sábado, 25 de mayo de 2013

Manifiesto.

Tratar de olvidar a El Salvador sigue siendo un trabajo a tiempo completo. Debería ser fácil, conociendo su historia, sus líderes, las victimas del movimiento eterno allá por hacer de este paisito algo decente. Es tan difícil encontrarlo en un mapa, que muchos ni siquiera la incluyen ya, mi patria… mi terruño, ese paisito despreciable al que se ama en una relación amorosa que aproxima el sado masoquismo, y el voyerismo, buscando alas a la desesperación, encontrando aliados en el cinismo y el sarcasmo.

Sin duda que no valió la pena la muerte de tantos, el exilio de más, la ignorancia de una generación nacida en el extranjero de lo que se siente ser guanaco. Ahora todos somos mareros o maridos, gente fina, vivos, sobrevivientes y parte de una confusión que parece próxima a la locura, a la desesperada búsqueda de algo a que temer…
 Se nos menciona como un ente curioso, algo que sirve de preámbulo, de introducción a algo más, y por supuesto mejor. Las cosas que hacemos son de antemano risibles. Escribimos ficción y alguien, porque se pudo, aparece como salvadoreño, y el resto, es una partecita insignificante del mundo alrededor que se menciona para alegría de los pobres diablos que anhelan estar allá, una vez más, un momentito…
Te perdonan entonces el pecado original de ser salvadoreño, y la breve ventana a tu naturaleza se abre a un mundo atónito que prefiere no mirar para no insultar tu sueño de ser más de lo que eres.

Por eso es loable, la tarea de los locos que hacen la tarea de sus vida el recordar, y con eso fuerzan a otros a mirar atrás, al lugar de dónde venimos, a buscar a diario una razón que le dé sentido a nuestra existencia.
Hacemos pupusas pues, no como una actividad comercial, sino como un estado filosófico de esa antigua escuela de pensamiento que decía que hacemos y por tal existimos. Allá, traducido al español salvadoreño, mojarse el trasero es requisito indispensable de comer cangrejo. Que representa más, porque mientras en una se hace y se es, en la otra se hace, se es, y se paga a diario el pecado de ser salvadoreño.

Es este grupo de radicales, Juanes y Juanas Bautistas comiendo loroco en el desierto de San Fernando y Santa Mónica, los que mantienen un ancla firme que nos obliga una y otra vez a examinar lo que somos y a dónde vamos.
 Ellos intuitivamente saber que solo entonces podremos definir el que hacer. De otra forma resulta esto algo empírico, y le da a nuestro andar peripatético la trayectoria de una hoja que se lleva el viento.

 Pero hay límites a la debilidad existencial. Si, los que nos obligan a ver, lo hacen con obras saludables, comercio y dialogo, sabor y pensamiento.
Otros no son así, esta gente adivina nuestra debilidad y se aprovechan de ella. Es difícil el entender el propósito de uno de estos agentes de entidades políticas salvadoreñas que se creen en el derecho de tratar de dirigir nuestra nostalgia a una voz política concreta.

 Como ya nos ha pasado antes, es fácil decirles que se vayan a volar, recordarles que ser sentimentales no quiere decir que somos pendejos, que la voz que nosotros tenemos será incoherente para ellos, acostumbrados al hambre y la represión como elementos del orden político, sino más bien el resultado de la tendencia natural salvadoreña por ser anarquistas natos.

Yo conozco un loquito que tiene dificultades describiéndose como republicano. Lo más fácil para el debería ser definirse como parte de la corriente libertaria de su partido, el único lugar donde un salvadoreño de verdad, y no la paria de retardados del ala familiar fascista de allá, encuentra un foro adecuado a sus ideas.
 Porque al final, el problema de los salvadoreños es su férrea independencia, su innata habilidad de disponer de dictadores ya sea matándolos o marchándose a otro lado. Los demagogos modernos que se están ahora dedicando a ver de qué forma neutralizan al poderoso grupo de Romeros en el extranjero, fundamentalmente en los EEUU, utilizan la nostalgia y el sentimiento de culpa para atráenos otra vez con el canto de sirena, de que esta vez, las cosas van a ser distintas.
 La verdad es que donde fallan es en confundir nuestro deseo patriótico de ver nuestro país ser algo decente, con un rebaño que ellos se sienten en libertad de manipular una y otra vez.

La verdad es que ya mencionando nombres, los del Frente la perdieron conmigo porque me negaron el voto, o sea que yo no pago para que nadie se masturbe en mi nombre. Los de Arena, con su leal apoyo a los contra-inmigrantes en los EEUU, no llegaron muy lejos considerando que ellos mataron a San Oscar Romero y aun ahora, en la privacidad de sus guaridas, celebran su asesinato.

Pero con respecto a los inmigrantes indocumentados, esta es mi gente, mis amigos, mi familia, así que Arena se puede ir al carajo también. ¿Pero y GANA? Lo fácil sería decir, dime con quién andas y te digo que clase de hiju'e puta sos. La verdad es que ya años atrás la alianza del Pato Funes y Saca ya hacia sospechosa la cosa.

¿Qué proponen? Habrá que ver, pero si hubiese tenido que decidir, y la verdad que no puedo porque el Frente me quito mi derecho al voto, yo hoy votaría por ninguno de los hijos de puta, porque no saber qué te va a hacer un maleante, no es un argumento valido para que le habrá la puerta a él y no a los ladrones conocidos. Así que, y ojala no se sienta nadie insultado por esto, que se vayan todos al diablo.

 Un día alguien me recordó lo que dije del patriotismo: "El Patriotismo es un cáncer incurable. Es una costra que se forma alrededor de una llaga abierta por la ignorancia y una maléfica miopía que hace de todo oro, y de la verdad un ruido. El patriotismo es lo que se pega al cuerpo y se pudre con el cuándo se cae al pantano de la demagogia, y se olvida la historia por lo que conviene ….no tiene alma, pero sirve al propósito del canalla que miente para mantener viva una mentira, y seguir nutriéndose de la ignorancia."

 Yo espero que los Romeros se den por aludidos, que empiecen a entender que el requisito previo al Ser esta en el aceptar que somos y definirnos como algo único. Que la formación de un ente político aquí, que nos defina, es indispensable paso inicial al necesario proceso de formación de la entidad político que pueda entonces dirigir nuestros esfuerzos comunes.

Esto le daría coherente a nuestro actuar, garantizando así que lo que se haga sea por el beneficio del pueblo del que somos parte, y de la nación de la que nos arrancaron, pero que aún arde como el fuego inextinguible de un volcán indómito en nuestros corazones.

Lord Halmulh