sábado, 27 de julio de 2013

Recordando a un gran hombre, Don Roberto Poma.


 
Mi primer trabajo en El Salvador fue en Solaire, s.a, una de las empresas de la familia Poma, y Don Roberto Poma era nuestro presidente.
 
Entré a trabajar allí a los 21 años de edad gracias a  un vecino y amigo quien era el jefe de producción de dicha empresa, y necesitaba un supervisor de producción, habló por mí a la gerencia y me dieron el trabajo.
 
Yo no tenía ninguna experiencia, pero si muchas ganas de trabajar y aprender todo lo relacionado a producción en fábicas porque estaba estudiando ingeniería industrial en la Universidad Nacional.
 
Fue allí donde pude conocer a Don Roberto Poma, joven visionario, emprendedor, trabajador y de noble de corazón. Siempre saludaba con un apretón de manos a todo el personal. Nunca le oí una mala expresión para nadie. Era muy querido y admirado por todos los que allí trabajábamos.
 
Una verdadera tragedia su secuestro y cobarde asesinato por aquellos esbirros que se auto proclamaban "defensores" del pueblo, y que hoy se han vuelto millonarios y viven en el exterior a costillas del mismo pueblo que decían proteger.
 
A continuación traigo ésta carta escrita por su hijo Alejandro en conmemoración del 35 aniversario de su muerte.
 
 


Por: Alejandro Poma

Hace 35 años la sangre de un gran hombre fue derramada. Hace 35 años mi padre Roberto Poma fue cruelmente asesinado por la guerrilla cuando él tenía 33 años.

Aunque el tiempo ha pasado, el inmenso vació que dejó en mi corazón nunca será llenado. Su imagen y su ejemplo me acompañan todos los días de mi vida; yo apenas era un niño de cuatro años cuando aquel tristísimo episodio sucedió.

Antes de morir, Roberto Poma estaba en ese momento en el que se tienen más mañanas que ayeres, cuando la cabeza está llena de sueños por realizar y cuando el cuerpo y el espíritu se encuentran en la plenitud de su capacidad para concretizar esos sueños.

Él estaba alcanzando su potencial y avanzando hacia el logro de su misión cuando ocurrió su secuestro y asesinato, lo cual vuelve su muerte más trágica.

Imagino a los hechores repitiendo las palabras pronunciadas por los que tramaban la muerte de José y que se encuentran en el libro de Génesis, capítulo 37: "Y dijeron el uno al otro: Aquí viene el soñador… matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños."

Ya han pasado más de tres décadas desde la muerte de mi padre y puedo asegurar que si bien es cierto que las balas acabaron con su cuerpo, no lo hicieron con sus sueños, ni con los principios e ideales que él heredó e inculcó en mi hermana Gabriela y en mí.

Mi padre luchaba por una sociedad más justa y solidaria. Tenia la firme convicción que trabajando en armonía, sin odios ni resentimientos, con buenas intenciones y con creatividad visionaria era posible lograr sus propósitos. Sus sueños y metas nos inspiran y señalan el camino por donde transitamos sus hijos, sus nietos, su viuda Lucía, sus hermanos, María Elena, Ricardo, Eduardo, Ernesto y sus sobrinos.

El ciclo natural de la vida es que sean los hijos los que despidan de la vida terrenal a sus padres. Siempre esa despedida es dura aunque inevitable y lógica. Pero cuando son los padres los que lloran la muerte de un hijo, no se han inventado palabras para describir ese dolor.

Mis abuelos sufrieron como tantos otros padres salvadoreños que perdieron a sus hijos como resultado trágico del enfrentamiento fratricida que no debe nunca volver a ocurrir y a su vez reconozco a esos padres que siguen sufriendo a causa del continuo ciclo de violencia que aun plaga nuestra sociedad.

Este enero también se cumplieron 20 años desde la firma de los Acuerdos de Paz. Más allá de las opiniones contraproducentes y confrontativas que se puedan expresar sobre ese acontecimiento en nuestra historia, me atrevo a afirmar que todos los salvadoreños, sin excepción alguna, que perdimos a familiares y amigos como consecuencia de un exacerbado conflicto ideológico, si le encontramos un profundo sentido y significado a este aniversario.

La vida de los seres humanos vale igual para todos, en esto no hay relativismos. Mi familia se solidariza con todos y cada uno de ellos, con los parientes y seres queridos de los aproximadamente 75,000 que perecieron; compartimos ese dolor por haberlo vivido en carne propia y también compartimos la esperanza de un futuro en paz para nuestros hijos.

