos rio abajo con un recorrido de 5 kilómetros pasando por lugares que han sido el productor y actor norte americano Silvester Stalone escogió para la producción de su serie de películas sobre Rambo.
 Formidable experiencia. Cosa que nunca habíamos hecho, a pesar que a mi pareja les gustan las cosas nuevas por descubrir.
Hemos subido el paracaídas jalado por una lancha de Hawái, volado en un helicóptero sobre las montañas rocosas de Banff en Canadá, navegado sobre el Mississippi, etc. pero esta en particular de navegar por un rio sobre una balsa de bambú nunca, y sí que fue inolvidable y nueva para nuestro historial de aventuras.
Desafortunadamente, al bajar de la balsa en la movediza arena del río, mi esposa deslizó levemente. De inmediato no dijo nada, pero luego sintió dolor por un leve doblón en el tobillo, lo que nos preocupó de inmediato, pero con su valentía continuamos de regreso no sin antes de detenernos en una granja de orquídeas.
 Que belleza, apreciar cientos y quizás miles de orquídeas cultivadas con la humedad ambiental, preciosas y de todos los colores. Hasta la persona más indiferente se ve conquistada por esta granja que atrae a todos los turistas que se vuelven locos fotografiándose junto a bellísimas flores sin permitírseles bajo ningún punto de vista cortarlas
 En el mismo lugar, visitamos un criadero de mariposas de todos los tamaños y colores lo que cerró este día de enriquecimiento cultural. El sitio en referencia tiene además, pequeño museo con la historia del lugar y una joyería de cristal bañada en oro con las orquídeas incrustadas, las cuales por supuesto, están a la venta a precios accesibles.
Concluida esta jornada, tan pronto regresamos al hotel explicamos en la recepción la necesidad de bolsas de hielo para el dolorido pie de mi esposa, y el amable personal de la recepción ayudó para localizar un “tuk tuk” y “volar” hacia la farmacia más cercana para conseguir una venda apropiada para el tobillo.
El transporte en referencia costó más de $ 3 dólares por idea y regreso pagados en moneda local, 100 baht, pero en cuestión de minutos estaba de regreso llevándome la sorpresa que el servicio del hotel había facilitado a mi esposa, una pomada especial para el dolor y una cubeta de regular tamaño, complemente llena con cubitos de hielo en cuyo interior el pie de mi esposa se mantuvo por 2-3 horas hasta aliviarla y tener un sueño reparador con su pie vendado.
 La cena la hicimos dentro de la habitación que para variar, estuvo exquisita. No hay duda que por esas tierras no solo se come saludable, sino sabroso y a precios muy cómodos. Y digo por esas tierras, porque ya hemos gustado de las exquisiteces del Norte Este de China, cuando en el 2010 visitamos Beijing, Xi’an y Shanghái.

