martes, 29 de septiembre de 2009

¿Te acuerdas de...?

El relato a continuación me lo mandaron en un e-mail como cadena, de esas que hay que hacer copia y mandarsela a todos sus amigos.

Yo no soy partidario de servir de eslabón de ninguna de ellas, pero ésta me gustó su mensaje.
Así que decidí compartirla con ustedes, y si quieren, pues la pueden copiar.

Memo.


¿Te acuerdas de... aquel tiempo, cuando las decisiones importantes se tomaban mediante un práctico... 'Tin Marin de Dos Pingüe... Cucara macara, titere fue... "Piedra,papel o tijera", o "par y non"?.
-Se podí­an detener las cosas cuando se complicaban con un simple...'No sevale' "pido tai".
-Los errores se arreglaban diciendo Simplemente... 'Empezamos otra vez.
-El peor castigo y condena era que te hicieran escribir 100 veces... 'No debo...
-Para salvar a todos los amigos... bastaba con un grito de..."Un, Dos, Tres para mi y por todos mis amigos....
- Siempre descubrí­as tus más ocultas habilidades, a causa de un....¿A que no haces esto?.
- No habí­a nada más prohibido que jugar con fuego... SOBRE TODO EN DICIEMBRE.
-Y lo único que nos hací­a correr como locos...EL ÚLTIMO ES UN...
-El 'ladrón y el policia' era solo un juego para el recreo, y por supuesto era mucho más divertido ser ladrón que policí­a...
-Las bombas de agua eran la más modernas, poderosas y eficientes armas que jamás se habían inventado...
-Nunca faltaba el dinero que nos dejaba el ratoncito bajo la almohada... por los dientes.
- El grito "GUERRA" solo significaba arrojarse bolas de papel o pedacitos de yeso en la escuela.
-El pan con crema o miel, y la leche con pan constituí­an el grupo de los alimentos básicos y esenciales... y Los bolis, minutas, charamuscas y chocolates gallito las mejores golosinas.
- Quitarle las ruedas pequeñas a la bicicleta significaba un gran paso en tu vida....
- Y un gran salto fue...tu primer gol.
- El mayor negocio del siglo era conseguir cambiar la tarjeta que a todos les faltaba del "album del saber" que nadie tenía.
-Todos te admiraban si lograbas cruzar la cuerda mientras saltabas, o saltabas bien el hule, la hacias con las chibolas o le pegabas al trompo o le ganabas al capirucho a los demás en una güimba.
-Era un gran tesoro si encontrabas 'algo' mientras abrias un gran agujero en la tierra.
-Sentarse frente al televisor a las 5 en punto con los ojos bien atentos aver Mazzinger, El chavo del ocho, Titanes en el ring o Kimba.. o...ejem, Candy…


Todas estas simples cosas nos hací­an felices, ¿verdad?. No necesitábamos nada más.
Un balón, una cuerda, un hule, jacks y dos amigos(as) con los que pasarlo bien durante todo el día...

SI PUEDES RECORDAR LA MAYORÍA DE ESTAS COSAS
Y HE CONSEGUIDO QUE SONRIAS...
ENTONCES SIGNIFICA QUE HAS TENIDO
UNA INFANCIA FELIZ
Y QUE TODAVÍA TE QUEDA DENTRO ALGO
EL NIÑO QUE FUIMOS HACE ALGUN TIEMPO.


ASÍ QUE ENVÍA ESTO AL QUE NECESITE UN PEQUEÑO DESCANSO
EN SU APRETADA Y AGITADA VIDA DE ADULTO,
O QUE ESTA ENTRANDO EN ELLA Y SE AGOBIA.


NUNCA PIERDAS AL NIÑO O NIÑA QUE LLEVAMOS DENTRO
PORQUE DA SENTIDO A NUESTRA VIDA!.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Los Cruzados... Por Luís Echegoyen.

Cuento, de la novela “Río Revuelto”.

El cura Francisco Campos se adelantó un poquito cuando llegó el Obispo Auxiliar…Este llegaba desde el Arzobispado de San Salvador, capital de la República de El Salvador, en la América Central…¡Nada menos!

Todas las fuerzas de católico fino y piadoso que formaban la base espiritual del Cura Campos, se le arremolinaron en la frente, como su "muy personal corona de espinas", como él reconocía siempre, y que tenía que sufrir mientras usara sotana, provocados esos cardos por las irregularidades e injusticias de su iglesia, cuando, por ejemplo, mandaban a "viejos de espíritu tullido", como este Auxiliar, a no auxiliar a las gentes pobres que habitaban y ahora rellenaban cantones como "El Ducado", cerca de Santiago Apóstol, Departamento de Usulután.
El Obispo Auxiliar Alfaro, era de la "clase pudiente", de la gente con pisto, de los adinerados.

