domingo, 4 de marzo de 2012

Una vacación enmedio del Mediterraneo.





Una vacación en el medio del mediterráneo, a los pies del monte Etna.
Roberto Rodríguez Flores


El “tren” de nuestra vida emprendió de nuevo camino rumbo a Europa. Su destino, la milenaria Sicilia, Isla ubicada al final de la “bota itálica.” Pero ¿porqué a Sicilia? Pues cuando uno ha viajado por Europa, una, dos y hasta tres veces, se da cuenta que el viejo mundo siempre tiene cosas nuevas que a uno le falta ver. Nuevas para uno, aunque ancestrales para la cultura del viejo mundo. Eso es Sicilia, además de preciosa, la isla más grande del mar mediterráneo. Ese inmenso estrecho de mar que atraviesa desde el puerto de Algeciras, España, hasta la costa de Estambul, Hungría en medio de los continentes de Europa y Africa. Ese mismo mar mediterráneo al que un canta autor español, Jean Manuel Serrat, se refiere con tanta nostalgia en su canción “Soy del mediterráneo.”

Dia 1
Es una mañana otoñal cuando abordamos el aerobús de American Airlines. Es jueves 6 de Octubre del 2011, y estamos saliendo de San Francisco, California. Es un vuelo con escala en New York, y luego sigue la travesía por el “charco” del Atlántico hasta Roma, Italia. Un vuelo de 10 a 12 horas, llegando al día siguiente, tal y como está programado. Para variar hubo atrasos en los vuelos. Primero de San Francisco a New York, y luego en New York para Roma, lo que aceleró el nerviosismo natural en éstos planes, ante el temor de perder la conexión aérea de Roma, Italia, a nuestro destino inicial: Catania, Sicilia.


Al llegar a New York tipo seis y media de tarde y en el poco tiempo para abordar el otro “pájaro,” fuimos a los restaurantes caros de los aeropuertos y tuvimos una cena liviana. Luego pasamos a la licorería de “tienda libre” (uno no sabe de qué) para proveernos de una mediana botella de brandy, pues es el mejor estimulante para que dé hambre y luego que dé sueño. Su valor en especial $ 15, la cual no fue posible ponerla dentro del equipaje que iba ya en tránsito, así que tuvimos que recogerla en la puerta del avión (según las reglas del viajero en trántsito y luego llevarla en el equipaje de mano, algo que no está permitido, pero como así operan las tiendas y ya lo hemos hechos así, no nos “preocupamos” por esos momentos. Al contrario, nosotros preparamos la mente para un largo vuelo.


Día 2.
Hablando de nuestra botellita de brandy, al llegar a Roma, Italia, y dispuestos a tomar el otro avión rumbo a Sicilia, los “scanner” de control de aduana en el aeropuerto detectaron el producto de uva, y de inmediato los oficiales de aduana nos pidieron abrir el bolso de mano. Por más que explicamos que era un producto comprado en tienda libre, ignoraron nuestros argumentos y decomisaron de inmediato nuestro “auto-regalo.” Al menos, y para consuelo nuestro, no fue una del exquisito licor de naranja “grand mannier” de mayor valor y que otras veces hemos llevado, por lo que desconsolados é indignados dijimos, a los oficiales romanos “que disfruten el suvenir.”


Continuamos por Meridiana Airlines rumbo al destino final en Catania, Sicilia. Tan pronto aterrizamos, nos apuramos a recoger las maletas. No encontramos letreros apropiados que explicaban el número asignado en el carril de equipajes, y por inercia seguíamos a los demás viajeros. A pesar que no encontramos una indicación precisa, consecuentemente, comenzamos a experimentar barreras de idioma. Afortunadamente, siempre en los aeropuertos, alguien habla inglés, y luego de 30 minutos, nos enviaron donde se recibían las maletas de los viajeros internacionales. Nosotros estábamos en el carril de los vuelos locales pues ya veníamos dentro de Italia por eso la tardanza. Finalmente, las encontramos. Allí estaban vuelta y vuelta en la banda de equipajes. Felices y contentos, pronto salimos del interior de la terminal a buscar a los encargados de recogernos. Por más que “pelamos los ojos” no encontramos a nadie. Buscamos los rotulitos de cartón de “Insight Vacation” en manos de algún empleado o taxista, pero “neles.” En eso, encontramos a otros viajeros con el mismo rumbo nuestro procedentes de Pittsburg, Pennsylvania. Gloria se presentó con una señora rubia, cabello recortado y ojos azules llamada Chelly, que estaba con su esposo. Andaban en las mismas vueltas que nosotros. Al fin, apareció un “chelito, güero, o zarco” --como quiera decirle – empleado “free lance” de los operadores de turismo, y que estaba buscando a un viajero australiano de nombre Bruce.


