miércoles, 6 de agosto de 2008

MEMO el feo



Era tan feo cuando nací, que el doctor me dio la cachetada en la cara.
Era tan feo, que cuando nací, no lloré yo. ¡Lloró el doctor, mi papá y mi mamá!
El doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre "Hicimos lo que pudimos... pero nació vivo".
Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta.
Como nací prematuro me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados.
Mi madre nunca me dio leche de pecho, me dio leche de vaca, por ello los cuernos que llevo.
Yo siempre fui muy peludo. A mi madre siempre le preguntaban: "Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?"
Mi padre no llevaba mi foto en su billetera, sino la del niño que venía cuando la compró.
Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico.
Era tan feo, que cuando jugaba a las escondidas, nadie me buscaba.
Una vez me perdí. Le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contesto: "No lo sé; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido".
Y para colmo era muy flaco, tan flaco que un día metí los dedos en el enchufe, y me utilizaban de planta eléctrica.
Era realmente flaco. Para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar.
Era an flaco, que el único trabajo que me ofrecían era para limpiar mangueras..... .... por dentro.
Era tan flaco, que tenían que sacudir las sabanas para encontrarme
Pero mi problema no era ser tan flaco, sino ser FEO.
Mis padres tenían que atarme un trozo de hueso al cuello para que el perro jugara conmigo.
Sí, amigos, yo soy FEO, tan FEO que una vez me atropelló un auto, y quedé mejor.
Soy tan feo, que un día tiré un boomerang y éste no regresó nunca más.
Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contestó que quería más pruebas.

Tuve que trabajar desde cipote.
Trabajé en una veterinaria, y la gente no paraba de preguntar cuánto costaba yo.
Un día llamó una chava a mi casa diciéndome: "Ven a mi casa que no hay nadie". Cuando llegué, efectivamente no había nadie.
El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. "De acuerdo, además de loco es usted muy feo", me dijo.
Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde el Golden Gate, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: "En sus marcas, listos..."
El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica.

Anónimo.



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