martes, 27 de abril de 2010

miércoles, 21 de abril de 2010

Poesías de Soylamar.

Reina se inició en la poesía durante su niñez en su país natal, El Salvador. Emigró en 1978 hacia los Estados Unidos y radica en New Jersey. Se considera un producto de la diáspora, un injerto que florece con la riqueza de dos culturas. Bajo su nombre poético “SOYLAMAR” que adoptó en 1993, comenzó a publicar extensamente en diferentes foros cibernéticos. Algunas de sus inspiraciones se pueden encontrar en las páginas de Cuscatlán http://www.cuscatla.com/soylamar.htm y blogs en Español.

En el año 2002 la revista Círculo de San Francisco, California publica sus primeros versos “Rimas Tontas”. En el 2003 inició la "Cantera Literaria" un círculo de escritores que comparten en Yahoo Groups. Desde el 2007 dirige el Programa Cultural del Comité en Unión para Salvadoreños (CEUS), un centro comunitario establecido en Union City, NJ; actualmente organiza la “Trenza Cultural” un evento que promueve las expresiones artísticas y los talentos que se desarrollan en la comunidad latina.
Fuera del mundo del arte y poesía, Reina es una mujer emprendedora, tiene una Maestría en Administración de Empresas y dirige su propia firma de consultoría, Starfish*Global.

MEMORIA COLECTIVA
La memoria colectiva es un manto
Nosotros, los hilos de su tejido¡
Acobijémonos!

"SOYLAMAR: Madrugadas y atardeceres de la vida"

¡IGNORAME!
Enredados en telarañas quedaron los recuerdos
parecen escarabajos atrapados en mi cerebro.
Enredados en telarañas
perecieron los sentimientos
que adornaron los recovecos
de nuestra inmutable distancia.

Enredados en telarañas
uno a uno los pensamientos
que no lograron salir
del interminable silencio.
Ignórame te escucho decir
después de todo aquello
Y yo me pregunto ¿Cómo se hace eso?“

SOYLAMAR: Cantos al amor en tiempo de poesia” ©Reina Isabel Valenzuela

ROCAS DE LA CANTERA
Somos rocas organógenas en las capas del tiempo
que aún sin vida y sin brillo, seguimos cumpliendo
aquella promesa: Salir del mar y ser sal de la tierra
y aquella sentencia: Existir infinitamente en ella.


Somos sedimento depositado en los estratos de la vida
mármol, arcilla, granito, carbón, yeso, instantes presos

liberados por el filo de la palabra, la fuerza de un verso
esculpido en silencio, en un estallido de pensamientos.


Somos rocas metamórficas transformadas por el tiempo
por las temperaturas de sentimientos, granizo y fuego
bajo el dominio de presiones de un horizonte inverso
gravitamos inevitablemente a lo que parece un cielo.


Somos rocas volcánicas producto de la magma ardiente,
piedras ígneas escupidas por una erupción de ideales
hijos de necesidades transformadoras, gritos elocuentes,
piezas de cuarzo, instrumentos foliadores del ambiente.


Somos rocas cristalizadas, extraídas en segmentos
piedras máficas esparcidas al norte, sur, este, oeste
talvez somos elementos: oxígeno, azufre, calcio, y hierro
quizás fósiles de una cantera, testimonios eternos.


“SOYLAMAR: Madrugadas y atardeceres de la vida” ©Reina Isabel Valenzuela

TODA MUJER.
..Es cierto, mi cabello esconde secretos
ya no es lacio, sedoso, ni negro natural
pero goza igual del sol, de la brisa y agua marina.

Mis ojos no se asombran fácilmente
sin embargo todavía saben apreciar el ocaso
y una estrella fugaz en el telón nocturno.

Es cierto que mi tez muestra en cada poro
las alegrías, las angustias, y las sorpresas
que numerosas veces visitaron mi pasado.

Mis labios ya no tienen ese brillo exótico
pero se entregan en soplos de esperanza,sonrisas
y besos impregnados de erotismo.

