domingo, 26 de julio de 2009

Recordando las Buenas Epocas, parte 1






Luis López, el Monseñor del rock, y Chente Sibrián, un rockero especial. Restaurante "Ruko Rock" en Los Planes de Renderos. Sábado por la noche. Va vestido con un saco negro adornado con lentejuelas, pelo largo y canoso. Pantalón de cuero oscuro y un cigarrillo. El hippie está listo para esta noche.
Su nombre: Luis López. Su banda de antaño, "Los Supersónicos", permanece grabada en el recuerdo de los cariñosamente llamados "dinosaurios del rock" o "adultos contemporáneos", que se dan cita en el restaurante de esta excéntrica santidad del rock salvadoreño.

Aquellos tiempos...
Luis López recuerda cómo a principio de la década de los 60 el rock aterriza en El Salvador desde los Estados Unidos y México. Es en este tiempo que el rock nacional empieza su etapa embrionaria. "Así fue como nosotros tomamos la iniciativa también de incursionar en el rock n´roll, más que todo por imitación", comenta López.
El rockero cuenta que al principio pensaba que el rock iba a ser algo transitorio en su vida. "Podía ser un juego o un hobbie, pero se fue quedando aquello. Nos fuimos comprometiendo con el rock n´ roll y... hasta aquí", confiesa entre sonrisas y humo.
En aquel tiempo, el rock era un ritmo jovial que hablaba de experiencias comunes. Un sentimiento que se convertiría en la bandera de un movimiento juvenil sin precedentes, que alcanzaría niveles globales. La "beatlemanía" alcanzaría El Salvador. En Inglaterra, el rock pierde su "roll", con el surgimiento de grupos como The Rolling Stones.
El movimiento hippie (1966. High Ashbury, San Francisco) adoptó al rock como género musical propio. Lo psicodélico (viaje de la mente), el desarrollo de nuevas drogas (LSD) y otros factores sociales y culturales transportarían al rock a nuevas rutas experimentales y de nuevas dimensiones. La filosofía "paz, amor y libertad" impactó en aquel joven Luis López.
"El rock ha cambiado mi forma de ver el mundo", afirma. Hablando de sus influencias manifiesta que admira a The Beatles. Para López, este conjunto llegó a revolucionar la música rock con mensajes "muy importantes para el cambio social que se dio en el mundo después de los sesentas para acá".
Luis vivió una época especial. Los años 70´s son sinónimo de "lo salvaje, de libertad". En el país sin embargo, el movimiento choca con otra realidad en gestación: la violencia que desembocaría en una guerra civil.

El Monseñor del Rock recuerda que uno de los primeros grupos conocidos en El Salvador a comienzos de los años 60 eran Los Supertwister. Este grupo era conformado por jóvenes que estudiaban en el Externado de San José. López recuerda que había otros grupos populares como Los Satélites del Twist y los Holly Boys.
Luis López asegura que se realizaban los "Mano a Mano", que organizaban las radios YSU, YSS y Femenina. Además señala que el rock nacional estará siempre en deuda con el disk jockey Tito Carías quien fue el primer gran impulsador del rock en el país. Fue en 1965 cuando Luis López da sus primeros pasos como rockero. En ese año empieza a cantar con el grupo The fire fingers. El grupo tiene poca vida (hasta 1966). López comenta: "Fue de corta duración porque no teníamos el equipo suficiente para sonar profesionalmente".
En 1966 Luis López llega a Los Supersónicos, banda que lo haría famoso. Sin proponérselo, el hippie conformaría la segunda generación de rockeros salvadoreños. Otro grupo popular en aquella época eran Los Beats. Desde ese año la producción de los grupos de rock se intensifica y los grupos empiezan a profesionalizarse. En la escena rockera aparecen grupos como: Los Kiriaps, Los Vikings, Los Mustang y Los intocables. En Santa Ana se escuchan grupos como Los Cristians; y en San Miguel, Los Thunders.
Luis López dice que en esos tiempos había muchos grupos. "Había uno casi en cada colonia... fue un movimiento grande". Para ese entonces ya se organizaban grandes eventos de rock, algo parecido a los actuales "Guana rock", en los cuales participan diversas bandas.
Tito Carías organizaba los festivales. En esta época se dan los primeros "Festivales Centroamericanos de Rock". Para que una banda pudiera competir se realizaban eliminatorias localmente para ver quién iría a medirse con otros grupos de rock de Centroamérica. El Salvador ganó el primer Festival Centroamericano en 1964 con la banda Los Supertwisters.
El Segundo Festival Centroamericano lo ganaron Los Supersónicos. Luis López cosechaba sus primeros triunfos.
En cuestiones de contenido, en aquella primera etapa del rock salvadoreño predominaban los "covers", adaptaciones al español de la música producida por otros grupos famosos en el extranjero. Luis López fue uno de los pocos músicos privilegiados que pudo plasmar su talento en vinilo. Los Supersónicos llegaron a grabar un disco de larga duración con la compañía disquera RCA en México, el grupo se separó en el año 1970.