Después de fracasar como estudiante de Economía, en la Universidad de Berkeley, en California, Bernardo Alfaro, o "El Faro", como le apodaron sus compañeros latinos, haciendo mofa de su mirada fija, sin vida, calculadora y fina, que escudaba tras dos lentes "culo’e botella" que le medio neutralizaban su miopía, "El Faro" regresó a El Salvador, y gracias a manipulaciones familiares, logró ingresar, un poco mayorcito de lo acostumbrado, al seminario "San José de la Montaña" y después de ordenarse, lo nombraron ayudante del viejo cura de una parroquia de caja breve pero caudalosa.

Hizo algunos cambios y modernizó un poco la comunicación secular con la grey, y después... pues, ¿qué viene después…? Pues, ¡Roma!, con estudios en la Universidad Pontificia, con especialización en lenguas y Política Eclesiástica, y de regreso al país, derechito al Palacio Arzobispal, en donde era pieza clave e infaltable en reuniones con ministros y facciosos del gobierno, embajadores extranjeros y toda la pompa y el boato propios del poder.

La luz de "El Faro" se volvió más directa y más fría, porque hasta con las facciones de izquierda conseguía siempre lo que quería.
Por eso, el cura Campos sólo se dignó a medio besar el anillo que el prelado le tendió en un ademán de mando y subyugación... pero una de sus "espinas" le dictó al cura rural, que no le diera el ósculo episcopal exigido con fuerza, sino que una escupida "para adentro"... Cuando se la tragó, sintió una punzada aliviadora en la mitad de la frente, que le bajó rápidamente por la nuca y se le alojó en el costado. "¡Misión cumplida!", le gritó otro garfio.

Monseñor Alfaro, enviado especial del Arzobispo para aliviar los dolores de aquella pobre gente, a la que, después de una gran sequía, le cayó un gran temporal con su consiguiente inundación y había quedado con hambre, con diarrea y en una situación completamente lamentable, desesperante e inhumana, le esperaba con todos sus dolores y sus moscas, abigarrada toda debajo de un gran árbol de amate, amarrada en puño por la cadena de su esperanza, esperando la bendición que venía de la capital, con la venia del Arzobispo.

"El Faro", situó su chaparrita humanidad entre dos guitarristas campesinos, y después de cantarles "De colores", entregó a aquellos fieles incondicionales, con los ojos esperando los frijoles y las tortillas, un mensaje de paz y de esperanza, pero nada de “conqué”…nada alimenticio.

"Sé por cuenta propia por los sacrificios que están pasando...considérense dichosos, porque Nuestro Señor los ha escogido como sus santos mártires de este momento histórico por el que atraviesa nuestra patria... La miseria es bendición de muchos, pero pocos la saben aceptar como compromiso divino.
Ustedes serán el ejemplo de gallardía cristiana y de aceptación sin quejas... Cruzados modernos que emularán a aquellos, que felices, se lanzaban, pecho abierto, contra las huestes mahometanas para reconquistar Jerusalén... Ustedes con su cruz, son los Cruzados de hoy, el espejo cándido de aquellos mártires cristianos que recibían como hostia sagrada, el zarpazo artero de los leones en el coso romano… Vuestro alimento debe ser espiritual, vuestro abrigo, al calor de nuestra Santa Iglesia que no se cansa de rezar por vosotros... y, vuestro consuelo, el de saber que son los santos escogidos de este siglo, en este lugar, ya sagrado por la sal de vuestras lágrimas… Y así, entonces, los dejo con Dios, mis sufridos cruzados”.

Después rezó un Padrenuestro, un Avemaría y cantó nuevamente "De colores", para sellar así, aquella cuasi canonización masiva... Toda la grey campesina se quedó pasmada, extática y más hambrienta… sólo tres viejas beatas, acompañaron al Auxiliar a abordar su "Cherokee" que lo llevaría de nuevo a su palacio.
(Rufina Amaya, única sobreviviente de la masacre del Mozote junto al sacerdote belga Rogelio Ponseele).

Debo decir que, antes de que éste terminara su tremenda perorata, el cura Campos se había escabullido, y poquito a poco se encaramó en una de las más frondosas ramas del gran amate, y cuando el Auxiliar terminó su homilía campirana, al ponerse el sombrero de paja con el que medio se disfrazaba de campesino cuando visitaba esos lugares, el cura Campos, desde arriba, le lanzó el escupitajo guardado en su pecho, bautizando al prelado en la corona del sombrero.