Es cierto que mis senos no son fruta tierna
amamantaron a mis crías y sufrieron heridas
pero son fruta que satisface más de un deseo.

Que mi cintura no asemeja el encuentro

de montañas, pero mi vientre es un santuario
que aún preserva el edén de la tentación.

Es cierto que mis muslos no son jóvenes
pero después de haberme caído y levantado

una infinidad, son más seguros y fuertes.

Estas manos han apretado ansiados "holas"
y han soltado los inesperados "adióses"
pero vacías de caricias nunca las encontrarás.

Es cierto que mi figura perdió su adolescencia
sin embargo mi cuerpo lleva savia en las venas
y se convierte en impetuosa miel de luna llena.

¡Ah! ya no creo ser la misma persona
ni en la mente, ni en la piel, ni en el verso
porque soy más bella y más hermosa.

Que soy toda mujer... ¡Es cierto!“

SOYLAMAR: Madrugadas y atardeceres de la vida” ©Reina Isabel Valenzuela

viernes, 16 de abril de 2010

Mincho, el terrible.

En el viejo barrio de callecitas empedradas del pueblito donde yo vivía, muy cerquita del mercado, se paseaba un cipote medio chorreado de mirada huraña, barbilla partida y un camanance con sonrisa de lado, a quien todos los grandes cipotes vagos de la esquina lo apodaban "Minchorriado".
Tenia diez años y estaba en tercer grado.

Mincho, era hijo de la niña Chana, la que vendía repostería de un canasto en la entrada del mercado viejo. A su corta edad Mincho era muy fuerte, pues se ganaba sus cuartillos acarreando bultos en la terminal de autobuses.

A Mincho también lo miraba en la hora del recreo, en el turno de la tarde de la escuela José Simeón Cañas de dicho pueblito, coscorroneando algún cipote, o jugando lleva, sin camisa.
Los profesores lo despreciaban porque era muy malcriado y muy "salido", según decían ellos.-

"No te metás con Mincho"-, secreteaban los cipotes bien peinados. "Benjamín Cabrera", decía la señorita maestra de la escuela pasando lista…-"!! Presente señorita Paniagua!!-, gritaba aquel chicuelo, con una voz semi burlona que se escuchaba desde la dirección hasta las letrinas, como queriendo establecer su presencia; pero en la lista tenia mas rayitas que crucitas bajo su nombre.
Don Jorge, el director, fruncía la cara al verlo correr, y a menudo, lo mirábamos pasar con el metro en una mano, y la oreja de Mincho en la otra a medio patio.
Pobre Mincho. Nunca estrenaba ropa, ni siquiera en Viernes Santo.

Siempre con sus pantaloncillos, -que una vez fueron de color caqui-, en su quinto remiendo. Sus zapatos estaban destrompados, y su camisa de nylon, con solo dos de seis botones. Su cabello puerco espin, y eternamente "chapudo" de tanto relinchar.

El mejor en las burucas, el primero en las tushquedas, el ganador del palo encebado y gran campeón de pispizigaña. Así de sencillito era el tal "Minchito", como le gritaba su mama todas las tardes al cerrar su puestecito…-" !!Ooooy Minchitooooo oooo, ya es lora oooooooo!!.

Las niñas se cruzaban la acera al verlo venir porque era bien audaz para levantar naguas, mostrando así, los calzones de las bichas y salir corriendo. Las vecinas del mercado miraban de reojo al acercarse a sus ventas, porque Mincho, era listo para arrebatarles algún jocote o algún mango tierno. Un día, metió la mano en una caja de cartón que tenia una vendedora, y ¡saz!, que lo muerde un chacalín.

Un día venia yo de la escuela, con mi bolsón caminando tranquilamente, revisando tarjetas sueltas de mi álbum del Mundial; cuando de repente, al dar la vuelta de la esquina, levanté la vista y choqué con Mincho, quien traía una bolsa de la niña Chana.

