sábado, 5 de junio de 2010

Atlacatl y el campesino.



¿Qué te pasa mi noble cacique,
que te veo triste y achorcholado?
Tu llanto llega hasta el Chaparrastique.
¿Será porque estás solo y abandonado?

No es eso, mi querido indio caitudo,
por lo que estoy tan preocupado.
Lo que pasa es que muy a menudo
los zopes me dejan todo zurrado.

Yo pensé que sufrías amargamente,
ya que pocos se acuerdan de tu existencia.
Tu llanto se debe, seguramente,
que necesitas limpieza con urgencia.

Es que me cambian de lugar a cada rato,
y me traen de La Garita a La Tiendona.
Yo quiero me trasladen de inmediato
enfrente a la estatua de “La Chulona”.

¿Y por qué tenés la mirada perdida,
como vigilando desde tu palestra?
¿Será que esperás alguna movida.
Talvez una secretaria, o alguna maestra?

Si me ves que estoy vigilante
es porque yo soy muy listo.
Estoy vigiando al marero maleante
que te robó la cartera con el pisto.

Seré campesino, pero no soy baboso,
pues nunca llevo dinero en la cartera.
Solo cargaba un recibo moroso.
El pisto lo guardo en la cebadera.

Sentí escalofrío cuando el ladrón
metió su fría mano como de esqueleto.
Es que tengo un hoyo en el pantalón,
aquí atrás, cerquita del “Aniceto”.

Pues aquí tené mucho cuidado
y en líos tratá de no meterte.
Con los capitalinos sé cortes y educado;
o del mero fundillo van a cogerte.

Yo a nadie le hago ningún mal
y no busco problemas nuevos.
Pero si me quieren fregar los de la capital,
con la cuma les corto los “huevos”.

Yo solo te estoy advirtiendo
que aquí la vida es lucha a diario.
No quiero que en pleitos te estés metiendo,
y amanezcas “tilinte”, allá por El Centenario.

Yo simplemente vine a la Capital
en busca de un trabajo decente.
Pero si aquí me van a tratar mal,
entonces, me regreso para Oriente.

Pues es lo mejor que te conviene,
regresar a tu rancho y tu maizal.
Del campo mucha gente se viene,
y ya no cabemos en la Capital.

Me vine obligado por La Naturaleza,
pues nos cayó un mortal aguacero.
El río nos cubrió de pies a cabeza,
y solo me quedó mi chucho ahuacatero.

Será mejor que lo cuidés mucho,
para que no te le den matacán.
Aquí se come hasta carne de chucho.
Lo venden por cuzuco en el “Cuscatlán”.

“Firuláis” es mi amigo sincero,
y un excelente perro cazador.
Cuida mi rancho y mi gallinero.
Es el mejor en todito El Salvador.

Eres afortunado, tal es el caso
de tener un amigo tan leal.
La amistad es algo muy escaso,
especialmente aquí en La Capital.

Entonces ¡Hay nos vidrios, mi cacique!
Y gracias por su valioso consejo.
Ahorita tomo el bus para Lolotique,
y que no me vean la cara de pendejo.

Campesino, me has caído muy bien,
y antes que dejés ésta ciudad maltrecha,
un recuerdo quiero te llevés también.
¡Te regalo mi arco y mi flecha!.

Pero te las doy con una condición:
Que las usés contra la opresión y la pobreza.
Y todo aquel que quiera invadir nuestra nación,
que pague tal osadía con su cabeza.

Y así como yo luché hasta la muerte
contra el cruel conquistador invasor.
Así quiero que con tu vida y tu suerte
defendás a mi patria, El Salvador.

Atlacatl, mi corazón se queda contigo,
y gracias por tu guerrera arma pipil.
Pero si querés quedar bien conmigo,
Entonces mejor regaláme un fusil.

Es que mi puntería es certera y derecha,
y tengo buena vista desde lejos.
Pero con un arco y una flecha,
de plano, no voy a matar ni conejos.

A otro con ese cuento infantil.
No voy a caer en tu treta.
Así que, ¿querés un fusil?
¿No querés mejor una metralleta?

No quiero tanto armamento,
prefiero mejor el fusil.
Y conseguime una plaza de Sargento
en la Policía Nacional Civil.

Hoy si ya me caíste mal
condenado indio pedigüeño.
Por vago te voy a echar a la Municipal.
¡Tenías que ser indio salvadoreño!

Y yo que te traté como hermano
pues creí que eras de otro modo.
Vos sos de los que se les da la mano
y se quieren coger hasta el codo.

Está bién, no me regalés nada mejor,
y del coraje no te estés ahogando.
Nadie está invadiendo El Salvador
Así que no te sigás encachimbando.

Y si en caso alguien lo quisiera invadir,
para eso está nuestra Fuerza Armada.
A los “gringos”, ayuda tendrían que pedir,
porque solitos, irían solo de retirada.

Salú campesino, que te vaya bien,
y tu milpita trabajála muy duro.
Yo quisiera irme contigo también
para seguir hablando “carburo”.

Hablaremos más en otra ocasión
en que visite de nuevo la Capital.
La próxima te invito a irnos de “vacilón”
con un par de “pulseras” al Camino Real.

Saludáme a todos tus paisanos, por favor,
y decíles que las mano les quiero dar.
Que cuando visiten San Salvador
no se olviden de venirme a visitar.

Atlacatl, hoy si llegó la hora del despido,
ya estoy oyendo cerquita la corneta.
Te prometo que de tí jamás me olvido.
Salú...ya llegó mi camioneta.
Memo.
Dicembre de 1998.




















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