 Octavo día

 El desayuno lo variamos con algo nuevo del menú, incluyendo las sopas de fideos o macarrones, tallarines o como quiera llamar a esa pasta en tiras delgadas. Las maletas ya estaban listas para subirlas al vehículo y salimos rumbo al aeropuerto. La tarde anterior, la guía nos había entregado una encuesta para llenarla con nuestra personal calificación acerca de los servicios prestados en esta etapa por Chiang Mai.
 Tanto la encuesta la teníamos lista y en el mismo sobre mediano incluimos el pago de la propina para ella y para el conductor del auto tal y como lo requiere las normas de cortesía al corresponder voluntariamente, y adicional al pago por el paquete turístico, a las atenciones en este tipo de servicios al viajar a cualquier parte del mundo.
Dijimos hasta luego a esta tierra sin lamentar que no tuvimos todo el tiempo para ir a todos los templos budistas, las tribus, otras artesanías del lugar y tantos otros atractivos que se nos ofrecieron fuera del paquete contratado. Otra vez será. Bangkok Airway siguió siendo el emblema de otro “pájaro de acero” a Bangkok, solo para el cambio de avión y seguir rumbo a Sian Reap, ciudad ancestral de Cambodia.
El vuelo transcurrió sin novedad por 60 minutos. El termómetro continuó sin moverse. Ropa casual y liviana era de rigor. Aparte del pasaporte, la autoridades de aduana de Cambodia nos exigió visa, la cual mediante el pago de $ 20 dólares fue extendida en cuestión de minutos, no sin antes presentar una fotografía adicional. Yo portaba una en mi billetera (sin billetes, solo con tarjetas plásticas) y mi esposa tuvo que pagar tres dólares extras por una copia-scan allí mismo tomada de su pasaporte. Imagino que llevan un registro especial de los turistas que por docenas salen de los aviones para visitar tan pintoresca zona del sur de Asia.
 Pasada esos requisitos, la bienvenida correspondió a Saphon, un camboyano entre los 30 años, cuyo auto era conducido por un joven chofer entre los 23-25 años, pero que como ya nos ha ocurrido con los anteriores, no hablan inglés.
Pronto nos llevaron al auto para trasladarnos al hotel Victoria Ankor Resort & Spa, un edificio de cinco plantas o pisos construido de principios del siglo XX. Majestuoso rodeado de árboles, frente a la plaza principal de la ciudad, y con un servicio personal impresionante. Me imaginé que estábamos siendo actores de una película como “Lo que el viento se llevó,” sin el incendio por supuesto.
 El guía nos hizo saber que en media hora o cuarenta y cinco minutos estaría de regreso para llevarnos al primero paseo por aquella legendaria ciudad.
Luego del registro correspondiente nos indicaron que la habitación asignada estaba en el primer nivel cosa que nos agradó mucho.
Escoltados por una joven señora con aspecto de mucama, caminamos cinco minutos pasando por bellos jardines bien cuidados con varias clases de plantas con flores exóticas, y al lado de una alberca de aguas azules, donde ya habían más de medio centenar de turistas dándose su baño de sol algunos, y otros en pleno ejercicio de la natación.
Fuimos instalados en una elegante y muy tranquila suite donde –para variar – no faltó las frutas frescas de bienvenida. Tan pronto acomodamos las maletas fuimos en busca de nuestro guía quien ya esperaba por nosotros, pues conforme al itinerario íbamos rumbo a ver el esplendor del monumental Ankhor Thom, capital sagrada y la última de imperio Kamers, con su terraza de elefantes, la terraza del rey Leproso y el impresionante templo Bayon.
 Esta obra maestra del siglo 12 antes de Cristo se encuentra en el centro de Ankhor Thom. Y pudimos observar su maravilla arqueológica de simetría y grandeza. La galería exterior de pared tienen una amplia relieves, pero su mejor atractivo está en los más de 200 “rostros,” esculpidos sobre gigantes rocas, muy silenciosos, pero con su famosa media sonrisa jugando en los labios, frente a los cuales pudimos fotografiarnos en uno de ellos.
El relator inglés PJ de Beersky escribió sobre estos rostros lo que él consideró “líneas sagradas” en cada tamaño, su majestuosidad, y el misterio en cada expresión."
 Allí se nos hizo la tarde sin aglomeraciones, sin bulla, pero con el cuidado de no tropezar en sus rústicos pasillos. Nos explicó Saphon que estos lugares rodeados de templos, cascadas, lagos artificiales fueron escenarios de dominantes culturas, ejércitos con un millón militares en el reinado de Kamers Un atractivo singular es apreciar la puesta del sol, un espectáculo que nos perdimos por la hora de nuestra llegada. Camino de regreso al hotel, Saphon nos hizo un breve recuento histórico del Sur de Asia, donde Cambodia ha sido parte al igual que Tailandia, Viet Nam y Laos, cuya fundación viene de la era neolítica, pero la semilla de la civilización Ankhoriana tiene raíces desde el siglo primero, antes de Cristo.
 Concluida esta primera etapa o día en Siem Reap y de regreso al hotel, nuestra tarea fue acomodarnos bien para el siguiente día, no sin antes buscar algo para cenar. Decidimos no salir y nos decidimos por el restaurante del hotel que resultó con un menú exquisito del cual escogimos una ensalada de frutas combinada con un “pad thai” al estilo de Cambodia.
Nos gustó mucho comer a un lado de la alberca y frente de jardines dentro del hotel escuchando música en vivo con grupos locales de Siem Reap y especialmente, la singular atención de los meseros y meseras que siempre sonríen y colman de frases amables al visitante en un buen inglés.

Noveno día.

