domingo, 8 de enero de 2012

El extraño del pelo largo


Era un sábado por la noche de hace unos cuatro años. Ni en el parqueo ni en el restaurante queda espacio. Tengo la suerte de queTulita, una de las organizadoras del concierto, nos consiga una última mesa. El ambiente es de mucha expectativa. Los instrumentos ya están colocados en el escenario, suena una música para ambientar al público, los meseros no dan abasto. No canta Shakira, ni Luís Miguel o la nacional Pamela Robin. Se trata de Luis López, 60 años, vitalidad que asusta. El extraño del pelo largo.


En realidad no es ningún extraño. Tiene de cantar, casi lo que yo tengo de vida. Comenzó en los locos años sesenta. Días aquellos en que a mi mamá le encantaba el go-go y los turnos de radio de Tito Carías y Leonardo Heredia. Las tropas estadounidenses se empantanaban en Vietnam, Fidel Sánchez se metía en una guerra con Honduras, el hombre llegaba a la luna y Luis López cantaba María la Orgullosa, una versión en español de Proud Mary, de los Credence Clearwater Revival.



López, llamado el Monseñor del Rock, aparece en el escenario. Jeans, camiseta negra, bigote, barba, cabello trenzado en una larga cola blanca. Las luces de colores giran y el público, hombres de lentes claros, ropa de vestir, barriguitas cerveceras, señoras elegantes pero que esta noche se han soltado el moño para echarse, literalmente, una canita al aire, aplaude entusiasmado. Y la voz del Monseñor suena, increíblemente joven, con un vagón de emociones y recuerdos. Mis hijas, todas de la parroquia de Justin Timberlake, miran asombradas a ese hombre, que podría ser su apacible abuelo, moviéndose en el escenario con una energía que no parece tener Christian Castro.


Una pareja con no menos de 30 años de casados se lanza al ruedo a menear el esqueleto con los acordes de la célebre Popotitos, la de las piernas flacas pero siempre dispuesta al amor. En la mesa de al lado está la madre, la hija, el esposo de la hija y el nieto. Tres generaciones que cantan a coro “vagando por la calle, mirando la gente pasar”. La madre la oyó con La Joven Guardia, La hija y el nieto con Enanitos Verdes. Cuando el rockero mayor, si mayor, comienza aquella clásica balada de The Cavaliers: “Por qué se fue y por qué murió, porque el señor me la quitó”, casi todas las parejas, cuarentones, cincuentones, salen a bailar pegado, bien pegado y el humo de los cigarros se mezcla con la bruma de recuerdos y nostalgias de una adolescencia cada vez más lejana. La primera declarada, el primer beso, así furtivo a mitad de boca; el suplicio de los exámenes de matemáticas; aquel memorable partido en donde los maricones del equipo contrario por fin perdieron; las escapadas en grulla para el río; la primera gran amontonada aprovechando la oscurana de la esquina donde se quemó el foco; la batalla a puñetazos con cara de queso; los celos porque ella bailó con otro. Y el tiempo pasando, pasando, pasando. Y cada vez es igual.


Siempre se piensa que la generación actual es más alborotada que la nuestra, que cuando nosotros éramos jóvenes todo era “más sano”. No lo creo. En los sesenta, cuando yo todavía no había entrado a la adolescencia, la moda era la marihuana, el pelo largo, la liberación sexual. El lema era precisamente “sexo, drogas y rock and roll”. Mi papá se escandalizaba con el rock & roll como hoy algunos se escandalizan con Calle 13.La juventud es la juventud en cualquier época y en cualquier parte. Siempre habrá los que se pasan de la raya y los que no. O los que se pasaron y regresaron y los que se quedaron allá para siempre.


(Grupo juvenil de los 60s, "Los Supersónicos")

Creo que educar a los hijos no es repetirles el falaz sonsonete de que la “juventud de hoy está corrompida”. Educar a los hijos es una mezcla de tolerancia y firmeza; normas claras y libertad. Viendo a Luis López, mis hijas adolescentes entendieron que los jóvenes de mi época no andábamos con corbata, pelo corto y cara empurrada. Porque de que la hicimos, la hicimos. De ello dan fe los que aquel sábado en la noche, fueron por unas horas, otra vez adolescentes.

Tomado del blog "Pluma y Café" de Marvin Galéas.




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