Cuento, de la novela “Río Revuelto”.
El cura Francisco Campos se adelantó un poquito cuando llegó el Obispo Auxiliar…Este llegaba desde el Arzobispado de San Salvador, capital de la República de El Salvador, en la América Central…¡Nada menos!
Todas las fuerzas de católico fino y piadoso que formaban la base espiritual del Cura Campos, se le arremolinaron en la frente, como su "muy personal corona de espinas", como él reconocía siempre, y que tenía que sufrir mientras usara sotana, provocados esos cardos por las irregularidades e injusticias de su iglesia, cuando, por ejemplo, mandaban a "viejos de espíritu tullido", como este Auxiliar, a no auxiliar a las gentes pobres que habitaban y ahora rellenaban cantones como "El Ducado", cerca de Santiago Apóstol, Departamento de Usulután.
El Obispo Auxiliar Alfaro, era de la "clase pudiente", de la gente con pisto, de los adinerados.
Después de fracasar como estudiante de Economía, en la Universidad de Berkeley, en California, Bernardo Alfaro, o "El Faro", como le apodaron sus compañeros latinos, haciendo mofa de su mirada fija, sin vida, calculadora y fina, que escudaba tras dos lentes "culo’e botella" que le medio neutralizaban su miopía, "El Faro" regresó a El Salvador, y gracias a manipulaciones familiares, logró ingresar, un poco mayorcito de lo acostumbrado, al seminario "San José de la Montaña" y después de ordenarse, lo nombraron ayudante del viejo cura de una parroquia de caja breve pero caudalosa.
Hizo algunos cambios y modernizó un poco la comunicación secular con la grey, y después... pues, ¿qué viene después…? Pues, ¡Roma!, con estudios en la Universidad Pontificia, con especialización en lenguas y Política Eclesiástica, y de regreso al país, derechito al Palacio Arzobispal, en donde era pieza clave e infaltable en reuniones con ministros y facciosos del gobierno, embajadores extranjeros y toda la pompa y el boato propios del poder.
La luz de "El Faro" se volvió más directa y más fría, porque hasta con las facciones de izquierda conseguía siempre lo que quería.
Por eso, el cura Campos sólo se dignó a medio besar el anillo que el prelado le tendió en un ademán de mando y subyugación... pero una de sus "espinas" le dictó al cura rural, que no le diera el ósculo episcopal exigido con fuerza, sino que una escupida "para adentro"... Cuando se la tragó, sintió una punzada aliviadora en la mitad de la frente, que le bajó rápidamente por la nuca y se le alojó en el costado. "¡Misión cumplida!", le gritó otro garfio.
Monseñor Alfaro, enviado especial del Arzobispo para aliviar los dolores de aquella pobre gente, a la que, después de una gran sequía, le cayó un gran temporal con su consiguiente inundación y había quedado con hambre, con diarrea y en una situación completamente lamentable, desesperante e inhumana, le esperaba con todos sus dolores y sus moscas, abigarrada toda debajo de un gran árbol de amate, amarrada en puño por la cadena de su esperanza, esperando la bendición que venía de la capital, con la venia del Arzobispo.
"El Faro", situó su chaparrita humanidad entre dos guitarristas campesinos, y después de cantarles "De colores", entregó a aquellos fieles incondicionales, con los ojos esperando los frijoles y las tortillas, un mensaje de paz y de esperanza, pero nada de “conqué”…nada alimenticio.
"Sé por cuenta propia por los sacrificios que están pasando...considérense dichosos, porque Nuestro Señor los ha escogido como sus santos mártires de este momento histórico por el que atraviesa nuestra patria... La miseria es bendición de muchos, pero pocos la saben aceptar como compromiso divino.
Ustedes serán el ejemplo de gallardía cristiana y de aceptación sin quejas... Cruzados modernos que emularán a aquellos, que felices, se lanzaban, pecho abierto, contra las huestes mahometanas para reconquistar Jerusalén... Ustedes con su cruz, son los Cruzados de hoy, el espejo cándido de aquellos mártires cristianos que recibían como hostia sagrada, el zarpazo artero de los leones en el coso romano… Vuestro alimento debe ser espiritual, vuestro abrigo, al calor de nuestra Santa Iglesia que no se cansa de rezar por vosotros... y, vuestro consuelo, el de saber que son los santos escogidos de este siglo, en este lugar, ya sagrado por la sal de vuestras lágrimas… Y así, entonces, los dejo con Dios, mis sufridos cruzados”.
