lunes, 23 de mayo de 2011

Hablando en diminutivo.

No se si mis compatriotas se han dado cuenta, pero nosotros, los salvadoreños, tenemos la tendencia, costumbre, maña o manía de mencionar el nombre de las cosas usando diminutivos.

Su uso generalizado es tomado por el salvadoreño como algo normal o natural al hablar. No se porque se da este fenómeno de ponerle las terminaciones "ito" o "ita" a los nombres propios o comunes. Quizás su origen sea porque en nuestro país todo es chiquito. Hasta el sobrenombre es en diminutivo, “El Pulgarcito de América”.
Así pues, todo a nuestro alrededor lo convertimos en diminuto. Tenemos nuestro carrito, nuestra ropita, nuestra casita, nuestros cipotillos, vamos a la escuelita, compramos nuestras cositas en la tiendita de la niña Tenchita, etc.

Hasta los publicistas usan el léxico diminutivo en sus campañas de mercadeo. Hace poco llegó en jira artística a nuestro país el cantante ranchero Julián Solís, hijo de Javier Solís y fue promocionado como “Solicito el chiquito“.

Cuando más se da este fenómeno de hablar en diminutivo es a la hora de la comida. Para darles un ejemplo: hace solo un par de diítas llegué a darle una ispiadita a mi tía Conchita. Y lo primero que me ofreció fue una sopita de frijolitos, con arrocito, quesito, cremita, aguacatillo, masitas y tortillitas tostadas de donde la niña Menchita. De tomar, me sirvió un par de cervecitas bien heladitas con manguito verde, con su limoncito, chilito, salita y tomatillo bien picadito de boquitas.
Luego llegaron mis sobrinitos y me pidieron los llevara en mi cacharrito a comprar unos sorbetíos y unas paletías al supercito de Don Ramoncito, el viejito curcuchito y cieguito, marido de la Niña Zoilita.

-El salvadoreño no tiene novia o amante. Tiene su mamacita, mamayita o su movidita.
-Tampoco, el salvadoreño, no tiene dinero ahorrado. Tiene unos centavitos guardaditos.
-No tiene tuberculosis crónica por fumar mucho. Tiene una tocesita por el cigarrito.
-No sale de paseo con una amiga que la pretende. Sale a dar un vueltín con un su boladito
-No nos vamos a hacer la siesta. Nos acostamos en el silloncito que está en la salita por un par de minutitos.
-No tomamos café con pan. Tomamos una tacita de café con pancito dulce.
También usamos mucho el utualito, el simacito, el tantito, el ya merito, el alguito y otros diminutivos como formas de expresar el tiempo, peso, longitud, etc.
Mientras mas terminaciones “itos” o “itas” tenga la palabra, más pequeña es. Por ejemplo:
-Cuando alguien nos llama, decimos: “Ahorita voy, o ahoritita voy, o ahoritititita voy“.
-Cuando alguien quiere ir de paseo con su novia e invitarla a cenar, luego enamorarla y tener una noche de placer y de romance con su amada; el salvadoreño puede decir: “voy a ir a dar una vueltecita con un culito, la voy a invitar a echarnos un par de pupusitas con curtidito, y me la voy a llevar a echar un par de palitos al motelito que esta por el redondelito que esta por la canchita de futbolito, por la casita de Toñito, el cipotillo más chiquito de Don Tanchito.

También usamos los diminutivos para darle a los adjetivos un tono menos severo. Por ejemplo: si tenemos enfrente una vieja fea y gordota, no se lo decimos, aunque lo pensemos, pues es de mala educación. Le decimos: “que bonita y jovencita se ve. Hasta más delgadita se mira con ese vestidito”.

Así que ya saben los extranjeros y compatriotas que vayan de visita a nuestro paisito. No se vayan a extrañar que un cipotillo, todo shuquito y rotito, les alargue su manita flaquita y desnutridita y les pida que le regalen un dolarito para la comidita de sus tres hermanitos huerfanitos que duermen en el portalito, por la placita, que esta atrasito de la ventecita de atolito shuco con frijolitos de la niña Lupita.

Y hay los veo otro ratito porque ya vino mi mujercita, y si me ve que no le he dado la comidita a los bichitos de mis hijitos, me va a mandar a dormir a la salita con los chuchitos, y no quiero estar hueliéndoles los peditos toda la nochecita.

Salucita.

Memito.


Para un país chiquito, un presidente chiquito.


Gral. Fidel "tapón" Sánchez Hernández. "Chiquito pero matón"


Presidende de El Salvador 1967-1972

sábado, 14 de mayo de 2011

El reidor.