Ella, quien cualquiera hubiera jurado que no tenia ningún parentesco con aquel pequeño demonio, dulcemente me dijo: "A la Púchica, va arriado niño Rigo...ya por poco y me trinca"-. El Mincho, entre dientes con voz de ventrílocuo, como si viniera de Mickey Mouse, me dijo: "Chele Macaca, culo con caca".

Y en su voz regular me dijo: "regaláme una figura, vos jerote, que solo me hacen falta quince para llenar mi álbum, y yo se que vos tenés bastantes". Como rés al matadero, calládamente le di todas mis tarjetas a que él escogiera.-

"Puta, cerote, ya todas estas ya las tengo..." no había terminado su frase y la niña Chana ya le había peinado el pelo al revez con un tremendo coshco, diciéndole a la vez: -" Bicho, no seya malcriado con Riguito. ¿Que no ve que le esta regalando las figuras?..-"Ay mama...si yo con este así me llevo...".


Para mi sorpresa, porque siempre había evadido al cipote, honestamente por miedo a que me bajara los cinco centavos que me daban para ir a la escuela. Total que de 15 que le faltaban, se quedo con la mitad de mis tarjetas, que serian unas cincuenta, pero no importaba, porque en mi mente sabia que era mejor tratarlo por la buena y ganármelo como amigo.

Desde ese día escuchar "Chele Macaca, culo con caca", con la voz fingida de Mincho, ya no era una ofensa. Pues, a pesar que no era del calibre de los cipotes callejeros, me sabia defender muy bien.

Pasaron los veranos... y Mincho todavía en sexto grado. Yo, en octavo, con mi uniforme camisa guayabera blanca bien planchadita de plan básico, mientras que Mincho-rriado, -como le decían los majes de la esquina-, con su eterno uniforme escolar de la José Simeón Cañas, solo que ya más pulidito porque ya Minchorriado andaba entrando en malicia, y por lo menos, se echaba Ralco en el pelo.

Recuerdo que en una navidad se oyeron rumores que la niña Chana, -quien realmente era su abuelita-, cayo enferma ya de curcuchita y anciana que estaba. Los doctores del hospital general "no le hallaron" lo que tenia, y por falta de recursos económicos, en verdad no le hicieron ningún examen.

A los días la niña Chana falleció. El pobre Mincho, quien nunca se le había visto llorar, se aferraba de aquel humilde ataúd, que le habían donado las vecinas del mercado y modestamente entre llanto y llanto decía: !!No te vayas mamita", como queriendo detener que aquellos pocos, pero fieles miembros de la comunidad, se llevaran la caja.

Desde ese día, aquel jovencito ya no fue igual. Unos bichos contaron que lo vieron salir de la zapatería del Chente Cuzuco con un bote de Gerber lleno de pega. Curiosamente, era para arreglas sus destrompados Tobi Cosmos que le había regalado su mama Chana para el día de su santo.

El padre Chicho, cura de la iglesia, se movilizo para que lo aceptaran en el hospicio. Sin aliento y sin protesta, Minchorriado accedió internarse en aquel plantel, desanimado de la vida...ya ni en
las ruedas de la feria se le veía como todos los años, cuando aprovechaba a ganarse sus pesitos.

Pasaron los meses...Llego el circo de “Corcholatita” al pueblo, y con él, por quince días, todas las distracciones tradicionales. Allá conocí a una vieja...que le gustaba el joydoy", cantaba el payaso "Rabanito". Mincho, quien era eterno imitador y se sabia todas las jayanadas de los payasos de memoria, ya no se miraba jayaniando por las calles del barrio.

Al llegar por correo Express la cita para ir a la embajada norteamericana para mi residencia, supe que dejaría aquel pueblito del todo, y por tal razón, decidí ir buscar a Minchorriado para dejarle mis Converse All-Stars y mis Levis; pero el Padre Chicho no me dio razón, concluyendo que quizás se había salido del hospicio para irse con los de la feria, y a lo peor, terminar en huele-pega. Eso me hizo sentir muy triste.