Saliendo de su estupor, los campesinos todos, toda aquella hambrienta indiada que se dio cuenta de la movida de Campos, aplaudió a rabiar la gran escupida con la que se fue galardonado "El Faro"... La rabia de los aplausos continuaba y parecía que la rabia de todo un pueblo se le venia encima al Auxiliar.

Este, en su miopía, pensó que su homilía, ya dicha y redicha en otros cantones y aldeas, había sido todo un éxito. El cura Campos, subido en la rama, comprendió al fin, que él no era de esa iglesia, y en vez de hacer dos cruces con los dedos de cada mano, revirtió la señal sagrada en un populachero gesto insultativo de "¡Má…!", y apretando los dos puños, hizo un doble gesto, mitad amenaza, mitad desconfianza; se bajó del amate, y subiéndose a un palo de cutuco más bajito, pero más flexible y duradero, dijo a sus hambrientos y harapientos feligreses:

"Bueno, mis sufridos cruzados... ahora a cabalgar... ahora a luchar, porque de ahora en adelante, de seguro que vamos a ser cruzados… pero no de brazos…"

Cuando el "Cherokee" entornaba ya la ultima curva de la calle de polvo que lo llevaría a la carretera pavimentada, el Auxiliar alcanzó a escuchar un "¡Viva…!" a saber a quién, y varias detonaciones... y con una sonrisa de satisfacción que alumbró su mirada calculadora, dijo a su chofer: "Nunca falla... siempre tiran cohetes para despedirme...!" El pobre no supo distinguir la diferencia entre las explosiones de los cohetes festivos y las de las escopetas.

42 hombres y el cura Campos, desaparecieron de "El Ducado", llevando los pechos cruzados de cananas.
La montaña los conoció después, como “Solís y sus Cruzados…”
(Sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo, precursor de la filosofía de la"Teolología de la liberación).



jueves, 17 de septiembre de 2009

Anastacio.

Con la voz del Almanaque
Y el nombre de Anastasio
Apareciste indio nonualco
En la tierra salvadoreña.

Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
Con algo de Quetzalcoatl y otro de Atlacatl
Eres Mártir Anastasio Aquino
El héroe a decapitar

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza
De la América ingenua que tiene sangre indígena
Que aun rezas a Jesucristo y aun hablas español
En siete semanas tu revolución hiciste.

Eres rústico y hábil; te opones al explotador
Y domando a los blancos te erigiste Rey
En la iglesia del Pilar te coronaste campeón
De los derechos humanos del trabajador

Los chapetones son potentes y grandes
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
En las Naciones Unidas y en la OEA también
Mas en las Torres Gemelas gimen de dolor

Desde tu cueva hiciste templar
Al ejército enemigo de los derechos del indio
Hoy tus ideas alumbran a toda la nación
Y al mundo entero asombra tu acción

Tened cuidado. ¡Hierve la sangre del indio¡
Hay mil cachorros sueltos del gran Jaguar
Que claman por paz y justicia social
La insurrección de Anastasio llegando está

Eres Anastasio el bueno
El malo es el de Nicaragua
Tu eres patriota y leal
El otros es servil de los gringos

Saludas la patria orgullo
De hijo suyo te puedes llamar
En el cerro Tacuazín escondido estuviste
Aguardando tu gran ideal

Tu cara tiene una sonrisa irónica y mordaz
Eres macizo de carnes y fuerte
Tienes la astucia del indio
Y eres la flor y nata de los bribones

Así te describieron los curas
Cuando les contaste tus proyectos
De liberar de la esclavitud a los nonualcos
De mano de los chapetones –blancos-

"Soy tigre sin uñas ni colmillo", dijiste
cuando los soldados te capturaron
Mas ahora tus ideas soplan y llenan el mundo
De libertad, justicia, equidad y solidaridad

Cien arriba y cien abajo
Y adentro nonualqueños
Fue la orden del combate
Ante los militares de Prado

Porque todo lo que existe
En la extensión de estas tierras
Pertenece a mis hermanos
Que se hallan en la miseria

Así dijiste a los curas
Que te visitaron
Tras las celdas encerrado
Creyeron te matarían

Te saludan reverentes
Las tribus del mundo:
Los Mayas, los incas, apaches
Afro-africanas y asiáticas.

Para ti el respeto de los pueblos
Y la corona de valor
Que hoy ceñimos
A vuestra inmortal sien.