El reidor.
Por Heinrich Böll

Cuando me preguntan mi profesión, me entra timidez: me ruborizo, tartamudeo, yo, de quien todo el mundo suele decir que soy un hombre seguro de sí mismo. Envidio a la gente que puede decir: soy albañil. A los peluqueros, tenedores de libros y escritores les envidio la sencillez de sus declaraciones, porque todos esos oficios se explican por sí mismos y no exigen largas aclaraciones. En cambio yo estoy obligado a contestar a esas preguntas diciendo: soy reidor.

Semejante declaración exige otras, ya que a la segunda pregunta de “Y ¿vive de eso?” tengo que contestar “sí”, ateniéndome a la verdad. Vivo efectivamente de mi risa, y vivo bien, porque mi risa es –en términos comerciales– muy rentable. Soy un reidor bueno, experto, no hay otro que se ría como yo, nadie domina como yo los matices de mi arte. Para evitar explicaciones bochornosas, me califiqué durante mucho tiempo de actor; pero mis dotes mímicas y declamatorias son tan escasas que ese calificativo no me pareció responder a la verdad. Me gusta la verdad, y la verdad es que soy un reidor. No soy payaso ni actor cómico, no trato de alegrar a la gente, sino que exhibo alegría: me río como un emperador romano o como un sensible estudiante de bachillerato, la risa del siglo XVII me es tan familiar como la del siglo XIX, y si no hay más remedio, paso revista con mi risa a todos los siglos, todas las clases sociales y todas las edades. He aprendido a hacerlo sencillamente, como se aprende a poner medias suelas a los zapatos. Guardo en mi pecho la risa de América, la risa de África, riza blanca, cobriza, amarilla… y a cambio de los correspondientes honorarios, la suelto tal como me manda la dirección.

Me he hecho insustituible, me río en discos o en cinta magnetofónica, y los directores de guiones radiofónicos me tratan con mucha deferencia. Me río nostálgicamente, discretamente, histéricamente… me río como un cobrador de tranvía o como un dependiente de ultramarinos; tengo la risa mañanera, la risa de la tarde, la risa nocturna y la vespertina; en una palabra, donde y como haya que reír, yo me río.

Ni que decir tiene que este oficio es cansado, sobre todo –y ésta es mi especialidad–porque domino también la risa contagiosa; así que me he hecho imprescindible para los cómicos de tercer y cuarto orden que, con razón, temen por sus momentos culminantes, y ya me tienen a mí, casi cada noche, en los locales de varietés, como una especie sutil de claque, para reír de manera contagiosa cuando el programa decae. El trabajo tiene que estar cronometrado: mi risa bonachona o alocada no puede estallar demasiado pronto ni tampoco demasiado tarde, sino en el momento oportuno. Entonces me echo a reír a carcajadas, según estaba previsto, y todo el público alborota conmigo, con lo que queda salvado el bache.

Pero entonces yo me deslizo agotado hacia el guardarropa, me pongo el abrigo, satisfecho de haber, por fin, terminado mi jornada de trabajo. En casa suelo encontrar telegramas dirigidos a mí que dicen: “Necesitamos urgentemente su risa. Grabación martes”; y a las pocas horas me hallo ya sentado en un tren expreso con excesiva calefacción, lamentándome de mi triste suerte.
Todo el mundo comprenderá que, después del trabajo o durante las vacaciones, tengo poca tendencia a reírme: el que ordeña vacas se siente feliz cuando las pierde de vista y el albañil desea olvidar el mortero; los carpinteros suelen tener en su casa puertas que no funcionan o cajones que sólo se abren con gran dificultad; a los pasteleros les gustan los pepinillos en vinagre, a los carniceros el mazapán, y el panadero prefiere el chorizo al pan; los toreros acostumbran a tener afición a las palomas y palidecen cuando a sus hijos les sangran las narices: lo comprendo perfectamente, porque en los días de asueto no me río nunca. Soy un hombre mortalmente serio y la gente me considera –quizás con razón– un pesimista.

Al principio de casados, mi mujer me decía a veces: “¡Ríete un poco!”, pero con los años se ha ido dando cuenta de que no la puedo complacer en ese deseo. Me siento feliz cuando puedo distender los cansados músculos de mi rostro, o reposar con profunda seriedad mi agitado ánimo. Incluso me pone nervioso que se rían los demás, porque me recuerda excesivamente mi oficio.

Llevamos, pues, una vida silenciosa y pacífica, porque mi mujer ha olvidado también la risa; de vez en cuando, descubro en ella una leve sonrisa y entonces sonrío yo también. Nos hablamos en voz queda, porque odio el ruido de los teatros de varietés, odio el ruido que puede recordar los locales de grabación. Los que no me conocen me creen reservado. Tal vez lo sea, porque tengo que abrir con demasiada frecuencia la boca para reír.

