viernes, 10 de julio de 2009

MEMOrias de la guerra del fútbol.



En éste mes de julio se cumplen cuarenta años de la guerra que nuestro país enfrentó contra el vecino país de Honduras, la cual pasó a ser conocida en todo el planeta como “la guerra del fútbol”.

Ese acontecimiento fue trascendental en nuestra historia porque marcó el distanciamiento, tanto político como diplomático, social y cultural, de dos países que desde sus orígenes han sido hermanos.

El motivo de este relato no es para narrar o analizar como o por qué sucedieron los acontecimientos, ni para nombrar culpables de lo acontecido, pues no soy historiador ni periodista; sino simplemente describir como yo viví esos días tan terribles para nuestros países.

Corrían los primeros meses del año 1969 y las noticias de la guerra en Vietnam, y los preparativos de la misión del hombre a la luna por el Apolo 11, dominaban las primeras páginas de los diarios locales. Eran también los días cuando se empezaban a escuchar en la radio canciones en ingles de grupos como The Mamas and the Papas; Blood, sweet and tears, Jannis Joplin, The Youngbloods, y muchos otros grupos, cuyas letras hablaban de un nuevo lema: “Amor y paz”.

Eran días en donde apareció una nueva generación de jóvenes que se rebelaba en contra de todas las reglas establecidas en forma pacífica: Los “Hippies”; que se dejaban crecer el pelo, usaban ropa estrafalaria, fumaban mariguana y usaban drogas como el LSD para escapar de la realidad.
La película más taquillera de entonces era El Padrino; el campeón de boxeo de todos los pesos, Mohammed Alí, había sido despojado de su cetro por no alistarse en el ejército, y también eran días de eliminatorias de fútbol para el próximo mundial a realizarse en México en 1970.

En 1969 yo apenas contaba con catorce años de edad y estudiaba cuarto curso, o primer año de bachillerato en el Instituto Nacional Gral. Francisco Menéndez de la ciudad capital. Para mí, eran días de estudio de trigonometría y de leer la Ilíada de Homero, de ir al Gimnasio Nacional a ver los mascones de básquet entre el Liceo y el Externado, de ir al Parque Infantil a patinar; de ir a bajar mangos y manzanas pedorras a los Planes de Renderos, y de ir los domingos al estadio a ver a la U de “Pipo” Rodríguez, al Alianza de “Cascarita” Tapia, al FAS de Katán Cubas, al Águila de Mon y de “Cariota” Barraza y al Atlético Marte de Sergio “Tabudo” Méndez.

Eran días tranquilos, pues el país vivía en relativa paz social, política y económica.
La delincuencia era casi inexistente. No había mucho desempleo. Los salarios eran bajos, pero también las cosas eran baratas. El alquiler de un cuarto de mesón costaba quince colones al mes, el pasaje del bus valía diez centavos. Con cinco centavos de yuca se almorzaba, y la entrada al cine Popular costaba peseta para ver la programación “triple”.
Así que el pueblo vivía trabajando en paz.

De repente, las noticias extranjeras empezaron a desaparecer de las primeras páginas de los diarios, y en su lugar empezaron a aparecer noticias procedentes de Honduras, en donde se decía que algunos salvadoreños residentes en ese país estaban siendo sacados de sus hogares por el gobierno hondureño pues donde vivían-decían los noticieros- eran propiedad ajena, y que los legítimos dueños habían pedido al gobierno hondureño que los desalojaran. Nuestros compatriotas, al verse sin hogar y despojados de las tierras que cultivaban, habían regresado a territorio salvadoreño prácticamente con las manos vacías y dejado en Honduras el fruto de su trabajo de muchos años.

Al principio pocas personas se percataban o anticipaban una conflagración contra el vecino país, pues los consideraban actos aislados, pero poco a poco se fueron sabiendo y agregando más cosas que empezaron a poner en alerta a la ciudadanía que algo mas grave podía suceder, pero nunca se imaginaron lo peor, hasta que sucedió.

Empezaron a oírse rumores de escaramuzas y de invasiones aisladas de patrullas de ambos ejércitos en los territorios contrarios. También se oía que grupos de civiles hondureños habían formado una especie de patrulla civil armada llamada “mancha brava” y que andaban matando salvadoreños en Olancho. En El Salvador se supo de la captura de un cuatrero hondureño de apellido Martínez Argueta que robaba ganado en los departamentos fronterizos, para luego trasladarlo a Honduras, y también lo acusaban de varios asesinatos, y decían era amigo personal del presidente hondureño Oswaldo López Arellano.