El rock, a pesar de todo
El caso de José Vicente Sibrián, más conocido como "Chente Sibrián", es uno de los casos más excepcionales y que más respeto merece en la historia del rock salvadoreño.
Esta leyenda del rock, sufrió en su niñez la grave enfermedad de la poliomelitis. Este mal lo condenó a estar atado de por vida a una silla de ruedas. Sus limitaciones físicas son serias, pero eso no lo detuvo para que hiciera su carrera de rockero desde 1967 hasta 1996, año en que dejó los escenarios.
Actualmente, a sus 53 años, es profesor de música. Sin embargo el rock en El Salvador, no siempre es una carrera que de lo suficiente para vivir dignamente.
Sibrián recuerda que empezó su contacto con el rock en los años 50 escuchando músicos como Elvis Presley, Little Richard y Bill Halley and the Comets. En realidad, su primera experiencia con la música la tuvo con su padre que también fue músico, como lo habían sido sus abuelos. Con su padre escuchaba música clásica, rancheras y música cubana. Él le explicaba también cómo se ejecutaban esas canciones.
Con mucho esfuerzo logró dominar instrumentos como la armónica, la guitarra y el bajo. Estos instrumentos de cuerda los tuvo que conquistar de acuerdo a sus posibilidades. "Mi sueño siempre fue tocar la guitarra líder. Tuve que tocarla acostada, es un estilo que se parece a la llamada guitarra hawaina. Hubo muchas técnicas que no podía realizar... Fue algo muy difícil tirarme de lleno al rock en silla de ruedas. Hoy pienso que fue algo ilógico", subraya Chente Sibrián con la mirada triste en la oscuridad de su pequeño apartamento.
Los grupos que le metieron el amor al rock en su cabeza fueron The Birds, los Rolling Stones, Bob Dylan, Roy Robbinson, Led Zepellin, Deep Purple, Jimmy Hendrix y grupos españoles como Los Ventura.
Sibrián empezó a tocar en el año 1967 con la banda Thorns (Espinas). Luego empieza con Bronco, con este grupo lograría grabar algún material discográfico. En este tiempo surgen otras bandas como La Nueva Generación, Los Pocomanes, Mente Cuerpo y Alma, Los Lobos, etc.
Lo que sonaba antes...
Sibrián cuenta que en los 60´s existían en El Salvador grupos como Sagitario, Macho, Compañía 10, Mostacho, Los Beats, Los Mustang, Los Supersónicos y Los Intocables. De ellos, los más populares eran Macho, Los Beats, Los Mustang y Los Supersónicos.
Muchos de estos grupos no lograron grabar su material, por lo que no se conserva un registro musical de ellos. Sibrián recuerda que estos grupos eran populares "a puras tocadas", es decir, a puros conciertos.
Chente Sibrián confirma que la tendencia de aquella época era tocar covers de otros grupos. Algunos grupos como Los Kiriaps empezaron a tocar canciones originales.
Dos músicos, una pasión.
Tanto Luis López, como Chente Sibrián son ejemplo y testimonio de que el rock no es siempre una inquietud que desaparece con la misma fugacidad que la juventud.
"El rock se ha caracterizado por sus letras, por sus mensajes. He aprendido a conocer a los personas, he aprendido cómo poder llegarle al público a través de un sentimiento que se llama rock n´roll, pues el rock es y será la palabra de la juventud", afirma López.
En estas dos generaciones de músicos, el rock experimentó cambios de fondo. López reconoce que el rock en sus comienzos hablaba de cosas livianas y cotidianas. "Cosas como: se fue mi chica con el otro", explica.
Luis López habla de cómo se vivió la etapa del rock psicodélico. "Los mensajes cambiaron del amor a lo que se llamó la protesta y la denuncia. La juventud a través del rock n´roll empieza a expresar sus sentimientos. Señalaban cuáles eran sus formas de ver el mundo, cuáles eran las instituciones que les hacían daño. Se le llamaba "el antiestablishment", (en contra de lo establecido).
Ambos músicos coinciden en que la música es la mejor forma de comunicación. "Con música se ha dicho lo que se ha querido sutilmente".
Por otro lado, Chente Sibrián añade que una de las barreras más duras que tienen el rock nacional es la poca fe que tienen los jóvenes del país en la música original. "La mayoría de las personas prefieren escuchar rock importado... la gente siempre buscan que los grupos nacionales suenen como los extranjeros".
A pesar de todo, Sibrián sentencia: "Siempre he creído que el rock es una cultura... es un estilo de vida, te metes de lleno. A medida que el rock va evolucionando, el cambio te impacta... es una religión. Te lo digo: Soy católico y a la par, soy rockero".
Tomado de El Faro.net

