domingo, 22 de julio de 2012

Una aventura en el lago de Ilopango..."El Juelgazo"

Dedicado a “Caliche”, que me animó a escribir esta anécdota.

Yo jamás había escuchado la palabra “juelgazo”, y solo la he escuchado una tan sola vez en mi vida a un pescador del Lago de Ilopango; y nunca más se me olvidó, porque cuando la oí, y por la situación en la cual la escuché, quedó grabada eternamente en mi memoria como el clímax de una aventura de mis andanzas de aprendiz de bohemio adolescente. Este es el relato de esa pasadita.

Cuando tenía unos 21 o 22 años de edad, unos amigos de mi barrio y yo reforzamos al equipo de BKB “Danger Up”, de los hermanos Romero Gaitán que vivían en el barrio San Jacinto de la ciudad capital, que estaba participando en un torneo de baloncesto en la Col Guadalupe de Soyapango. Pues en una de las ocasiones que fuimos a jugar, dos de los encargados del equipo, Carlos y Armando, nos invitaron a echarnos unos tragos después de un partido, en la casa de su hermana, que vivía en dicha colonia.

Pues llegamos a la casa de la hermana y alguien puso una botella de licor, gaseosas y boquitas al centro de la mesa y empezamos a chupar. Como veníamos sudorosos y traíamos sed, la botella no duró mucho tiempo. Así que alguien sugirió que nos fuéramos a bañarnos a Apulo, que estaba relativamente cerca, a refrescarnos y a seguir chupando allá.

Como ya nos sentíamos medio zapatones y con ganas de seguir jalando guaro, dijimos que sí.

Creo que iban Alejandro y David Gutiérrez, Carlos Werner, Carlos y Armando Romero Gaitán y yo. Pues nos metimos todos, como pudimos, en el perol de Carlos, un VW escarabajo color rojo desteñido; más viejo que la ganas de pedir fiado, que necesitaba por lo menos cinco personas para que arrancara el motor: tres para empujarlo, otro más para apretarle los bornes de la batería y el conductor.

Agarramos camino a Apulo, y en el desvío de Ilopango hicimos parada en una cantina e hicimos la cabuda para comprar una botella de Espíritu de Caña. Cuando ya estábamos cerca del Turicentro de Apulo, Carlos nos dice “mejor vámonos hasta la playa de los Chulones que está cerquita de la pedrera, por una lomita. Allí se puede uno bañar más tranquilo porque casi no llega gente.

Creo que a ese lugar le decían "la playa de los chulones" porque era de dificil acceso y desolado, por lo que poca gente llegaba hasta ese sitio y uno se podía bañar hasta sin traje de baño sin que nadie lo viera "chulón".


Pasamos Apulo, sobre la misma carretera, y como a un kilómetro más adelante, parqueó el carro a la orilla y nos dijo: “Aquí es. Bájense del carro y empiecen a bajar la loma por esa veredita. Pero tengan cuidado cuando caminen porque hay un vergo de hojas de chichicaste por todos lados”.

Empezamos a bajar, y cuando llegué al borde del lago, me di cuenta que, quizas debido al origen volcánico del lago había una enorme piedra plana que sobresalía de la ladera en forma horizontal que parecía una enorme mesa, exactamente al nivel del agua. Empezaron a llegar los demás, y nos sentamos en la piedrona con las piernas y pies adentro del agua.


El lago de Ilopango parecía un espejo color azul turquesa por el resplandor del sol y a lo lejos se lograba ver el imponente Volcán de San Vicente en toda su majestuosidad y belleza. El agua estaba fresca e invitaba a echarse un chapuzón porque hacía mucho calor ese día.


El último en llegar fue Armando, quien era el que traía la botella de licor, y ya cuando estaba cerca de donde estamos, nos grita desde arriba de la lomita: “¡SAQUENLA!”, y agarra la botella de Espíritu de Caña del cuello y la lanza con fuerza al agua creyendo que la botella iba a flotar. Pero inmediatamente se fue al fondo del lago.