También supimos de la captura de varios soldados salvadoreños en territorio hondureño, a los cuales les decomisaron gran cantidad de pertrechos de guerra, que decían serían utilizados por fuerzas opositoras al gobierno hondureño para derrocar al presidente López Arellano.Y que éste-el presidente hondureño- los quería canjear por su amigo Martínez Argueta, cosa que al final logró. Este personaje fue tan mencionado por los medios de comunicación de nuestro país que hasta fue ridiculizado en una estrofa de la Lotería de Atiquizaya cuando dice:”me cago en la ONU/me cago en la ODECA/ me cago en la bandera/ de Martínez Argueta”.

Por esos días también nuestra selección de fútbol se estaba preparando para enfrentarse a la hondureña para las eliminatorias de México. Recuerdo que el primer partido fue realizado en Honduras, el cual fue ganado por ellos 1 a 0.
Los reportes de radio, de la prensa escrita, y las mismas declaraciones de los miembros de la delegación reportaban desde Honduras que a nuestra selección se le había impedido dormir con tranquilidad la noche anterior al partido, y de que la comida del hotel donde se habían hospedado había sido “arreglada” para que se enfermaran del estómago y tuvieran una pobre actuación. Esto hizo que el nacionalismo salvadoreño nublara la razón de muchos fanáticos y se incitaba a que se les hiciera lo mismo a la delegación hondureña.

La noche anterior al 15 de julio de 1969, gran cantidad de personas se reunieron afuera del Hotel San Salvador, que estaba ubicado en la Avenida España y 1° calle poniente, con cacerolas, tambores y trompetas para darles “serenata” a la selección hondureña para no dejarlos dormir y pagarles con la misma moneda lo que habían hecho con los nuestros.
Algunos fueron a traer mariachis a la Praviana, que solo quedaba a una cuadra del Hotel.
Yo mismo estuve en las afueras del hotel haciendo bulla pues vivía a pocas cuadras de alí.

El día siguiente, nuestra selección ganó el partido de revancha por 3 a 0, forzando a que se jugara un tercer partido de desempate, el cual también fue ganado por nuestra selección 3 a 2 en México, obteniendo el derecho de enfrentarnos a Haití por el pase final al mundial del 70.

Ya para entonces, las noticias eran cada vez más graves. De que estaban haciendo matazones de salvadoreños, de que el ejército hondureño estaba tomando posiciones cerca de las fronteras patrias. Todo parecía indicar que una inminente invasión hondureña a territorio salvadoreño estaba a punto de ocurrir. El 27 de junio, Honduras rompió relaciones diplomáticas con nuestro país. La tarde del día 14 de julio de 1969 el presidente, Gral. Fidel Sánchez Hernández, y el ministro de defense, el Gral Fidel Torres, pusieron en alerta a toda la nación aduciendo que se realizaría un ejercicio de “simulacro” de bombardeo para preparar a la población civil en caso de un ataque aéreo real.
Pero lo que el gobierno dijo que sería ser un “simulacro” de invasión enemiga, resultó ser todo lo contrario. ¡El Salvador había ido a bombardear sorpresivamente a Honduras!
Como la energía eléctrica había sido suspendida y la radio estaba en cadena nacional, no se sabía absolutamente nada de lo que pasaba.

Mi papá tenía un radio de baterías de onda corta y decidió sintonizar Radio Habana Cuba, pues sospechaba que algo raro estaba pasando, y oímos la noticia de que El Salvador estaba atacando en esos precisos momentos el aeropuerto de Toncontín de Honduras. Luego puso HRN de Honduras y escuchamos la misma noticia. Entonces supimos la verdad. ¡El Salvador estaba invadiendo Honduras! ¡Y nadie de la población civil lo sabía, solo nosotros!

Como a las 10 de la noche, regresó la electricidad por unos instantes y la radio nacional empezó a dar los primeros comunicados de que la aviación y el ejército nacional habían decidido actuar a favor de los compatriotas salvadoreños en Honduras y que alertaban a la población a seguir las indicaciones del gobierno y de apoyarlos en lo que llamaron guerra de la “Dignidad Nacional”.