Lo interrumpimos en inglés, y él solo movía las manos en señal de no entendernos. Luego con más señas y expresiones en español que se parece al italiano, dijo que él solo buscaba a un pasajero, y que tan pronto lo encontrara, lo llevaría a su destino que por consecuencia era en la misma ciudad donde nosotros ibamos. Le pedimos que nos llevara a todos, pero explicó que su espacio en el auto era para cuatro, no para cinco “enmaletados” turistas. Ante los reclamos iniciales convertidos después en ruegos, finalmente decidió conectarnos vía telefónica con la encargada de nuestro “tour” que iba con los otros viajeros a media hora de distancia y a medio camino del hotel. Gloria habló con ella, luego fue Chelly la encargda de explicarle el atraso y al mismo tiempo demandar el servicio de transporte local como estaba previsto. Al final, entre los ruegos y reclamos se acordó que el mismo “taxi’ nos llevaría, tanto al “famoso” joven Bruce quien ya había aparecido y nosotros sin costo extra adicional.


En cuestión de una hora llegamos al “Villa Esperia,” un hotel que a mis ojos lo califiqué categoría tres estrellas, y que más que hotel, parecía una casa de familia. Con gradas a la entrada en dos y hasta tres niveles. Noté que otros hoteles aledaños eran similares y que parecían eso, casas de familia, pues el terreno rocoso y de construcciones de cemento no era un sitio para rascacielos al pie del monte Etna, aunque no sería nada nuevo en este “mundo nuevo en el viejo mundo.” Pues sigo en decir que este hotel o villa era un viejo edificio con un elevador exterior reacondicionado que desde la puerta principal llevaba a la recepción.


Al registrarnos, dimos una mirada al “lobby” y a pocos pasos salones con amplias ventanas y con vista al mar. Estábamos en un pueblo llamado Giardini Naxos, en Taormina, un verdadero mosaico entre colinas y pequeñas entradas de mar, pero esta vez, sin bañistas en sus orillas debido a la hora y las condiciones del tiempo otoñal, sin calor ni frío, pero una caída tempranera de sol.


Mientras las maletas eran llevadas a la habitación nos detuvimos en el bar para disfrutar de un coctel de bienvenida con vinos locales servidos. Caminamos cada quien con su copa alrededor de una piscina y eso nos sirvió para relajarnos. En minutos de estar allí encontrarnos a la directora del “tour,” una siciliana de media edad buena estatura descendiente de inglés y siciliana llamada Ruth Pinnel. Supe días después que hablaba varios idiomas, entre ellos el español, pero solo nos entendimos en inglés Con ella, vimos el resto los turistas que se convertían en nuestros acompañantes en esta nueva “estación.” Disfrutábamos una, dos y hasta tres copitas de vino, mientras saludamos a las primeras personas que conocimos del “tour.” Fueron Judy, señora mayor y su joven hija Liz, residentes de Australia. Nos relataron que ya venían de pasar los primeros días en Paris, Francia. Eso suele suceder con turistas de otros continentes que aprovechan su estancia en Europa para conocer al máximo del ese lado del mundo.

En eso, mi esposa Gloria dispuso observar el mar en el ocaso. Lo hizo caminando en la azotea alrededor de una piscina. Había plantas alrededor. Unos minutos para observar la bahía, cuya belleza se perdía en el horizonte. Para qué lo hizo? Ni había tardado minutos cuando sufrió –dice ella—unas picadas de mediterráneos zancudos en su espalda y brazos, y de inmediato me lo hizo saber, por lo que nos retiramos del área para acomodarnos adentro. Esa incomodidad en ella no le quitó brillo a su sonrisa para presentarse con el resto de viajeros. Yo siempre digo que a mi dulce mujer le corre sangre azul, pues es la primera con quien se deleitan los insectos. A mí, ni caso me hacen. Parece que el alcohol en mis venas no es apto para esos insectos. Y esto que no soy alcohólico jajaja


Luego del coctel de bienvenida é instrucciones del itinerario al día siguiente, hubo cena rica de pastas estilo siciliano en el mismo hotel. Finalizó de este modo la primera jornada en la Isla. Cada quien se fue a sus respectivas habitaciones. El cansancio del viaje y la ruta a seguir nos esperaba el día siguiente demandó irnos directo a la camita y recuperar fuerzas para el otro día.