Vivo mi vida privada con rostro inmóvil, sólo de vez en cuando me permito una suave sonrisa y me pregunto a menudo si me he reído verdaderamente alguna vez. Creo que no. Mis hermanos cuentan que siempre fui un muchacho serio.

Puedo decir que me río de muchas maneras, pero desconozco mi propia risa.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Poema "Glosa a la soleá", dedicado a la madre.


¿Te acuerdas de aquella copla
que escuchamos aquel día
sin saber quién la cantaba
ni de qué rincón salía?

Pero qué estilo, qué duende,
qué sentimiento y qué voz;
creo que se nos saltaron
las lágrimas a los dos.

"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare
que a una mare no se encuentra
y a ti te encontré en la calle".

No vayas a figurarte
que esto va con intensión.
Tú sabes que por ti tengo
clavao en mi corazón
el queré más puro y firme
que ningún hombre sintiera
por la que Dios uno y trino
le entregó por compañera.

Pero es bonita la copla
y entra bien por soleares:
"Toíto te lo consiento
menos faltare a mi mare..."

Y me enterao casualmente
de que le fartaste ayé
y nadie me lo ha contao,
nadie, pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores
mi corazón repartío
si le encuentro a uno llorando
es que el otro le ha ofendío;
y mira, nunca me quejo
de tus caprichos constantes.

¿Quiere un vestío? ¡catorse!
¿quiere un reló? ¡de brillantes!
Ni me importa que la gente
vaya de mí murmurando
que si soy pa ti un muñeco,
que si me has quitao er mando
que en la diestra y la siniestra
tienes un par de agujeros
por donde se va a los baños
el río de mis dineros...

¡Y a mí qué...?

Con tal de que de mi lao
tú nunca te desepares
toíto te lo consiento
menos faltarle a mi mare.

Porque esa mimbre de luto
que no levanta la voz
que no ha tenío siquiera
contigo ni un sí ni un no;
que anda como una pavesa,
que no gime ni suspira,
que se le llenan los ojos
de gloria cuando nos mira;

que me crió con su sangre;
que me llevaba la mano
para que me santiguara
como todo fiel cristiano
y en las candelas del hijo
consumió su juventú
cuando era cuarenta veses
mucho más guapa que tú.

Tienes que hacerte a la cuenta
que la has visto en los artare
y jincarte de rodillas
antes de hablarle a mi mare;
porque el amó que te tengo
se lo debes a su amó,
que yo me casé contigo
porque ella me lo mandó.

Conque a ver si tu consiensia
se aprende esta copla mía
mu semejante a aquer cante
que escuchamos aquer día
sin sabé quién lo cantaba
ni de qué rincón salía.

"A la mare de mi arma
la quiero desde la cuna;
por Dios, no me la avasalles
que mare no hay más que una
y a ti te encontré en la calle".


Por Rafael de León.

sábado, 7 de mayo de 2011

Homenaje a la madre.

Felíz día de las madres a todas las abnegadas madrecitas salvadoreñas, y una oración y una plegaria para todas aquellas madrecitas que ya no están con nosotros en este mundo, como la mía, pero que desde el cielo nos envían sus bendiciones.



Trío de los Hermanos Cárcamo.

jueves, 5 de mayo de 2011

La teoría de las ventanas rotas.






La teoría de las ventanas rotas"

En 1969, en la Universidad de Stanford, Calif. el Prof. Philip Zimbardo realizó
un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos
autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color.

Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York
y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos
idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de
especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada
sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser bandalizado en pocas
horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo
aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto
abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que
coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de
izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el
auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una
semana impecable.

Los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto,
California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de
Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al
mismo estado que el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente
seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la
psicología, el comportamiento humano y con las relaciones sociales.

Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de
desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de
ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo
ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada
de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia
irracional.
En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la
'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico
concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el
desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto
estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y
esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el
delito. Si se cometen 'esas pequeñas faltas' como estacionarse en lugar
prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja y estas
pequeñas faltas no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas
mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados son progresivamente y
nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría
de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos
mismos espacios abandonados por la gente serán progresivamente ocupados por los
delincuentes.

La respuesta de los estudiosos fue más contundente aun, indicando que; ante el
descuido y el desorden crecen muchos males sociales y se degenera el entorno.