Al mismo tiempo que la lanzaba al lago, todos tratamos de advertirle que no lo hiciera y le gritamos. ¡NOOOOO!.


Pero ya era tarde. La botella ya iba volando en el aire hacia el agua, y como el desafortunado crucero Titanic, se hundió al fondo del lago. Como era la única botella que habíamos llevado y como todos andábamos sin dinero, lo empezamos a putiar.

-¡Puta Armando, Hoy si la cagaste. Las botellas flotan cuando están vacías, y tienen aire adentro, no cuando están llenas!".
-“Este pendejo pensó que era submarino, que iba a salir a la superficie”.
-“Hoy que ve como le hacés para sacarla porque era la única botella que traíamos y ya no tenemos pisto para comprar otra”.

Armando, al ver que había cometido un error y que la botella no subía, se zambulló varias veces para ver si la sacaba. Pero como era bastante gordo y panzón, rapidito se cansó y se quedó sin aire y salió chapaleando como chuchito de regreso a agarrarse de la piedra en donde estábamos para no ahogarse.

En esos días de mi juventud yo practicaba natación, y me encontraba más o menos en buena condición física, así que también intenté sacar la botella. Pero como el Lago de Ilopango es de mucha profundidad y la ladera es muy inclinada, no pude hacerlo. Así que también desistí de poder alcanzarla después de varios intentos y la dimos por perdida.

Cuando los demas se dieron cuenta que yo tampoco la pude sacar, que era el que mejor nadaba y tenia las mejores posibilidades de sacar la botella del agua se volvieron a ver las caras tristes y agüevados como diciendo: ¡Vaya mierda, ya nos llevó putas, se perdió la botella!

-Todos nos quedamos varios minutos en silencio hasta que alguien dijo: “¡Puta, y hoy qué hacemos! ¿Nos quedamos otro rato o nos vamos a la mierda".
-“Volvamos a hacer la cabuda porque yo tengo ganas de chupar". -Dijo otro-. "Tal vez nos alcanza aunque sea para un medio litro de Muñeco".
–A ver, ¿Cuanto tenes vos?”
- “¡Yo solo tengo peseta!, ¿Y vos?”
- “Yo ando ochenta, pero tengo que guardar para el bus de regreso. ¿Y vos?
- “Yo ando solo un peso”-
“Bueno-
dijo Carlos-. Demen lo que tengan y voy a ir a la cantina de Apulo a ver qué puedo traer, pero se tienen que ir otros dos conmigo para que me ayuden a arrancar el carro".

Se fueron Carlos, quien era el que manejaba, Armando y David a Apulo, y nos quedamos Alejandro, Caliche y yo, bañándonos y lamentándonos que ya no íbamos a seguir chupando.

Como a unos cuatrocientos o quinientos metros de donde estábamos venía por la orilla del lago un cayuco en donde venían pescando tilapias con arpón unos pescadores lugareños y se dirigían en la dirección por donde estábamos nosotros, pero no le dimos la mayor importancia.

Como a la hora después que se habían ido al pueblo nuestros tres amigos, regresaron, y traían una pachita de Muñeco. Y nos dicen: “Solo para esto nos alcanzó el pisto, así que échense un trago chiquito para que alcance para todos, y después nos vamos a la mierda”.
-“¿Y la gaseosa?-
les pregunté, porque yo nunca aprendí a chupar con “boca de paisaje”.
-“¿Cual gaseosa?- me dijo Armando- si apenas nos alcanzó para comprar la pacha"

Cuando fue mi turno de echarme mi trago, me empiné la pacha y me dije: “Ni modo, a aturrar la cara”. Y en lugar de gaseosa, hice un “guacalito” con mis dos manos y agarré un poco de agua del lago y me la tomé para pasar lo carrasposo del alcohol, sin pensar las consecuencias que podría agarrar una infección gástrica o intestinal por tomar agua del lago que pudiera estar contaminada con alguna bacteria. Pero como cuando se anda chupando, uno es bien "pendejo" y todo le “vale verga”.