lunes, 20 de julio de 2009

viernes, 17 de julio de 2009

Literatura de escusado.

Hace algún tiempo una persona me envió algunas rimas y versos -de esos que se leen en las paredes de las letrinas públicas-, para que los pusiera en la página Cuscatlán en la sección de humor.

Pero no lo hice porque no lo consideré prudente porque a Cuscatlán llegan toda clase de lectores, incluyendo menores de edad, que usan la página como fuente de información para sus tareas de literatura e Idioma Nacional.

Pero como este blog es personal y llegan solo personas mayores de edad, no creo que nadie se ofenda al leerlos.

El hecho de traerlos no es para alabarlos o aplaudirlos, sino simplemente, reconocer el talento de aquellos que, sin quererlo, hacen poesía con los pantalones hasta las rodillas, y de reirnos de algo tan natural como es ir al escusado a hacer nuestras necesidades.

Aquí están pues, “los versos de escusado”.

Los escritores de baño,
somos poetas de ocasión
que encontramos en la mierda
nuestra fuente de inspiración.

Vos que sos tan sagaz
y de todo te reís
Decime si sos capaz de cagar,
y echarte una puñeta en un sas

El baño no es tobogán
ni tampoco subi-baja.
El baño es para cagar
y no para hacerse la paja.

No hay placer mas exquisito
que cagar bien despacito,
ni placer mas delicado
que sentirse aliviado,
después de haber cagado.

Con los codos en las rodillas
y las manos en el mentón,
espero pacientemente
la salida de un cerotón.

Cuando la suerte se empeña
en joder al desgraciado,
por mas que se limpie el culo
siempre le queda cagado!

Si cagar fuera un crimen
y la mierda contrabando,
llamen a la policía cabrones
porque marihuana estoy cagando.

A la orilla de la mar
yo me fui a cagar,
le pedí a Manuel
que me trajera papel.
Pero el muy cabron,
me trajo cartón.

Cuando Adán era aun niño
y el papel no era un invento
se limpiaba el culo con pasto
y con eso quedaba contento.

En este oscuro cagadero
busco en vano el papel,
con los tres ojos abiertos
y no puedo dar con el.

Si va para el baño
no se le olvide el papel,
no importa que sea de diario
el culo no sabe leer.

El pedo es un suspiro
que brota del corazón,
y sale por el culo
por una equivocación.

Según el Dr. Angulo,
El eructo es un pedo
que te vio cara de culo.

El pedo es un aire pasajero,
que sale por el agujero
sin permiso del portero,
anunciando la llegada
de la próxima cagada.

Ahhh! que rico es cagar,
pero cagar con dulzura,
porque cuando la cagada es dura
desde las rodillas hasta la cintura
duele hasta la rajadura.

De los vicios sin pecar
el mejor es el cagar.
Con un cigarro encendido
y un libro entretenido
el culo queda agradecido
y la mierda en su lugar.

Sin demoras se me cae
un cerote bien potente
el olor ya no me importa!
me lo aguanto y soy valiente.
Este es el gallito inglés.
Miralo con mucho disimulo.
Quitále el pico y los pies
y metételo en el culo.

Si vos te sentís pintor,
y tus dedos son pinceles,
Pintale el culo a tu madre
y no pintes las paredes.

La mierda no es pintura
el dedo no es pincel
Hijos de una gran puta,
límpiense con el papel.

Un gaucho fue a cagar
encima de una enramada
se agacho, se pincho un huevo,
se enojo y no cago nada.

Caga el cura, caga el Papa,
incluso la mujer mas guapa
echa sus bolitas de caca.
Porque en este mundo de mierda
de cagar nadie se escapa.