Dia 3
El programa nos puso en el autobús a las ocho en punto. Ruth nos presentó a Wendy, una veterana y robusta guía local de 72 abriles que no le impidieron poner su voluntad y conocimientos acerca del área. Nos dijo que íbamos rumbo a la Taormina, ciudad a la orilla del mar con la que pronto nos familiarizarnos con el panorama, pues no nos detuvimos y más pronto que tarde estábamos cuesta arriba subiendo hacia Savoca, una rincón de la isla ubicada entre colinas y rocas. Se trataba de una pequeña ciudad que en la década de los 70’ fue escogida por Francis Ford Coppola, como ideal locación para filmar, de 5 a 10 minutos de la laureada película “El Padrino.” Nos hicieron saber que desde entonces, esas casas y calles de piedra son visitadas por miles y miles de turistas de todo el mundo.

Allí llegamos en cuestión de 30-40 minutos y vimos como se conserva casi intacta la casa del bar Vitely, donde de acuerdo a la película, Michael Corleone (Al Pacino) después de haber visto a Apolonia, (Simonnetta Stefanelli) visita el bar donde muy pronto se da cuenta que el propietario del local es el padre de la “cenicienta” que acaba de deslumbrarlo. Allí mismo, Michael aprovecha ese momento y le pide la mano para desposarse. Lo demás, no lo describo porque estoy casi seguro que usted vio esa obra cinematográfica.


Igual que estos edificios está la Iglesia donde se realizó la boda. De estas escenas surge la frase que forma parte del guión: “En Sicilia, las mujeres son más peligrosas que un arma de fuego,” la cual está impresa en productos de suvenir, tales como camisas, postales, gorras, y artesanías que se encuentran en las tiendas locales.


Cada uno de esos rinconcitos entusiasma a los visitantes que se hacen fotos en cada escenario. Nos explicaba Wendy, que Coppola prefirió escoger alguna gente nativa del pueblo como actores y actrices secundarios de su película, y por eso, algunos de ellos aún están allí todavía. Pudimos conocer a una “artista improvisada” del cortometraje en Savoca. Es la señora que hace el papel de la madre de Apolonia. Los turistas del grupo en esta ocasión conversamos con ella y nos permitió hacerse fotos con quien así lo deseara. Luego conocimos otros residentes. Nino, por ejemplo, el panadero principal que abastece el pueblo de su delicioso baguette caliente, y también este personaje reconocido en el pueblo se dejó fotografiar, momento que aprovechó de vender algunos de sus panecillos entre nosotros. Luego hubo tiempo libre para caminar y fotografiar cada rincón de Savoca, incluyendo desde luego, la Iglesia de Santa Lucía, a pocos pasos del lugar.
Dice Wendy, que en agradecimiento a la colaboración del pueblo de Savoca, los productores de cine comandados por Ford Coppola obsequiaron a ese pueblo, luego del éxito de la producción, el adoquinado de una o dos de sus calles


En la plaza principal del área, observamos una pequeña estatua con perfiles del cinematógrafo en plena acción, mejor dicho un espejo con su silueta. Ella, un tanto cansada de subir y bajar calles adoquinadas con nosotros aprovechó para darse y darnos un refrigerio o tiempo libre. Nosotros nos fuimos a visitar algunas tiendas, aunque por la hora transcurrida, fueron pizzerías, pastelerías y cafés con sillas afuera para sentarse al aire libre y a la sombra de frondosos árboles, lo cual todos aprovechamos y continuamos captar diversos ángulos del precioso lugar.