Cuando ya nos habíamos terminado la pachita y ya estábamos a punto de irnos de regreso, pasaron cerca de nosotros los pescadores que venían en el cayuco y Armando les dice: “Buenas tardes señores. Fíjense que yo tiré una botella de licor aquí y no la podemos sacar. ¿No nos podrían hacer el favor de ver si alguno de ustedes la saca?


-Y el que andaba dentro del agua con el arpón y la careta de buceo, le dice: ¡Ay maistro, todo lo que cae aquí, ya no sale, porque está bien profundo, pero voy a ver si la alcanzo a ver!
Agarró aire en sus pulmones y se sumergió.


No se cuanto tiempo duró dentro del agua, pero me pareció una eternidad.

Al buen rato salió a la superficie bien agitado, jadeante y le dice a su compañero que iba arriba del cayuco: “¡Aquí está, aquí está, ya la vi, pero yo no la puedo sacar. Vos sí podés. Agarrá un buen “JUELGAZO” que vos sí la sacás.

El otro pescador se puso la careta, respiró profundo unas dos o tres veces. Agarró bastante aire, o lo que ellos llamaban “Juelgazo” y se sumergió en dirección adonde su compañero le había dicho que había visto la botella.

Pasó un minuto. Minuto y medio. Dos minutos…y nada. Ni burbujas salían. Entonces nos empezamos a preocupar.

-¡Puta!, ¿Se habrá ahogado este chero?
-¿No se habrá enredado en la lama?
-¡Quizás se metió en alguna cueva y ya no puede salir!

En eso estábamos, cuando de repente, vimos que venía a gran velocidad hacia la superficie la silueta del pescador, que traía en alto, como símbolo de victoria, nuestra botella hundida.


Todos, al unísono, gritamos tan fuerte como que si El Salvador hubiera clasificado a un mundial de futbol. ¡Siiiiiiiiiiiiii!

Alegría total, abrazos, risas y chascarrillos.

Todos les agradecimos a los pescadores su ayuda y los invitamos a echarse un trago con nosotros, pero declinaron la oferta porque no tomaban, y siguieron en su tarea de seguir pescando.

Estábamos felices y eufóricos. No tanto porque íbamos a seguir tomando licor, sino porque habíamos pasado de un estado de lamentación y tristeza, a una sensación de triunfo y alegría porque habíamos vencido al majestuoso lago de Ilopango y le habíamos arrancado desde lo más profundo de sus entrañas un tesoro perdido, que para nosotros, en ese momento y circunstancias, era más valioso que mil cofres de oro y piedras preciosas.

Nos terminamos de beber la botella, cuyo néctar nos supo a bebida de los dioses. Al empezar a caer la noche nos fuimos de regreso a la casa de la hermana de los Romero ,y dejamos en ese paradisíaco lugar una tarde inolvidable para el recuerdo. De allí tomamos el bus de la ruta 13 de regreso a nuestras casas a seguir con nuestras rutinas cotidianas.

De eso ya hace casi treinta y cinco años. Ya mis días de bebedor pasaron a la historia, pero me acuerdo de esa aventura de discípulo aventajado de Baco como que si hubiera sido el día de ayer.

Saludos a David, Alejandro, Carlos Werner y a los hermanos Romero Gaitán, donde quiera que se encuentren y sepan que siempre los recuerdo con mucho cariño. A ver cuando nos echamos otro “Juelgazo” antes que colguemos los zapatos de básquet del todo.

Memo.
Julio del 2012.

sábado, 14 de julio de 2012

Recordando a los héroes de BKB de 1959

VÍCTOR ZELADA UCEDA Viernes, 16 de Enero de 2009
El Diario de Hoy

Una gesta gloriosa en el basquetbol se escribió hace más de 50 años. Ese acontecimiento ocurrió un día como hoy, 17 de enero, durante los VIII Juegos Centroamericanos y del Caribe de Caracas, Venezuela, en 1959. Contra todo pronóstico, ese equipo de once jugadores triunfó aunque carecía de recursos y se presentó sin médico de delegación, mucho menos con preparador físico o utilero. Las voces de sus protagonistas lo resumen todo: nadie creía que se alzarían con la medalla de oro. Por eso su hazaña es tan grande.