Mi papá, al día siguiente dispuso que nos fuéramos muy temprano a refugiar a una finquita que mi abuelo tenía y que estaba en las faldas del volcán de San Salvador, porque HRN decía que la aviación hondureña venía en camino a bombardear la capital en represalia del ataque. Desde allí pudimos ver, a la distancia, como dos aviones hondureños soltaban unas cuantas bombas cerca del aeropuerto de Ilopango, pero fueron repelidos por la artillería anti-aérea y regresaron a Honduras. Cuando terminó el contra-ataque hondureño decidimos regresar a la capital, pues la radio informaba que el ataque sorpresivo salvadoreño había destruido casi por completo la aviación hondureña, por lo que no esperaban otro ataque aéreo; y que nuestras tropas habían tomado y mantenido control de gran parte del territorio hondureño.

Los días siguientes fueron de tensión nerviosa constante. Pocas personas salían a trabajar. Las clases fueron suspendidas hasta nuevo aviso. Los víveres se agotaron en pocas horas. El transporte fue paralizado. Todo mundo estaba en sus casas con las ventanas cerradas y pendientes de las noticias por el radio, y por las noches se suspendía la energía eléctrica.

Los reportajes de guerra decían que el ejército tenía control de varias poblaciones hondureñas, incluyendo Nueva Ocotepeque y que seguían avanzando rumbo a Tegucigalpa. El gobierno pedía apoyo a la población para lo que ellos consideraban atropellos contra nuestros compatriotas. Hasta los partidos de oposición de entonces, como el PDC del Ing. Duarte, y el PAR de tendencia izquierdista, alentaban a la unidad nacional. El gobierno lanzó la venta de bonos para reunir dinero para la compra de armamento, los cuales fueron llamados “Bonos de la Dignidad Nacional”. Quiero mencionar que, así como en Honduras se cometieron abusos contra los salvadoreños, así también en nuestro país se cometieron arbitrariedades en contra de los hondureños residentes en nuestro país, pues fueron blancos de la sed de venganza en contra de ellos. Hasta personas de no eran hondureñas fueron objeto de revancha de la turba, solo por el hecho de creer que eran de Honduras.

Yo tenía una tía que era propietaria de la abarrotería más grande de entonces en todo El Salvador, “El Cochinito”, y fue víctima de la calumnias de la gente pues decían que era hondureña. La verdad es que ella había nacido en Nicaragua, pero desde pequeña había vivido en El Salvador, y fue una de las personas que más apoyó al ejército nacional en la guerra pues regaló miles de colones en provisiones para el ejército y dinero en efectivo. Luego nos enteramos que los turcos dueños del almacén Europa habían iniciado esos rumores porque ellos habían puesto también una sección de abarrotes en su almacén del centro y querían quitarle clientela.

La guerra duró apenas 6 días, cerca de 100 horas, pues intervino la ONU a favor de un cese al fuego. Pero el ejército nacional desocupó los territorios ocupados hasta mediados de agosto.
Cuando las tropas regresaron a nuestro país se hizo un gran desfile y la población los recibió como héroes de la patria. Los soldados regalaban municiones y balas antiaéreas.
Se vendían fotos tomadas en el frente de guerra, de los generales Adalberto “el chele” Medrano montado en una mula y del comandante de la primera brigada de infantería “el Diablo” Velásquez, los cuales eran vitoreados por el pueblo como “héroes”. Del Gral. Medrano se creó un mito que, como en la foto salía usando un poncho contra la lluvia, la gente se había inventado la leyenda que el “Chele” se había introducido en Honduras disfrazado de sacerdote para engañar a los hondureños, lo cual era pura fantasía popular. El reciente construido boulevard que unía la Universidad Nacional y el Hospital Bloom con la Alameda Roosevelt fue bautizado con el nombre de “Boulevard de los Héroes”, en memoria de los caídos en combate.
Luego de la corta guerra, los dos ejércitos se enfrascaron en un armamentismo sin precedentes en nuestros países, y se suspendieron el comercio y las relaciones diplomáticas entre los dos países. Honduras prohibió el paso del transporte por su territorio de mercadería procedente de Nicaragua a nuestro país y viceversa, por lo que se tuvo que recurrir a la alternativa del uso de un ferry por muchos años.

Las consecuencias de la guerra fueron aproximadamente de 4000 muertos, miles de desplazados, millones en pérdidas económicas; y lo más triste, el distanciamiento por muchos años de dos pueblos hermanos.

Un escritor polaco de nombre Ryszard Kapuscinsky fue el que bautizó el conflicto de 1969 como la “guerra del fútbol” entre dos pequeñas repúblicas bananeras.
Apelativo por el cual mucha gente todavía lo conoce o lo recuerda.