En ese pequeño rincón
hasta el más hombre
se baja el pantalón.

En este lugar sagrado,
donde tanta gente acude,
la mujer se pasa el dedo
y el hombre se la sacude.

Hace fuerza el más cobarde
y se caga el más valiente.
Caguen tranquilos,
caguen contentos,
¡Pero Por favor hijos de puta,
apunten y caguen adentro!.


viernes, 10 de julio de 2009

MEMOrias de la guerra del fútbol.



En éste mes de julio se cumplen cuarenta años de la guerra que nuestro país enfrentó contra el vecino país de Honduras, la cual pasó a ser conocida en todo el planeta como “la guerra del fútbol”.

Ese acontecimiento fue trascendental en nuestra historia porque marcó el distanciamiento, tanto político como diplomático, social y cultural, de dos países que desde sus orígenes han sido hermanos.

El motivo de este relato no es para narrar o analizar como o por qué sucedieron los acontecimientos, ni para nombrar culpables de lo acontecido, pues no soy historiador ni periodista; sino simplemente describir como yo viví esos días tan terribles para nuestros países.

Corrían los primeros meses del año 1969 y las noticias de la guerra en Vietnam, y los preparativos de la misión del hombre a la luna por el Apolo 11, dominaban las primeras páginas de los diarios locales. Eran también los días cuando se empezaban a escuchar en la radio canciones en ingles de grupos como The Mamas and the Papas; Blood, sweet and tears, Jannis Joplin, The Youngbloods, y muchos otros grupos, cuyas letras hablaban de un nuevo lema: “Amor y paz”.

Eran días en donde apareció una nueva generación de jóvenes que se rebelaba en contra de todas las reglas establecidas en forma pacífica: Los “Hippies”; que se dejaban crecer el pelo, usaban ropa estrafalaria, fumaban mariguana y usaban drogas como el LSD para escapar de la realidad.
La película más taquillera de entonces era El Padrino; el campeón de boxeo de todos los pesos, Mohammed Alí, había sido despojado de su cetro por no alistarse en el ejército, y también eran días de eliminatorias de fútbol para el próximo mundial a realizarse en México en 1970.

En 1969 yo apenas contaba con catorce años de edad y estudiaba cuarto curso, o primer año de bachillerato en el Instituto Nacional Gral. Francisco Menéndez de la ciudad capital. Para mí, eran días de estudio de trigonometría y de leer la Ilíada de Homero, de ir al Gimnasio Nacional a ver los mascones de básquet entre el Liceo y el Externado, de ir al Parque Infantil a patinar; de ir a bajar mangos y manzanas pedorras a los Planes de Renderos, y de ir los domingos al estadio a ver a la U de “Pipo” Rodríguez, al Alianza de “Cascarita” Tapia, al FAS de Katán Cubas, al Águila de Mon y de “Cariota” Barraza y al Atlético Marte de Sergio “Tabudo” Méndez.

Eran días tranquilos, pues el país vivía en relativa paz social, política y económica.
La delincuencia era casi inexistente. No había mucho desempleo. Los salarios eran bajos, pero también las cosas eran baratas. El alquiler de un cuarto de mesón costaba quince colones al mes, el pasaje del bus valía diez centavos. Con cinco centavos de yuca se almorzaba, y la entrada al cine Popular costaba peseta para ver la programación “triple”.
Así que el pueblo vivía trabajando en paz.

De repente, las noticias extranjeras empezaron a desaparecer de las primeras páginas de los diarios, y en su lugar empezaron a aparecer noticias procedentes de Honduras, en donde se decía que algunos salvadoreños residentes en ese país estaban siendo sacados de sus hogares por el gobierno hondureño pues donde vivían-decían los noticieros- eran propiedad ajena, y que los legítimos dueños habían pedido al gobierno hondureño que los desalojaran. Nuestros compatriotas, al verse sin hogar y despojados de las tierras que cultivaban, habían regresado a territorio salvadoreño prácticamente con las manos vacías y dejado en Honduras el fruto de su trabajo de muchos años.

Al principio pocas personas se percataban o anticipaban una conflagración contra el vecino país, pues los consideraban actos aislados, pero poco a poco se fueron sabiendo y agregando más cosas que empezaron a poner en alerta a la ciudadanía que algo mas grave podía suceder, pero nunca se imaginaron lo peor, hasta que sucedió.