Ellos verán las cicatrices de nuestras heridas, pero no las tendrán. Contribuyamos a un El Salvador sano y sin heridas, enfocándonos decididamente en resolver los problemas del presente. Rompamos el ciclo vicioso del resentimiento y la acritud; rechacemos a todos aquellos que lo fomentan y manipulan en detrimento de la sociedad. Librémonos de las actitudes y prejuicios que nos mantienen anclados a los aspectos nocivos del pasado. Actuemos juntos para que este sea el mejor legado a las futuras generaciones y un homenaje a los que se fueron y que hoy gozan de la Gloria de Dios.

Quiero permitirme publicar una carta escrita por mi abuelo, Luis Poma, en marzo de 1977, dos meses después de la muerte de Roberto Poma, que creo expresa los sentimientos de la gran mayoría de salvadoreños que han aspirado superar los estragos del conflicto. No nos olvidemos que son esas experiencias las que nos deberían unir, y así ayudar a reconocernos, identificarnos y reconciliarnos los unos con los otros:

"La pérdida del hijo querido, del esposo, del padre, del hermano, ha sido para nosotros la mas dura de las pruebas.

Con la ayuda de Dios y con el apoyo y cariño de ustedes trataremos de enfrentarnos a ella con entereza, de conservar la esperanza, de mantener y profundizar la fe, de creer que nuestra existencia y la historia siguen teniendo sentido, de permanecer abiertos al futuro.

Continuaremos por la ruta que nos hemos trazado, contribuyendo a desarrollar nuestra Patria. Lucharemos por mejorar las condiciones de vida de los que nos rodean, por fomentar la paz, la comprensión y la justicia.

Esto es lo que Roberto hacía. Esto es lo que el hubiera querido que hiciéramos. Esto es lo que haremos."

Pedimos a Dios que nos de la capacidad de perdonar, crecer y hacer realidad la visión de Roberto Poma. Asumir ese legado es lo que da sentido, propósito y alegría a nuestras vidas.

Aquí seguimos y aquí seguiremos comprometidos a participar en la solución y no en el problema, para que la muerte de mi padre, y de tantos salvadoreños que murieron y siguen muriendo como él, no sea en vano.

Soy testigo de como esta dura experiencia afectó para siempre a mis abuelos, restándoles indudablemente años a sus vidas. Pero ni a ellos ni a mi madre los vi llenarse de odio, ni amargura, a pesar del inmenso dolor. Ellos marcaron la pauta para mí y espero que este escrito produzca un efecto virtuoso en los que quieran vivir con un verdadero espíritu de paz y reconciliación. Tengo fe que somos la vasta mayoría.

En este aniversario, junto con mi familia renovamos nuestra responsabilidad de mirar hacia el futuro inspirados en las palabras de Martin Luther King Jr., "No es suficiente decir que no vamos a emprender la guerra. Es necesario amar la paz y sacrificarse por ella."

Exhorto a todos mis compatriotas salvadoreños, y particularmente a nuestros líderes, que hagan lo mismo y prediquen con el ejemplo.

domingo, 21 de julio de 2013

Fotos de antaño del grupo Cuscatlan en Facebook.

Estas son solo algunas de las fotos antiguas de El Salvador que pueden encontrar en el grupo "Cuscatlán" en Facebook. El encargado del grupo es Nelson Aldana, amigo mío, quien ha venido coleccionando fotos, estampillas y postales antiguas de nuestro país desde hace ya varios años y me ha dado permiso de publicar algunas de ellas, y quiere compartir su trabajo de colección con todos ustedes.
 
Si las quiere apreciar, busque en Facebook bajo el grupo "Cuscatlán", hágase miembro y conozca un poco más de la historia de nuestro país en fotos.
 

Fusilamiento de los asesinos del presidente Araujo..

 
Incendio de la catedral metropolitana.


Foto de Cojutepeque.
 

Foto del predio donde construyeron la plaza del Salvador del mundo, sobre la Ave. Roosevelt.
 

Puerto El Triunfo, Usulután.


Parque Cuscatlán, San Salvador.


 

sábado, 13 de julio de 2013

Las MEMOrias sin contar del parque Centenario.

Este artículo fue publicado en el Diario de Hoy el 10 de noviembre del 2011. Lo traigo a mi blog porque yo viví parte de mi infancia y juventud a solo media cuadra del parque Centenario, y conservo en mi memoria gratos  recuerdos de mis amigos y vecinos del barrio y del tiempo tan maravilloso que tuve la dicha de compartir con ellos. Ojalá no me vayan a poner una demanda por "copyright".



Denis Marquina comunidades@eldiariodehoy.com Jueves, 10 de Noviembre de 2011

 
Conocida popularmente como el Parque "Centenario", la plaza construida a principios de los años 30 ha sido testigomudodel crecimiento y desarrollo del centro de San Salvador.

