Desde que estaba cipote me gustó reventar cohetes en Navidad y Año Nuevo. Creo que apenas tenía unos cuatro o cinco años de edad cuando ya reventaba mis primeros cohetillos, raspaba chispas del diablo en las aceras y encendía luces de Bengala. Me parecía algo mágico ver como las estrellitas de Bengala y las candelas romanas iluminaban el contorno, y oír el estruendo de los morteros y papalotas, que, por un segundo, hacían temblar las tejas de los techos.
La Navidad siempre fue la mejor época del año para mí, y siempre la esperaba con ansias para ir con mi papá al Parque Libertad de San Salvador a comprar mis cohetes para reventarlos. Después de comprar toda clase de cohetes, silbadores, morteros, ametralladoras, buscaniguas y estrellitas, nos íbamos a comprar la pólvora china al Almacén La Mariposa, donde vendían los platillos voladores, las candelas romanas, volcancitos, y las varas chinas que se elevaban al aire e iluminaban el firmamento.
Tuve la suerte que nunca tuve un accidente lamentable con la pólvora. Solamente en un par de veces me reventaron unos silbadores cerca de la cara que me dejaron medio sordo por unos minutos, y otra vez que un buscaniguas me quemó un pantalón que andaba estrenando en navidad.
Pero muchos de mis amigos y conocidos no corrieron con la misma suerte. Un chero al que le decíamos Chancaca, le reventó un mortero en la mano al que le amputaron dos dedos, y a la que fue mi primera esposa, también le reventó un cohetillo en la mano cuando todavía éramos novios adolescentes, que le dejó cicatrizado de por vida los cinco dedos de su mano derecha. Tuvimos que llevarla de emergencia a media noche para que le suturaran sus dedos abiertos. Cuando llegamos a la Cruz Roja, nos dimos cuenta que la sala de espera estaba completamente llena de niños quemados por la pólvora, macheteados, baleados, envenenados, pero más que todo muchos niños con sus dedidos casi colgándoles de las muñecas porque la pólvora les había despedazado la carne.
Cuando vimos esa escena, y al ver que se iban a tardar entre seis a siete horas para que la atendieran, decidimos llevarla mejor a un hospital privado para que la curaran con más rapidez porque se corría el peligro que las heridas se le pudieran engangrenar si no se atendían a tiempo.
Cuando estábamos en sala de espera mientras a ella la atendían en la sala de operaciones, no dejaba de pensar en las decenas de personas en la misma situación que acabábamos de ver en la Cruz Roja y me decía a mi mismo: ¿si esto está ocurriendo en la Cruz Roja, cuantas personas no estarán sufriendo la misma tragedia en todo el país, cuando se supone que hoy es día de fiesta y de alegría?
Desde entonces mi percepción y mi gusto por reventar pólvora en las navidades cambiaron radicalmente. Nunca más volví a reventar pólvora en mi vida.
Creo que todos conocemos a alguien que ha pasado por las mismas circunstancias o hemos sufrido en carne propia ésta tragedia.
Traigo éste pequeño relato porque he estado leyendo que en los últimos años las cifras de personas quemadas, especialmente niños inocentes, por el mal uso de la pólvora se ha incrementado en nuestro país; y que hay una campaña a nivel nacional para restringir o prohibir la venta de la pólvora, para evitar o tratar de disminuir los accidentes y fatalidades.
Yo creo que hay que apoyar dicha campaña para educar a los adultos y padres de familia que celebrar la víspera de la navidad y año nuevo reventando pólvora puede traer consecuencias catastróficas para un ser querido, y es mejor evitarlo que después lamentarlo.
Como dije al principio: me gusta reventar cohetes, me fascina el olor a pólvora, es parte de nuestras costumbres y tradiciones de celebración de la Navidad y Año Nuevo…pero creo que ya es hora de regular o prohibir la venta de la pólvora.
Memo.
Memo.
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo. No le encuentro sentido a esta "costumbre" porque la pólvora no es un juguete y no debe ser manipulada por menores de edad. Si de mi dependiera la prohibiría totalmente y si algún buen salvadoreño se quiere pasar de listo desobedeciendo la ley (como siempre) que lo lleven por 72 horas a bartolinas y que pague una cuantiosa multa para que lo piense dos veces antes de volverlo a hacer. Pero mi papá me dice que no es una buena solución, sino miremos el caso de los silbadores que estan prohibidos y nada mas ayer en la noche escuché y ví pasar tres silbadores en el cielo, y entonces la ley? Para qué molestarse en proponer leyes si no se van a cumplir?. Entonces me dice mi papá, en vez de prohibirlos es mejor destinar un espacio abierto para poder reventar cohetes y que para poder entrar tenga que presentar su DUI, ya los que tienen 18 pueden decidir si se quieren morir a cuetasos, quemados o calcinados, cada quien con sus "costumbres" navideñas. Y que sea un lugar alejado de los niños y mascotas, ambos son sensibles a estos artefactos que para mi son la manera mas absurda y retrógrada de malgastar el dinero (que tanto cuesta ganar). En fin...una de las tantas cosas que estan mal en este país.
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