martes, 12 de mayo de 2009

¡Que vivan los mangos!


¿Se recuerdan que hace unos cuatro años fui a la India donde me ‘merqué’ una moto? También tuve la oportunidad de comer mangos al natural, de unas variedades, que aquí no las había degustado.
Allá, a las orillas del Océano Indico, venden gaseosa de mango, mermelada, tostadas, charamuscas, sorbete y a saber que más cosas hacen del mango.

Pero aquí, aunque no es autóctono, el mango está plenamente identificado con la vida del salvadoreño. Bien recuerdo cuando iba a manguear al cerro de San Jacinto a la finca del doctor Cornejo, porque cipote que no ha mangueado, no es cipote verdadero.

¡Palo de mango!, bendito palo de mango, agradecido, que sin rencor alguno, le prodigas tus mieles generosas envueltas en fibras color de oro, a aquellos que te lanzan piedras y garrotazos. ¡Palo de mango!
Maravilloso palo de mango que nunca te chuloneas. A pesar de las altas temperaturas, siempre conservas tu plumaje de hojas verdes, con las que cobijas a los que buscan en ti un poco de frescura.

Fruta maravillosa desde muy corta edad, matahambre de pobres, boca de bolo, deseo de mujer embarazada, mango peche, mango borracho, mango triste, mango bailarín, mango indocumentado, mango twist.
A veces no logras llegar ni la pubertad, tierno te cortan y tierno te venden, acompañado de sal y limón.
Aturran la cara con placer los que te degustan así tiernito y salivean los que sólo te miran cuado te dan la tronadora mordida.

Manguito curtido y en curtido. El vinagre te conserva más tiempo y te da un sabor diferente a mango de olor. Cuando llegas a tu adolescencia te llaman mango sazón. No estás maduro, no estás verde, estás como a muchos les gusta, ni duro ni blandito, sencillamente estás en tu punto: mango sazón.

El viento, o los nortes como aquí los conocemos, sacuden tus ramas, palo de mango, dejando tendalada de cipotes verdes en el suelo, como pericos desmayados, pero siempre guardas tus reservas, y a pesar de la indiscriminada caída de tus hijos, siempre te las ingenias para guardar muchos más.

Y entonces viene el proceso de maduración, las mieles ya están listas, sólo falta el sol, para darle las últimas pinceladas de color imposible de imitar por los pintores.

Y allí estás en las alturas, en las ramas más difíciles de llegar, donde ni las piedras más pulsudas logran derribarte.

La distancia entre ti y el cipote hambriento se hace infinita, y entre más alta, más codiciada, más seductor, más apetecible, más maduro, más de oro y más lejos... Ideal para convertir los sueños del cipote pájaro, del cipote ardilla o aunque sea de cipote garrobo para alcanzarte.

Llegas a los mercados, te venden por manos, por cientos, por guacaladas y hasta por costaladas.
También estás en los supermercados elegantes en cajitas de plástico lindamente decoradas y hasta las tienditas más recónditas de nuestras campiña, te venden en todas partes, entero, en rajitas, en colochitos y hasta te empacan como a Caupolicán. Te adoban con salsa de chile rojo, con alhuashte y con sal.
La mosca de la fruta deposita en ti sus huevecillos, de donde nacen los gusanos, tú sirves de medio, pero los gusanos no son excusa para que los hartones te devoren en silencio y en lo oscuro.
Dejas amarillos los cachetes de aquellos que sin importarles, chupan hasta la parte más recóndita e íntima de tu semilla.

En algunas ocasiones te culpan del mal de mayo, más sin embargo sirves de purgante natural y beneficioso.
Eres la principal fruta en el día de la cruz.

Tienes linaje, abolengo, clase. En todas tus formas, colores y sabores, siempre eres delicioso mango jade, mango de oro, mango piña, mango Manila, mango panades, mango cuma, mango plátano, mango alcanfor, mango mechudo y en especial, el rey de los mangos: mango indio.
Y cuando tu descartada semilla llega al campo, es cubierta por la tierra cariñosa que con un poco de humedad te hace germinar. Y allí estás de nuevo.

Palo amigo, palo bueno, palo noble. Creces entre las piedras, luchas por alcanzar las alturas y cuando te yergues vigoroso no hay quien pueda con tu robustez y tu altivez.
Tus ramas secas son combustible para cocinar, y cuando caes por el hacha inclemente del humano que por tanto tiempo alimentaste, aún así, tu madera fibrosa sirve para féretro de pobre que lo acompañará hasta la última morada. Es por eso que sin duda digo. Bendito palo de mango.

Inserto: El Mango es originario de La India, pero es más indio salvadoreño que cualquier otra fruta.
¡Que vivan los mangos! Por: Don Lito Montalvo.

3 comentarios:

militodias360 dijo...

Hola, creo que nunca habia visitado este blog.
Pues ya paso la temporada de mango, cuando menos la tradicional temporada, ahora solo podes encontra mangos de clase, (no se el mnombre cientifico, no soy lumbrera), uno que tiene olor a alcanfor que mas pareciera una papaya.Pues se despide un compadre que comparte el gusto por los mangos.

Memo dijo...

Hola Milito, gracias por visitar mi blog.

Una de mis frutas preferidas es el mango, especialmente el indio. En mi casa ten[iamos un palo de mango que daba fruto dos veces al año.

No recuerdo si mayo era temporada de mango.

Puse este relato de Don Lto Montalvo porque él escribe mucho sobre El Salvador de antaño, y el tema del blog es precisamente ese, de recordar anécdotas y épocas pasadas de nustro país.

saludos.

Memo.

Anónimo dijo...

Lean este blog! Esta bien salvadoreño! Las anécdotas escritas muy bonitas! Con todo su folklore! Extraño muchas de las cosas escritas! Gracias por compartir!