Desde la entrega del pabellón nacional hasta el abordaje en el avión hacia el territorio sudamericano era difícil creer que ese grupo superaría una eliminatoria contra selecciones como el campeón vigente Puerto Rico, Colombia, Costa Rica, Panamá y la selección chama, la anfitriona.

El Diario de Hoy contactó a cuatro de las leyendas de la selección del '59 para recordar sus anécdotas: César "Nene" Escalante, Roberto "Ratón" Selva, José Domingo "Chomingo" Chávez y Mauricio "Pachín" Ibarra.

Aunque más de medio siglo haya pasado, la jovialidad nunca desaparece. Es más, aún recuerdan que ese equipo pasó a ser una verdadera familia. Y por ello no olvidan a los que ya se les adelantaron.
Además de este "póker" de ex basquetbolistas, en EE.UU. residen José Mauricio Lemus, Ricardo Arévalo y Luis García. Pío Salomón Rosales se mudó a Guatemala. Quienes ya fallecieron son Adolfo "Chorro de Humo" Pineda, a quien le dedicaron dos gimnasios de baloncesto (el de San Salvador y Santa Tecla), Alejandro Pereira, Juan Matéu Llort y su entrenador Fito "Jocote" Rubio.

VIDA SIN LUJOS
La única motivación era que El Salvador, en el deporte de las cestas, venía de coronarse rey en el centroamericano de Nicaragua, un año antes. Y esa madurez fue posible por el legado que dejó el técnico mexicano Agustín García. Por cuatro años, el equipo se preparó bajo un ambiente difícil.

"Sólo nos daban dos dólares de viáticos (el dólar equivalía a dos colones con cincuenta centavos) y nos tocaba entrenar con dos pelotas para todo el grupo", dice "Chomingo" Chávez. Escalante, el mayor del grupo con ochenta años y que en esa época tenía 30, lo interrumpe: "Y nada de que nos iban a llevar a un hotel como hoy. Nada que ver, nos concentraban en una escuela militar. Y para hidratarnos teníamos que chupar naranjas y limones con bagazo".

Aunque suene paradójico, nunca hubo un incentivo económico: "Nos prohibieron aceptar dinero o alguna prenda de valor como una camisa, un reloj... porque se dijo que al hacerlo hubiésemos pasado de ser deportistas amateur a profesionales. Sólo hubo diplomas, cenas y bailes como dedicatoria, una vez regresamos con el oro", explica Ibarra.

Para la competencia, la federación de baloncesto proporcionó dos uniformes con dos pares de zapatos (azul combinado con calzado negro y el suplente, todo de blanco). Se olvidó de lo esencial: no los acompañó un doctor.

"Fuimos aguantadores. Si nos dolía el cuerpo, no abandonábamos el juego. Con el pasar de los años ya sentimos molestias en los meniscos de las rodillas, tobillos, caderas y muñecas. A falta de un médico o un masajista, nuestro compañero Escalante (ortopeda de profesión) fungió esa labor", agrega "Pachín" Ibarra.

El más cipote de la delegación y el mejor encestador (con 81 puntos en la fase final) fue el alero izquierdo Roberto Selva, que hoy es ginecólogo. "El Ratón", como le apodó el DT Rubio, recuerda la estrategia de juego: "Nuestro esquema se basó en el círculo del zompopo, estrategia que consistió en un juego de zona donde el jugador centro era rodeado por los aleros y defensas. Los rivales presionaban en la marca personal... También nos pedía el entrenador que rebotáramos el balón de la rodilla hacia abajo para dificultarle a los jugadores altos el robo de balón y funcionó", contó.

NERVIOS Y AFLICCIÓN
En cada partido existía presión. Y una forma de controlarla fue rezar "la magnífica", la oración especial bautizada por el grupo que quedó a cargo de Selva.