 Por la mañana, mientras esperábamos al guía hicimos nuestra sesión de fotos posando frente a vehículos antiguos estacionados frente al hotel y los cuales están de renta por su uno desea conducirlos y viajar por su cuenta dentro o fuera de la ciudad. No era nuestro caso, pues ya esperábamos a Saphon y su acompañante.
 En buen tiempo, salimos es mañana para visitar Ankhor Wat, el templo más grande del mundo, cuyo volumen de piedra es igual a la de Keops en Egipto. Es diferente a todos los templos Kamer por su vista al oeste, y está inspirado en el hinduismo del siglo 12. Sus torres simétricas son estilizadas en la bandera de Camboya moderna.
Concebido por Suryavarman II, Ankhor Wat tomó unos 30 años para construirse. En general se cree que fue un templo hecho para los funerales o del rey. Ha sido ocupado continuamente por los monjes budistas y se preserva bien a través del tiempo. Es un complejo entramado de bajos relieves alrededor de Ankhor Wat por los cuatro lados. Cada uno cuenta una historia. El más famoso de ellos es el batido del océano de leche, cosa que está situado en ala este. En ella, la serpiente Naga, se tuerce por demonios y dioses hasta brotar el elixir de la vida. Así lo entendimos con las explicaciones del guía, y los folletos promocionales de la ciudad en ruinas.
El tiempo yendo por cada rincón del tempo consumió las primeras horas del mediodía.
 Llegó la hora del almuerzo y Saphon nos dio a escoger entre los modestos comedores del lugar. El guía y su acompañante nos dejaron solos en el lugar, pues este “lunch” no venía incluido como suele suceder en los paquetes turísticos.
 Escogimos en restaurante que tenía aire acondicionado, aunque nos aseguraron que todos eran higiénicamente aprobados por las autoridades de turismo. Y efectivamente resultó con buena comida, limpio y bien atendido por el propietario y su personal entre los cuales había adolescentes de ambos sexo entre los 15 años y 21 años. Al cabo de una hora, estábamos listos para la siguiente jornada.
Mientras esperábamos, observamos muchos vendedores ambulantes menores de edad, a quienes no se les permite ejercer ese oficio, pues son horas que deben estar en la escuela. Pero con toda regla tiene un excepción, estos niños nos abordaron antes y después de abordar el auto.
 Advertimos que a pesar de su edad, ellos procuran identificar el idioma del visitante para ofrecerle sus mercancías en su propio idioma, este puede ser inglés, francés, español, y otros lenguajes propios de esa región. ¿Como aprenden? Escuchando a los turistas nos explicaron.
Comenzamos yendo rumbo a Ta Prohm, el templo que a través del tiempo ha sido dejado en su estado natural, sin reparaciones ni restauraciones desde que fue descubierto por exploradores franceses. Rodeado de la jungla, cuenta con una laberinto de piedras, pasillos cubiertos de las raíces y ramas de enormes árboles Bayan, que envuelven las piedras cual tentáculos, algo que nunca había visto, y mucho menos en ese tamaño de árboles. Es otro de los templos más largos de Ankhor desde su descubrimiento en 1186, el cual es y sigue siendo promovido por los historiadores que enfatizan su encanto místico.
 Nosotros quedamos impresionados con estos inmensos árboles que reverdecen en cada estación del año ignorando la mezcla con piedras desde hace cientos de años. Saphon, atendiendo mis preguntas, dijo que los templos fueron primero que los árboles que en principio pudieron haber surgido como parásitas, pero que en definitiva no lo son.
Esa misma tarde continuamos en otro templo. Nos referimos Preah Khan, conocido como la “espada sagrada,” un extenso complejo monástico de 56 hectáreas construido por el rey de Kamer Jayavarman VII, como un monasterio dedicado para la enseñanza. Es otro de los templos ubicados en la pequeña Baray y parte de Preah Khan, un sitio que la fundación mundial de monumentos del Asia ha escogido dentro de un proyecto de renovación meticulosa para mantener sus misteriosos encantos y excelente estructura original.
Salimos de aquí impregnados de una nostálgica sensación de paz. De regreso al hotel solo para el baño nocturno después de la gran sudada subiendo y bajando piedras en cada templo, y más temprano que tarde, y antes de la cena fuimos a curiosear las tiendas locales, pero no tuvimos necesidad de los tuk tuk que deambulan de arriba abajo por la ciudad, sino que caminamos a los negocios vecinos. Muchas prendas de vestir para ambos sexos, hechas a mano, artesanías de madera, barro, lacra, piedras, etc. a “precios de me lo llevo,” pero uno piensa y repiensa comprar, porque la maleta no da para más entre una y otra cosa que uno adquiera en cada estación de la ruta, así que aparte de una blusa para Gloria, solo agregamos una botellita de brandy. Suficiente para estimular el apetito. La preciosa blusa hecha a mano de manta liviana estaba predestinada a estrenarla en Bangkok donde nos esperaba otra escala solo para ir preparando ya el regreso a América en un par de días más....continuará.

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