La pista de baile era nomas un piso de tierra apelmazada con un cumbo de leche vaciado y vuelto a llenar con puro cemento.
Todos los atardeceres la regaban porque siempre había un show en vivo con la ejecución magistral de "Paila" y su amante conocida como la Toña. Nosotros teníamos unos ganadores de bailes de mi pueblo.
Ahora solamente compiten algunos famosos tiesos por televisión.¡Que aburridos!
Paila era el mozo más coqueto de la cuadra.Desocupado eterno, vago de oficio, ladrón por vocación, y chivo de la Toña por convicción de ella. Se vestía con camisa de gitano, flecos en los brazos, abierta a la altura del pecho raquítico pero adornado con una especie de rosa
alrededor del escote en "V".
Sus pantalones eran acampanados con remaches descendentes a ambos lados hasta llegar a la campana inmensa (que también tenía remaches) que al abrirse mostraban el interior de la campana con tela de color diferente al resto del pantalón.
En sus muñecas llevaba anillos y pulseras de oro puro y un medallón al pecho con el símbolo de Amor y Paz. Pelo largo estilizado y un perfil griego que le hacía pretender que era un escogido para conquistar a cualquier hembra.
La Toña era una mujer joven también.Amante de más de dos, se vestía para provocarpensamientos impuros, y era objeto de desaprobación de las beatas del pueblo y de lujuria de los hombres fuesen estos casados o solteros.
Tenía unas nalgas vibrantes e incontrolables al bailar y unos senos firmes y grandes, que alborotaba hormonas a los pre-adolescentes pícaros. A mí no porque yo era un niño menor que no llegaba a los 10 años aun, pero me fascinaba observarlos bailar.
Debido a sus piruetas al danzar las viejas chismosas del pueblo decían que ella practicaba el oficio más viejo del mundo y que Paila era su amante protector con sueldo por su oficio alrededor de ella.Creo que decían que él era su "chivo".
Entre los pasos favoritos de esta pareja estaba "la caída de la hoja", en el cual ella se dejaba caer a sus espaldas despacito mientras Paila hacía un paso medio pícaro acercándosela mucho a su corpiño ceñido palmo a palmo para marcar sus partes abultadas sin necesidad de ello porque venían en par por detrás o por delante. A mi me parecía que la campana del pantalón se le entiesaba al marcar este paso medio erótico. Pero pudo haber sido mi cochambrosa imaginación de niño precoz.
Cuando comenzaban a bailar los aplausos les envolvían en aquel antro improvisado. Allí, a media luz nos hacían reír, y admirar la docilidad de sus cuerpos.
¡Ah Recuerdos de antros del pueblecito más bello de Latino América por allá por los 60s!
El Moris bailador.
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