miércoles, 2 de febrero de 2011

Cruel despertar a un mundo de adultos... del Moris.



Este escrito me lo mandaron, pero su autor es El Moris. Lo publico sin su autorización porque desconozco su correo electrónico para pedirle permiso, con la esperanza que no se enoje y que no me vaya a entablar una demanda civil por publicarlo sin su debida autorización o por derechos de autor.

Debido a la guerra civil de El Salvador, en la que perdieron la vida
unas 75,000 personas, miles de Salvadoreños emigramos a diferentes
puntos del orbe creando una especie de Diáspora Salvadoreños
(Salvadoreños de la Dispersión es un término más entendible).
Esta situación trajo consigo una serie de casos y cosas que nos hacen
reir, llorar, pensar, lamentar, regocijar, o simplemente meditar en
nuestras historias de Salvadoreños de la Diáspora.

Algunas historias son tristes y otras alegres, unas de triunfos y
otras de derrotas,unas de indómito espíritu y otras de explotación,
unas de fe y otras de rebeldía ante lo espiritual. No importa cual
sea tu historia, pero si sos Salvadoreño que salistes de el país por
situaciones ajenas a tu voluntad o si voluntariamente emigrastes o te
auto-exiliastes igual tendras más de una historia que contar.

Les contaré a continuación mi primer choque traumático con el idioma
Inglés cuando recién había llegado a la Unión Americana.
Había tenido una suerte de brujo con pata de conejo pendiente del
cuello porque me concedieron la visa en México, donde residí en los
últimos seis meses antes de solicitarla. Allí trabajaba como
dibujante técnico arquitectónico. Por otro lado, mi novia había
emigrado y radicaba en California con su madre, una residente de la
Unión Americana, quién la había traido legalmente.

Era un sueño para mí estar con ella, aunque no me llamaba para nada
la idea de venirme a los EEUU por cuestiones laborales y por orgullo
de estudiante recién egresado de una carrera técnica.
Orgullo de bicho virgo, me decía un amigo de adolescencia.

Pero el amor es bruto y llamativo, y además ensordece a cualquier
joven con las hormonas revueltas y las ganas de aquello... de amar,
malpensado! (bueno eso también)... y las cosas se aceleran cuando ese
amor viene en paquetes como el cuerpo y las pantorrillas de mi novia.
Era un atomizador enbrutecedor de mis dendritas cerebrales.

Asi que llegué a este país con visa y vía aerea con otros cuatro
Salvadoreños. Ninguno de nosotros pasaba de 22 años y eramos solteros
empedernidos pero no por feos, sino más bien eramos solteros
circunstanciales, y virgenes forzados y forzosos, productos de una
guerra causante de celibatos indefinidos e indeterminados.

En la Embajada Americana en México, dijimos que vendríamos solamente
por un fin de semana a McAllen, un pueblo fronterizo de Texas a hacer
unas compras y a un Congreso Juvenil Cristiano. Por momentos temía
que nos caería un rayo por la gran paja inventada. Pero yo razoné que
Jesús también fué refugiado ilegal en Egipto en su infancia y
adolescencia. Accallé mi conciencia transera.
"El fin justifica los medios", me susurraba Maquiavelo en mi oido
derecho.

Antes del viaje épico, todos radicabamos en una ciudadela de calles
chiclosas durante el invierno llamada Montemorelos, Estado de Nuevo
León, México. Con la visa concedida, después de viajar en avión, y
ubicados en tierras gringas, en el areopuerto, sobrevivimos el
cuestionamiento de la agente de la migración. Nos preguntó cuanto de
dinero traíamos.... la vacilamos haciéndole creer que traiamos el
doble de dólares de lo que en realidad teniamos.
Atrevidamente doblé los billetes y dejé el billete de encima sin
doblar. Era una ilusión óptica para que la cuenta nos favoreciera.
Conté los billetes uno tras otro ante sus ojos.
Me jugué la vida en ese truco de manos.
La gringa me quizo tomar "el paquete de dólares".
Le dijé algo asi como "iris okei, leme count tu mi", pues yo era el
de re;aciones públicas, el que hablaba, me sentía bilingue pero más
me sentía primo del mago Huddini o Jodini como se llamará.
Fuí muy sagaz y de sangre fría.
Sonreía con la oficial mientras contaba el dinero frente a ella.
Yo me miraba fresco y tranquilo como una monja al amanecer.
Eran momentos de tensión y de jugármela todas, las nachas, el destino
y la suerte era ahora una realidad. Sin embargo ese acto lo había
repetido unas quinimil veces con mis amigos desde antes de salir de
México. Pero pasé la prueba de Hollywood, como le habíamos llamado, y
ahora ya estabamos en tierra Americana.