"El Chomingo" Chávez, Ibarra y Selva recuerdan que en el juego contra Puerto Rico, en la ronda final, el couch enfermó, tras consumir unos mariscos y el técnico interino de esa noche fue Escalante. Si ese juego se ganó fue por la motivación extra de ver al "Jocote" Rivas sentado en las gradas, a pesar de su malestar.

Y ellos tampoco se escaparon de pasar un susto. "Nos dieron latas de leche carabobo y aunque le sentimos un sabor ácido, nos las tomamos. Nos causó dolor de estómago, pero no sé si teníamos más nervios por cada juego o por sentir los efectos de la leche", confiesa Ibarra.

A diferencia de los cinco equipos a los que enfrentaron, El Salvador compitió con once elementos. Tres días antes del viaje enfermó de hepatitis Roberto Bondanza y ese puesto ya no pudo utilizarlo Ernesto Rusconi, quien tampoco pudo viajar.
Con todo y esto, los nacionales superaron la ronda de clasificación, gracias a dos victorias porque aunque hubo un triple empate entre Colombia, El Salvador y Venezuela, los locales fueron superados en el average de puntos.

Hubo un dato curioso: en su último juego de fase regular, Panamá los derrotó 85-58 y cuando finalizó el partido en los altavoces del Gimnasio Ciudad Universitaria de Caracas se anunció que ambos rivales abrirían la cuadrangular final.

"Eso nos dio el coraje para los últimos partidos", dijo Domingo Chávez. Y así fue. La revancha llegó el 15 de enero con el marcador de 76-73. Un día después vencieron a Puerto Rico 69-57, el mejor rival de todos, ya que hubo juego limpio sin muchas faltas. Y la locura llegó el 17 de enero, exactamente hace 50 años, cuando derrotaron 73-60 a Colombia.

El recibimiento en Ilopango fue especial, muy efusivo. Mucha gente se aglutinó para esperar a los héroes de Caracas. Cincuenta años después, estos jugadores que bañaron de oro el deporte salvadoreño, aún esperan ser recordados por su pueblo.



sábado, 7 de julio de 2012

Reviven "la nueva ola de El salvador".

Tomado de La Prensa Gráfica.

Historias, relatos, anécdotas y situaciones curiosas, narradas por los protagonistas de la ola de bandas de rock en El Salvador de las décadas de los sesenta y setenta, dan vida al documental “Buenas Épocas (la nueva ola de El Salvador)”, que se estrena hoy en San Salvador.

Con el objetivo de dejar un legado histórico de El Salvador y rendir homenaje a sus principales impulsadores, Mario Anaya, cineasta salvadoreño radicado en Estados Unidos, pensó el proyecto, idea que surgió desde 2003; pero no fue hasta años después que lo concretó.

En “Buenas Épocas”, más de 40 personas (músicos y locutores de ese momento) platican de su experiencia y hacen un recorrido cronológico por varias presentaciones. Ellos constituyen el elemento principal del filme, presentado previamente en dos festivales de EUA, donde tuvo mucho éxito, según relata el productor.

Willie Maldonado, Armando Martínez, Sergio Gallardo, Luis López, Remberto Trejo, Julio Paiz, John Richardson, Chamba Rodríguez, Leonardo Heredia, Óscar Olano, Vanessa Carías (hija de Tito Carías), German Mangandi y José Montoya son algunos de los encargados de relatar las historias durante los 100 minutos que dura la proyección.

“Es increíble la lucidez con la que narran los detalles. Al unir las historias haces una perfecta recreación”, declaró Anaya.

En el documental se cuentan historias únicas, como por ejemplo: aquella vez en que Luis López, vocalista de la banda Los Supersónicos, quebró frente al público un trofeo ganado, luego de que en ese festival, en el que participaba junto con su grupo, les otorgaron el segundo lugar y no el primero, que era el que deseaban.

También los músicos comentan lo difícil que era poder llegar a las listas de popularidad o al menos al gusto del público, porque en esas épocas no había acceso a grabar o a ser programados en una radio. “No teníamos acceso a mucha música, sino que todo estaba dentro de nosotros y se adaptaba”, comentó Chamba Rodríguez, vocalista de Los Mustangs.