Empezaron a oírse rumores de escaramuzas y de invasiones aisladas de patrullas de ambos ejércitos en los territorios contrarios. También se oía que grupos de civiles hondureños habían formado una especie de patrulla civil armada llamada “mancha brava” y que andaban matando salvadoreños en Olancho. En El Salvador se supo de la captura de un cuatrero hondureño de apellido Martínez Argueta que robaba ganado en los departamentos fronterizos, para luego trasladarlo a Honduras, y también lo acusaban de varios asesinatos, y decían era amigo personal del presidente hondureño Oswaldo López Arellano.

También supimos de la captura de varios soldados salvadoreños en territorio hondureño, a los cuales les decomisaron gran cantidad de pertrechos de guerra, que decían serían utilizados por fuerzas opositoras al gobierno hondureño para derrocar al presidente López Arellano.Y que éste-el presidente hondureño- los quería canjear por su amigo Martínez Argueta, cosa que al final logró. Este personaje fue tan mencionado por los medios de comunicación de nuestro país que hasta fue ridiculizado en una estrofa de la Lotería de Atiquizaya cuando dice:”me cago en la ONU/me cago en la ODECA/ me cago en la bandera/ de Martínez Argueta”.

Por esos días también nuestra selección de fútbol se estaba preparando para enfrentarse a la hondureña para las eliminatorias de México. Recuerdo que el primer partido fue realizado en Honduras, el cual fue ganado por ellos 1 a 0.
Los reportes de radio, de la prensa escrita, y las mismas declaraciones de los miembros de la delegación reportaban desde Honduras que a nuestra selección se le había impedido dormir con tranquilidad la noche anterior al partido, y de que la comida del hotel donde se habían hospedado había sido “arreglada” para que se enfermaran del estómago y tuvieran una pobre actuación. Esto hizo que el nacionalismo salvadoreño nublara la razón de muchos fanáticos y se incitaba a que se les hiciera lo mismo a la delegación hondureña.

La noche anterior al 15 de julio de 1969, gran cantidad de personas se reunieron afuera del Hotel San Salvador, que estaba ubicado en la Avenida España y 1° calle poniente, con cacerolas, tambores y trompetas para darles “serenata” a la selección hondureña para no dejarlos dormir y pagarles con la misma moneda lo que habían hecho con los nuestros.
Algunos fueron a traer mariachis a la Praviana, que solo quedaba a una cuadra del Hotel.
Yo mismo estuve en las afueras del hotel haciendo bulla pues vivía a pocas cuadras de alí.

El día siguiente, nuestra selección ganó el partido de revancha por 3 a 0, forzando a que se jugara un tercer partido de desempate, el cual también fue ganado por nuestra selección 3 a 2 en México, obteniendo el derecho de enfrentarnos a Haití por el pase final al mundial del 70.

Ya para entonces, las noticias eran cada vez más graves. De que estaban haciendo matazones de salvadoreños, de que el ejército hondureño estaba tomando posiciones cerca de las fronteras patrias. Todo parecía indicar que una inminente invasión hondureña a territorio salvadoreño estaba a punto de ocurrir. El 27 de junio, Honduras rompió relaciones diplomáticas con nuestro país. La tarde del día 14 de julio de 1969 el presidente, Gral. Fidel Sánchez Hernández, y el ministro de defense, el Gral Fidel Torres, pusieron en alerta a toda la nación aduciendo que se realizaría un ejercicio de “simulacro” de bombardeo para preparar a la población civil en caso de un ataque aéreo real.
Pero lo que el gobierno dijo que sería ser un “simulacro” de invasión enemiga, resultó ser todo lo contrario. ¡El Salvador había ido a bombardear sorpresivamente a Honduras!
Como la energía eléctrica había sido suspendida y la radio estaba en cadena nacional, no se sabía absolutamente nada de lo que pasaba.

Mi papá tenía un radio de baterías de onda corta y decidió sintonizar Radio Habana Cuba, pues sospechaba que algo raro estaba pasando, y oímos la noticia de que El Salvador estaba atacando en esos precisos momentos el aeropuerto de Toncontín de Honduras. Luego puso HRN de Honduras y escuchamos la misma noticia. Entonces supimos la verdad. ¡El Salvador estaba invadiendo Honduras! ¡Y nadie de la población civil lo sabía, solo nosotros!