Después rezó un Padrenuestro, un Avemaría y cantó nuevamente "De colores", para sellar así, aquella cuasi canonización masiva... Toda la grey campesina se quedó pasmada, extática y más hambrienta… sólo tres viejas beatas, acompañaron al Auxiliar a abordar su "Cherokee" que lo llevaría de nuevo a su palacio.
(Rufina Amaya, única sobreviviente de la masacre del Mozote junto al sacerdote belga Rogelio Ponseele).
Debo decir que, antes de que éste terminara su tremenda perorata, el cura Campos se había escabullido, y poquito a poco se encaramó en una de las más frondosas ramas del gran amate, y cuando el Auxiliar terminó su homilía campirana, al ponerse el sombrero de paja con el que medio se disfrazaba de campesino cuando visitaba esos lugares, el cura Campos, desde arriba, le lanzó el escupitajo guardado en su pecho, bautizando al prelado en la corona del sombrero.
Saliendo de su estupor, los campesinos todos, toda aquella hambrienta indiada que se dio cuenta de la movida de Campos, aplaudió a rabiar la gran escupida con la que se fue galardonado "El Faro"... La rabia de los aplausos continuaba y parecía que la rabia de todo un pueblo se le venia encima al Auxiliar.
Este, en su miopía, pensó que su homilía, ya dicha y redicha en otros cantones y aldeas, había sido todo un éxito. El cura Campos, subido en la rama, comprendió al fin, que él no era de esa iglesia, y en vez de hacer dos cruces con los dedos de cada mano, revirtió la señal sagrada en un populachero gesto insultativo de "¡Má…!", y apretando los dos puños, hizo un doble gesto, mitad amenaza, mitad desconfianza; se bajó del amate, y subiéndose a un palo de cutuco más bajito, pero más flexible y duradero, dijo a sus hambrientos y harapientos feligreses:
"Bueno, mis sufridos cruzados... ahora a cabalgar... ahora a luchar, porque de ahora en adelante, de seguro que vamos a ser cruzados… pero no de brazos…"
Cuando el "Cherokee" entornaba ya la ultima curva de la calle de polvo que lo llevaría a la carretera pavimentada, el Auxiliar alcanzó a escuchar un "¡Viva…!" a saber a quién, y varias detonaciones... y con una sonrisa de satisfacción que alumbró su mirada calculadora, dijo a su chofer: "Nunca falla... siempre tiran cohetes para despedirme...!" El pobre no supo distinguir la diferencia entre las explosiones de los cohetes festivos y las de las escopetas.
42 hombres y el cura Campos, desaparecieron de "El Ducado", llevando los pechos cruzados de cananas.
La montaña los conoció después, como “Solís y sus Cruzados…”
(Sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo, precursor de la filosofía de la"Teolología de la liberación).
2 comentarios:
Bonita historia, y con todo respeto mi punto de vista hacia la lucha de la liberacion es que una vez mas queda demostrado en nuestro pais que no puede haber cambios economicos ni politicos ni historicos si primero no hay un cambio radical en nuestras propias vidas, necesitamos un verdadero lider, lastima que estos no se dan muy amenudo y cuando llegan los matan muy jovenes...
Tu amigo bigotes.
Hola Luís, placer verte de nuevo por aquí.
Esta historia es de Luís Echegoyen, un locutor compatriota nuestro de radio y televisión residente en San Francisco y que por muchos años fue el "anchor" de Univisión en esa ciudad. Fue muy famoso en nuestro pais allá por los 60s.
Volviendo a la historia, quiero recordarte que mucho sacerdotes se unieron a las luchas revolucionarias cuando se agotaron las vias democráticas pidiendo cambios para los pueblos reprimidos por los gobiernos oligarquicos de muchos de nuestros paises y muchos de ellos fueron asesinados.
En nuestro país fueron asesinados Rutilio Grande y Monseñor Romero, dos de los sacerdotes mas comprometidos con las causas de los más necesitados.
Saludos Bigotes.
Memo.
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