Pero los motivos verdaderos que dieron origen a la guerra entre éstos dos países, no fueron, ni el fútbol, ni la apropiación de tierras hondureñas por parte de salvadoreños; sino la acumulación y combinación de una serie de factores de carácter puramente económico y hegemónico de intereses oligárquicos, y de la desviación de la atención de problemas de carácter social de los gobiernos de ambos países y a los reclamos territoriales, que por siglos tenían los dos países.

Pero se culpó al fútbol, y los inmigrantes salvadoreños sirvieron de “chivos expiatorios”, que no tenían vela en el entierro y muchos fueron golpeados, insultados, expropiados de sus pertenencias y muchos también fueron asesinados. Pero también hay que decir que el ejército salvadoreño cometió también muchos abusos en contra de la población civil en su paso por territorio hondureño.

Los dos países sufrieron. Uno al ser invadido, y el otro, porque recibió una marea de refugiados que regresaban con las manos vacías después de toda una vida en territorio vecino.

Las secuelas se la guerra de las 100 horas todavía se sienten a pesar que ya pasaron 40 años del mismo. Los hondureños todavía sienten resentimiento hacia los salvadoreños, aunque no lo digan públicamente. Y los salvadoreños, todavía resienten que hayan expulsado y asesinado cientos -sino miles- de compatriotas por la xenofobia, la envidia y el odio.

Todavía se oye mencionar que”los catrachos son huevones” por parte de los salvadoreños, y que los “salvadoreños son ladrones” por parte de los hondureños.

Lo irónico del asunto es que, hoy día, después de cuarenta años, miles de hondureños han dejado sus tierras sin cultivar y se han ido a trabajar a El Salvador porque no hay suficientes trabajos en Honduras y porque no ganan lo suficiente para mantener a sus familias. Además, les pagan en dólares y al cambiarlos por lempiras, les rinde más.
Todo lo contrario de entonces, que daban la excusa que los salvadoreños les robaban sus tierras y sus empleos.

Los salvadoreños, por otra parte, después que nos enorgullecíamos de ser un pueblo de buenos trabajadores y “hechadores de verga”, hoy muchos en nuestro país se han vuelto “huevones”, y ya no les gusta trabajar en el campo, y se conforman con las remesas que sus familiares les envían desde el exterior para “irla pasando, sin joderse.”

Deseo de corazón que nuestros pueblos nunca más recurran a las armas para arreglar sus diferencias, pues como dije al principio, somos hermanos.
Y aunque los hermanos se pelean de vez en cuando, no por eso dejan de ser familia.

Memo R. Díaz.























5 comentarios:

Anónimo dijo...

Memo como siempre que buen escrito me encanta leerte siempre apriendo algo con lo que escribis saludos y felicitaciones muchas gracias por compartir tu chero Hugo salu

Memo dijo...

Hola Hugo, gracias por visitarme, y espero que lo sigas haciendo.

Tu chero.

Memo.

Anónimo dijo...

Se te quedo en el tintero que en el parque centenario durante esos dias, pasaba la majada hablando todo el dìa de la guerra, hasta se daban recomendaciones de como reaccionar ante un bombardeo, que comer ante escasez, que el G3, que el FAL, que los corsarios, los mustang, un vergo de paja. Tambien en el instituto se hizo un concurso de caricaturas, que uno de los premios lo ganò un compa de nosotros presentando una vieja gorda comiendose un gineyo, (la united fruit). En esas tertulias interminables conocì al zumbado que llego una mañana ha estarse con la broza.
Tambien se formaron las patrullas nocturnas, en una de ellas estaba mi tio bigote y me permitia acompañarlos temprano, pues la verdad es que se dedicaban a contar chistes y andar para arriba y para abajo armados de garrotes y machetes y un par de tragos para el sereno.chino

Memo dijo...

Hola Chino.

De plano que se me olvidó mencionar todo eso. Pero que bueno que vos las recordás.

En esos días mi mamá no me dejaba ir al parque porque era muy miedosa y temía que cualquier rato hubiera algún bombardeo.

Cuando tengás tiempo contate lo del Zumbado y lo de pellejo, los dos ladrones.

talvez vaya a El Salvador el otro año como en febreo o marzo y me gustaría que nos viéramos. mandame tu núm. de tel. a mi correo: memo50@roadrunner.com

Y de Quiko no sabés qué se hizo o adonde vive y de la Pulga Nelson?

Con Paco Flores hablo de vez en cuando porque me ha estado haciendo algunos trabajos en una casita que me compré allá en Lourdes.

Salu Chino y hay nos estamos viendo.

Memo.

Anónimo dijo...

Hola Memo se ve bueno el Blog esta original me llega sigamos .