Ya estando acá teníamos un hambre de chuchos gringos aguacateros
abandonados en tierra de nadie. Después de entrar a un restaurante
nos dimos cuenta que el menú estaba en perfecto Inglés.
No entendíamos nada. A lo único que le atine fue a la parte que
leía "hot-dog and sodas". Mis amigos me dijeron que ordenara porque
yo era el bilingue y el más sabido de asuntos gringos.
En esos momentos me sentí un trotamundos cualquiera con su banda de
Gitanos demandantes y hambrientos.
En ese momento, yo recordé a Don Chepe, el "jotoyero" del pueblo (el
que vendía hot-dog in my little township, para que me entiendan los
agringados que leen esta historia, inútiles monolingues!)...recordé a
los "jotois" como les deciamos allá en mi pueblo a los hot-dogs.
Me sentí inspirado por la Divina Providencia y capaz de hablar hasta
en Chino.

Dirigí la mirada al mesero y traté de ordenar con el mejor acento que
pude...dijé algo asi como "fais jotois and fais sodas". El gringo me
miró desconcertado y en sus ojos pude ver la ansiedad de querer saber
en que hijueputa idioma yo le estaba hablando u ordenando mi orden de
comida. Detecté en sus ojos la confusión cerebral del que no sabe
porque él que le habla lo confunde más hablando que quedándose
callado. Casi se conmociona él y yo pasaba por igual peligro.
Conmoción cerebral de mierda, pensé. "Quiero mis cabrones jotois",
pensé. "¡Puta poseemos problemas!", pensé inmediatamente al ver que
el gringo trabó sus ojos azules por no enterderme ni pepas.
Mis amigos se codearon y mis pendejas orejas se calentaron y se
enrojecieron. Repetí la orden con diferente acento. "¡Más tipería!",
me dirian ellos más tarde, pero esta vez el gringuillo no aguantó y
se sonrió diciendo algo indescifrable para mis oidos.
Ni yo le entendía ni mucho menos el figuraba lo que le decía.
Tuve que hacerle señales para dibujar el pan del "jotoi" en el aire.
Le hice sonidos de cuche desesperado para darle a entender que el pan
dibujado llevaba longaniza de cerdo.
Se me vinó una manera más práctica de darle a entender mi confusa
orden pero no lo hice por ser muy arma de exhibicionista degenerado.
Pero por momentos casi se la enseño para que viese la similitud entre
el hambre y el deseo que me mataba.

Los cuatro vagos se estaban carcajeando y después de encachimbarme me
salí del restaurante en ayunas pero feliz porque en aquel momento mi
corazón dictaba a mi estómago una dieta basada en unas bellas
pantorrillas blancas y un cuerpo fenomenal que distaban a unas 2000
millas (además me salí quería reirme de mi mismo y de la situación en
la que me había metido por no saber ni pepa de Inglés).

2000 millas: para mi ese número era solamente cuestión de horas en
carro....... Hoy día cuando pido un hotdog con soda casi siempre lo
hago al lado de ella, y le cuento que en más de alguna ocasión su
silueta me sirvió de dieta obligada en un mundo donde si no le
entienden a uno es porque tienen problemas de audición, y uno tiene
problemas del corazón entusiasmado por un par de pantorrillas y demás.


El Moris Mono-lingue (Enero 30 del 11)

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