Por diferentes razones, la mayoría de la población desconoce la historia que albergan sus cimientos. Muchos piensan que su fundación se debe a la celebración de los 100 años de la firma del Acta de Independencia que tuvo lugar en 1921, pero aunque esa fue la idea inicial, diferentes situaciones llevaron por otro rumbo las verdaderas razones de su construcción.

Antes de su edificación, el lugar era un predio baldío que se utilizó como una especie de estacionamiento para las carretas que abastecían a la capital de ganado, granos básicos, gallinas, verduras, flores y otros productos para el consumo popular.

"El espacio sustituyó a la vieja plaza de carretas que ahora conocemos como la Plaza Morazán y se procuraba que no se extendiera más al centro para que no ensuciara la ciudad", cuenta el historiador salvadoreño Héctor Ismael Sermeño.

Ya para 1920 el lugar había crecido demasiado, razón por la cual las autoridades mandaron a remover los vehículos rústicos y se formó un comité para iniciar la construcción de un espacio con motivo de la celebración de los 100 años de la firma del Acta de Independencia, al que llamarían Parque Centenario. Pero al no lograr obtener los fondos para su edificación la idea no se hizo realidad.

"En 1824, siendo el primer jefe de Estado Juan Manuel Rodríguez, se dicta la primera constitución y se retoma el concepto del levantamiento de la plaza, pero esta vez para conmemorar la creación del estatuto salvadoreño", apunta Sermeño.

Pero debido a la insuficiencia de fondos, la obra vuelve a quedar paralizada y es hasta principio de los años 30 cuando se logra la cimentación del parque que fue bautizado como Juan Manuel Rodríguez, en honor al prócer y mandatario. Pero a pesar de que sería un lugar conmemorativo quedó para uso de la población y es ese el origen del nombre con el que se le conoce de forma popular.

En sus inicios el lugar contaba con una pista de patinaje, amplios jardines, una fuente y una estatua de bronce con la figura de un niño.

La alcaldía se encargó de comprar árboles y agregarle otros detalles, y algunos ciudadanos donaron bancas de cemento para completar la ornamentación.

"Sin que fuera un gran parque como el Libertad, el Barrios o el Bolívar era un parque acogedor rodeado de una zona residencial que tenía casas de importante valor arquitectónico", comenta el investigador.

La metamorfosis

A pesar de que en sus inicios el parque fue uno de los más vistosos y concurridos de la capital, sus días de gloria quedaron atrás. Hoy el lugar se ha convertido en un espacio descuidado y hasta peligroso a consecuencia de la realidad que impera en la zona.

En los alrededores del parque están ubicados diferentes tipos de negocios y bares de dudosa reputación donde se comercializan servicios sexuales, lo que lo hace inseguro para aquellos que buscan un lugar para pasar con la familia.

"El parque Centenario no está olvidado por la municipalidad, sino por la población que no se quiere ni acercar, y es comprensible por el entorno, pues es difícil llevar a los niños a patinar o a jugar al parque cuando está rodeado de mujeres semidesnudas o gente que sale borracha de los bares", acota Sermeño.

En varias ocasiones, la alcaldía de San Salvador ha tratado de darle nuevos bríos a la plaza, limpiando sus jardines, instalando lámparas y renovando la pintura de la construcción, pero antisociales y otras personas sin escrúpulos hacen que estos esfuerzos sean en vano y el espacio vuelva a verse de la misma forma descuidada.

Pero a pesar de estos puntos en contra hay gente que aún lo visita para practicar baloncesto, disfrutar de algún juego de mesa o simplemente leer un buen libro.




"Aunque la zona no es muy acogedora, a mí me gusta venir todas las tardes. Para mí se ha convertido en un punto de encuentro donde puedo departir con amigos o disfrutar un poco en compañía de la soledad", comenta Enrique Álvarez, profesor jubilado hace 15 años, que visita el parque de lunes a viernes desde hace unos cinco años.

Por otro lado, todos los viernes y sábados la ciudadanía puede encontrar en el parque Centenario puestos de venta que ofrecen una amplia variedad de productos en un mercado de pulgas, el cual funciona con el permiso de la comuna capitalina.

Asimismo cada época de fin de año el parque alberga cada entre sus aceras a un buen número de ventas de pólvora, debido a la demanda que este producto tiene durante la temporada navideña.

El parque Juan Manuel Rodríguez es un espacio que a pesar del olvido y el deterioro en el que está inmerso guarda entre sus rincones recuerdos importantes de la historia que ha vivido la capital y que deben ser compartida de generación en generación.