Tan solo vea un ejemplo en casa, si un padre de familia deja que su casa tenga
algunos desperfectos, como falta de pintura de las paredes en mal estado, malos
hábitos de limpieza, malos hábitos alimenticios, malas palabras, falta de
respeto entre los miembros del núcleo familiar, etc., etc., etc., entonces poco
a poco se caerá en un descuido de las relaciones interpersonales de los
familiares y comenzarán a crear malas relaciones con la sociedad en general y
quizá algún día llegarán a caer en prisión.

En El Salvador, nos fueron impuestas dos grandes modificaciones a los planes y
contenido de estudios de los niños en las escuelas públicas con la finalidad de
crear obreros y empleados lo mas rápido que se pudiera para incorporarlos al
mercado laboral, en ese sentido se eliminó la Urbanidad, La historia y en este
caso también se tergiversó y se ocultó la historia del país, las buenas
costumbres, la ética, etc. se trató de generar salvadoreños ignorantes de la
poesía, la literatura en general, la filosofía, se les convirtió en adictos a la
televisión y ajenos a la buena lectura, durante décadas no se les mencionó los
derechos humanos, se trató que no tuvieran su propio criterio sino que vieran la
realidad a través de los grandes medios de comunicación comercial, se trató y
casi se logró "QUE EL NO PENSAR" era lo mejor. En otras palabras se rompieron
los vidrios del cerebro de nuestros niños y jóvenes en aras de crear un
salvadoreño ignorante de su historia e incapaz de pensar en que otro El
Salvador si era posible.

Durante las últimas décadas las autoridades fueron plagadas de jefes sin ninguna
capacidad para los puestos e instituciones como la Corte de Cuentas (encargada
de velar por el buen uso de los recursos del estado) que pasó a convertirse en
una oficina facilitadora de la corrupción y del encubrimiento institucional, mas
de 7,000,000,000.00 (siete mil millones de dólares) han sido robados en los
últimos 20 años, hospitales sin medicinas pero se encontró 300 toneladas de
medicinas enterradas y millones de dólares en medicinas vencidas. Adonde está la
corte o la fiscalía investigando estas compras, y a los laboratorios por esas
ventas totalmente cuestionables, cuantas vidas costó y sigue costando?

Durante las últimas décadas se creó un mega desorden institucional, un gobierno
que fue reducido a su mínima expresión con el objetivo que no interviniera en
los negocios del todopoderoso mercado (llámese empresa privada=negocios)
privatizando casi todas las funciones del gobierno, incluyendo la seguridad
pública. Y un gran etc. etc. etc.

Los asesinos, los ladrones, los corruptos, los que se pasan los semáforos en
rojo, los que se "parquean" en zonas prohibidas, en las aceras, en los lugares
reservados para minusválidos, los buseros que viajan como locos sin importarles
la integridad, los bienes y/o vida de nadie, los funcionarios públicos que usan
los vehículos para uso personal y familiar, los grandes comerciantes e
industriales que ganan licitaciones pagando "mordidas" directas o disimuladas,
etc. delinquen por que no hay autoridad que los multe, que lo persiga, que
investigue y castigue, hemos caído en el desanimo, la indiferencia, tantos años
de "mercado" lograron fomentar al YO por sobre los demás, el individualismo
consumista si no me afecta a mi, pues no me importa y no es conmigo.

Esa puede ser una hipótesis de la descomposición de la sociedad salvadoreña, la
falta de apego a los valores universales, la falta de respeto de la sociedad
entre sí, y hacia las autoridades (extorsión y soborno) y viceversa, la
corrupción en todos los niveles, la falta de educación y formación de cultura
urbana, la falta de oportunidades ha generado un país con ventanas rotas, con
muchas ventanas rotas y nadie parece estar dispuesto a repararlas.

La solución a este problema yo no la tengo pero he comenzado a reparar las
ventanas de mi casa, estoy tratando de mejorar los hábitos alimenticios de mi
familia, le he pedido a todos los miembros de la familia que evitemos decir
malas palabras delante de nuestros hijos, también hemos acordado no mentir, ni
siquiera mentiras pequeñas, porque no hay mentiras pequeñas, ni grandes, una
mentira es una mentira y punto, hemos acordado aceptar las consecuencias de
nuestros actos con valor y responsabilidad, pero sobre todo dar una buena dosis
de educación a nuestros hijos, con esto y con la ayuda de Dios espero comenzar a
cambiar en algo lo que antes hubiera hecho mal, he soñado que los míos algún día
repitan esto el día de mañana, con la finalidad de que los hijos de mis hijos, o
los nietos de mis hijos vean algún día, un nuevo El Salvador, un El Salvador sin
ventanas rotas.

Nota: Autor desconocido.