Para Anaya, las historias fueron las que crearon el guion de la película y las que dirigieron a él y su equipo de trabajo, 100% salvadoreño.

Sin embargo, a pesar de la accesibilidad a los artistas, el grupo de trabajo del documental se encontró con varios obstáculos, debido a que en el país no existen o no son accesibles los documentos históricos.

“Pensé que iba a ser fácil recolectar los artículos, me dije: voy a El Salvador y lo pido, pero me encontré con que no hay mucha memoria histórica y que la única que estaba se quemó durante el incendio acontecido en las antiguas instalaciones de Canal 4”, dijo Anaya.
Él y sus compañeros decidieron recrear las escenas, basadas en los relatos de los protagonistas.

miércoles, 4 de julio de 2012

El punto y la coma.


EL PUNTO Y LA COMA

Margarita Robleda Moguel
Mérida Yucatán, México

Un punto y una coma se encontraron en la mitad de una página vacía. El
punto rebotó a manera de un saludo. La coma, más tímida, simplemente se balanceó
hacia delante y hacia atrás.
Después de este breve saludo no supieron qué decir. Se miraron con recelo.
Eran tan distintos...
Ambos pensaron: "Algo malo hay en el otro cuando es tan diferente ". Y como
suelen hacer los adultos, se revisaron mutuamente de arriba para abajo.
-¡Qué redondo! – pensaba la coma -. No se sabe dónde comienza ni dónde
finaliza.
- Mira nada más qué ser tan extraño – se decía a su vez el punto -. No
tiene forma concreta. ¿Cómo podría describirla?
Se miraron en silencio largamente, hasta que el puntito, más audaz y tal
vez más curioso, se atrevió a decir:
-¡Hola! Yo soy un punto y sirvo para finalizar las cosas. Pertenezco a la
familia de los puntos. Mi abuelo se llama don Punto Final, mi papá es Punto y
Aparte, tengo un tío que es Punto y Seguido y yo, como voy aprendiendo el
oficio, apenas sirvo de punto para las íes. ¿Y tú?
- Pues yo... – sonrió tímidamente – me llamo Coma. En mi familia no existen
títulos tan elegantes como en la tuya… Somos simplemente comas, aunque, eso sí,
¡somos muchísimas!
El punto sintió vergüenza.
-¡Válgame! No quise decir eso, quise decir... bueno... no sé bien lo que
quise, o si quise... en fin... ¡Cofff!
– tosió puntos de tos.
De pronto, una avalancha de palabras cayó sobre ellos, una palabra
grandota, atropelló a la coma. El punto apenas alcanzó a escaparse botando.
- ¡Qué palabras tan groseras! ¡No empujen! ¡Cuidado! – gritó la coma.
- No es culpa nuestra – dijo una palabra que comenzaba con S y decía
SOMBRILLA -. Si te fijas bien, es la escritora que está jugando y su pluma
parece como una regadera inundando la hoja de palabras sin ton ni son.
Otra que empezaba con CH y se leía CHARCO, manifestó su descontento:
-¿Cuándo has visto que la palabra CHARCO vaya junto a AUTOBÚS...? CHARCO,
AUTOBÚS... ¿Alguien ha visto al artículo EL? ¡Lo necesitamos con urgencia!
-¡Aquí!
– respondió el artículo que, aplastado por palabras más largas, casi ni
se veía -. ¿Para qué soy bueno?
- A ver – dijo el CHARCO -, ponte junto a mí... a ver, a ver: EL CHARCO
AUTOBÚS; no, no, algo no funciona. A ver, párate junto al AUTOBÚS: CHARCO EL
AUTOBÚS. Ahora como que falta más información. ¿Y si ponemos EL AUTOBÚS antes?
¿No está por ahí la palabra CRUZÓ o alguna parecida?
-¡Sí!
– gritó CRUZÓ, que estaba cerca de ellos.
- Pues no grites – pidió la coma -, que no estamos sordas.
- A ver, a ver – continuó el CHARCO: EL AUTOBÍS CRUZÓ...
- Falta otro artículo – sugirió un adjetivo -, aquí tenemos UN y EL; veamos
cómo se lee así: EL AUTOBÚS CRUZÓ UN CHARCO. ¡Bien!
Las palabras: SIN, LLENARSE, DE y LODO, corrieron a ponerse detrás de
CHARCO.
- Colóquense donde tengan más sentido.
"EL AUTOBÚS CRUZÓ UN CHARCO SIN LLENARSE DE LODO LOS PASAJEROS APLAUDIERON
AL CHOFER GRITANDO HURRAS Y VIVAS A PESAR DE LA LLUVIA LA TORMENTA LOS RAYOS Y
RELÁMPAGOS LLEGARÍAN A TIEMPO A LA CIUDAD..."
- Pero... ¿Quién podrá leer toda esta sarta de palabras sin ahogarse?
Necesitamos una pausa, un respiro; si no, los lectores morirán asfixiados antes
de leer dos páginas seguidas
– dijo el margen que, como siempre, se mantenía
observando todo desde afuera.
- Una coma, eso, necesitamos una coma.
- Aquí estoy – gritó nuestra amiga -, yo soy una.
- Pero... ¿qué haremos con una coma nada más? – se preguntaron mirándose
unos a otros.
- Eso no es problema, sonrió muy orgullosa, vengo de una familia numerosa
contestó la coma y silbó -: Fiuuuuu iiifu!!!
Al momento surgió una bandada de comas dispuestas a dar pausas y respiros:
descansos.
-¡Eh, eh! – dijo el puntito -. Nosotros también podemos ayudar. Mi padre,
mi abuelo, unos primos que la hacen de emoción y se llaman puntos suspensivos,
otros hermanos, que son gemelos, se llaman dos puntos y hacen un apartado para
enumerar las cosas.
Viva! – gritaron todos -. No importa que la autora se haya divertido
lanzando su palabrería sin ton ni son, nosotros le daremos sentido.