Como a las 10 de la noche, regresó la electricidad por unos instantes y la radio nacional empezó a dar los primeros comunicados de que la aviación y el ejército nacional habían decidido actuar a favor de los compatriotas salvadoreños en Honduras y que alertaban a la población a seguir las indicaciones del gobierno y de apoyarlos en lo que llamaron guerra de la “Dignidad Nacional”.

Mi papá, al día siguiente dispuso que nos fuéramos muy temprano a refugiar a una finquita que mi abuelo tenía y que estaba en las faldas del volcán de San Salvador, porque HRN decía que la aviación hondureña venía en camino a bombardear la capital en represalia del ataque. Desde allí pudimos ver, a la distancia, como dos aviones hondureños soltaban unas cuantas bombas cerca del aeropuerto de Ilopango, pero fueron repelidos por la artillería anti-aérea y regresaron a Honduras. Cuando terminó el contra-ataque hondureño decidimos regresar a la capital, pues la radio informaba que el ataque sorpresivo salvadoreño había destruido casi por completo la aviación hondureña, por lo que no esperaban otro ataque aéreo; y que nuestras tropas habían tomado y mantenido control de gran parte del territorio hondureño.

Los días siguientes fueron de tensión nerviosa constante. Pocas personas salían a trabajar. Las clases fueron suspendidas hasta nuevo aviso. Los víveres se agotaron en pocas horas. El transporte fue paralizado. Todo mundo estaba en sus casas con las ventanas cerradas y pendientes de las noticias por el radio, y por las noches se suspendía la energía eléctrica.

Los reportajes de guerra decían que el ejército tenía control de varias poblaciones hondureñas, incluyendo Nueva Ocotepeque y que seguían avanzando rumbo a Tegucigalpa. El gobierno pedía apoyo a la población para lo que ellos consideraban atropellos contra nuestros compatriotas. Hasta los partidos de oposición de entonces, como el PDC del Ing. Duarte, y el PAR de tendencia izquierdista, alentaban a la unidad nacional. El gobierno lanzó la venta de bonos para reunir dinero para la compra de armamento, los cuales fueron llamados “Bonos de la Dignidad Nacional”. Quiero mencionar que, así como en Honduras se cometieron abusos contra los salvadoreños, así también en nuestro país se cometieron arbitrariedades en contra de los hondureños residentes en nuestro país, pues fueron blancos de la sed de venganza en contra de ellos. Hasta personas de no eran hondureñas fueron objeto de revancha de la turba, solo por el hecho de creer que eran de Honduras.

Yo tenía una tía que era propietaria de la abarrotería más grande de entonces en todo El Salvador, “El Cochinito”, y fue víctima de la calumnias de la gente pues decían que era hondureña. La verdad es que ella había nacido en Nicaragua, pero desde pequeña había vivido en El Salvador, y fue una de las personas que más apoyó al ejército nacional en la guerra pues regaló miles de colones en provisiones para el ejército y dinero en efectivo. Luego nos enteramos que los turcos dueños del almacén Europa habían iniciado esos rumores porque ellos habían puesto también una sección de abarrotes en su almacén del centro y querían quitarle clientela.

La guerra duró apenas 6 días, cerca de 100 horas, pues intervino la ONU a favor de un cese al fuego. Pero el ejército nacional desocupó los territorios ocupados hasta mediados de agosto.
Cuando las tropas regresaron a nuestro país se hizo un gran desfile y la población los recibió como héroes de la patria. Los soldados regalaban municiones y balas antiaéreas.
Se vendían fotos tomadas en el frente de guerra, de los generales Adalberto “el chele” Medrano montado en una mula y del comandante de la primera brigada de infantería “el Diablo” Velásquez, los cuales eran vitoreados por el pueblo como “héroes”. Del Gral. Medrano se creó un mito que, como en la foto salía usando un poncho contra la lluvia, la gente se había inventado la leyenda que el “Chele” se había introducido en Honduras disfrazado de sacerdote para engañar a los hondureños, lo cual era pura fantasía popular. El reciente construido boulevard que unía la Universidad Nacional y el Hospital Bloom con la Alameda Roosevelt fue bautizado con el nombre de “Boulevard de los Héroes”, en memoria de los caídos en combate.
Luego de la corta guerra, los dos ejércitos se enfrascaron en un armamentismo sin precedentes en nuestros países, y se suspendieron el comercio y las relaciones diplomáticas entre los dos países. Honduras prohibió el paso del transporte por su territorio de mercadería procedente de Nicaragua a nuestro país y viceversa, por lo que se tuvo que recurrir a la alternativa del uso de un ferry por muchos años.