La siguiente ruta fue hacia el Monte Etna, un volcán activo en la costa este de Sicilia, entre las provincias de Mesina y Catania. Wendy nos explicó en singular exposición, que este tiene una altura de alrededor de 3.322 metros de altura, la cual ha variado debido a las constantes erupciones. Las “huellas” convertidas en piedras negras y sin forma las pudimos mientras el autobús subía. Esta montaña es hoy en día es 21,6 metros menor que hace 100 años. Eso debido a los cambios cuando modifica la forma después de una erupción, las cuales ocurren periódicamente. Se dice que es uno de los volcanes más activos del mundo. En la cúspide a la cual llegamos por calles muy curveadas y angostas hubo aplausos para Piero, el conductor del autobús, que demostró mucha pericia en su trabajo.

En el camino, pudimos observar la fertilidad de la tierra. La misma lava con el tiempo hace que la agricultura se extienda rica en producción de viñas y huertos a lo largo de sus laderas. El Etna ha sido designado como uno de los 16 volcanes más interesantes de la década, y la emoción de subirlo nuestra tuvo su mejor estímulo cuando pudimos fotografiar uno de los momentos de erupción. Por supuesto, estas erupciones –por suerte—no fueron de fuego, sino ceniza.


Sicilia es, por decirlo, así, un territorio rico con extensas tierras cultivadas mayormente de limón, olivos o aceitunas, uvas, peras, melocotones, mandarinas, y mangos en su mayoría. Y en esa visita a la montaña quedó demostrado, obviamente, gracias a la riqueza mineral de su volcán mineralizadas. Inclusive se nos explicó que las constantes erupciones han cambiado la vida de esos pueblos cuando han sido soterrados por lava. Se cree –dice Wendy – que cuando los habitantes temen fuertes erupciones, rezan y oran a la misma montaña al grado tal, de que consideran una “deidad,” algo así como un ser supremo. Como anécdota, nuestra expositora nos explicó que la gente habla de “nuestra señora, la Montaña, y que cuando “sus plegarias” son escuchadas, la ardiente lava se detiene antes de llegar a los pueblos. El descenso de la montaña fue una delicia para los ojos, viendo caer el atardecer desde las alturas, con un sol radiante pues le faltaban horas para esconderse lentamente en el mediterráneo. Así dejamos atrás la nube gris de las cenizas “eructadas” por el Etna.


La ruta aún no terminaba ese día, pues al decir adiós a Wendy, a quien agradecidamente extendimos un apretón de manos y junto esta las bien ganadas propinas, continuamos la ruta hacia otro monte, de menor altura, el “Monte Taurus. Allí nos esperaba Diana, casual o nó, hija de Wendy, para mostrarnos otro precioso rincón: La plaza “aprile,” un pedazo de la ciudad con muchas edificaciones antiguas y remodeladas, tiendas de suvenir, y de reconocidas firmas europeas de ropa y joyas, lo mismo que sucursales bancarias, cafeterías y restaurantes. Pero ya nos dejarían tiempo libre para regresar, mientras tanto continuábamos a paso lento hasta el “Palazzo Corvaja, un monumento siciliano construido por los árabes en el siglo diez, el cual fue ocupado un tiempo por el Parlamentgo Siciliano en 1410, y luego parte de ese “castillo” ha sido convertido en un hotel de lujo por el arquitecto Armando Dillo en 1945.


El mismo está ubicado junto a la iglesia de Santa Catarina de Alejandría. A este hotel se han venido a hospedar muchas de las grandes estrellas de cine y los millonarios más famosos del mundo italiano, árabes, americanos etc. A unos pasos encontramos el teatro griego, una joya arqueológica que muestra las huellas de los conquistadores griegos, romanos y musulmanes. Ahora, ese teatro, además de atracción turística, ha sido usado para conciertos de artistas y grupos musicales muy famosos, a un costo altísimo, pues el mismo no cuenta con instalaciones eléctricas. Al terminar el recorrido por el escenario, los camerinos y las graderías desde donde se mantiene una misteriosa acústica sin necesidad de micrófono ni altoparlantes y con una preciosa vista hacia el mar.

El escenario fue propicio para hacer una fotografía del grupo y luego dejarnos tiempo libre para hacer compras, reabastecernos de agua, dinero en los “cajeros automáticos” y captar las imágenes de tan maravilloso rincón de Sicilia. Confieso que no me sentí artista, pero si un visitante de lujo como lo han sido esas grandes estrellas del mundo artístico.