Por Enrique Barillas.

martes, 15 de septiembre de 2009

jueves, 10 de septiembre de 2009

Oración a la Selecta salvadoreña

De los Cobos te salve, Selecta Amada,
en tus juegos hemos nacido y amado;
eres el sudor que respiramos,
la técnica que nos sustenta,
los goles que amamos,
la pérdida que nos ofende,
la socazón que nos consuela.

Tú tienes nuestros jugadores queridos,
fértiles volantes,
goles majestuosos,
soberbios pases,
apacibles codazos,
salarios de púrpura y no de oro.

En tus campos ondulan azules banderas,
en tus entrenos vibran los motores,
chisporrotean los tacos,
surgen las bellezas del pase.

Selecta, en tus juegos armoniosos
pedimos a la Concacaf que te ampare,
que abra vuestra alma al resplandor del pito,
grabe en ella dulce afecto al Vietnam y a la Platea,
y nos infunda tu vasto valor.

Selecta, tu historia, blasón de héroes y magia,
me enseña virtudes y anhelos;
tus partidos son el alma
que enaltece el orgullo nacional
y marcas los goles floridos
que nos llevan al Mundial.

¡Bandera de la Patria,
símbolo pintado en las caras
de los aficionados de El Salvador,
te saludan reverentes las nuevas aficiones!

A tí el gol vivificante de nuestras victorias,
los himnos del Pajaro picón,
las celebraciones en el Boulevard de los Héroes.

Para ti, el respeto de los oponentes
y la clasificación al Mundial
que hoy pedimos tus seguidores fieles.

sábado, 5 de septiembre de 2009

La noche y el abuelo. Colaboración de dago Flores.

La noche apretó los dientes, cerró los ojos y aturró la cara mientras se deslizaba por el tejado de la casa. La bajada por las paredes abrigadas por la hiedra le costó un poco más porque no había escalera. Ahí, la noche se rompió las naguas y pedacitos de oscuridad se fueron quedando trabados entre el montón de hojas puntudas y secas que apuntaban hacia el cielo.

Descansó un rato en el patio antes de decidirse a entrar a la casa, porque no sabía si adentro sería bien recibida. De sobra sabía que la llama de los candiles le causaba un leve cosquilleo y que ella, con su risa, casi los alcanzaba a apagar. Para desquitárselas se pasaba los dedos pulgar e índice por la lengua y luego, con esos mismos dedos llenos de un líquido más negro que la ausencia, restregaba la llama y la untaba de un tile negro negro que se quedaba prendido en las paredes y techos como garrapatas.

En algunos hogares, la noche se deleitaba con los cuentos que los más viejos palabreaban a sus hijos y nietos. Atenta a cada gesto, tanto del que contaba el cuento como de los que los oían, la noche colaboraba para hacer de cada cuento una experiencia inolvidable. Decía el abuelo: "Venía un hombre a caballo por el camino real, y antes de llegar a la quebrada...", y la noche se quedaba en un silencio profundo profundo que tal parecía que las palabras del abuelo eran el único sonido en el universo.

En alguna parte del cuento el abuelo dijo: "... se le apareció un animal con unos colmillos grandes y unos ojos que despedían fuego...", y la noche aprovechó el momento para puyar con un chirivisco puntudo a todos los perros que estaban cerca y éstos comenzaron a aullar como almas en pena. El aullido de los perros se arremolinó entre los cipotes y éstos lo rayaron todo con las puntas de los pelos erizados por el miedo. En momentos como esos, la noche le apachaba un ojo al abuelo, para que este siguiera con el cuento.

El abuelo, que no sabía ni leer ni escribir las letras de sus nietos, se sabía estas historias de memoria porque las había oído de sus abuelos y porque también, en más de alguna ocasión, le había tocado participar en alguna de ellas. La necesidad lo había empujado en muchas noches de insomnio a hacerle surcos a la noche con sus dedos y ésta, conociendo su secreto, guardaba todos sus garabatos en una matata para devolvérselos cuando la necesidad apremiaba. Entre la noche y el abuelo se formó una amistad que no se consigue tan fácil entre dos seres humanos: la noche le escondía las lágrimas que en raras ocasiones se le escapaban de sus ojos negros; con una delicadeza sublime le ponía lienzos de aire tibio en la frente y le peinaba sus cabellos; y para que durmiera tranquilo le enseñaba una estrella que estaba colgada en el cielo y en la cual había muchos cipotes esperando sus cuentos.

