jueves, 8 de septiembre de 2011
Pescadores guanacos derrotan a los gladiadores romanos.
Se vale llorar porque también lloran los valientes, los grandes, los que son
leyenda. Hemos derrotado a los locales, a Italia que jugó con el apoyo de su
afición y la parcialidad del árbitro ecuatoriano que se inventó dos penaltis,
uno de los cuales fue parado por el gigante Heliodoro Portillo.
El 6 a 5 a favor de los nuestros está pintado con sangre y enmarcado con broches
de oro. Los siglos pasarán pero no el recuerdo de la gesta heroica. Las actuales
y nuevas generaciones hablarán por siempre de este momento histórico y
convertirán a cada guerrero en un místico de nuestro carisma nacional.
Hoy los nueve millones de salvadoreños en el mundo han suspirado y gritado a
todo el mundo que somos guanacos, que tenemos el corazón y el alma pintado de
azul y blanco. Somos gigantes y gracias a unos humildes salvadoreños que nos han
dado la más grande alegría deportiva de todos los tiempos. Estamos entre los
cuatro mejores del mundo en el fútbol playa podemos llegar a estar entre los dos
mejores del mundo. Hoy se vale soñar y creernos que podemos ser campeones del
mundo. Ya lo somos, ya somos campeones morales.
El Salvador brilla en el firmamento. Nuestros guerreros han logrado lo que pocos
logran. A base de goles han unido a un pueblo sediento de unidad y alegrías. Si
hoy fueran las elecciones a estos hombres los elegiríamos presidente porque
votaríamos con el corazón agradecido.
Esos humildes pescadores son nuestros héroes, verdaderos héroes que se han
echado al país en sus hombros para cargarlo por el sendero de la gloria. Por el
rumbo de los triunfadores y de los que arrodillados agradecen a Dios por cada
triunfo.
Cada gol fue una baldada de orgullo y cuando el árbitro pitó el final, fue como
encontrar el topus uranos. El mundo ideal de los hombres y mujeres que aspiran a
la perfección terrenal. Fue el éxtasis que permite ilusionarnos con que ganarle
a Rusia para acceder a la final es posible.
Gracias guerreros, porque con ustedes caminamos las veredas de la felicidad y
llegamos a la autopista de la fe… Con ustedes uno grita sin complejos
¡Qué lindo es El Salvador!
Gracias Campeones, la patria los admira y respeta.
por Jaime Ulises Marinero
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