Las consecuencias de la guerra fueron aproximadamente de 4000 muertos, miles de desplazados, millones en pérdidas económicas; y lo más triste, el distanciamiento por muchos años de dos pueblos hermanos.

Un escritor polaco de nombre Ryszard Kapuscinsky fue el que bautizó el conflicto de 1969 como la “guerra del fútbol” entre dos pequeñas repúblicas bananeras.
Apelativo por el cual mucha gente todavía lo conoce o lo recuerda.

Pero los motivos verdaderos que dieron origen a la guerra entre éstos dos países, no fueron, ni el fútbol, ni la apropiación de tierras hondureñas por parte de salvadoreños; sino la acumulación y combinación de una serie de factores de carácter puramente económico y hegemónico de intereses oligárquicos, y de la desviación de la atención de problemas de carácter social de los gobiernos de ambos países y a los reclamos territoriales, que por siglos tenían los dos países.

Pero se culpó al fútbol, y los inmigrantes salvadoreños sirvieron de “chivos expiatorios”, que no tenían vela en el entierro y muchos fueron golpeados, insultados, expropiados de sus pertenencias y muchos también fueron asesinados. Pero también hay que decir que el ejército salvadoreño cometió también muchos abusos en contra de la población civil en su paso por territorio hondureño.

Los dos países sufrieron. Uno al ser invadido, y el otro, porque recibió una marea de refugiados que regresaban con las manos vacías después de toda una vida en territorio vecino.

Las secuelas se la guerra de las 100 horas todavía se sienten a pesar que ya pasaron 40 años del mismo. Los hondureños todavía sienten resentimiento hacia los salvadoreños, aunque no lo digan públicamente. Y los salvadoreños, todavía resienten que hayan expulsado y asesinado cientos -sino miles- de compatriotas por la xenofobia, la envidia y el odio.

Todavía se oye mencionar que”los catrachos son huevones” por parte de los salvadoreños, y que los “salvadoreños son ladrones” por parte de los hondureños.

Lo irónico del asunto es que, hoy día, después de cuarenta años, miles de hondureños han dejado sus tierras sin cultivar y se han ido a trabajar a El Salvador porque no hay suficientes trabajos en Honduras y porque no ganan lo suficiente para mantener a sus familias. Además, les pagan en dólares y al cambiarlos por lempiras, les rinde más.
Todo lo contrario de entonces, que daban la excusa que los salvadoreños les robaban sus tierras y sus empleos.

Los salvadoreños, por otra parte, después que nos enorgullecíamos de ser un pueblo de buenos trabajadores y “hechadores de verga”, hoy muchos en nuestro país se han vuelto “huevones”, y ya no les gusta trabajar en el campo, y se conforman con las remesas que sus familiares les envían desde el exterior para “irla pasando, sin joderse.”

Deseo de corazón que nuestros pueblos nunca más recurran a las armas para arreglar sus diferencias, pues como dije al principio, somos hermanos.
Y aunque los hermanos se pelean de vez en cuando, no por eso dejan de ser familia.

Memo R. Díaz.























lunes, 6 de julio de 2009

Recordando a Tony Acosta.



Un hombre que le canta al amor, a la naturaleza, a los niños, ese es Tony Acosta, cuyo verdadero nombre es Ovidio Ordónez, es un artista salvadoreño que ha logrado cosechar éxitos durante su larga trayectoria musical que abarca más de 150 grabaciones.

El músico, quien se mantiene activo en la farándula local, nació el 8 de octubre de 1946 en el barrio Santa Lucía, hoy Colonia Escalón. Inicia a temprana edad, tanto que a los 13 años compone su primera canción Vibra mi guitarra.

Estudió en la Escuela Concha viuda de Escalón, pero por motivos económicos la abandona antes de finalizar la primaria. Cuando tenía 15 años se dedica a trabajar en construcciones como ayudante o peón. Su sueldo, tres colones por día.

Para entonces su talento para la composición se había materializado en varias canciones.
Entonces, para contribuir con el ingreso familiar fabricaba “piscuchas” y las vendía por docenas en tiendas durante las épocas de viento.

A los 17 años viaja a Honduras, aunque no obtiene frutos, pues en el país no le ofrecieron las oportunidades que él esperaba. Regresa a El Salvador desilusionado pero no vencido y continúa trabajando como ayudante en los buses que de San Salvador conducen a Usulután. Así se convierte rápidamente en el “cantante oficial” de motoristas y cobradores de la época.

