Claro que me recuerdo de mi pupitre! Como recuerdo mi bolsón, mi bicicleta, de mis trompos, mis capiruchos y mis chibolas...
La niñez del cipote Lito fue sencillamente linda. La recuerdo como si fue ayer, aunque a veces no me recuerdo qué diablos hice ayer. Y volviendo a mi pupitre de madera, creo por el olor, aún impregnado en mi narizita de niño travieso y estoy seguro que era de cedro o conacaste, pero nunca de pino, y no es que tenga algo contra el pino.Era de una sola pieza, mesa y sentadero. La tapa del cajón sobre el cual se escribía, era inclinada, de tal forma que se facilitaba la escritura. No era pintado, que va, era barnizado. Al levantar la tapa, el pupitre abría sus entrañas donde guardábamos nuestros libros, cuadernos, lápices, plumas y tinteros, ya que no habían bolígrafos.
Mi primera pluma fuente fue una Esther Brook. Yo nunca conocí a esa dama, pero me imagino que era la dueña de la fábrica de plumas. ¡Qué bonito se escribía con esa pluma fuente, la caligrafía Palmer sobre un cuaderno doble rayado marca Conquistador o El Quijote. Nunca rayé mi pupitre, no había necesidad de marcarlo con mi nombre como que fuera ganado, él sabía que yo era su alumno y nos respetábamos mutuamente, ya que nunca clavo alguno rasgó mi uniforme.
También me servía de escudo, cuando uno de los maestros le lanzaba un trozo de yeso. En la cuesta de la iglesia de la Vega, había un carpintero llamado Pedro Crespín, él hacía de todo, roperos, camas y pupitres. Con garlopa en mano desbastaba la madera, sacándole colochos. Yo soñaba con ser carpintero, o aunque sea aprendiz, pero nunca tuve la oportunidad. Hasta donde yo supe, los hermanos Maristas mandaban a fabricar los pupitres a decenas de carpinterías que habían en los barrios de La Vega, San Jacinto, San Esteban, Candelaria, Santa Anita y otros barrios donde los obreros y maestros carpinteros echaban el arte, para hacer los mejores pupitres, orgullo de nuestros artesanos.
Los hermanos Maristas importaban libros de España y plumas fuentes de USA, pero jamás un pupitre, o un escritorio para maestro. Ellos, los Maristas, sabían que había que darle de comer al pueblo, para que los carpinteros pudieran mandar a sus hijos al colegio. Hoy ya no hay carpinteros, ni ebanistas que hagan pupitres y escritorios de madera. Hasta el transporte se hacía en carretones de madera empujados por un fornido hombre.
Quien sabe que fin tuvo mi pupitre de madera de cedro, no creo que haya resistido más de cincuenta promociones, a pesar de la calidad de la madera, ya han de haber alimentado la hornilla de un hogar pobre, pues hasta en sus últimos días tenían utilidad.
El hermano Placido, el hermano Heliodoro, Marciano, Virgilio y Juan, y no los vayan a confundir con los evangelistas, nunca, pero nunca de los jamases se les cruzó por la mente hacer una licitación de pupitres, para economizarse unos cuantos colones, de aquellos colones de mucho valor.
Los hermanos Maristas, además de su excelente educación, y no es porque yo sea exalumno me esté haciendo propaganda, también comprendían, y comprendían muy bien, que no sólo la educación era importante, sino también darle trabajo a los obreros salvadoreños. Pero ahora con la globalización, y por un viaje a Chile, imagínense ustedes, los pupitres de la mayoría de las escuelas del gobierno son hechos en Chile y han nadado miles de kilómetros para llegar a nuestras aulas, ¡aleluya! Sólo por unos míseros dólares menos y con la paja de que aquí no hay una fábrica que pueda cumplir con elaborar todos los pupitres.¡
Y, pregunto yo! ¿Qué sólo una fábrica de pupitres hay en El Salvador?, ¿qué no le pueden dar una parte a cada una? Cuánto no perdió el país en mano de obra, en salarios de operarios que pagan impuestos, que pagan Seguro Social, que genera que la economía se mueva, pues al consumir ese dinero el consumidor final paga IVA...
¡Pero No! cuarenta millones se fueron a Chile. Ahora me doy cuenta de la sabiduría de aquellos Maristas españoles que vinieron huyendo de las guerras europeas y que quisieron forjar ciudadanos fuertes, valerosos, nacionalistas, mucho más nacionalistas que los ladinos nacidos aquí y que compran por allá sin darse cuenta del grave daño que ocasionan. En México, los pupitres son mexicanos y jamás permitirían que extranjeros licitaran los pupitres de los chamacos mexicanos y no es patriotismo ni nacionalismo, es simplemente sentido común.
Ni que los hicieran de papaturro o papaya y los dieran a dos por cinco, los pupitres de México son mexicanos.Yo no creo que los cipotes salvadoreños se identifiquen con su pupitre chileno, donde no hay sudor de sus padres, donde no hay creatividad salvadoreña. Son pupitres que no se recuerdan, fríos, licitados, pintados sin cariño y en fin como todos pupitres globalizados. ¡Que le vamos a hacer. Somos guanacos y vivimos en El Salvador!
1 comentario:
Esos pupitres de antes eran bien tuanis, daba gusto ir a sentarse y escribir en ellos y cabal cabian todo lo que uno utilizaba en la escuela.
Los de ahora ni los conosco, en fin son prostituidos, es una lastima pero que se le va hacer.
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