Memo, junto a varios amigos y vecinos de infancia y juventud en la cancha de BKB del parque Centenario. Reunión mes de mayo del 2013

miércoles, 3 de julio de 2013

Porqué yo no bailo

Mi familia siempre fue fiestera. Aun recuerdo como, cuando yo era apenas un niño de escasos cinco años, mis primos mayores se reunían en la sala familiar a bailar los ritmos de moda con mis hermanos y hermanas. Se retorcían al compás de la música con mucha docilidad, y el buen ritmo les acompañaba a casi todos.

Yo solamente los observaba desde una esquina, y sentía que me picaban los pies de las ganas de bailar, pero no me animaba. Mi madre se percató una vez que logró leer en mi mirada mis deseos con increíble exactitud. Me empujó a que me animará, pero yo me congelé, y sentí un pavor desconocido hasta ese momento. Sentí que las tripas se me iban a salir, y no pude evitar las ganas de vomitar sin materializarlo. La sangre se fue de mi rostro y palidecí alcanzando el color de una papaya en pleno verano.

Sin embargo, me repuse y después de un par de horas, le dije a mi madre que bailaría como mis primos y mis hermanos mayores (yo soy el penúltimo, seguido por una niña de apenas tres años). Mi madre cometió el error de anunciar mi baile a los presentes de una manera poco común, y todos pararon de bailar para verme a mí pues era mi estreno como bailador.

Yo recuerdo siempre haber sido muy introvertido a tal punto que cuando iba a la escuela siempre me sentaba en el último asiento para evitar estar en el centro de atención del salón de clases.

 El día del baile anunciado, yo sentí que me desmayaría por motivos inciertos porque el bailar era algo muy natural en mi familia. Aun lo es, y cuando se reúnen, las pachangas son increíblemente alegres con bailes que van desde cumbias hasta reguetón para las nuevas generaciones. Pero yo sigo siendo aquel niñito de cinco años, al que empujaron a bailar. Estaba en ese día agarrado a la mocheta de la puerta de la sala y sonaba un ritmo de baile twist (tuis). Creo que tocaban "La Gallinita Josefina", y todos los ojos se clavaron en mí.

Me sentí como un condenado a muerte si no hacía lo que todos, incluyendo mi hermanita de tres años, hacían en esos momentos. Las piernitas me temblaban cual gelatina de fresa dominguera, y las ganas de correr eran tremendas.

 Me sentí desfallecer, y la boca se me secó, las tripas me traicionaban de nuevo. Sin embargo, la mirada de mi mamá era penetrante y me decía, "hacélo y dejáte de babosadas".

Así que allí estaba yo solito, con mis huevitos ahuevaditos y choritos.

Obviamente pedí auxilio divino porque mi abuelita me había enseñado que si no podía con alguna cosa, pidiera auxilio divino. Así lo hice, pero el auxilio bendito llegó muy lento. Bueno, al menos eso me pareció a mí. Después de un momento prolongado, yo sentí un aire de bailador de pies ligeros, y miré a todo mundo para decirles, "¡allí les voy!".

 Me agarre fuerte de un lado del marco de madera de la puerta, que dividía el dormitorio de mi mamá y la sala familiar, y me comencé a mecer de arriba para abajo como monito agarrando impulso para brincar de una rama a otra. ¡Mierda de ritmo!, pensé en mi inocencia de niño tieso. Más nunca me llego la soltura de bailador ligero y me estuve meciendo agarrado del marco de la puerta por varios segundos como niño bobito. Me sentí todo un bailador y me moví a todo compás descompasado.

 Mi abuelita, al percatarse de mi problema inconcluso, lanzó un grito al aire diciendo: "aplausos para el niño porque baila bien bonito". Todos irrumpieron en aplausos y yo me sentí un bailarín de carnaval de circo de ciudad grande. Yo me la creí, al menos hasta la hora de dormir, cuando escuché una plática entre mi abuela y mi mamá.

Esa noche mi abuela creyó que yo estaba dormido cuando llegó a mi cuarto y le dijo a mi mamá: "deja de andar empujando al niño para que sea objeto de burla de los demás." Mi mamá le contestó contrariada que yo no debería ser como el viejo tieso de mi tata. Y aunque me costará lo que fuera yo tenía que aprender a bailar como los demás niños de la familia. Era lo más natural, repitió, antes de despedirse de mi abuela.

 Yo no recuerdo haber dormido esa noche después de escuchar aquellas palabras, y les juró que pase mentalmente repasando como hacer para que el marco de la puerta me hiciese verme gracioso y rítmico ante los demás, porque a mi si que me habían gustado los aplausos, y no iba a dejar marchar tan fácilmente ( a los aplausos) de mi lado.

Así que si usted me pide que bailemos, este segura que haya una puerta cerca, que si no bailo, por lo menos le sacaré una sonrisa con mi mecidito.

El Moris Pataschuecas® (Abril 23 del 2012)