jueves, 15 de enero de 2009

¡Mujer salvadoreña, eres...!

Eres la madre abnegada de nuestros hijos,
La esposa fiel, compañera de la vida.
La amiga que nos aconseja,
La amante que nos entrega su cuerpo y alma.

Eres la que nos cocina nuestros frijolitos,
La que lava y plancha la ropa de la escuela,
La que vela el sueño del hijo enfermo,
y la que barre el patio al compás de una cumbia.

¡Eres la Reina de la casa,
y al mismo tiempo,
-ironía del destino-,
esclava de tu propia casa!.

Eres la que nos ama con pasión.
La que huye de la casa de sus padres
Para entregarnos lo más íntimo de su ser
Y que luego abandonamos cobardemente
Por que va a tener un hijo nuestro. Eres la profesora de la escuela primaria,
La vendedora del Mercado Central,
La cajera del Banco Agrícola,
La enfermera del Hospital Bloom.

Eres la criada de la casona de la Escalón,
La estudiante de odontología,
La secretaria ejecutiva,
la que lava y plancha ajeno. Eres la señora de la tienda de la esquina,
La anciana abandonada del Asilo Sara,
La niña del kinder de la colonia
La quinceañera enamorada de Ricky Martin.

Eres la Guirola y la Martínez,
La arenera y la guerrillera,
La de alta sociedad y la del barrio Candelaria
La intelectual y la campesina. Eres la Fulana de tal,
Y la hija de la tal por cual,
La señora de Sutano,
Y la querida de Mengano.

Eres la que emigró al país del norte,
Que cruzó tres fronteras corriendo.
Que llegó casi desnuda y violada,
Todo por mandar unos cuantos dólares
A sus hijos hambrientos y enfermos.

Eres la casada por las tres leyes
Y la arrejuntada detrás del matocho.
La abandonada y la dama del patrón.
La viuda y la madre soltera.

Eres la usuluteca y la santaneca.
La capitalina y la tecleña.
La migueleña y la chalateca.
La que hoy vive en NY o en Los Ángeles,
En Canadá o en Australia.

Eres nuestro pasado y nuestro futuro.
Nuestro folklore y nuestra raíz.
Nuestro vientre y nuestro primer alimento.
Eres...nuestro primer beso de amor.

Eres el barro divino de Cuscatlán,
Progenitora de Atonal y de Oscar Arnulfo,
Eres la musa de Espino y de Roque Dalton,
La inspiración de Masferrer y de Gavidia.

Gracias mujer salvadoreña
Por darme mi sangre morena,
Fruto mezclado del temple del indio guerrero
Y del garbo altivo del conquistador. Gracias mujer salvadoreña
Por enseñarme el amor verdadero.
Aquel que me dio aquella mujer
Que me amamantó y me meció en la cuna.

Gracias mujer salvadoreña
Por llorar conmigo la muerte
De mis setenta mil hermanos
Fallecidos en la guerra.

Gracias mujer salvadoreña
Porque de tu vientre bendito surgió una nación.
Aquella que llevamos en el alma.
Aquella a la que desde lejos lloramos,
Y queremos regresar cuando muramos.

¡Mujer salvadoreña, eres...
Mi inspiración!


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