A los días me toco ir a la embajada en San Salvador, a tramitar el papeleo de viaje.
Estando en Mejicanos, en casa de mis parientes, oí la bulla de un circo y unos primos me sonsacaron para ir a verlo. Ya estando a media función, el anunciante del circo gritaba animadamente: "...Y ahoooora, directamente desde la ciudad de Mexicooooooooo....les traemos a Beeenyiiiiii".

Habiendo dicho esto, salió un joven vestido de Ali Baba, zapatillas de sultán y pintado de la cara como un mimo, corriendo detrás de las lonas a encender con la velocidad de un colibrí, un aro metálico, con fuego, y cuchillos apuntando hacia el centro, para luego saltar de un pequeño trampolín y cruzar el pequeño espacio por el centro del aro como un torpedo .
Tras los fuertes aplausos, tomo todos los cuchillos en su mano, y tiro besos en señal de agradecimientos al publico.

Aquel artista, en forma de despedida, paso corriendo alrededor de la pista, y pasó cerca de mi, diciendo entre dientes con voz fingida de ratón:...
... "Chele Macaca, culo con caca".

Rigo Galvez ~ 2003

viernes, 9 de abril de 2010

Algunos anuncios antiguos del diario.


Miren el núm. de teléfono de entonces.

Aceito que huele a rancio.


Después de la Kola Shampan ésta era mi gaseosa preferida.



Con éstos dí mis primeros pasos.


Miren el precio de los cigarros en esos días.. Salían a centavo cada uno. Y aún así la mara pedía de choto.
Las fotos me las mandó una sobrina desde El Salvador.



domingo, 4 de abril de 2010

MEMOrias de mi abuelita y la Semana santa


Mi abuela Cristina nació en Atiquizaya, Depto. de Ahuachapán, a finales del siglo antepasado y fue criada por la que fuera su madrina en la ciudad de Chalchuapa, Depto. de Santa Ana, porque quedó huérfana a muy corta edad.

Mi abuela nos contaba que su madrina era una señora de la alta sociedad de entonces, acomodada, solterona, no tenía hijos, y era la dueña de la finca en donde descubrieron la pirámide arqueológica del Tazumal.

Ella también nos contaba que cuando hicieron el descubrimiento arqueológico, el entonces presidente de la República de El Salvador, el Gral. Salvador Castaneda Castro, les prometió que el Gobierno de la República les pagaría el valor de la finca, pues ésta pasaría a ser patrimonio nacional.



Ella decía que no dudaban de la honestidad y la palabra de Castaneda Castro, pues era amigo de la familia, y mi abuelita nos confesaba que cuando joven había sido cortejada por el que después sería Presidente El Salvador, pues los dos eran originarios de Chalchuapa.

En esos días su madrina enfermó y murió. Y como no dejó testamento, el Gobierno tomó posesión de la propiedad sin pagar por ella, y mi abuela se tuvo que ir a la calle sin un centavo, aún con todo de que era amiga del Presidente y que le había prometido la remuneración económica por la finca.

Tuvo que ir a pedir posada donde unos familiares en San Salvador y allí conoció al que sería el único gran amor de su vida, un exiliado nicaragüense que había peleado contra la invasión norteamericana bajo las órdenes del Gral. Augusto Sandino en las Segovias, y que había decidido asentarse y buscar fortuna en El Salvador, pero que lo único que encontró fue a mi abuela y una cirrosis hepática, y murió a la corta edad de treinta años.


Murió de bohemio. Por bolo, pues.


Ella decía que la había enamorado como se enamoraban a las jóvenes de entonces, con mucho romanticismo a la antigüita; con versos y poemas, con pañuelos perfumados, ramos de claveles y rosas, caminatas en los parques los domingos después de misa y serenatas a la luz del candil de la calle.


Guardaba con mucho cariño un pequeño cuadernillo donde mi abuelo le había escrito sus poemas y cartas de amor, y también un pañuelo, ya desteñido por el tiempo, y un mechón de pelo de su amado Víctor.


Se casaron y tuvieron cuatro hijos: tres hembras y un varón. Pero su felicidad duró unos pocos años porque su esposo murió, dejándola viuda muy joven.