- Adiós – dijo la coma tristemente al Puntito -. Te voy a extrañar.
- Adiós – respondió el puntito suspirando profundamente -. ¿Sabes? Fue un
descanso conocerte. Mis familiares son tan drásticos, especialmente mi abuelo…
Yo también te extrañaré. ¡Sniff! Ojalá que me toque en una "i" cerca de ti.
-¡Mmmmmh
! –respondió la coma cambiando de color.
-¿Qué sucede? – preguntó el CHARCO, que había tomado el liderazgo -. ¿Por
qué están tan tristes?
- Es que nos vamos a separar – dijo la coma, que había perdido la
vergüenza.
-¿Por qué? – preguntó el CHARCO.
- Porque yo soy una coma y él es un punto.
- Vaya, vaya – dijo el CHARCO preocupado -. En fin, pero... ¡Eh! Se me
ocurre algo, ¿por qué no bzzz... bzzz ,bzzz?
– le secreteó al punto. Este se
puso a dar brincos de puro gusto. La coma se puso colorada, pero balanceándose
hacia adelante y para atrás, no dejó de decir que sí.
Después de algunos acuerdos se celebró el enlace ante la palabra Charco que
se revistió de la autoridad de un juez.
- Señorita Coma, ¿Acepta por esposo al Señorito Punto, en la salud y en la
enfermedad, en la duda y el aburrimiento hasta que la goma de borrar los separe?
-¡Acepto!
– respondieron los dos al mismo tiempo y así el juez se ahorró
preguntar de nuevo.
- Yo los declaro punto y coma; de ahora en adelante no será necesario poner
siempre punto y seguido o punto y aparte. Ustedes serán algo más que coma, que
un descanso; podrán incluso hacer algún comentario del tema sin cerrar la frase.
Y así aquel puntito y que se encontró con una coma en una página vacía,
vivieron felices durante muchos párrafos más. Por su parte el abuelo, emocionado
al despedirlos, se cayó de sopetón poniéndole punto final a todo este asunto.