Sin embargo, nuestras compras se limitaron a un pequeño recuerdo para la familia para luego ir al hotel y esperar el tiempo de la cena, luego un merecido descanso, pues el siguiente día nos esperaba continuar bordeando las ciudades alrededor de la Isla, la cual “consta de un poquito más de 25,000 kilómetros cuadrados y la habitan cinco millones de sicilianos.


Dia 4.
El autobús continuó rumbo a Palermo, la capital de la Isla y la más grande del mundo en el año 965 después de Cristo. Cuando uno viaja por un isla como Sicilia, sabe lo que es una isla, pero no siente hasta que no lo vive, hasta no disfrutarlo en su total la belleza paseando por la costa en todo su esplendor observándola desde las montañas. Cruzando la isla nos avisaron de un “stop” en el camino para conocer otro precioso rincón. La ciudad de Cefalú, (Chefalú en italiano) es una antigua ciudad y un municipio de la provincia de Palermo de 13.777 habitantes. Situado en la siciliana septentrional, a unos 70 km de la capital, a los pies de un promontorio rocoso. Es uno de los mayores balnearios de toda la provincia; a pesar de sus cortas dimensiones, cada año atrae a millones de turistas, además de sicilianos é italianos, millares de americanos, franceses, alemanes, chinos y otras nacionalidades. En la época estival ó solsticio, la población llega a duplicarse. Tiene termas romanas, una catedral antigua, maravillosas playas y constituye una ciudad tranquila llena de historia. Puerto pesquero y sede de un obispado


Al arribar, nos dieron casi 3 horas para caminarla y conocerla, palparla, olerla. Encerrada entre rocas y mar, angostas calles de un solo sentido y una lluvia liviana y pertinaz fuimos hasta su preciosa catedral que todos los turistas visitan. Alrededor se encuentra la plaza principal llena de sitios para abastecerse de agua, hacer refrigerio, relajarnos con un café, o bien un helados los que se ofrecen como “gelato.” Casi todos restaurante tiene sillas al aire libre para que el turista disfrute el paisaje y calor humano de sus habitantes. Gloria y yo caminamos sobre adoquines, evitando ser atropellados por los autos que atraviesan sus encerradas calles, llegamos a la playa, captamos gráficas y nos fuimos al más cercano café-bar al lado del punto del bus en el que seguíamos en la ruta. Notamos que el residente de Cefalú, habla fácilmente además del italiano, griego, inglés y español. Hecha la jornada, continuamos hacia Palermo, la capital de la Isla.

Estábamos allí la “cuna de la mafia siciliana” en cuestión de dos horas. Nos instalaron en un antiguo y elegante hotel del centro de la ciudad llamo Gran Hotel de las Palmas. En el camino hacia el lugar, o quizás desde la primera exposición de las diferentes guías, se hablaba mucho de los Normandos, y aceptando mi “alzhéimer o ignorancia, inquirí y supe que los normandos (literalmente 'hombres del norte) fueron invasores escandinavos, vikingos en su mayoría daneses que comenzaron a ocupar el noroeste de Francia, lo que se conoce como Normandía.


De su civilización originaria se tiene poca información. Profesaban una religión politeísta con numerosos seres sobrenaturales, conocían la escritura rúnica, estaban organizados en tribus y tenían una agricultura y ganadería muy primitiva, sin embargo eran expertos navegantes, construyendo ligeros y resistentes barcos. Los normandos en parte de la antigua Neustria, fueron gradualmente adoptando el cristianismo y la cultura francesa así como la lengua, y crearon una identidad cultural que juntaba a las culturas de sus antepasados escandinavos y la de los nativos franceses. Todo bajo la soberanía del Reino de Francia, conformando un ducado muy poderoso con características propias como por ejemplo la gran habilidad marítima. Las causas de sus migraciones fueron múltiples: búsqueda de sitios mejores, fuga o expulsión de tribus vencidas en luchas internas, afanes comerciales, espíritu de aventura, afán de conquista, entre otras.


Esto fue importante porque sus huellas las encontramos en Palermo, cuna y sede de la Cosa Nostra, o “cosa nuestra.” Aunque nuestros motivos de escoger Sicilia no fue precisamente conocer un poco más de cerca este caso, la agenda de esta visita incluyó una charla sobre el tema, precisamente en el mismo hotel donde nos hospedamos.


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