Nunca se volvió a casar, ni volvió a tener hombre. Le guardó luto por el resto de su vida. Esa desgracia en plena plenitud de su vida hizo que mi abuelita cayera en una depresión extrema, y su único alivió y consuelo lo encontró en su profunda fe cristiana y en la religión católica.


Yo apenas tenía diez años cuando mi abuelita murió y lo poco que recuerdo de ella es que a pesar de no ser tan anciana cuando murió-calculo andaba por mediados de los sesenta años-, yo la veía más viejita, como de ochenta; pues estaba ya completamente desdentada, de espalda doblada por la artritis, y caminaba muy despacito ayudada por un bastón (mi papá le decía que caminaba como Chencha, como dice una vieja canción).


La mayor parte de su tiempo se la pasaba sentada en un sillon en el corredor de la casa bordando mantelitos y zapatitos de tierno en crochet mientras rezaba el Rosario en silencio. El resto del día se la pasaba en la Iglesia de la Merced, que nos quedaba a solamente media cuadra de donde vivíamos en San Salvador, sobre la 10° Ave. Sur, por el cuartel de laPolicía Nacional.


Todos los días iba a la misa de las seis de la mañana, a la de las diez, a la del mediodía y la de las cinco de la tarde. Siempre vestía de negro o medio luto, faldón largo hasta los tobillos, rebozo en mano y mantilla en la cabeza, camándula en su cuello y su Rosario de nácar en mano. Se sabía todos los rezos, alabanzas, oraciones, cánticos de la liturgia, y hasta me atrevo a decir que el rosario lo rezaba hasta dormida.


Con la vejez, se había convertido en una viejita beata, muy devota de la Virgen del Perpetuo Socorro y del Espíritu Santo.


Como dije al principio, era de caminar lento y parca al hablar, pero cada vez que llegaba Semana Santa, rejuvenecía por completo y parecía una mujer activa como de cuarenta. Como que agarraba "ajuate" y parecía "chucha cuta" y como que le habían "cambiado las pilas" porque pasaba atareada y pendiente de todos los actos litúrgicos programados; corriendo de iglesia en iglesia y de procesión en procesión.


No tenía tiempo para nada, ni para comer. Mi madre le llevaba sanguchitos de mortadela y de pollo a las iglesias para que comiera algo y no se fuera a desmayar o a dar "vahído" por la debilidad.


En esos días, yo solo la veía salir bien de mañanita y regresar ya bastante noche. A mí en realidad no me molestaba, porque como estaba en vacación de clases, me la pasaba haciendo mis deberes o jugando con mis cheros del barrio.


Yo quería mucho a mi abuelita, y no recuerdo que ella me haya regañado, o me haya hecho algún desaire, o pegado con el cincho cuando me portaba mal, pues era muy buena conmigo. Pero lo que si me acuerdo es que, todos los Sábados de Gloria, a buen seis de la mañana, y sin aviso previo, mi abuelita me despertaba con el cincho en la mano y empezaba a "darme pija" por puro gusto.


Yo lloraba y le rogaba que no me pegara. Pero ella seguía dándole recio al chilillo y me decía que era por "mi bien" y para que "creciera y no me quedara enano".


El martirio solo duraba unos pocos minutos y poco después de la "pijiada" de Sábado de Gloria, ella me consolaba y me arrullaba y se reía conmigo, y luego me servía mi desayudo de torrejas en miel y una Chocolatina.


Ahora, recordando a mi abuelita en ésta época de Semana Santa, me pregunto: ¿Habrán servido de algo las verguiadas de mi abuelita o no?; porque yo crecí hasta alcanzar la altura de casi seis pies.


En cambio, mi primo Carlos- que siempre se escondía y se le corría a mi abuelita los Sábados de Gloria, se quedó enano y parece tachuela; pero mi primo Roberto, a quién nunca lo "zarandeó" mi abuela, ni siquiera en Sábado de Gloria, se hizo "tamaña riata", que hasta parece "palmera de coco de Sonsonate".


¿Y a usted lo "pijiaron" en Sábado de Gloria alguna vez?