Despenicados por todo el cuarto los cipotes escuchando al abuelo, se iban arrastrando para estar más cerquita uno del otro y evitar así que el miedo se metiera mucho entre medio de ellos. Abuelo y noche percibían esa estrategia y arreciaban con lo más espeluznante del cuento. El abuelo decía: "... del hocico de aquél animal negro se desprendía una baba espesa que llegaba hasta el suelo...", y en esos momentos el abuelo recogía toda la saliva que tenía en la boca y la escupía cerca de él. " Y CATAPLÁN" decía el abuelo, al mismo tiempo que aplastaba con su pie derecho el charco de saliva todavía fresco. A algunos de los cipotes los ojos se les escapaban a salir, a otros el corazón les daba un vuelco, y a los menos valientes una humedad no muy placentera se les rejuntaba en el asiento.

"La fiera se tiró sobre el caballo del hombre..." fue la señal del abuelo para que la noche puyara con un hierro caliente al caballo del abuelo que descansaba a pocos metros de distancia. El caballo relinchó violentamente como volcán que hace erupción de repente, tiró un par de patadas que le pegaron a un palo de anonas que estaba cargadito. Un par de anonas se desprendieron del palo y al caer causaron un ruido que asustó más al caballo y a los cipotes. A estas alturas los mentados cipotes se habían rejuntado de tal forma que parecían un puñito de sal colocado en el suelo.

La noche vio una mancha húmeda en el suelo que no era la escupida que hacía ratitos había tirado el abuelo. Se acercó para huelerla y comprobó que a uno de los cipotes se le había roto el valor y que su miedo había dejado huella. Se untó el dedo y se lo pasó al abuelo por la nariz para que éste supiera a que nivel estaba llegando la capiazón en la cual tenía a los cipotes, y antes que éstos descubrieran que el tufo provenía de uno de ellos les dijo: "...mientras la fiera descuartizaba al caballo, al hombre se le aguadiaron las patas y al tratar de correr se cayó varias veces, pero nunca en la quebrada, de modo que lo mojado que llevaba atrás del pantalón era de él". Y para tratar de reivindicar al cipote del miedo roto les siguió diciendo: "Ahora vaga ese hombre por todos lados, de pueblo en pueblo, y dice la maldición que cada vez que se cuente su historia, éste hombre se acercará al más valiente para dejarle la misma huella...".

La noche y el abuelo se hicieron los desentendidos para que cada uno de los cipotes tuviera la oportunidad de comprobar con disimulo si había sido él el elegido por el hombre del cuento. El cipote que desde hace rato no hallaba ni como cruzar las patas para disimular lo pegajoso de una masa, semilíquida y semisólida que le apareció en el pantalón en lo mejor del cuento, no escucho la parte de la maldición del relato del abuelo y en medio del tufo y de la pena se puso rojo rojo cuando los demás se le quedaron viendo después de comprobar que ninguno de ellos tenía la maldición del hombre que andaba de pueblo en pueblo castigando a los valientes que se atrevían a escuchar su historia.

En medio de temores y vergüenzas y de colores que se le iban y venían, y aplastado encima de su cobardía este cipote no entendía como los demás lo miraban con cierta admiración. La abuela, quien había gozado todo el espectáculo como si hubiera sido la primera vez, se convenció una vez más que la decisión de haber escogido a este abuelo por compañero había sido la mejor de su vida. Con el amor que siempre le caracterizaba, la abuela se levantó de la mecedora y sin decir palabra alguna recogió al cipote manchado y lo llevó a la pila para lavarle. "Estoy orgullosa de vos" le dijo con voz pausada, mientras le tiraba una guacalada de agua fría en las nalgas y agregó: "ahora ya puedo dormir tranquila, ya se quien me defenderá de los espantos y de los sustos".

Llegó la hora de dormir. La noche apagó los candiles con un beso y vio como cada uno de los cipotes se acomodaban en la oscuridad de sus camas. Solo uno de ellos estaba con los ojos bien pelados y el pecho descubierto y con una cara donde se dibujaban dragones vencidos en batallas de espadas y de fuego. Poco a poco la cobija fue cubriendo este pecho y la noche fue extinguiendo el fuego y guardando las espadas que quedaron regadas por el campo de batalla. Nietos y abuela se regocijaban en los brazos de un sueño placentero.

El abuelo se quedó con la noche un ratito más y le agradeció su presencia y sus atenciones. Con sus dedos hizo garabatos para hilvanarle los hilos rotos que la noche se había hecho cuando se atravesó el cerco para ir a puyar al caballo y a los perros. Esta vez no hubo ni lágrimas perdidas ni lienzos tibios porque el final del cuento había sido feliz y el cansancio del cuerpo era merecido y placentero. La noche le dio un beso en la frente y se despidió diciendo: "el cielo es un espejo grande del cual se cuelgan muchas estrellas, la que yo te enseñé: es tu reflejo".