sábado, 5 de febrero de 2011
No tenga miedo de amar
Don Gabriel García Márquez escribió en una novela titulada “AMOR EN TIEMPOS DEL COLERA”, en la que pone que el amor no es privativo ni exclusivo de los jóvenes, es por eso que en el mes del amor; en el mes de la regalazón mutua, me atrevo a escribir éstas líneas, que sé que a más de alguno le dará cólera. ¿Por qué escribir sobre el amor, pero el amor maduro, el amor sereno, el amor sensato?
Me contaba una amiga que sus padres se enamoraron ya en la madurez, y según su papá el amor es como una fruta. Cuanto más madura, más sabrosa. Esto no quiere decir que algunas frutas verdes como los mangos no sean deseadas aunque no se coman. Muchos de ellos porque destiemplan los dientes, porque más vienen a ser más que todo un antojo pese a lo tronador que queda con limón y alhuashte.
Los mangos maduros son más dulces.
Muchos jóvenes son atacados furibundamente por el amor, que a menudo confunden con la pasión, el capricho o la rebeldía contra sus padres. Con frecuencia se casan sin estar preparados para esa gran responsabilidad que es el matrimonio, y luego fracasan y dejan inocentes criaturas en el abandono. Esta clase de “amores” no indignan ni encolerizan a la sociedad, excepto al papá de la novia, al que le queda la carga de criar de nuevo a su hija y a su nieto.
En la medida que pasan los años, al hombre y también a la mujer, se les va cerrando las oportunidades de encontrar un amor verdadero.
Según los prejuicios sociales, una pobre soltera que pasa de los cuarenta, es condenada a vestir santos y ser blanco de las burlas de que la dejó el tren. Ellas suelen defenderse, que prefieren quedarse a vestir santos que a vestir bolos como les toca a muchas en nuestro país.
Cuando la mujer pierde el tren y fija sus arrugados ojitos en un mozalbete, la sociedad no le permite que se suba en el último vagón; tiene que subir la ruta de la vida a pié, so pena de ser calumniada de “pervertidora de menores”. Lo cierto es que-y esto lo saben muchos jóvenes-una mujer de cuarenta, sabe más del arte amatorio que una de veinte.
El pueblo no se equivoca que “gallina vieja da mejor caldo”.
El hombre de tercera edad que se enamora de una jovencita lo castigan con el nombre de “viejo verde”, “viejo sinvergüenza”; pero, lo que no saben esos envidiosos y envidiosas es que el amor de los viejos no es verde, sino maduro, y mucho más bueno y jugoso que el de muchos jóvenes. MI mamá se casó a los 64 años y vivió un intenso amor hasta que enviudó. Tengo un mi chero cincuentón que anda como cipote perfumado y entusiasmado, porque, según me cuenta, ha encontrado una cipota cariñosa.
No hay que tenerle miedo a lo que otros puedan pensar del amor, ni debe de importar la edad de los enamorados.
Muchas veces los amores con edades distintas funcionan de mejor manera que aquellos que idealizan en las novelas rosa, que lo que menos tienen es amor, porque al final alguien sale pagando la peor parte.
La mejor medicina para que los años no se apoderen de usted querido lector, es que tenga un amor, una ilusión, algo porqué vivir un día mas. Un amor hace que los días sean más luminosos, que los problemas se disipen, que las amarguras se mitiguen, que los malos recuerdos se olviden, que la vida sonría como si siempre fuera primavera.
No se puede ni se debería vivir sin un amor; es injusto conformarse a vivir los últimos días de la existencia del ser humano si no quiere a alguien. Yo se que las mujeres son las que más se arriesgan a quedarse sin un amor, ya que tiene miedo que sus hijos, sus parientes, sus allegados las critiquen, y por eso sufren en silencio, se conforman con suspirar y soñar; pero, por miedo, no intentan convertir sus sueños e ilusiones.
Las que logran romper la barrera del temor y pasan al lado de la realidad, se dan cuenta que la vida sin amor no es vida y que fue una pena de no haber tomado la decisión de amar lo antes posible.
Nosotros los hombres tenemos miedo de amar. Los más miedosos lo hacen a escondidas, pero los que pierden el temor de ser encarnecidos como “viejos verdes” llegan a vivir una vida linda.
Por eso queridos lectores y lectoras que han pasado los cincuentas, solteros, viudos y divorciados, recuerden lo que dice aquella inolvidable canción de Los Panchos: “Sin un amor, la vida no se llama vida; sin un amor, le falta fuerza al corazón…”
Rafael “Don Lito” Montalvo, de su libro “Historias de Don Lito”.
Domingo 11 de febrero de 1996.
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2 comentarios:
muy bueno, para alli vamos. Un dia de estos tuve un reecontronazo y quize hacer unos malabares juveniles, y ya no dan los discos vertebrales.
Hola Chino, placer de saludarte.
Camano me habló un día de éstos diciéndome que te había encontrado a vos, a Felipe Fratti y a Pichota en Facebook.
Yo no he abierto mi cuanta en Facebook todavía por huevón, pero la voy a brir para comunicarme con todos ustedes.
saluso y nos estamos comunicando.
Memo.
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