En 1965, viaja a Costa Rica lleno de ilusión y con cinco colones en el bolsillo. Ese país se convertiría en su segunda patria, y aunque no logró grabar sus canciones, trabajó por primera vez en radio y en televisión a cambio de un boleto de regreso a El Salvador.

En 1966, después de tocar muchas puertas, finalmente tiene la oportunidad de grabar cuatro canciones con Dicesa, sin embargo sus discos quedan relegados.

En 1967 rompe récord de ventas con los sencillos Amamos y La calle.

A finales de ese año ya los viajes a Honduras, Nicaragua y Guatemala le absorbían su tiempo.
En 1975 es invitado al festival de Viña del Mar en Chile, posteriormente a Japón y a Los Angeles, Estados Unidos.

Tony Acosta ha recibido muchos reconocimientos. Entre sus grabaciones destacan Cosas de la edad, Qué será, qué será, Son tantas cosas, El Amor no llega dos veces, entre otras.


Tomado del Diario Latino

jueves, 2 de julio de 2009

El ombligo enterrado.

“Querido papá, querida mamá: les tengo una noticia buena y fea a la vez: ¡hallé a la Candita!”

A don Sofonías Pereira se le alzó la presión arterial. Siempre había querido saber de la Cande. Una hija es una hija, y aunque la ingrata los hubiera olvidado desde que se fue a los Estados Unidos, ellos la recordaban siempre y la incorporaban en sus rezos, sobre todo la Teba, que creía en la oración más que don Chofo.

“Lo primero que se preguntarán es dónde. Fue en Washington. Habíamos ido allá, con mi mujer y los bichos, a pasar el fin de semana. Íbamos caminando hacia la Aguja (así le decimos muchos latinos a un obelisco enorme), cuando la vi. Al principio dudé. ‘Perate –le dije a mi mujer–, voy a ir a ver si aquella que va allá es la Cande’. Y salí corriendo.

Ella iba bien tipería: con botas, yines, una blusa bien tallada y anteojos oscuros. Al principio dudé, pero me le acerqué y le hablé. Ella se asustó. De seguro creyó que yo era un tacuache o un pandillero, que aquí los hay a miles. Pero luego se me quedó viendo, se quitó los anteojos, ¡y era ella! El chajaste que le quedó en la ceja aquella vez que, cuando chiquita, se cayó en la pila no la hubiera dejado mentir. Se me encimó, nos abrazamos y lloramos. Nos fuimos todos a comer.

¡Vieran qué guapa está! Ya no parece la campesinota que era. Vive en Miami, mastica bien el inglés, y había llegado a Washington a algo así como un congreso. Resulta que se ha hecho miembro de una de las tantísimas sectas que hay aquí. Dice que la gente de esa secta le ayudó a encontrar vivienda y trabajo, cuando estaba recién llegada. Le pidieron, en pago, olvidar a su familia y a su país. Ella no dudó, y por eso no volvió a escribirles ni telefonearles a ustedes”.

A don Sofonías algo le dijo que allí había mano peluda. “Es que mirá, Teba, ¿qué religión le va a impedir a una hija hablar con sus tatas? A saber si esta pobre, con tal de hacer centavos, ha ido a caer en algún negocio turbio. Allá hay babosos que, con engaños, meten a muchas mujeres en antros,... en fin, ya te imaginarás en qué las pueden desbarrancar”.

“Es posible que a ustedes esto les parezca raro: a mí también me resulta difícil tragarme el cuento. Yo le quise sacar la verdad, pero ella siempre se iba por las ramas. Me dio una dirección de allá, de Miami; y en cuanto yo tenga un wikén largo voy a ir a verla. Ya les contaré más...” Y la carta de Lalo seguía: que yo estoy bien, que los cipotes les mandan abrazos, que saludes a quinimil gentes, y que también al gato y al perico.

Don Sofonías terminó de leerle a su Teba la carta que había llegado en un envío de Eulalio, el hijo lejano, que además contenía una plancha eléctrica, una licuadora y un reloj electrónico de pared. Don Sofonías mascullaba congojas: “¡Hijos de noventamil puercas esos países ricos que pervierten a las gentes sencillas hasta hacerlas olvidar la tierra donde dejaron el ombligo enterrado!”

Oyendo a su esposo y preparando un mamaso de tortillas y chicharrones para el gato, la Teba, con disimulo, lagrimaba en silencio.

Francisco Andrés Escobar