miércoles, 1 de agosto de 2012

LLegó el Circo a las fiestas de Agosto

Y éstos son los payasos.




El desprestigio de la clase política no es asunto reciente; desde hace mucho
tiempo se refleja en las encuestas. Y aunque el rechazo es generalizado, es en
la juventud, necesitada siempre de ejemplos que la reten, donde el ejercicio de
la política encuentra menos seguidores.


No es bueno que los jóvenes manifiesten esta apatía, pero ¿qué hacer si lo que
nos muestran los políticos les da la razón? En los últimos tiempos, el conflicto
con la Sala de lo Constitucional ha exhibido a los políticos a pecho abierto,
sacando sus más íntimas miserias. A partir de su poco afortunada actuación,
podemos dibujar un perfil del político salvadoreño. Aunque hay honrosas
excepciones, aquí me referiero a los políticos profesionales salvadoreños, es
decir, a los que han hecho de la política una forma de vida y no una plataforma
de servicio. Y de estos enlistamos cinco características básicas y distintivas.

1) CINICO: En primer lugar, para ser político hay que ser cínico. El cínico es
también mentiroso, pero va más allá: miente a conciencia y lo hace sin
inmutarse. Además de mentir, el cínico se caracteriza por cometer actos
vergonzosos sin ocultarse ni sentir el mínimo atisbo de vergüenza. Los políticos
profesionales piensan internamente en un "no", mientras mueven la cabeza de
arriba a abajo diciendo "sí"; están dispuestos a decir que el negro es blanco si
la cúpula de su partido se lo manda. Incluso pueden afirmar que están haciendo
algo para salvar la Constitución, conscientes de que la están violando. Por eso,
para ser un buen político profesional salvadoreño, hay que hablar bien y
proceder mal. El político de oficio es como el billete falso, que hace ladrón al
que lo usa y convierte en estafado al que lo admite.

2) CAMALEON: En segundo lugar, para ser político hay que ser como el camaleón.
Hay que saber adaptarse al medio y teñirse del color que convenga según el
momento. Los políticos de oficio, es decir, los que en el país viven de la
política, llaman a esto "flexibilidad" o "pragmatismo"; aunque, de acuerdo a la
ética, es más bien una falta de principios o de coherencia. El político
profesional se puede aliar con la extrema derecha o con la extrema izquierda,
porque lo que importa es de dónde se puede recibir algo a cambio. Para el
político de oficio, la democracia, más que ética, es numérica. Puede aprobar lo
que antes reprobó porque solo se mueve por interés personal, por miedo o por
fanatismo. Si lo moviera el amor al prójimo o la fe, entonces ya no sería
político.

3)OLVIDO SELECTIVO: En tercer lugar, el político profesional padece de amnesia
selectiva. No tiene memoria para aquello que no le conviene recordar. Con
aparente convicción, puede condenar con firmeza algo que hizo en el pasado o,
por el contrario, puede hoy hacer aquello por lo antes se rasgó las vestiduras.
Así, un político salvadoreño de oficio pudo pasar 20 años sin que le molestara
el manoseo de la Constitución y luego convertirse en su más ferviente defensor.
También pudo decir en un momento determinado que por ninguna razón del mundo
votaría por cierta persona para el cargo de, digamos, Fiscal General de la
República, pero años después darle su respaldo porque, repentinamente, le parece
la persona adecuada.

4) AMIGOS: El político profesional no tiene amigos verdaderos, solo aliados
coyunturales que le sirven para sus intereses. Puede hoy ser de un partido y
pasado mañana convertirse en enemigo de sus otrora compañeros de ideología. De
esta manera, por ver intereses antes que personas, llama "maniobra" a lo que
otros entienden como simple traición. El político profesional, como no tiene
amigos verdaderos, cuando no tiene razones para criticar una postura o una
propuesta, entonces recurre al juego sucio, ataca a las personas para
denigrarlas y así descalificar sus propuestas. Rascan en su pasado, recuerdan
favores pedidos, todo se vale con tal de descalificar al otro.

5) ANTIDEMOCRATICOS: Y, finalmente, al político nacional de oficio no le importa
de verdad la democracia. ¿Por qué le importaría?, ¿por qué respetaría al
conjunto de aquello que desprecia por separado? Cree que las mejores decisiones
las toma la cúpula, y que hay un grupo privilegiado que sabe lo que le conviene
al país.


Estas características de los políticos de oficio son las que han salido a
relucir en el pleito de la Asamblea Legislativa con la Sala de lo
Constitucional. En El Salvador, la política sigue, pues, en manos de una élite,
y por ello la poca participación y falta de interés de la gente. Sin embargo, en
reacción a ese manejo de la política es que se ha dado en los últimos meses una
especie de despertar de la juventud. Ojalá que ese despertar sea algo más que
una breve expresión de rebeldía; ojalá que esos jóvenes sepan encontrar modos
propios, eficaces e inteligentes de expresión y participación, a fin de que
marquen el cambio de una hora que ya ha durado demasiado.

Anónimo, me lo enviaron.

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